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El pensamiento poético

Por: Jesús García Rodríguez

(fragmento)

 

Voy a hablar en todo momento del pensamiento poético entendido no sólo tal como se da en un poema, sino como una forma especial de aprehender y percibir la realidad y susceptible por tanto de proyectarse sobre cualquier realidad dada –sea esta el entorno callejero de cualquier ciudad, o el espacio creado por las fábricas abandonadas en la “arqueología industrial”, o los objetos, paisajes, urbanos o no, vivencias y experiencias acumuladas durante el proceso de la deriva , o cualquier otro aspecto de la realidad que nos circunda. Es decir, que al hablar de pensamiento poético no me restrinjo a aquel tipo de forma de ver la realidad que emana de un poema, sino que aludo a una forma específica, artística o no, de acercarse a cualquier realidad dada y que convierte a cualquier objeto sobre el que se enfoca, sea un precario objeto encontrado al azar en la calle, sea un grafitti iluminador o irreverente, sea un modesto paisaje de una ciudad cualquiera, sea un paseo errático por cualquier laberinto urbano, lo convierte, digo, en un objeto de goce, recreación –en los dos sentidos de la palabra– y experiencia estética y vital, sacando de ellos lo que de subversivo, mágico, transgresor, iluminador y perturbador de la realidad contienen.

 

Hecha pues, esta precisión, paso a desglosar estas distintas peculiaridades, deteniéndome en los aspectos más significativos.

Mientras el pensamiento filosófico quiere abarcarlo todo para ordenarlo en un sistema –para subordinarlo a un sistema–, y el pensamiento científico lo invade todo para conocer su funcionamiento, para desentrañarlo, para deseccionarlo en partes –para destruirlo en suma o para ejercer un poder sobre ello–, ejerciendo una especie detotalitarismo del concepto , el pensamiento poético, que a mi modo de ver es también un pensamiento total, desea abarcarlo todo para afirmarlo , no estableciendo divisiones ni jerarquías, sino aceptando cada ser, todos los seres, como iguales, como partes de lo mismo y a la misma altura ontológica. Se trata de un pensamiento totalizador, pero no totalizador en el sentido usual de este término, es decir, que crea un todo y establece dentro de él una jerarquía, sino totalizador en el sentido de que acepta (y lo importante reside en ese aceptar) el mundo como un todo en su absoluta variedad, en su absoluta diversidad y pluralidad. Es, por encima de todo, un pensamiento plural , pues se dirige a todos los seres sin excepción, y no como miembros de un orden preestablecido, sino como elementos mismos de la diversidad.

Es por tanto un pensamiento que afirma la realidad, la pluralidad de lo real, y no niega parte de ella ni ejerce violencia sobre ella, como es el caso, y estamos acostumbrados diariamente a observarlo en sus aplicaciones prácticas, el pensamiento científico. El artista, el poeta canta, celebra el todo y su multiplicidad, la naturaleza, las ciudades, los hombres y las mujeres, sin pretender diseccionarlos, ni reducirlos, ni someterlos a un orden impuesto por un esquema de la razón.

El pensamiento poético, pues, exalta la realidad. Y es en esa exaltación donde su acción se convierte en crítica o antagonista de la actitud contraria, aquella que desvaloriza, desprecia o neglige los potenciales de lo real, es decir, el miserabilismo. El miserabilismo, fundado en la miseria y perpetuado por ella, convierte en miseria todo lo que toca, y ve en el pensamiento poético, que, a la inversa, dignifica, metamorfosea, exalta y celebra incluso esa miseria, su peor enemigo, su antítesis verdadera. Pues el pensamiento poético es el arma más eficaz de que dispone el hombre para combatir tal hipostasización de la miseria, tal obcecación y enmarascamiento en ella, es el arma más efectiva para liberarse de sus constricciones y penurias de todo tipo. El miserabilismo, como apologeta, reproductor en masa y justificación al tiempo de la miseria, como creador de formas de vida denigrantes, planas y homogéneas, como “racionalización de lo invivible” persigue el fin contrario del pensamiento que nos ocupa: concebir la realidad como algo digno de desprecio, como algo sin más valor que aquel que el mercado, la venta o la cotización en bolsa quiera darle, como algo intercambiable, chato y sin misterio, como una cosa plana, unidimensional, empobrecida, muerta.

No es raro que los surrealistas de Chicago lo relacionen con la “acumulación de miseria” que, de acuerdo con Marx, acompaña siempre a la acumulación de capital: allí donde hay capital, aparece su contrapartida, su sombra: la miseria, y allí donde haya defensores del capital y de las formas de vida que irremisiblemente conlleva, habrá miserabilismo, pues la miseria no es lo contrario del capital, sino su naturaleza misma . Frente a ello, el pensamiento poético, en su diversidad proteica, en su dinamismo multitudinario e irreductible, se enfrenta a la realidad como a un misterio que no ha de ser desentrañado sino gozado , sublima cada objeto, cada ser, por miserable que sea o quiera ser visto, engrandece lo despreciado por los miserabilistas, afirma el carácter poliédrico y multidimensional de cada cosa, frente a aquellos que simplemente la niegan en pos de sus intereses, con el fin de convertirla en fetiche de la sumisión. Por tanto, podemos afirmar sin resquemores que el pensamiento poético, con todas sus peculiaridades, y se proyecte donde se proyecte, es, de por sí, el arma de crítica y de lucha más firme contra esa concepción de la vida que, incapaz de salir de la miseria que genera, pretende perpetuar esa miseria a toda costa, negarse a ver en la realidad otra cosa que los fetiches por ella creados de esa misma miseria, y cerrar los ojos y los sentidos a la pluralidad, riqueza y magia de lo real que el pensamiento poético pone de manifiesto.

Publicado el 18 de octubre de 2015

Última actualización: 13/03/2019