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Martin Langford, Australia

Fotografía de Sara Marín
25º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Martin Langford
Traductor: Omar Pérez

La playa

Agua blanca se levanta hacia ti,
un seto de pequeñas lenguas líquidas.
Te zambulles entre el silbido
que le suspira a un crochet de sal.
Zambulléndote, una y otra vez
llegarás
a un interminable leve balanceo.
Aquí, luz y agua son una:
estriaciones de cuesta breve y medio cuenco;
ligeros tropezones, rupturas y perlas;
hectáreas no humanas de empujones de sueño,
bofetadas que amansan la piel.
Al girar
todo lo que ves es la enorme luz
inundación de espumosas corrientes y anchos niveles majestuosos.
Inescuchadas, las olas reptan
alejándose a través de doradas llanuras marinas,
pequeños cuerpos superiores
allí donde grandes rayos despliegan su abanico
entre las cavernas y suspensiones de la espuma.

Luego, subes las cálidas escaleras;
entras y sales a través de las sombras
que se inclinan por la brillante yerba esponjosa y los senderos rosados.
El verano ha empapado las grietas.
Se pone tras tus globos oculares,
baña los nervios en tu cuero cabelludo…

Sigues, cansado y lento
dejando atrás las entradas de par en par abiertas,
surfistas, viejas parejas con niños.

Calles laterales que se despellejan en rompecabezas:
atisbos de cielo, sombras de hojas, ladrillo.

Feliz hasta los huesos. Lento. Sin pronunciar.

Este es un regalo del sol y del planeta.
Esto no es solo algo que los humanos o las palabras han conformado.

(Milicias indonesias masacraron a los Timorenses del Este que buscaban su independencia en 1999, macheteándolos y lanzando a un pozo los cuerpos trucidados. Soñé que estaba en el pozo con ellos y que, aunque estaban muertos, aun trataban de volver a la superficie).

 

Sueño: El Pozo – Timor, octubre 1999

 

Hay esperanza, pero no para nosotros – Kafka

El agua rezuma mucho más hondo que ellos.
Está claro. Está limpiando la tierra. Pero aquí,
en la camada del tormento, la luna adelgaza
sobre rocas quemadas y ganchos de carnicero,
torsos desnudos hacinados en un pozo. Los veo
girar y perderse, en un dolor más allá de la muerte –
como si pudieran abrazar a sus compañeros;
alzarse hacia lo que brille
sobre sus pieles de mármol zanjado. Como si
pudieran trepar por encima del absoluto labio
de su morir; trazar manos como lágrimas,
por los rostros de aquellos que amaron.
Pero no pueden. No tienen manos ni ojos.
Nadie los sacará ahora
del pozo de los genes de la sangre – caminará con ellos,
digamos, junto al arroyo de la Pastoral
bajando cuidadas laderas de invención;
responderá sus besos en un veteado de sombras
donde la libertad es un estado de ánimo de los fuertes.
Les queda tan poca distancia que viajar.
Pero todo lo que pueden conseguir es
el goteo de una esperanza que no es para ellos.

 

En los Olímpicos: balónmano

Obesa y de mandíbula huesuda, sube agachada,
un escalón a la vez, las gradas del Domo. Alguien
le ha hecho venir –su madre tal vez:
¡No volverán otra vez en toda tu vida! Los equipos hacen estiramientos,
y acribillan a los porteros en el calentamiento: saludos
estentóreos, emotivos. Pero lo que atrae tu mirada
es el modo en que todo su cuerpo suplica,
en su torcido retraimiento, por el asiento que no puede hallar.
Se aferra a la baranda intentando acomodarse. Busca
sin alzar la vista. Tales esperanzados gestos:
el t-shirt de Def Leppard, el lazo flojo en su cabello.
Tiene quizás diecinueve, quizás más. Pero sabes que
cuando el primer chance aparezca –algún borracho,
algún loquito amigo del hermano –dirá que sí,
y hará lo posible por aguantar: su cama una llanura en la penumbra
donde no hay opciones bondadosas.
                                                ¿Qué horror
hemos creado aquí: cuando la necesidad de una muchacha
se inclina por vez primera como capullo al sol –y lo único
que sucede es el juzgar –la gran piedra
que reposa sobre nuestra especie como distancia a Dios?
                         ¿ Así que no podemos imaginar a un amante:
alguien cuya mano haga girar en deleite su cabeza
y que también se maraville ante su presencia aquí:
borrando con suavidad todo lo que ella aprendió de las viejas prohibiciones -
asombro, atención, efervescencia, ebullición-
como un presupuesto de licencia, de perdón?

(Este es un poema dedicado a todos los escritores que trabajan en el tácito, multifacético proyecto de intentar imaginar un mundo mejor).

 

Los escritores

 

Se acurrucan al crepúsculo en la parte trasera del templo,
y rezan por ser limpios, por ser favorecidos de Dios.

Se someten al escalofrío de las escrituras.

Se adentran en los solitarios retiros de los cuartos empapelados.

En la servidumbre del terrible susurro del caso-en-cuestión,
dejarán sentadas sus frases:

Aquí hay un hombre con un brillo en los ojos y una víctima.

Este es el impacto que la metralla puede tener en el hueso.

Miren, dirán,
esta vida hecha de días
sin coraje o cuidado por los otros.   

Y: Escuchen, escuchen, dicen,
este es un hombre al caer.

Esta es la muchacha por la que ningún amante vino.

Esta es la suerte ingrata del hombre que alzó la voz.

Las galaxias siguen de largo, a pesar de.

La tierra brilla, y brilla en su noche.

Los escritores entran en sí mismos
con sus libros y sus peleas, pequeñeces, rarezas.

Saben que no basta con nombrar los males
y dejarlo así.

Buscan los espacios
que las gentes puedan penetrar juntas.

Piensan que la música de las palabras
puede conducir lateralmente a la luz.

Año tras año, examinan el festín de los omnívoros.

Minuciosos, y prestos a la sugerencia;
esperanzados pero sin confiar en la esperanza;
saben que debe haber un modo de imaginar una dulzura.

 

Ari

Ari está corriendo.
De noche, para que los locales no lo golpeen.
A un lado del camino trillado.

Está corriendo porque toda su gente está
sin tierra y dispersa –
o dispersa y loca – o loca y enferma.

Sus pulmones mantienen buen paso,
pero sus pies están muy cortados y sangrantes.

No importa.

Entrará caminando en las ciudades.

Está corriendo porque
lo dejarán trabajar como doctor.

Está corriendo porque
lleva la gorra de los Osos.

Ha visto en las películas
que hay tierras llenas solo de ciudades.

Y conoce que el Consejo de los Espacios
se ocupa allí de uno.

Correrá hacia la llanura polvorienta de camiones
y buscará noticias de su viaje.

Se reirán de sus preguntas y mentirán
pero sus dioses sabrán leer.

 

Pedirá pasaje hasta el valle de los fuegos.

Entre el humo pescará a la rastra
con los tullidos que la tierra no necesita
y cazará ibis y cuervos.
Pero estará allí cuando los hombres de los ferris
busquen centinelas y sirvientes.

Hará lo que digan, hasta la última coma.

Por propia necesidad de ellos
le enseñarán el paso a la adultez.

Practicará su habla
y se volverá pequeño, como un fantasma.

Se agachará en una oscuridad
de máquinas, y bofetadas de agua salada…

Y subirá hasta la orilla
atravesando esos astilleros –

porque hay gentes en las ciudades
en las que se puede confiar.

(Un poema acerca de cómo la racionalidad que cubre la tierra está afectando nuestra capacidad de soñar y estar en contacto con los dioses. Un oficial blanco le explica a los Sioux después de las Guerras Indias…)

 

La telaraña

                
                   Soñó que los cuadrúpedos estaban volviendo
                    a las entrañas de la tierra y que una extraña raza había
                    tejido una telaraña alrededor de los Lakotas…
Alce Negro, citando al chamán Bebe Agua

Cubriremos el mundo con nuestros signos
y descansarán nuestros rifles.
Todos hablarán con moderación.
No habrá más espacio para vuestros viejos, supuestos dioses.
Nadie los bailará
y nadie sentirá la lluvia en la piel.

Todos vuestros pedidos serán leídos en el orden apropiado;
todas las explicaciones respetadas – aunque nada será creído.

No habrá más sufrimiento –
aparte de la falta de dolor.

Los días pasarán como una nube que se niega a formarse.

Cuando la justicia reine sobre todo el mundo
con su equitativa niebla
haremos reverencias a la gasa.

Para ese entonces, todos seremos tan éticos que nadie besará.

En ese tiempo,
nadie sabrá cómo soñar más allá de las palabras.

(Una elegía para todos aquellos que, por tan diversas razones, han muerto en la larga lucha histórica por crear espacios justos e inclusivos para todos).

 

Lal alas del Martín Pescador

Recordémoslos a todos.

Es la misma guerra.

Cubrámoslos con nuestras alas –

refugio de martín pescador
                              sobre aquellos
                       que han muerto
en el trenzado de los espacios –
las guerras entre instintos y palabras;
entre gestos y genes.

Los pueblos que se desvanecieron como nubes, en los años sin cuento  -
cuyas tribus fueron derrotadas, cuyos confines son sombra y viento.

Aquellos que empollaron en los años malos –
porque demasiados parieron en los años buenos.

Aquellos que fueron pastoreados por el hierro hasta los rincones de la sequía.

Emplumemos sus huesos con nuestras historias,

agitemos el aire que una vez respiraron con las veletas azules del dolor…

Quienes fueron alimento de dioses.

O murieron en las guerras del pasto.

Porque eran de linaje. O porque eran bazofia.

Porque eran parte de un texto que los requería como perdedores.

Es la misma batalla.

Las mismas amargas hormonas:
la misma ondulante y caleidoscópica ráfaga de terrenos.

Los que se volvieron inconvenientes -
los que se sentaron en el banquillo de los acusados.

Quienes fueron borrados de sus campos por hormigas napoleónicas,
por hormigas de Genghis, o por las de Akbar. 

Los muchachos que no eran del tipo correcto.

Y las mujeres que sí lo eran.

Es la misma guerra:
inventarnos humanos
apalabrarnos más de lo que estamos.

En el azur de nuestras alas, acojámosles.

Aquellos que fueron derrotados por sus lecturas.

Aquellos que apuntaron sus palabras contra sí mismos.

Quienes murieron por sus libertades.

Que murieron porque terrores como el de la libertad
eran insoportables .

Cepillémoslos
con el brillo de nuestra atención -

este rizo de lustre, nuestra pena –

este breve derrame de agua y luz
que es donde comenzamos:

peso donde estamos con nuestro dolor;

con sus gravedades, canten.


 

Martin Langford: sobre la poesía

 

Por Jacqui Dent

Martin Langford ha publicado seis libros de poesía, siendo el más reciente El proyecto humano: Poemas nuevos y selectos (Puncher and Wattmann, 2009).

En 2009, editó Poemas de la Ciudad de Harbour: Sydney en verso 1788-2008 (Puncher and Wattmann). Ha dirigido el Festival de Poesía de Australia en tres ocasiones, y fue esencial en iniciar el programa de becas para jóvenes poetas australianos y las conferencias conmemorativas Judith Wright.

Esta semana Jacqui Dent se desatrasa con él sobre el amor por la poesía, los errores del principiante, las cosas que ha aprendido y cómo entrar en escena.

JD: ¿Qué te gusta de la poesía?

ML: Para empezar, me gusta la exploración de las ideas. Si la ciencia es un intento de explicar el mundo usando medidas externas, entonces la poesía -toda literatura- es un intento de decir aquello que parece que llegara desde el interior de la cabeza. Más allá de eso, la poesía intenta expresar lo que sentimos acerca de lo que pensamos. Si yo sólo quisiera contenido intelectual, iría a la filosofía, o a los estudios culturales, o a alguna otra disciplina. Pero me gusta el camino que el arte expresa, que no es suficiente descubrir lo que uno piensa: uno es humano – y también tiene que descubrir aquello que siente. Más allá de aquello, me gusta la materialidad y la musicalidad del lenguaje - más que descubrir lo que siento por los significados, quiero que sean cantados.

Lo otro que me atrae gira en torno a la diferencia entre la forma en que historia y poesía operan. Es algo legítimo para los poetas explorar la narrativa, y muchos poetas lo hacen, pero la mayoría de los versos se basan aún en la lírica. Mientras la historia sólo conduce a su fin, y no trata de imaginar nada más allá de ella, la poesía se interesa precisamente en aquello que yace más allá. Si la historia mira hacia atrás, hacia su comienzo, o avanza hacia su fin, entonces el poema mira hacia el exterior, hacia el momento. Hay un límite a mi interés por las historias - después de un tiempo, uno descubre su truco. Pero el momento es infinitamente fascinante. No estoy sugiriendo que podemos acabar con las historias: vivimos en ellas - y sopesamos y evaluamos sus significados, y es a menudo donde yace el interés real. Pero sí creo que hemos alcanzado el equilibrio entre la historia y el momento un tanto equivocados: obsesionados por nuestras narrativas, y sus cambios de posición, y nos olvidamos de preguntar dónde estamos. La poesía es una forma de ver las cosas de forma distinta.

JD: ¿Cuáles son tres errores comunes que ves a menudo en la obra de los poetas principiantes?

Se podría decir que la falla más común es alcanzar una idea en la cabeza acerca de lo que constituye la poesía, y luego escribir para cumplirla. Pero el verdadero problema es que los principiantes no tienen suficientes ideas acerca de lo que la poesía puede ser, entonces se ponen a trabajar con un rango muy pequeño de poéticas que prueben su obra. Un escritor experimentado tiene la cabeza llena de ideas sobre lo que es la poesía, y las aplica continuamente, tanto en la elaboración del poema – como en su concepción. Mucho de esto es un asunto de lectura: si la gente lee más, ve un montón de maneras de construir poemas, y comienza a construir su propia poética más compleja.

Segundo: los principiantes son a menudo muy exquisitos acerca del estar dispuestos a dejar de lado partes del poema que no caben.

En tercer lugar, y relacionado con esto, es el punto de que la lectura por necesidad, más que por efecto, es al menos en parte, una habilidad adquirida: una debe ser dominada antes de que la gente pueda llegar a lo que realmente están diciendo. Los principiantes deben desarrollar esta habilidad tan pronto como sea posible. Hasta que uno pueda reducir el poema a lo esencial, no puede realmente  darle forma - las cosas extrañas lo obstaculizarán.

JD: ¿Qué haces cuando te varas escribiendo?

Si la mente consciente no lo está logrando, creo firmemente en dejar algo quieto por un tiempo – Repensarlo, dejarlo a un lado durante suficiente tiempo para salir de la ranura improductiva donde uno se ha metido, y volver a él con frescos ojos olvidadizos.

JD: ¿Una cosa que hayas aprendido, y una cosa que aún necesites aprender como poeta?

No creo que haya aprendido cualquier cosa que otras personas no hayan descubierto también - que buenos lectores hacen buenos escritores, por ejemplo; que la lectura, por sí misma no es suficiente. A veces no estoy seguro de saber nada definitivo. Cosas triviales tal vez: mis hábitos preferidos de trabajo, algunas carpinterías, los parámetros de mis gustos. Pero definitivamente no estoy seguro de que sepamos mucho más de escribir que lo que sabemos de ser una persona de buena voluntad: seguimos teniendo haciendo buenos gestos, pueden ir al corazón de lo que somos, sin importar si son buenos o eficaces…

Una cosa que me gustaría aprender es cómo acordar una relación entre la necesidad un tanto anárquica de comprometerse con el mundo alrededor - el mundo del cual se obtiene todo, excepto la escritura más cerebral - y la disciplina que se requiere para construir un texto. Si uno no deja parte de uno orientado hacia el exterior, lejos del escritorio, entonces se vuelve rancio rápidamente. Aunque igualmente, hay que ser disciplinado, o nada se logra escribir. No creo que haya respuestas a esto. En el fondo es la diferencia entre dos mundos - uno verbal y otro no. Y el poema es la interfaz entre ellos - y desafortunadamente, tiene que inventarse nuevamente cada vez que se comienza uno nuevo.

JD: ¿Qué pueden hacer los poetas emergentes para elevar su perfil e involucrarse más en el panorama poético de Australia?

Hay muchas maneras en las que uno puede elevar su propio perfil - no todas honorables. Uno puede pertenecer a un grupo que publica el trabajo de otros y lo critica favorablemente o pasar mucho tiempo atacando otras perspectivas como forma de crear un espacio para la de uno. Sería menos que honesto sugerir que todo el comportamiento de la gente ambiciosa es gentil. Dicho esto, el mundo de la poesía también contiene algunas de las personas más generosas que probablemente uno encuentre, y ya que lo único que importa a largo plazo es que se cree una obra que hable a otra persona de la imaginación, la táctica más segura, en última instancia, es simplemente producir una buena obra. ¿Encontrarás un número de lectores sólo por producir algo digno de lectura?

No: hay modas, gustos y circunstancias para acordar también. Pero lo único que importa a la larga: toda artimaña de autopromoción se evaporará con el tiempo. No hay trucos ocultos para elevar el perfil: ingresar a concursos, conseguir público, hacer algo tuyo. Qué tan fuerte quieres hacerlo dependerá de la personalidad de cada uno. Hay gente, sin embargo, que pasa más tiempo preocupándose no más que por hacerse a sí misma las duras preguntas acerca de su obra- en última instancia, porque es más fácil, aunque puede no ser realmente la manera más productiva de pasar su tiempo.

En cuanto a la manera de involucrarse en escena: encontrar buenas personas dependerán en parte de la lectura y la curiosidad que traiga uno a la mesa. Pero hay un sorprendente número de lugares donde las personas que disfrutan de la poesía pueden compartir ese gusto: únanse a Australian Poetry, vayan a lecturas, formen grupos de lectores, tomen clases de escritura creativa, editen un blog o una revista. Una de las mejores maneras de verse más envuelto es llegar a ser un organizador. No todos, pero casi todos los poetas conocidos se han dedicado considerable tiempo a organizar, editar o a publicarse.


Martin Langford nació en Plymouth, Devon, Inglaterra,  en 1952. Emigró a Australia a los 8 años. Es poeta, escritor para niños y gestor cultural. Ha publicado seis libros de poesía, entre ellos: Fallas geológicas, 1991; Sé sincero conmigo, 2000; Isla, 2000; El proyecto humano: Poemas nuevos y selectos, 2009. Publicó también Microtextos, 2005 (Colección de aforismos sobre la poesía y las poéticas). En varias ocasiones ha dirigido el Festival de Poesía de Australia.

Su obra, influenciada por los paisajes de Sydney, explora las formas en que podríamos imaginarnos a nosotros mismos más allá de nuestra herencia biológica y la evolución de nuestros espacios sociales e imaginativos”.  Al decir de Judith Beveridge, la poesía de Martin Langford es “a la vez difícil y musical. . . su mente puede pensar hasta el punto de la revelación dentro de sus figuras o imágenes elegidas". Y según Susan Wicks: "Sus poemas presentan lo equivalente a una cosmovisión poética con compromiso total a nivel moral, intelectual, emocional y lingüístico. Y el resultado es innegable autoridad".

Martin Langford: on Poetry dapuraba.blogspot.com/ -English-
Interview to Martin Langford
Martin Langford: The Human Project: New and Selected Poems by Martin Duwell  | www.hotsdots.com/
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What Audience? Which Festival? By Martin Langford

Publicado el 4 de junio de 2015

Última actualización: 05/03/2024