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Samira Negrouche (Argelia)

Samira en la clausura del 27º Festival Internacional de Poesía de Medellín
© Sara Marín

Por: Samira Negrouche

De Siete pequeños monólogos del jazmín

    La luz se abrió paso
- ángel enamorado -
entre las sombras que recubren
la infinita profundidad del
cuerpo

Etel Adnan, Primavera que las flores poseen

 

T.
Partió el hombre, y ya no sé que espero. Caras tapizadas repasadas a lo largo del muro ciego o inclusive caras desmenuzadas en la noche, expuestas en los bulevares y hasta en los muros interiores, faces y sobrefaces de nuestros sueños el hombre. Sucede, sombras nacientes de la mañana, callejas muertas que resuenan, soplan como una botella en tierra. Sucede que su mano aferra, atenaza mi hombro con sus dedos lancinantes. Mi espalda en la mano del hombre y la calleja silba y la botella se da vuelta. No espero, el hombre se ha esfumado con no se qué cosa en los bolsillos no se qué en sus ojos de hombre de dedos lancinantes no se qué en sus orejas, silencioso en su cabeza que dicta el movimiento vertical de arriba abajo, no se qué el hombre que no mira el hombre y ordena y se impacienta. La cara a partido y dejado los muros ciegos los muros interiores y los palacios estivales. No espero el abismo de los años postergados por el hombre de enero sobre el pavimento frío ya idos.

T.
El verde un cierto verde me dilata los ojos y calma mi aliento aminora los tropeles erráticos que golpean en las paredes de mi tórax pero el verde mismo ése no le va a mi tez y todo lo sedosa que pueda ser mi piel se niega ¡compréndanlo! No amo del verde más que los espacios anchos infinitos los paisajes panorámicos que el campo visual solo no puede habitar. Avanzo todavía, triángulo negro no temo al desierto, como las dunas como la arena, entro por todos lados y continúo mi progresión y el peso de la tienda negra no me impide trepar y las minúsculas aberturas del cono negro no me impiden ver afuera avanzo al resguardo y nadie ve nada más que una tienda negra entre otros triángulos negros en el paisaje de sol ciego encegecedor. Por los túneles desviados y en las calles en donde me apartan de las casas a donde me asignan avanzo y veo y desvío el verde a mi antojo. En mi duna negra me cuelo hasta la orilla y ofrezco mi djilbab-string al mar.

C.
El despertar es tardío y Marsella esa mañana café amargo en la calle de Roma desviada toda a su largo la s vive la e y la calle se burla bastante de las conveniencias espíritu embebido esa mañana cabeza erguida sobre un balcón una sábana pende “Beethoven es un Manuche” Somos todos Roms y Beethoven es una revolución. El aire me quema plaza Tahrir en dónde somos todos saltimbanquis graciosos minorías el gentío de un solo hombre y una mujer única en el gentío. Con tus viejos cascos de faraón avanza y desgástate la cabeza Umm Kalzum es una Manuche y Naguib y Shahin y todos esos que tu no escuchas más son la revolución. El coloso frota la plaza y barre como detritus insignificantes las vaginas penetradas a la fuerza los ojos destrozados por precaución las plegarias compartidas mezcladas las palabras puntuadas sutilizadas. Gentío de todos los peligros, la libertad es una sinfonía biselada. El Coloso persiste y firma, con sus grandes manos barre la guitarra por tierra; sobre la funda de los autoadhesivos por docenas: Contra el juicio de civiles por militares. 

S.
Doscientos sesenta y cuatro kilómetros sobre las rutas polvorientas, caravana de piernas disecadas suelas finas que avanzan y se densifican como cargadas con sacos demasiados grandes como liberadas de las cargas desembarcadas Adén la brisa marina se aleja a cada paso te ofrezco mi espalda y el marfil de mi piel cien veces quemada bajo el sol jornalero atravesando trepando en el gentío de pasantes cien veces posando el grano a la puerta de los otros. A hundirse sobre los caminos rostro determinado sea resignado ese camino que parece tan sólo dirigirse al centro de la metáfora y que sin embargo acorta la ilusión.
Doscientos sesenta y cuatro kilómetros de arder mi cráneo afeitado que arda que diluya el horizonte y altere el tiempo por sobre las columnas serradas de los hombres y de slogans que agregue un paso a cada paso y que no lleguen jamás las rutas urbanas de la meseta antigua. 

 

D.

Santo Hombre de los valles fértiles de columnas esculpidas del laúd labrado ellos habitan tu casa y se dicen de tus sabidurías fingen el patrimonio y no degustan más que las especias coloreadas abrazan tu mausoleo leen tus versos y consienten la ofrenda tienen el porte recto y hablan de dignidad hablan de fraternidad y se proclaman ser de los dioses. Santo hombre en tus tierras las almas han dejado la sombra del muro y surge como Uno han detenido sus sombras crecientes y han quedado Uno se han quebrado sus pestañas y ahogado sus miradas ellas se quedaron Uno. El Uno que persiste y avanza y habla al fin y divulga la impostura. Sobre tus tierras y sobre la tierra del Uno santo Hombre, los hermanos han venido de los cuatro rincones del antiguo reino del Magreb y del Hidjaz han venido los hermanos que abrazan tus sabidurías y sobre el umbral de tu puerta cerraron las ventanas con sus cejas y en el antro del Uno han velado sus sentidos y hablado en el nombre del hijo. Santo hombre de los valles fértiles en el corazón de tu sabiduría una bicicleta avanza y las Alturas no son otra cosa que terreno de tiros.

 

R.

De mis primos de Tubkal tengo la lengua precisa y fatigosa un poco a toda prueba y la mirada de Zanina águila inalcanzable. En mi montaña pertrechada me llega el canto de la fuente roja el eco del Atlántico de las islas en ribete y los cascos vencidos huyendo de los almendros. De mis primos de Tubkal tengo el silencio atento sobre las plazas del Folklore, los tragafuegos, las bodas escenificadas, los culos alquilados y los Hrira de dos Dirhams. En casa de mis primos de Tubkal el lujo de los miserables acaba la Andalucía y el miserable hace su pose pierna tendida hacia el lustrín de zapatos. Y cuando colma de buenos sentimientos monarcas del día a día de una fiesta de fachada una madre de pasaje chupando una naranja exprimida de muy pronto medianoche una madre encuentra bella la sonrisa del niño valiente la sonrisa de la pequeña niña que sobre la plaza de muy pronto medianoche vende pañuelos de papel a la madre cuyos hijos duermen ya sueñan ya cuando la madre ama esa sonrisa Granada está por siempre perdida.


Samira Negrouche nació en Argel, Argelia, en 1980. Es poeta, traductora, narradora, ensayista, dramaturga y doctora en medicina. Ha trabajado igualmente en el ámbito del video, la danza y la fotografía.

Algunos de sus libros publicados: Las olas del silencio, 2002; La ópera cósmica, 2003; Irídico, 2005; A la sombra de Granada, 2006; Gabinete secreto, 2007; El jazz de los olivos, 2010; El último diábolo, 2012.

Forma parte del Comité Internacional del Festival "Voces del Mediterráneo" de Lodeve y es secretaria general del PEN club de Argelia. Creó CADMOS, asociación cultural comprometida con la preservación del patrimonio cultural del Mediterráneo. Parte de su obra poética ha sido traducida el español y al italiano.

-Seis poemas Francés-Español. Blog Emma Gunst
-Samira Negrouche - portrait d'une poétesse Sonia Viel:  Voix de la Méditerranée
-Deux poèmes http://www.transcript-review.org
-The Rhythm of Algiers By Olivia Snaije http://www.warscapes.com
-Samira Negrouche Vimeo. Lecture poétique en complicité avec le saxophoniste Lionel Martin
-Samira Negrouche LitAcrossFrontiers Youtube. English
-A la sombra de Granada Poema en español

Actualizado el 20 de febrero, 2017
Publicado el 7 de febrero de 2017

Última actualización: 22/06/2021