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Monique Facuseh, Colombia

Por: Monique Facuseh

Crescendo

A Ellos, in memoriam

I

Recuerdo el rostro de la abuela
su sombra meditándome
Cuánta sequía en sus ojos trigo entonces

II

Un aliento de luz
apenas sí cruza el cuarto
La memoria se abalanza
como un recuerdo enceguecido
como el hervor de la muerte

III

La tarde reposa
sobre un sol callado
El mar expande
mi visión de lo efímero y
me transporta a un
mundo olvidado
Mi padre alarga sus brazos
Un sollozo resuena en
los pasillos de mi cuerpo

IV

Cuánto hará entonces...
El tiempo
se avecina en mí
se agolpa como una marea que quiebra

V

Conmigo llegan
y se van
todas las sombras
Aquello que atraviesa la luna
es sólo la mancha
entre mis ojos
Me duelo
como una estrella con sus puntas rotas

VI

Las horas se conjugan con la noche
y una tranquilidad
que espantan
Me tiendo en la lejanía
como un río olvidado
El lugar de las ansias
se desborda
mis pasos se agitan con dolor

 

*

XIII


A uno lo arrojan al mundo
con los ojos vendados.
Con los labios dispuestos
para decir adiós.
Con tu sombra llegas
arrastrando ajenas pertenencias,
tu costal de soledades
tu carga de inquietudes.
Y alrededor
solo hay paisaje.
Una solemne sensación,
una notable lejanía.
Y con el ceño fruncido
uno se va.
Con su sombra
uno se va.
Agreste es la vida.

 

XXXIV

Yo tenía dos manos que te querían.
                                                                              Eugenio de Andrade.   

Tengo dos manos.
Dos terminales.
A veces las veo llorar
por lo que ya no hacen
o no volverán a hacer.
También las he visto gritar
por lo que ya perdieron.
En ellas quedaron huellas,
rostros amados y odiados.
Mis solitarias y desprovistas manos.
Mis manos que fueron puerto.
Mis amadas y amantes manos.
Mis manos callosas y heridas
callejeando en el tiempo.
Mis manos que no te justifican.
Mis aguerridas manos
ahora frías y distantes
como volátiles luciérnagas.
Mis manos que han sido garras,
mis fieles soldados.
Mis dulces e infantiles manos
hechas para ti.
Mis rústicas manos que me escriben,
que rozan mi fragilidad.
Mis manos zancudas y hambrientas.
Mis manos fuera de lo común.
La partitura de mis manos.
Mis huérfanas y enfurecidas manos
en el país de nadie.
Mi lugar en el mundo.
Mis dos terminales
vacías.       

 

II


                                               Queda tan lejos la infancia…
                                                                            H.Hesse.        

A ratos pienso
en mi madre.
El día en que lo fue.
Cuando el tiempo
gastó mi memoria.
Mi madre era blanca.
Como un aguacero
de aquellos.

 

X


                                                                 
          A Giovanni Quessep

En círculo vamos.                                                       
La tarde desciende
como ave misteriosa.
Quién sabrá
si me encuentra la muerte
que pensé en ti
y el pasado abrió
sus fauces.
De la larga agonía
de las horas
mientras la vida
me es robada.
De mis hondos anhelos
si en el eco
ya no hay eco
sino sorda lejanía.
Quién leerá
la palabra que se rompe.
La muerte está en camino,
la verdad más próxima.
Déjate caer.
Solo ella te sostiene.
La que a diario aguarda.
La que se insinúa
con toda su misericordia.
En círculo vamos.
Al descenso.


Monique Facuseh Santa Marta, 1964. Es poeta, administradora de empresas turísticas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Cartagena. Ha publicadolos libros de poemas: Interno (1992) y Ciudad al fondo (1995). Adelantó estudios en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás de Aquino de Barranquilla. Cofundadora de la Fundación Poetas al Exilio y miembro de la Revista Literaria Exilio de la ciudad de Santa Marta. 

Última actualización: 23/11/2021