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Ética

Traductor: Felipe Martínez Marzoa

Puesto que la metafísica toda en el porvenir se remite a la moral (de lo cual Kant con sus dos postulados prácticos ha dado sólo un ejemplo, no ha agotado nada), esta ética no será otra cosa que un sistema completo de todas las ideas o, lo que es lo mismo, de todos los postulados prácticos. La primera idea es, naturalmente, la representación de mí mismo como de una esencia absolutamente libre. Con la esencia libre, consciente de sí, sale a la luz todo el mundo —sale a la luz a partir de la nada —la única verdadera y pensable creación a partir de nada. Aquí descenderé a los dominios de la física; la cuestión es ésta: ¿Cómo tiene que estar constituido un mundo para una esencia moral? Quisiera dar otra vez alas a nuestra física, que avanza fatigosamente de experimento en experimento.

 

Así —si la filosofía da las ideas, la experiencia los datos, podemos finalmente conseguir aquella física en grande que espero de épocas posteriores. No parece que la física actual pueda satisfacer a un espíritu creativo, como el nuestro es o debe ser.

De la naturaleza llego a la obra del hombre. La idea de la humanidad primero —quiero mostrar que no hay idea del Estado, porque el Estado es algo mecánico, como tampoco hay una idea de una máquina. Sólo lo que es objeto de la libertad se llama idea. ¡Tenemos, pues, que ir también más allá del Estado! — Pues todo Estado tiene que tratar a hombres libres como engranaje mecánico; y esto no debe hacerlo; por lo tanto, debe cesar. De suyo se ve que aquí todas las ideas de la paz perpetua, etc., sólo son ideas subordinadas a una idea más alta. Al mismo tiempo, quiero sentar aquí los principios para una historia de la humanidad, y desnudar hasta la piel toda la mísera obra humana de Estado, Constitución, Gobierno, Legislación. Finalmente vienen las ideas de un mundo moral, divinidad, inmortalidad — subvertir toda falsa creencia, perseguir al clero, que últimamente finge Razón, mediante la Razón misma. — Absoluta libertad de todos los espíritus, que portan en sí el mundo intelectual y que no deben buscar fuera de sí ni Dios ni inmortalidad.

Finalmente la idea que lo une todo, la idea de la belleza, tomada la palabra en sentido más alto, platónico. Estoy convencido de que el más alto acto de la Razón, en cuanto que ella abarca todas las ideas, es un acto estético, y de que la verdad y el bien sólo en la belleza están hermanados. El filósofo tiene que poseer tanta fuerza estética como el poeta. Los hombres sin sentido estético son nuestros filósofos de la letra. La filosofía del espíritu es una filosofía estética. En nada se puede ser espiritualmente rico, incluso sobre la historia no se puede razonar con riqueza de espíritu — sin sentido estético. Aquí debe hacerse evidente de qué carecen los hombres que no entienden ninguna idea — y que confiesan con bastante franqueza que todo les es oscuro tan pronto como va más allá de tablas y registros.

La poesía recibe de este modo una más alta dignidad, vuelve a ser al final lo que era al principio — maestra de la humanidad, pues ya no hay filosofía, ya no hay historia, sólo la poesía sobrevivirá a todas las demás ciencias y artes.

Al mismo tiempo oímos con bastante frecuencia que la muchedumbre tiene que tener una Religión sensible. No sólo la muchedumbre, también el filósofo tiene esa necesidad. Monoteísmo de la Razón y del corazón, politeísmo de la imaginación y del arte, ¡esto es lo que necesitamos!

Hablaré en primer lugar de una idea que, a lo que yo sé, aún no ha llegado al pensamiento de hombre alguno — tenemos que tener una nueva mitología, pero esta mitología tiene que estar al servicio de las ideas, tiene que llegar a ser una mitología de la Razón.

Mientras no hagamos estéticas, es decir, mitológicas, las ideas, ningún interés tienen para el pueblo, e inversamente: mientras la mitología no sea racional, el filósofo tiene que avergonzarse de ella. Así tienen finalmente que darse la mano ilustrados y no ilustrados, la mitología tiene que hacerse filosófica para hacer racional al pueblo, y la filosofía tiene que hacerse mitológica para hacer sensibles a los filósofos. Entonces reinará entre nosotros perpetua unidad. Nunca la mirada desdeñosa, nunca el ciego temblor del pueblo ante sus sabios y sacerdotes. Sólo entonces nos espera igual cultivo de todas las fuerzas, las del singular como las de todos los individuos. Ninguna fuerza será ya oprimida, ¡entonces reinará universal libertad e igualdad de los espíritus! — Un más alto espíritu, enviado del cielo, tiene que fundar entre nosotros esta nueva Religión; será la última obra, la más grande, de la humanidad.

Publicado el 2 de junio de 2014

Última actualización: 08/03/2019