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Dora Franco

Dora Franco. Una confesión tardía



Por Yevgeny Yevtushenko
Traducción Javier Campos, poeta chleno
Poema inédito en Colombia

Por lo general toda mi poesía ha sido una confesión personal puesta en versos. Ahora  ha llegado el tiempo de hacer una última confesión. Este aventurado poema de amor tiene que ver con mis años de juventud en 1968 y fue escrito con el permiso de su heroína, Dora Franco. A veces sucede que los celos que ocurrieron en el pasado son muchas veces más fuertes que los celos que ocurren en el presente. Afortunadamente a mi  esposa Masha le gustó este poema y sabiamente lo aprobó al igual que nuestros dos hijos, Zhenya  de 22 años y  Mitya de 21. Entonces este poema  llega a Uds. sin haber sido  censurado por mi familia a pesar de mi temor inicial. Tenía ese temor  por haber sido escrito en el año 2012  justo en las bodas de plata de mi matrimonio con Masha.

 
I

 “A veces me equivoqué,
                          pero no a propósito
        -lo siento,
                          yo estaba viviendo por primera vez en la  Tierra.”
                 -Robert Rozhdestvensky
 
“La vida de Evtushenko es un saco lleno de balas y de besos.”
              -Gonzalo Arango (Poeta colombiano), de su libro, El oso y el colibrí
 
Mis sueños tratan de recoger 
                la costra seca de una vieja y dulce herida,
es como si la Colombia garciamarquiana, Dora Franco,
 acariciara mi cabeza
               con tu casi invisible mano.
Antes  de ti no hubo mujer más hermosa,
y todas aquellas que antes amé siempre fueron más nobles que yo.
Pero ninguna de ellas fue  prehistóricamente joven.
Y ninguna fue tan indígena  ni tan perfecta
como tú,
hija del primer fuego,
encendido por el frote de dos pedazos de madera.

 

II

En 1968 yo estaba medio muerto,
              como asfixiado por un humo negro.
Quería destrozar de un puñetazo muchos platos,
               incluso el mío.
En 1968  todo estaba revuelto y confuso,
               todo parecía hundirse y explotar al mismo tiempo.
Nunca tuve miedo de los ojos del “Big Brother”,
 pero tenía miedo de mis propios ojos al mirarme en el espejo.
Yo vivía mi vida amarrado a un nudo muerto,
                a una soga tejida por  tres amores,
retorcida alrededor de mi cuello.
Yo me perdí entre  tres mujeres.
Todos los amores son únicos
                 cuando una misma avalancha los sepulta bajo la tierra.
Siempre admiré el amor como una respiración completa,
                   pero en 1968  me ahogaba sin poder respirar
porque  todo estaba ardiendo
                 en el amor y en la política.
 No se podía caminar sobre el agua
porque hasta el agua ardía en llamas.
“La Cortina de Hierro” estaba al rojo vivo,
                  pero yo salté a través de una grieta ardiendo,
despellejándome  la piel 
                  a pesar de las oxidadas cutículas de mis dedos.
Yo no era un ser  estandarizado pero sí calumniado.
La muerte  -antes de que la mano de Pablo Neruda me encontrara
                     y me arrastrara hasta Chile  donde volví a nacer-
me invitaba con su gancho desde todos los techos.
 
¿Cómo fue leer poesía con Pablo Neruda?
Era un dúo de dos músicas,
mi ruso, pulido como el río Volga, (1)
se fusionaba  con el suave español de Pablo.
El dúo creaba una poesía   hermosa.
El camarada Allende, que todavía no era presidente, (2)
como un estudiante  aplicado  repetía las “r”  rusas
de mi poema sobre el granizo:
 "“V grade Charkove grad, grad…
krupen, grad, kak vinograd”  (3)
En Colombia
               aterricé como un ruso recién graduado,
                             un granizo  ruso,
mi invisible bandera roja
            se agitaba como una peligrosa vela de un barco.
Y cuando vi  por primera vez Bogotá
me pareció un terrible y encantador coctel
mezclándose la belleza y la fealdad
de ángeles sonrientes junto al  insulto de la escoria.
Yo volaba sobre Montevideo
                            viendo  nada más que sueños desagradables
capturándolos  desde miles de kilómetros
                             sólo con mi olfato,  los peligrosos olores 
de mi amada primavera de Praga.
Nosotros, idealistas, estamos condenados
a quedarnos siempre frustrados con la realidad,
viendo a los cínicos cortar en pedazos nuestro planeta
con sus sórdidos  misiles
envueltos en discursos hipócritas por la paz.
Desconfió  de los gurúes de cualquier lado
quienes cruelmente adornan nuestros ideales sobre la vida.
Desconfió del poder arrogante del glamour.
Tengo miedo del poder impetuoso de los pobres
porque las bolsas de miseria  tienen hoyos
y desde allí saltan  a ciegas  las bombas 
que reventarán a pobres y a ricos por igual.
Estoy  cansado de confiar en cualquier futuro con “ ismos”
-un capitalismo egoísta o un socialismo falso-
no son caminos que se vean por delante, sino “esquemismos” convulsos
que únicamente podrían reclutar corazones solitarios sin nada de amor.
Para mí el amor es el único súper poder.
Los “nadaistas” son algo así como los “ningunos-istas”
y el poeta  Gonzalo Arango era el jefe de su propia tribu.
En el aeropuerto me susurró al oído:
“Te tengo un regalito… y tiene los ojos más bellos que nunca has visto”.
Yo pensé que me estaría tendiendo una trampa.
“¿Y tiene nombre ese regalito?”, pregunté cuidadosamente.
“Dora Franco.
                   Uds. nacieron el uno para el otro. Ya verás”.
Me desagradaba ser empujado en manos de cualquiera.
Muchos años atrás, en París,
hui de algunos “celisteneros” que querían acoplarme
a la bella Brigite Bardot recién divorciada.
Ellos eran los nuevos izquierdistas de la glamorosa revista  “Clarté”
teorizando sobre  la gran historia que vendría.
Por la prensa me enteré que ambos teníamos nuestros dedos aburridos
al  quitarnos, no hacía mucho y  al mismo tiempo,
nuestros anillos de matrimonio .
Si no hubiera sido por la risa de todo el mundo
hubiera quizás renunciado a escribir más poesía
y me habría puesto yo mismo la soga  al cuello
caminando amarrado a una cuerda hasta mi muerte
junto a sus numerosos perros, gatos,  e incluso una mangosta.
Volvamos a esas palmeras colombianas
donde me vi a mí mismo  como  un  poeta más
dentro de  la tribu nadaísta.
Hubo una lectura de poesía gratuita en el parque.
Las camisetas con la imagen del “Che”  Guevara
nos rodeaban como amapolas rojas.
Gonzalo y yo leímos como  dos especímenes  diferentes:
yo parecía  un pesado oso siberiano  y Gonzalo Arango  un frágil colibrí.
A comienzo  todo en ese parque era tan silencioso como estar en una iglesia,
pero a los pocos  segundos la gente explotó gritando:
“¡Dora Franco llegó!”   “¡Dora Franco!”  
Entonces una avalancha de  voces  jóvenes  estremeció el parque:
"¡Viva la Reina! ¡Viva la Reina! "
Pero esa bulla festiva estaba mezclada  con frases venenosas.
Siempre hay alguien que  envenena las  preguntas con insultos:
"Dora,
¿cuánto dinero te pagó tu  patrocinador 
por esas  medias de oro que llevas  puestas?”
Yo desde el escenario no vi ni piernas ni medias de oro
u otro preciosos detalles
iba solamente captando su rostro en fragmentos
antes de ver todo el conjunto:
lóbulos caídos por  pesados aros,
pequeñitos rincones  mágicos en sus ojos y en sus labios.
Como si su mano fuera un cisne
suavemente dominó a la multitud que vestían 
cientos de camisetas con el rostro del  “Che” Guevara.
Aplaudían, silbaban,  saltaban
y balanceaban de un lado a otro nuestro globo terrestre.
Mi sangre comenzó a correr como un caballo desbocado
cuando los pezones de la muchachas colombianas,
erectos como las puntas de los lápices,
comenzaron a empujar los  rostros de los “Che” Guevaras
invitándolos a bailar.
¿Qué ocurrió luego de nuestra lectura de poesía?
Todo se fundió como en un cuento de  García  Márquez.
Entré a una encantadora y casi desplomada  cantina,
estaba seguro que podría escribir inmediatamente
un diario increíble.
A pesar de todos los aplausos que habían quedado atrás
sentí la mirada de alguien
pero no era la de  García Márquez.
Era una noche silenciosa y entonces oí algo muy tierno
parecido a un coro de ángeles sobre mi cabeza.
Cantaban sin palabras pero la música no las necesitaba.
Vi en la profundidad de la taberna  un molinillo  giratorio
de color perejil esmeralda  y la más hermosa bromista.
Era una mujer muy joven rodeada de cinco hombres
con cinco “Che” Guevaras adicionales en sus camisetas.
En su negra y larga cabellera llevaba prendida una lila blanca.
Los hombres brindaban con ella pero ella no los escuchaba.
Ella me estaba empujando al negro abismo de  sus ojos.
Caminé hipnotizado hacia el molinillo  verde.
Ella mordía unas hojas de  perejil entre sus dientes
Sus ojos se hacían cada vez más grandes
cuando besé un pedazo de perejil
y también comencé a masticarlo acercándome cada vez más
a la punta de sus labios.
Todo era un juego de niños
y mientras continuaba masticado el perejil
alcancé finalmente la hierba amarga
como si me aproximara a un pequeño templo,
a sus dulces, húmedos y desnudos labios.
Era peligroso  porque los cinco hombres más los cinco “Che”
se levantaron tensamente sorprendidos.
Pero yo seguí y nadé con mis ojos
hacia el negro abismo de los suyos,
lleno de miedo, temblando por la tentación
y no sentí ninguna negativa en sus ojos
solamente una orden muda: “zambúllete”.
Y lo hice.
Fue una suerte  no haber muerto aquella noche
pero esos cinco hombres, más los cinco  Ché Guevaras,
estaban tan sorprendidos que cortésmente se hicieron humo.
Cuando desperté con ella al día siguiente
dormía como un bebé  en una cuna
o en un pequeño bote flotando en cualquier parte
con un nombre que decía: All-in  (Todo incluido).
El amor con alguien extranjero no puede ser extranjero.
Le pregunté, “¿Cómo te llamas?”
“Dora Franco”, me respondió
Nos amamos tres días y tres noches.
Yo era ella. Ella era yo.
En nuestra loca pureza todas las sofisticaciones
del Kama Sutra parecían ingenuas.
Mi cuerpo deseaba  tanto  su cuerpo
que llegó a convertirse como un alma incrustada en la carne,
cayendo y rompiéndose en dos partes
 hasta la profundidad de sus ojos.
El primer día,
caminando descalzo  hacia el baño,
abrí la puerta sin golpear
y vi a Dora afeitándose los dorados vellos de su pierna,
poniéndola  delicadamente al borde de la tina.
Su pierna era atractivamente suave
pero la antigua y abierta navaja de afeitar
parecía bastante peligrosa.
Dora me miro ruborizándose de vergüenza
no teniendo tiempo para cubrirse los senos.
Con un grito ella trató de cortarse  las venas de sus manos:
pequeñitos  ríos  que llevaban sus secretos.
Pobre Dora, ¡estuvo  a punto de cortarse las venas!
Felizmente logré arrancar la navaja de sus manos.
Abrí sus labios con mis labios como murmurando una oración, 
como si supiera que la amaría para siempre.
Después estuvimos tirándonos agua
sobre la estrecha tina donde alegremente nos elevamos al cielo
en espuma de jabón y lágrimas.
Llegamos a ser dos recién nacidos en una fuente bautismal,
sintiendo a los ángeles  volando alrededor nuestro,
secándonos  con el revoloteo de su alas.
Nos amamos libremente el uno al otro
como si hubiéramos nacido en un mundo
sin comodidades ni guerras.
Todo sucedía como lo había profetizado Gonzalo Arango:
                         “Uds. nacieron el uno para el otro”

 

III

Al diablo con todos los carteles de la droga
con la guerra a los jefes del narcotráfico.
El acontecimiento más importante en el mundo
era que el zapato izquierdo de Dora se había perdido
y debía ser encontrado y castigar al culpable.
Encontramos el zapato derecho
que era el zapato hermano y el más obediente.
El zapato derecho se había encontrado a sí mismo
y bromeaba con nosotros
mientras el zapato izquierdo
 se había tomado  vacaciones indebidas.
Le dije al zapato derecho de Dora
como regañando a un niño pequeño
“Y por qué  no sales a buscarla.
Ayúdame a encontrar a tu hermana
O de lo contrario te tiraré al mar”.
Sacudiendo el zapato derecho, pesado por el agua y la arena,
agarrándolo de una correa
lo puse para que oliera el aroma de su hermana. 
El zapato derecho cumplió finalmente su misión.
Por entender bien mi orden yo besé
su negra y mojada nariz como si él fuera un fiel cachorrito.
Incluso después de besarte Dora
con tus dos zapatos en tus pequeñas manos,
yo aún no podía liberarme y cortar mi nudo gordiano,
tenso con todos mi amores pasados.
¿Qué podía hacer con ellos
cuando cada uno era similar a los otros?
Estaba solo, un pecador que sufría
ante un mundo con muchos ojos
tan amados y tan queridos.
¿Pero qué pasaba con Dios?
Dudaba que él estuviera de mi lado.
Solamente suspiraría y se rascaría la cabeza,
pero él sabía, viejo astuto y casamentero,
que en la ciudad de  Petrozavodsk
mi destino -Masha entonces tenía cinco años-
era ir directo al kindergarten (4)

 

IV

Perdóname Masha,
         mi todavía desconocida Masha,
                     para nosotros en ese entonces el planeta
                                       no era nuestro.
Me parecía que el invisible García Márquez
          como otro astuto conspirador
                   nos había llevado a mi y a Dora
                                        a la ciudad de Barranquilla.
Años atrás el futuro genio caminaba descalzo
sin su madre ni su padre
guiado sólo por su abuelo
quien fue el único que cuidó
a su pequeño  nieto rebelde,  Gabito,
que por ese tiempo se arrancaba de la escuela
pero ya llevaba dentro de sí la eternidad.
En Barranquilla casi la mitad de la población
se presentaba como un pariente cercano de García Márquez.
Y muchos de nuestros guías locales trataron de parecer
como los creadores de García Márquez,
olvidándose  que ellos habían sido creados por él.
Como en la antigua Roma
para entretenernos  en su pequeño  Coliseo
nos  invitaron a la famosa pelea de gallos.
¿Quienes eran los dueños de esas peleas de gallos?
Muy decentes mafiosos que merecían ser colgados
en los mejores palos para ahorcar
cuyo pasatiempo favorito era gritar:
                   “pícalo
                               pícalo
                                      pícalo
           más fuerte
                      más fuerte
                               más fuerte”
Ellos mismos no se daban cuenta
que con sus narices también picoteaban el aire
como si fueran  ellos mismos los gallos de pelea,
picoteándose  los unos a otros
              “más fuerte
                         más fuerte
                              más fuerte”
El grito era como un carro desbocado que mata a los pobres actores,
los gallos mediadores. 
Su lema en vez de  ‘Patria o muerte’ era:
                     “más fuerte
                                  más fuerte
                                           más fuerte”
Las dudosas bellezas agitaban sus abanicos pintados,
bufaban sus narices mientras gozaban la sangre,
chillando y gimiendo como si estuvieran haciendo el amor
                     “más fuerte
                             más fuerte
                                      más fuerte”
No sólo poetas contra poetas
compiten por el Premio Nobel.
No únicamente los mujeriegos
compiten por cada jugosa mujer.
No sólo los políticos compiten por sus ambiciones.
No sólo las chacales empresas 
negocian encadenadas entre sí,
aún las madres dementes
se lanzan unas contra otras
por dinero, poder y laureles,
picados todos como peleas de gallos.
Pero las plumas de los gallos son tan bellas
en el amanecer como en la puesta del sol.
En la antigüedad, los soldados griegos
instalaban crestas de hierro en sus cascos de guerra.
¿Cómo está mi gallo del Orinoco
con su cresta barroca
con su lustrosa pequeña barba
mojada por el rocío de la madrugada?
Vives al lado de tu hermano menor
en un mismo lugar
donde nunca  viste que hayan maltratado
 su inflado y amarillo semblante.
¿Naciste asesino?
¿Saliste del cascarón listo
para picotear a tu hermano hasta matarlo?
¿Dónde está el beso del hermano
en sus tiernos picos?
Deben abrazarse el uno a otro
con su alas
pero de todos los rincones de la sucia taberna
la multitud  gritaba incitándolos a los dos:
             “ pícalo,
                      pícalo
                             pícalo
                                         más fuerte
                                                     más fuerte”
Exactamente de la misma manera un aullido parecido
me incitaba contra mi poeta hermano Joseph Brodsky. (5)
Se apostaba en todos los lados de la pelea.
¿Quiénes eran, poniendo veneno en nuestros oídos?
Joseph está ahora muerto y casi yo también
pero tengo la esperanza que con la ayuda de Dios
haremos las paces arriba allá en el cielo.
Todas las guerras se evaporaran.
La vida debe renacer
y dentro de nosotros mismos
todo veneno debe borrarse.
Es tan desalentador soñar
que podría existir un mundo diferente
donde la gente no se envidie la una a la otra,
ni esté al servicio de la muerte
por la gloria del cheque del Premio Nobel
bajo los gritos del rapaz mercado mundial:
                 “pícalo,
                          pícalo
                                  pícalo”
Hay muchas más acciones diabólicas
que personas diabólicas.
Muchos que fueron inocentes
fueron inocentemente asesinados.
La mayoría de los crímenes no fueron cometidos a propósito.
Aun cuando muchas guerras y revoluciones
nos hayan molido en pedacitos  como en un mortero,
nosotros los llamados seres humanos
continuamos picándonos los unos a los otros,
dando la bienvenida al veneno que entra por nuestros oídos,
hasta  enemistarnos como estúpidos gallos de pelea,
entrenados y domesticados para odiar
y jamás poder recuperarse de las burlas
y del sudor que tiene gusto a la sangre.
Todas las crestas multicolores
de todas las llamadas democracias del mundo
están orgullosas de ser arrogantes gallos de pelea.
Las disputas entre todos los políticos es sucia.
Para ellos es muy fácil escupir
desde sus picos con sangre,
tirar espuma roja sobre la mesa de las apuestas.
Es imposible escapar a algún lugar,
imposible ser un desertor
porque en cualquier parte hay un régimen con un dictador
hecho de la masculina bravura de un pavo real
o del chillido de gallinas corriendo.
Agachen sus crestas orgullosas,
pobres, estúpidos gallos de pelea.
Era una tranquila noche en Barranquilla
con plumas y alas quebradas
en la pequeña pista del palenque
Dora acariciaba un gallo herido,
limpiándole la sangre de su cabeza,
el gallo tenía un sólo ojo sano…
Ella lo compró por un par de sus aros.

 

V

“Cuéntame sobre Rusia,”
Dora susurró en la oscuridad.
“Es como tu pueblo de Macondo  (6)
sólo que un poco más grande”.
“Pero Macondo no existe, es inventado por García Márquez…”
“Dora, a veces me parece que Rusia existe sólo en los escritos
de Puhskin, Tolstoy, Chekhov, y otros.”
“Eugenio, oí que García Márquez visitó una vez Rusia”
“Sí, y yo lo recibí.”
“¿Cómo fue eso?”
Cuando García Márquez vino a Rusia por primera vez
lo llevé al pueblo de Peredelkino, donde yo vivía.
El conocido colombiano era suspicaz
pero en su especial estilo sudamericano
que para un escritor normal no ser un poco de izquierda
es casi imposible.
Cuando le mencioné que la tumba de Pasternak
estaba en nuestro camino
una extraña mueca apareció en la cara del colombiano.
No vi nada anormal en esa reacción.
De todas maneras García Márquez nació en un país
que recuerda la ternura de la United Fruit Company  (7)
 encadenando las manos de los indios.
Cuidadosamente le sugerí que visitáramos la tumba de Pasternak.
Mi convidado  vaciló un poco antes de forzosamente decirme,
-sin esconder ningún odio pero con un sentimiento un poco hostil-
que  El Doctor Zhivago fue alegremente aplaudida  por el imperialismo.
Yo admiraba a García Márquez pero no como a un ídolo
 y me negué traicionar a mi Pasternak.
“El no escondió  El Doctor Zhivago como un cuchillo en su zapato.
El sabía que ‘la raíz de toda belleza es el coraje’
Él  puso  amor sobre la sucia política.
Puso amor contra el sórdido puterío de lo políticamente correcto.
No puedo creer que tú, mi querido  escritor,
pienses que la pelea de perros entre  Montescos  y  Capuletos
fuera más importante que el amor.
Realmente Pasternak no incitó a ningún  escándalo con su novela.
Cuando el capitalismo y el seudo socialismo ruso
comenzaron a pegarse los unos a los otros con su novela
como si fuera un palo de beisbol,
la frágil columna vertebral de Pasternak se quebró.
Mi querido y amado Gabo no hay escritores en el mundo
donde  los bastardos de ambos lados no traten de manipularnos.
Pero no hay que culpar a los escritores.
Es nuestra tragedia.”
“¿Visitamos la tumba de Pasternak o seguimos derecho?”, pregunté.
“Vamos al cementerio”, dijo García Márquez.
El provinciano periodista  enmudeció
pero dentro de él despertó el escritor.
Entramos al cementerio y caminamos lentamente
como si bajo nuestros pies pisáramos las sensibles teclas de un piano.
Muchos años atrás mi padre me dijo:
“Recuerda que según cómo camine la gente en un cementerio
sabrás qué tipo de ser humano es”.
Manchándose sus manos con pintura dorada
de las recién pintadas rejas que rodeaban el cementerio,
el Rey Midas de la prosa caminó en las puntillas de los pies.
García  Márquez respiraba suavemente
cuando paramos ante la tumba.
Miró el tierno perfil de Pasternak
grabado en una fría y dura piedra.
Los  labios de García Márquez temblaron casi imperceptibles:
“Cuán limpio es todo aquí alrededor de esta tumba”, dijo.
Después yo comencé a pensar
que todos los países en el mundo,
como lo han descrito sus grandes escritores,
son más reales, mi querida Dora,
que la misma realidad.

 

VI

Me recordaba de una lección que aprendí en la escuela
cuando “los poderosos ellos” con reservas me permitieron
visitar seductivos y peligrosos pastizales en el extranjero.
De acuerdo a “mis lecciones”, como yo las llamaba,
la comida favorita de esos cocodrilos capitalistas,
viviendo en esas aguas llenas de cocodrilos,
eran los nadadores desobedientes quienes habían nadado
muy lejos de sus escuelas soviéticas.
Cualquier patriota soviético flotando en esas aguas
sería tragado inmediatamente por los cocodrilos capitalistas
que atacaban y cazaban en las negras profundidades de esas corrientes.
Tales inculcaciones dejaban dientes marcados en todos nosotros
aún en las almas más aventureras.
Le dije a Dora,
“Escúchame atentamente.
Somos un país especial.
Si nuestro “Big Brother” encuentra fotos
de ciudadanos soviéticos desnudos gozando demasiado
la compañía de mujeres extranjeras
hay una vieja costumbre
desde  los tiempos de Iván el Terrible.
¿Sabes cuál es esa costumbre, Dora?
Le cortan la cabeza
muy de madrugada en la Plaza Roja.
Pero antes de eso lo castran en la misma Plaza”
Dora exclamó como si algo la sofocara:
“Tú eres como un hermano para mi,
pero eso es uno de los castigos más salvajes
porque es imposible oír dos cosas juntas:
‘poeta’  y además ‘castrado’ ”.
Aun cuando a Dora le di una imagen paródica
sentía una gran nostalgia por mi querida patria.
Tenía mariposas en mi estómago,
pero no mariposas tropicales.
Desestimé la sentimentalidad de Dora
sin embargo ella tomó muy seriamente mi alegoría.
Cuando un fotógrafo reportero puso su nariz entre nosotros
preguntando algo muy  íntimo,
Dora muy amable pero aterrorizada
le dio una patada al reportero en la parte más sensible
con la punta de su zapato
tan afilado como la espada de D´Artagnan
y lo obligó destruir los negativos de su Nikon
donde nos tomó  unas fotos abrazados.
Pero él sólo fue su primera victima.
Ella quebró muchos lentes de otras cámaras
en  nuestro zigzagueante viaje
al que se podía seguir por los restos de muchas
Kodaks, Hasselblads y Leicas  (8)
todas convertidas en  pedacitos por Dora.
Espero que cuando  llegue el Juicio Final 
Dios tenga en cuenta esa defensa de la poesía
en favor de Dora porque salvó a una posible victima
de impertinentes reporteros.
Aun cuando le pidieron a un policía
que parara a este huracán
con relámpagos que salían de sus ojos color de las  grosellas negras,
en vez de ponerle las esposas en sus manos
por destruir la completa industria de la fotografía
la invitó a bailar tango.
¡Con cuanta hermosura ella bailaba tango!
Él era como un búfalo gigante que torcía su cintura
como si ella fuera una liana
y las estrellas en el cielo volaban sobre sus cabezas
al igual que serpentinas de una fiesta improvisada.
Niños con los ombligos al aire cantaban
y las palmeras se juntaban como arcos de un partido de fútbol
temblando por una patada de Pelé y la cadencia del
                         Tango.
                                 Tango.
                                            Tango.
Las viejas palmeras de la clarividente y  misteriosa selva
podían ver cualquier cosa aun cuando tuvieran los ojos cerrados,
Viéndonos a todos nosotros desde el lago Baikal hasta el rio Amazonas,
aun cuando ellas se hubieran perdido de ver en la madrugada
los tanques fantasmas acercándose a la disidente Praga.
Pero el que ama es también una especie de clarividente
capaz de adivinar el peligro antes de que aparezca,
agazapado en la oscuridad,  que corre su amante.
Yo era uno de esos ciegos felices.
¿Cómo Dora encontró la mágica sabiduría
de predecir con un maternal instinto
que algo terrible me iba a ocurrir?
¿Dónde uno encuentra semejantes brujas amables
como esas del Amazonas
que pueden con filudos y elegantes zapatos
pegar a los fotógrafos en las partes más delicadas
y luego bailar un hermoso tango
con un policía que podría sin problemas
ponerla detrás de unas rejas?
Después de bailar con el policía
unos felices y desalmados muchachos del Cuerpo de Paz
invadieron el pueblo de Leticia,
pasando al lado de Dora.
Uno de ellos era simpático pero un fanfarrón.
Se presentó a sí mismo como Vonnegut
Yo sonreí y le pregunté:
“¿Tú eres Kurt?”
“No, ese es mi padre”, me respondió.
Me di cuenta que no tenía sentido
porque  miraba a Dora
como si desde su nacimiento le perteneciera a él.
Yo me reí
“Deja ya compadre de fanfarronear
Es lo mismo que yo dijera que soy Gagarin
y que el nombre de mi padre es Yury”
Y terminé:
“Mira, deja a mi Dora en paz”.
El me respondió:
“¿Es de tu propiedad?”
Estando bien borrachos, llenos de tequila,
 inmediatamente nos enojamos y comenzó
una lucha hasta para molestar a las pirañas
que nos miraban desde el agua.
Por supuesto que siendo un socialista utópico
siempre creí en la hermandad,
pero entre poetas  enfrentarse en un duelo por una mujer
era algo sagrado y un necesario ritual.
Continuamos siendo estimulados por los tequilas
hasta que Dora, indignada y riéndose a la vez,
nos lanzó unos restos de algo maloliente
que había en un balde.
Ella martilló nuestras cabezas con sus puños
 y luego nos lavó casi con agua hirviendo.
Entonces nos calmamos
como dos miembros ejemplares del Cuerpo de Paz.
Nuestros países  habrían  estado orgulloso de nosotros.
Mi rival, escarbando entre sus bolsillos,
orgullosamente sacó su licencia de conducir
donde estaba escrito, para mi sorpresa, lo siguiente:
“Mark Vonnegut.”
El dijo, con un poquito de infantil orgullo,
“Nosotros los Vonnegut no mentimos”.
Chocamos nuestros vasos celebrando.
El rio Amazonas se transformó en ese momento
en el rio Elba
ese pequeñito rio alemán donde en mayo de 1945
los rusos y los soldados norteamericanos
se abrazaron los unos a los otros
bebiendo whiskey  y vodka
no viendo hacia adelante ninguna otra guerra,
pero sí la Guerra Fría.
Oh gran Dora Franco,
encarnación sudamericana de cuentos  de hadas,
cuando tuvimos peleas y guerras
necesitábamos  una Juana de Arco para lograr la paz
entre las riñas injustificadas de cada uno
las que no eran satisfechas ni con  sangre
ni saltando sobre los cuerpos de los muertos
con tal de  obtener  el poder como fuera.
Pasemos  por entre ellos como si fuéramos un olivar viviente
mi Dora Franco,
que  tristemente,  todas esas estúpidas ambiciones,
las pisoteará y  las  hará añicos
únicamente tu zapato izquierdo, tu puntiagudo zapato
suspirando por el zapato derecho perdido.
Dejemos que él destruya  los sucios negativos
de las cámaras de todos los paparazis .

 

VII

Mi  preciada amiga,
tímida niña rebelde,
Gonzalo Arango tú percibías todas las riñas cerca de ti
te compadecías de  todos los agravios
¿pero cómo compadecerse  de ti
de la misma manera que tú lo hacías  con nosotros?
Ser compasivo es un raro talento
no menos raro que ser poeta.
¿Qué puedo hacer para que tu vida no se desvanezca
y construirte  luego de tu muerte una  nueva vida?
Gonzalo yo   te gruño como un oso siberiano.
Sigue siendo mi colibrí
¡y haz graciosos círculos al volar!
Fuiste un gran Nadaísta,
salvador de todos pero tú no te salvaste
aun cuando escribías poesía
bajo el cielo sudamericano con la pluma de un colibrí.
Sin Pablo Neruda y tú
cada dolor era más doloroso.
Sin Pasternak y tú
aún la tristeza sería mucho más triste.
No está  Bulat Okudzjava ni Andrey Voznesensky.
Bella Akhmadulina está  muerta, mi primera mujer,
la zarina de la poesía rusa.  (9)
¿Pero quién puede ser la Musa de nuestro planeta
cuando mi hermano Gonzalo Arango me ha dejado,
cuando en mi mesa hay sólo dolorosos papeles en blanco
como una herida abierta donde todos los dolores se juntan?
“No es nada serio”  dirían fríamente algunos observadores,
cubriendo  sus anhelos con la palma de sus manos.
Hay tantos “nada-istas” en este mundo
que yo involuntariamente valoro un poquito la palabra  “algo”.
Es mejor llamarse “nada-ista”
que no pensar en nada
pero el cielo verá cualquier cosa a través de la mirada de Dios
y no perdonará  nada ni a nadie.

 

VIII

Dora,
el pueblo de Leticia en el Amazonas  nos juntó como
a un hermano y a una hermana
entre los cazadores de cocodrilos
que con gran sorpresa les gustaban ser cazados
y aun ser matados vendiendo  su piel para hacer zapatos,
carteras y  portafolios.
Leticia que fue un olvidado orfanatorio en el siglo XX
fue un sorprendente lugar donde no conocí a ningún ser humano indigno.
Encontré allí algunos libros
y entre ellos El Doctor Zhivago.
En la librería había un librero  jorobado
cuyo nombre era Virgilio Díaz.
Su rostro era el de un niño orgulloso
cuando me mostró uno de sus tesoros.
En sus estantes estaban Dante, Cervantes y Mark Twain,
y para mi alegría mi propio compañero Pablo Neruda
que para el aniversario de sus 60 años se hizo una exhibición aquí mismo
organizada por sus admiradores
y entre ellos los cazadores de cocodrilos.
“¿Yo debo ser probablemente el primer ruso en Leticia?”,
le pregunté.
“Los rusos para decir la verdad son aves raras por aquí,
pero a veces vuelan para visitarnos, don Eugenio.
Probablemente será una sorpresa para Ud. pero no hace mucho
tuvimos un especial invitado ruso, Smirnov.
Era un hombre bien alegre y tenía una especial habilidad:
podía matar de un manotazo a la vez varios mosquitos
que le andaban por su cara.”
“¿Cuál Smirnov?”,  lo interrumpí.
“Sergio. Su apellido materno era más difícil, Serhevic.
No tenemos ninguno de sus libros,
pero él dejó algunas palabras como seña de cortesía
en un libro de Pasternak”.
Yo quedé con la boca abierta cuando abrí El Doctor Zhivago
y vi el autógrafo pero para mi sorpresa
sus palabras escritas allí eran pomposas. Algo así como:
“En representación de los Escritores Soviéticos de Moscú,
siento una profunda alegría de encontrar aquí
unos de nuestros libros ¡Viva Leticia!”
Mi Virgilio, quien no tenía idea de nuestro  infierno soviético,
tartamudeando, me preguntó,
“Don Eugenio, veo que Ud. está medio perturbado
leyendo este autógrafo, ¿por qué?
El salvó a muchos héroes de la guerra que estaban
encarcelados por Stalin”.
Yo le respondí con un poco de vergüenza y desconsuelo:
“él fue el presidente de la asamblea
cuando Pasternak fue expulsado
de la Sociedad de Escritores Soviéticos”.
Virgilio respondió frustrado pero con mucha sinceridad:
“Como bibliófilo  Don Eugenio,  ahora puedo decirle
 que con este autógrafo el libro tiene un valor incalculable”

 

IX

Amada Rusia, así fue  que en las costas del Rio Amazonas
fui atrapado por mi zigzagueante búsqueda
y otra vez me sentí dentro de ella
como dentro del Gulag,
detrás de las alambradas de púas donde no había salida para mi.
Y no quería escapar.
Mis raíces están aquí, Oh Rusia,
en cualquier parte de la tierra hay un lugar
para nuestras inesperadas citas.
Esta es la región de mis sufrimientos.
Esta es la región de mi amor.
¿Pero por qué ella me tortura  con muchos por qué?
Nuestro pasado no nos enseña lo suficiente,
tenemos que aprender del futuro.
Ese Smirnov se autorizó a  si mismo ser un instrumento del demonio,
sin ser un cobarde en la guerra
fue un muerto de miedo durante la paz,
y probablemente dejando esa dedicatoria en el libro de Pasternak
él fue sincero en lo profundo de su ser.
¿Por qué entonces se rebajó con una criminal crueldad?
Este fue el mismo hombre que salvó, años antes,
a unos soldados capturados por los alemanes
de  quienes Stalin sospechó eran traidores.
¿Por qué si se arrepintió en la jungla del Amazonas
después de traicionar a Pasternak
volvería luego a traicionar a otro poeta (nuestro Bulat Okudzjava)?
¿Quién inventó esa tragedia llamada traición?
Aún Shakespeare sería un amateur describiéndola.
Hay algo diabólico en tal tentación.
Si se tiene el propósito de traicionar
nuestra conciencia jamás podrá ser redimida.
“¿Tienes sueños que te dan miedo?”,
me tironeó Dora  desde una esquina de la cama,
estrechándome luego.
“Si quieres te canto algo”
Mientras cantada una canción de cuna:
“Duerme, duerme, dormidera ”.
Dora me recordaba a mi madre.
No por accidente en cada generación
la mujer que ama siempre tiene en sus genes
el misterioso sentimiento de protección
y sin eso no hay amor.
La canción de Dora era una canción de cuna.
Durante mis noches de insomnio
Dora intentaba consolarme sin éxito:
Duerme,  duerme, dormidera
hierba  tierna sin temor
no muere la primavera
no muere  mi amor
Duerme, duerme, dormidera
somos uno,  no los dos,
el rocío de la tierra
son los ojos de Dios.
Duerme, duerme , dormidera
murmurando do, re, mi,
hay en ruso el  nombre “Vera”.
“Esperanza” para mí.

 

X

Cuando llegué con Dora a Leticia
hubo bastantes sucesos que daban miedo.
Mujeres indígenas con arrugas en su cara color del cobre,
gritando, arrancándose sus canas, o aullando  todas juntas,
rodando como epilépticas en el pequeño aeropuerto  de madera.
Parecía la catarata del Niagara de tantas lágrimas que echaban,
aún los perros sollozaban pidiendo piedad,
era un talentoso show  de gente angustiada.
Les pregunté “¿Por qué están llorando?”
Una  india de edad me contestó:
“Señor poeta, somos niños pero bastante astutos
porque sabemos que muy pronto Ud. se irá de aquí.
Es por eso que estamos llorando y gritando,
y por esta explicación que le acabo de dar
es que Ud. me debe dar  al menos un peso”.
Nuestro Virgilio inventó un regalo especial
para el entretenimiento de la gente del pueblo,
un recital de mi poesía en tres lenguas:
en lengua indígena, en español y en ruso.
Fue la única lectura de poesía en mi vida
en que toda la población del pueblo estuvo
presente en un mismo lugar.
Dos reporteros semidesnudos estaban en la lectura,
sin embargo  se hallaban bien ocupados
masticando chicle en vez de apretar el disparador de sus cámaras.
Dora fue amable con ellos, pero amenazándolos con su zapato
y así ellos se quedaron tranquilitos ante esa dama de hierro.
Estuvo presente todo el pueblo,
desde los jubilados hasta los niños de pecho.
Se esperaba al gran jefe
aunque llegaría un poquito más tarde según la costumbre de su alto rango.
Mariscos frescos se servían en sus mismas conchas
y un gigante cocodrilo castigado por su sed de sangre
se trajo como un especial aperitivo.
Para redimirlo de su culpa
el cocodrilo fue ensartado en un gigante palo sobre una fogata.
Se ofreció comida exclusiva para tan especial ocasión:
pirañas fritas  y diciendo que eran inofensivas
y sospechosos líquidos llevado en botellas de plástico
que se usaban para poner gasolina
 el cual parecía aumentar la inspiración de nuestros anfitriones.
Finalmente hizo su presencia el jefe
y con una graciosa venia de su mano
detuvo a los niños que saltaban sobre las llamas del fuego.
Estaba yo listo para leer a toda la población indígena del pueblo.
El primer poema fue “La ejecución de Stepan Razin”
que es sobre el Robin Hood ruso ejecutado en la Plaza Roja.
Descubrí que aquí
(a diferencia del Ministro de Educación ruso)
la poesía era admirada y querida.
La gente me aplaudió con todas sus fuerzas
matando miles de mosquitos entre sus palmas.
Al final de mi lectura
una cazador de cocodrilos me preguntó.
“¿Perdón, pero podría leer otra vez esa parte
cuando le cortan la cabeza con un hacha?
Era muy gráfico”
Agradando a tantos indios como fuera posible
con placer volví a cortar la cabeza de Stepan Razin.
Sorpresivamente todo el pueblo de Leticia comenzó a cantar
a capella una serie de versos. Voces de viejos,
mujeres, niños, incluso los inspirados reporteros.
Las lastimadas palmas de sus manos comenzaron a pegarle
a los ombligos de muchos tambores.
Nunca había tenido un éxito de este tamaño en ninguna parte,
ni siquiera en el Madison Square Garden.
Todos se divertían a su manera,
riendo, tirándose al pasto, y a veces abrazados
entre las sombras de los árboles.
Como un tonto extranjero pregunté,
“¿Por qué están tan contentos”
La misma  anciana indígena  me dijo,
“Nosotros somos niños pero bastante astutos
porque sabemos que Ud. se va mañana
entonces Ud. volverá algún día.
Por eso estamos celebrando y no sufrimos.
Cuando Ud. vuelva otra vez nosotros sin esperanzas
volveremos a llorar todos juntos no solos sino colectivamente.
Trate señor poeta en cualquier parte de este mundo
no terminar nunca de llegar y no se vaya nunca aun cuando se vaya.
Por esta explicación yo creo
que me debe dar al menos un peso.
Y para su hermosa mujer yo tengo un regalo,
una hamaca tejida por mí misma.
Y se mecerá
                         mecerá
                                       mecerá
y  ella te dirá
                       dirá
                                  dirá
tres mágicas palabras sin melancolía
que en inglés suenan como “te amo” ”
Dora con un mugido dijo vaca
y luego exclamando como una niña pequeña gritó
“Oh, hamaca”
Dora inmensamente feliz besaba su regalo
abrazándola y diciendo “ ha-ma-ca”
como cuando yo era niño masticando algún dulce
y diciendo mi primera palabra  “m-m-mmac-a”. (10)
Oh mi multicoloreada frágil humanidad,
no eres parecida a nadie en el mundo
sino sólo a ti misma.
Afortunadamente no has perdido
tu bondad ni tu dignidad.
No permitas que ningún mutilado mutile tu alma.
Oh mi Patria amada
¿has podido  finalmente encontrar a tus hijos?

 

XI

En nuestra Patria común caminábamos abrazados
hacia nuestro pequeñito hotelino
bajo la mirada de nuestras mismas estrellas
sobre un agrietado y viejo puente de madera.
El puente se meneaba como si sintiera piedad de nosotros,
y Dora susurró:
“Eugenio, no te vayas”
“¿Por qué?”, le pregunté
“No tengas miedo, tú volverás.
En casa algo terrible te espera.
Lo siento aquí en mi estómago”
Abruptamente algo extraño explotó dentro de mí,
una maliciosa sospecha:
“Y eso significa que te dieron
una muy sensible misión
que es reclutarme con tu amor.
¿Cuánto tiempo tienes que trabajar para ellos
como un mercenario, amor mío?”
Dora como una niña pequeña al principio
no me entendía.
Sin embargo ella estaba sofocada por una soga  invisible:
“Es porque siento miedo por ti”
De repente su tierno murmullo
se transformó en un tremendo grito,
“ ¡Tengo miedo porque te amo, estúpido!”.
Y comenzó a correr hacia el Rio Amazonas
llevando junto a su pecho la hamaca enrollada.
Se saco y tiró los zapatos para cualquier parte.
Ella corría como si la persiguiera la muerte.
Corría descalza,
sacándose y tirando la ropa de su cuerpo
             su blusa
                           su falda.
Corría como una pantera herida,
tratando de escapar de su propia piel.
Corría libre para siempre de las cámaras fotográficas,
escondiéndose de los intrusos reporteros.
Corría como una recién nacida,
balanceándose como si estuviera loca,
huyendo de sus despreciadas esperanzas.
Corría a pesar de ella misma,
hiriendo sus hermosas piernas, las mejores del mundo.
Ella corría hacia donde había pirañas
las que nunca podrían parecerse a la crueldad del amor.
Mientras corría me partí en pedazos
A causa de mi vergüenza y odio,
de mi vida condenada.
¿Cómo todo lo que odie en mi vida
pudo penetrar tan profundamente en mi alma?
Dora, cuando finalmente te agarré
oí una señal desde el cielo.
Era como si en borde de la desgracia
yo agarrara mi escurridiza conciencia.
Te paraste con mucha lucidez,
con un profundo y  luminoso suspiro
paraste tu vuelo y duramente me dijiste:
“Levántate, no te arrodilles,
eso no eres tú.”

 

XII

Los presentimientos de nuestras amantes son como predicciones,
y la vida amargamente confirma todos sus temores.
No adiviné lo que agosto me traería,
ni que tipo de vergüenza, arrogancia o miedo.
No anticipé que los viejos y seniles
de nuestro Comité Central del partido
incubaban dentro de sus cabezas
una híbrida venganza.
Primero invitaron a todo los líderes checos
y los recibieron como a queridos camaradas
antes de arrestarlos con una fraternal encogida de hombros.
Y luego los tanques cruzaron la frontera
como si fueran hermanos protectores dando gritos de alegría
y echando loas al  socialismo
como el estudiante Jan Palach
quien se prendió fuego por el horror del mundo.
Nuestro embajador Dobrynin
torpemente esquivaba la mirada
cuando leyó la nota oficial.
Le temblaban sus arrugadas manos
leyendo la descodificada orden mientras al mismo tiempo
los tanques de muestra llamada misión de amistad
circulaban por las calles de Praga.
Kissinger no se arrancaba los pelos de la cabeza
y ni siquiera se reía a carcajadas,
estaba listo para irse de  vacaciones
después del gran acuerdo.
En ese tiempo yo no me quejaba
pero casi me maté
¿Qué es lo que me ayudó durante todo ese tiempo?
Una inesperada paloma de Santiago de Chile
y la imagen de Dora Franco con su belleza,
su audacia y su alma,
cuando mi idea de “socialismo” colapsó
como un caído símbolo de prosperidad y libertad,
transformado ahora en un nido se asesinos y ladrones.
La madre de mis dos hijos más jóvenes, María,
no me permitió rendirme en ese tiempo.
En mi alma ella rimaba con el nombre Russiva
y esa fue mi más exacta rima.
Seré feliz espiritualmente así como mis descendientes
si ellos no permanecen nunca ciegos en la oscuridad.
Espero que sin debilidades ni falso poderío
ellos orgullosamente digan:
“Somos Yevtushenkos. No mentimos”
Todos los divorcios en mi vida
no me dieron la libertad del amor.
No pude aprender el desamor con ninguna de  mis amadas
y es por eso que estoy vivo y no soy un impostor.

 

XIII

Después del banquete en el pueblo de  Leticia
y sosteniéndome en mis propias piernas temblorosas,
Dora y yo regresamos a nuestro hotelino.
Ella jubilosa y sonriente  abrió el regalo
de aquella vieja india
abrazándolo en la terraza:
“¿Cómo es posible comparar una cama con una hamaca”?
Cuando estuvo indefensamente desnuda yo no supe de mí.
No sabía qué hacer cuando ella me abrazó
pero entendí rápidamente.
Esto es el gran mensaje del verdadero amor,
la inhibición de nuestras manos y nuestros ojos
cuando cada momento es como el primero y el último.
Ella acariciaba la hamaca
como si fuera un viejo amigo de sus sueños:
“Eugenio, esto es mi niñez.
Entra en mi niñez conmigo”.
Ella puso su poncho en la hamaca,
 los carbones de sus ojos eran brillantes:
“Puedes confiar  en mi y en la hamaca.
Con nosotras nunca caerás en el infierno.”
Ella bromeando  se mecía
en  el centro de todas las constelaciones
en la riesgosa cuna de Dios
por entre todas las cosas que llamamos BELLEZA.
Recuerdo mi viaje a Guatemala
donde un inesperado jardín de flores crecía en un  maizal.
En español esas flores se llaman gladiolos
y los campesinos no entendieron mi urbana estupidez
cuando les pregunté como si fuera un tonto:
“¿Me pueden explicar por qué esos gladiolos
crecen en un maizal?”
Solamente un campesino continuó conversando conmigo
y me preguntó:
“¿Qué clase de pájaro es Ud. señor?”
“¿Ud. quiere decir mi profesión?
                 Yo soy poeta”
“Lo siento señor pero es difícil creer
que Ud. sea poeta pues esas flores
simplemente existen porque son bellas.
El poeta debe sentir eso.
¿Por qué no lo entiende?”
Dora, de esa manera tú adornas  contigo mismo el mundo
al igual que los gladiolos en un maizal..
Eres parte de la belleza
que salvará al mundo
como  dijo un ruso,
desafortunadamente desconocido por ti,
el señor Dostoevsky.
Te vi  Dora después de cuarenta años,
invisibles en tu cara.
Espero que no lleguemos a ser viejos ni aburridos.
No encontramos ninguna indiferencia en las aún
jóvenes miradas de cada uno.
Cuan perspicaz y cariñosa eras mi querida Dora
que aún en tus propios laberintos
 no me hiciste acordar de las viejas dudas
con que me había envenenado  la Guerra Fría.
Juro que ni después de cierta endulzada fama
ni de ser herido en combate,
nunca caeré  de rodillas
porque no quiero convertirme en otro que no sea yo.
Tú serás mi misma Bagheera (11)
y yo seré Mowgli.
Adoptado por ti, diosa de El Amazonas,
permaneceré eternamente  vivo.
Trataré de ser García Márquez y Vonnegut
quienes no saben en qué nombres ellos viven
pero viven en el nombre de alguien
que invisiblemente nos contemplan a todos nosotros.
“Duerme, duerme, dormidera”
¿Quién llama en la noche? ¿el miedo?
Pero si la conciencia permanece viva y también verá (12)
nuestro mundo entonces no desaparecerá.
 

Notas:

1.  El río Volga es el río  más largo de Europa. Se conecta con 11, incluyendo Moscú, de las 20 grandes ciudades de Rusia.
2. Salvador Allende fue médico y poeta. En 1970 fue presidente de Chile llegando a ser el primer presidente marxista de América Latina  elegido en votación democrática.
3. “En la ciudad de Karkov caen granizos, granizos tan grandes como las uvas” Estos versos de Yevstushenko son de su  poema “Granizos en Kharkov”
4. Referencia aquí al film de Yevstushenko“Kindergarden”(1983)
5. Poeta ruso y ensayista. Premio Nobel en 1987.
6.  Macondo es un pueblo ficticio descrito por Gabriel García Márquez en su novela Cien años de soledad (1967)
7. La United Fruit Company fue una transnacional bananera norteamericana acusada de explotar a trabajadores de América Central y  El Caribe.
8. Todas estas cámaras eran los modelos más populares en esa época.
9. Bulat Okudzjava  fue un famoso poeta y cantante ruso.  Andrey Voznesensky otro famoso poeta de ruso de la generación de los 60. Bella Akhmadulina una de las grandes poetas rusas que siguió la tradición de Anna Akhmatova and  y Marina Tsevaeva.
10. Mmaka en ruso  significa “dulce”
11. Mowgli y Baghera son personajes del libro El libro de la jungla de Rudyar Kipling. Bagheera es la pantera negra que adopta y cria el niño Mowgli.
12. Nombre propio que en ruso significa “Esperanza”.

***

Yevgeny Yevtushenko (Nizhneúdinsk, provincia de Irkutsk, 18 de julio de 1933) poeta ruso.

Después del comienzo de la guerra contra la Alemania nazi,en 1941, Yevgueni es evacuado con su abuela a Zimá (Invierno), una estación de ferrocarril de Siberia.

El 4 de junio de 1949 aparece por primera vez un poema suyo publicado: se trata de Dos deportes y lo publica el periódico Sovietski Sport. Tres años más tarde sale su primer poemario: Los exploradores del porvenir y ese mismo año de 1952 es aceptado en la Unión de Escritores Soviéticos, conviertiéndose en su miembro más joven.

Estudió en el Instituto de Literatura Gorki de Moscú (1952-1954), del que fue expulsado por apoyar la novela de Vladímir Dudíntsev No sólo de pan vive el hombre.

Junto con Andréi Voznesenski, Róbert Rozhdéstvenski y Bela Ajmadúlina, Yevtushenko fue uno de los ídolos de la generación del sesenta y citas de sus obras se transformaron en frases proverbiales, por ejemplo, "Un poeta en Rusia es más que un poeta".

Como estos poetas, fue especialmente popular durante el deshielo y formó parte de la llamada poesía de los estadios, esa que llenaba arenas deportivas con sus versos. Su poesía fue social, dirigida principalmente a los jóvenes de los años sesenta, que anhelaban cambios profundos en la Unión Soviética. Yevtushenko quería reunir en la poesía rusa el vigor de Vladímir Mayakovski y la ternura de Borís Pasternak.

En 1991 llegó a la Universidad de Tulsa, Oklahoma con su familia y ahora vive en los Estados Unidos y Rusia. En los E.E.U.U. compuso y publicó una obra fundamental en inglés - antología de poesía rusa "Las estrofas del siglo" (más que 1000 páginas, más que 875 poetas) (1993).

Recorrió el planeta en sus innumerables viajes y su relación con el mundo hispano ha sido especial: aprendió español y tradujo al ruso a algunos poetas como el chileno Raúl Zurita. Una noche, a orillas del Amazonas, en Leticia, Colombia, vio que ardía un tremendo incendio al otro lado, en la ribera sur del río. Preguntó a sus amigos si no debían todos cruzar el Amazonas para ayudar a apagar el fuego. Le contestaron: "No importa, es del lado peruano." Esto dio motivo a que Yevtushenko escribiera un poema en castellano:

No hay lado colombiano,
No hay lado peruano.
Solamente hay lado humano.

Yevtushenko es miembro honorario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras (desde 1987), miembro de Academia Europea de Ciencias y Artes y profesor de las univesidades de Pittsburgh y Santo Domingo.

Sus obras han sido traducidas a 70 lenguas del mundo.
En 1994 se bautizó con su nombre a un planeta menor —4243 Evtushenko—, descubierto por los astrónomos de Crimea el 6 de mayo de 1978.

Premios y condecoraciones

Orden de la Insignia de Honor, 1969 (URSS)
Orden de la Bandera Roja del Trabajo, 1983 (URSS)
Premio Estatal de la URSS 1984 por Mamá y la bomba de neutrones
Orden de la Amistad de los Pueblos, 1993 (lo rechazó en señal de protesta contra la guerra en Chechenia) (Rusia)
Orden Leyenda Viva, 2003 (Ucrania)
Orden de Honor, 2003 (Georgia)
Premio Tsárskoye Seló 2003 (Rusia)
Premio Fregene de Literatura 1981 (Italia)
Academia SIMBA (Italia) 1984
Premio Tizian Tabidze (Georgia)
Premio Ianis Rainis (Letonia)
Premio Enturia (Italia)
Premio Triada (Italia)
Premio Walt Whitman (EE.UU)
Premio Aquila 2002 (Italia)
Premio Grinzane Cavour 2005 (Italia)
Es ciudadano honorario de Zimá (Rusia), New Orleans, Atlanta, Oklahoma, Tulsa y Wisconsin
 

Publicado el 24 de abril de 2014

Última actualización: 04/07/2018