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José Luis Rivas (México)

Fotografía tomada de la web Debate

Por: José Luis Rivas

EL NORTE

Yo soy el viento que escarda las espumas del rompiente,
el que riza al galope la blanca crin de las aguas,
el que atruena a rachas y golpes de mar esa concha marina
   en forma de anconada.

Soy el rebaño de focas en la banquisa, mugiendo con el claro
   de la luna,
la sombría silueta de la escarpa barbada de mergos y piqueros,
   serrada a contraluz del crepúsculo, como celeste llave.

El breve arcoíris que nimba las olas arboladas que baten
   en los riscos,

el lirio de las aguas sobre la cubierta de la barcaza náufraga
   a medias en la gola.

Yo soy el bagre encovado en una hendija de escollera,
   asomando a la bajamar su lacio bigote,
soy el curvo trazo de la tonina a ras de las aguas del estuario...

 

Por mor del mar

            I

Con su oleaje el mundo
rompe contra mi rostro.

¿Por qué elevarlo
hasta mi corazón?

¿Por qué se alza
ahora contra mi garganta?

Señor nuestro, Nostramo,

¿cómo podría
decirte una palabra

cuando en lo alto
de mi cabeza rompe la marea?

Seños nuestro, Nostramo.
Señor de las corrientes,
al maelstrom que concentra
tu espiral, ah, condúceme;
concédeme tu oído
en medio del estruendo.

Con su oleaje el mundo
rompe contra mi rostro...

¿por qué elevarlo pues
hasta mi corazón?

            II

     El que acecha los vientos, el cazador de huracanes, el terco
avistador de auroras polares y el fuego de San Telmo; el que observa las
corrientes costeras y de marea, los grandes hielos flotantes, las
migraciones de manchas de animales terrestres o marinos; el que rastrea
la luz zodiacal y la estela de los bólidos...

            III

   Y esas elevaciones de las aguas de ciertos ríos,
casi instantáneas y en concierto con grandes pleamares,
   provocadas por el agua dulce al encimarse en la salada sin
mezclarse con ella,
   que descienden en rauda oleada gigantesca en su marcha
rumbo a la mar,
   desparramando estragos por las costas al anegar las
embarcaciones,
   que, aun viéndola venir, no echan al medio del río y filan la
amarra hasta el chicote.

    “Guarden, oh Dioses, la furia del Bore hasta el final de todo lo
que nos es dado conocer.”

            IV

   Capitán, maestre o patrón de navío, que por no ser propietario
del buque, fuiste por otros elegido para que en su nombre dirijas y
mandes la embarcación, con facultad de disponer de ella y sus aparejos,
tal cual si fueses realmente el dueño de la misma con toda propiedad.

  Ah, hombre conocido, prudente y práctico en la navegación,
leal a toda prueba, de claros procedimientos, hombre de letras y
números, apto para dar cuenta puntual y razón cimentada del barco y sus
aparejos, de los cuerpos y los bienes, de las mercancías que en él se
arrumasen, y que sabrás gobernarte siempre con sapiencia en las cosas y
casos que en tus viajes pudiesen ofrecérsete, así en la paz como en la
guerra.

   Ah Capitán, como tal nombrado, luego de haber bogado durante
los seis años de rigor, cuatro de marinero y dos de piloto, y que antes de
mandar, supervisado fuiste con comisión de prior y cónsules, hallándote
hábil y capaz, y recibiendo por dichas autoridades el título con que hoy
acudes...

            V
     ¡Salud, altas goletas ondeantes y esbeltos veleros, blancas
lanchas fuera de borda espumando a la carrera!

     ¡Salud, barcas de Glénans, viejas conocidas de los fondeaderos
en las costas de Cornualles y de los pubs en los pequeños puertos de las
islas Aram y en las marinas captadas al sur de Bretaña!

                        Yo soy de Irlanda,
                        de la tierra sagrada
                        de Irlanda.
                        Oh, señor nuestro,
                        Nostramo,
                        te ruego, por mor del mar...

             ¡Y aquel diario de a bordo, conservado en los fondos de la
ruinosa biblioteca de Dieppe, luego de cruzar océanos y más de cuatro
siglos, hacía temblar con su frescura inadmisible, tus manos aquejadas
de gota, esa enfermedad de tus selectos hermanos, ¡oh príncipe!
             ¡Cuaderno de bitácora de una navegación atrevida en 1529, seis
lustros después de la del gran Almirante!
             ¡Pardas naos que zarparon de Dieppe con rumbo a la mar de la
China! ¡Aventura de mar de otro tiempo, capitaneada por hombres como
tú: Jean-marino, poeta y letrado- y Raoul, su hermano, al lado de sus
probados compañeros de a bordo!

             ¡Salud, patrón, la tripulación se reduce muchas veces a ti solamente!

             Como el tuyo, barcos a vela han bogado ciñendo el mundo
entero guiados por un solo tripulante. ¡La ansiada soledad te ha sido
concedida las veces que la has buscado!
(En invierno te veo visitar el barco en el varadero, junto con
otros patrones de embarcaciones, moviéndote de un lado a otro alrededor
del casco; o perdiendo el tiempo –santa delicia- sin remordimiento
alguno, intimando con otros propietarios de las inmediaciones.)

             ¡Salud, capitán! Luego de algunas horas de navegación de
altura, ¡qué lejos las dolencias de tierra! ¡Qué aguda tu visión de vigía,
diestra en mirar en lontananza, ducha en discernir faros y almenaras y
boyas de campana, y en ahondar hasta el confín de la aventura marina!
             Y tan pronto como ves tu navío en el muelle o en el varadero,
¡qué inmenso regocijo, Nostramo, qué algazara de mar!

            El vuelo de una meauca solitaria, la suave hinchazón del
velamen al impulso de un viento distante, el salto fuera del agua de un
pez acosado, todo se da en movimiento, como la mar en sí!
            ¡Qué despejo en tu frente que sólo tiene en cuenta la ruta a
seguir, las corrientes y mareas y la bondad del barco y su dotación de
cuerpos y bienes! ¡A tal son!

            ¡Salud a las inmensas extensiones de agua, coronadas de
espuma así que sopla fresco al viento! ¡Salud a la mar siempre sosegada
de los Sargazos! ¡Salud al viento, cuna de las olas!
¡Salud a los enormes horizontes y a los cielos sin límite!

            Limitado es el espacio que al hombre es concedido, el mismo
que es otorgado ¡sin límite! a los pájaros.

 

Planto de dársenas (I)

...Plaintes de femme sur l´arène, rales de femme dans
la nuit ne sont que reucoulements d´orage en fuite
sur les eaux. Ramier d´orage et de falaises, et coeur
que brise sur les sables, qu´il est de mer encore dans
le bonheur en larmes de l´Amante!...

Saint-Jonh Perse


Con alborozo de puerto tu frente explaya
un lienzo de cal viva donde manos menudas
mudan, a contraluz de un quinqué,
movedizas criaturas de la sombra.

A lo largo de tu visión, gruta de sal que exhibe
sus entrañas, vastos y silentes ventisqueros
van rodando poco a poco su
molicie, dócil rebaño que acude al primer
reclamo del sol.

La aurora cala, contra dársenas y tajamares,
su piel de níspola madura.

Una gaviota agita sus alas sobre los esquifes
adocenados al pie del muelle; lanza
un chirrido y dobla hacia el río precipitando
sobre las aguas su silueta.

De la otra orilla arranca, con enorme estrépito
de rampas y cadenas, la panga que
transporta camiones de redilas.
¡Y los parabrisas relumbran al roce
del estilete solar!

En los alambres de la luz, sobre malecones
paralelos, hileras de cuervos copian el
azulcachalote del mar varado en la bahía.

Los lanchones arriman al muelle su alboroto
y una opulenta carga de oro verde,
arrebatada un día antes a las plantaciones
de río arriba.

Si los racimos lucen tímidas palideces, o
manchas de un franco amarillor, la
muchedumbre vendrá puntual, a recoger
fruiciosa dádiva, pues no hará
ya el viaje por mar para el que las
chalanas la abocaran.

...Es la hora en que los chacones y las
salamanquesas nocturnas se escurren entre
las grietas de los muros.

 


Planto de dársenas (II)

Esteros y canales mezclan su cenagosa sanguaza
a la linfa que fluye de los rastros mientras
la chema y los lagartos de la bocana
se espabilan lentamente...

Y el viejo Capitán, como un osario zarandeado
a dos manos, busca el ademán preciso
con que hará frente a la loada convención
que se dice vida...

Tieso en su rictus, al despertar hace
esfuerzos de megaterio preso en un
iceberg de las grandes glaciaciones... ¡hasta
que consigue cuartear aquel hialino capullo!

El río sin mácula corre entonces... Su fondo
de lama y musgo es un tapiz al sol
que enseña largos dedos de pianista
y se da maña para tan bien hacer el amor.

El mar sañudo parle en dos el bloque de la
escollera y se oye al punto un mugido
en desbandada.

El agua bambolea los pilotes que antes
emborrachara, y las juncias se quiebran
por el talle como doncellas a mitad
del espasmo...

 

Tierra nativa (IV. ¿Verdecen todavía aquellos montes?)

 

...Of restless nights in one-night cheap hotels...
T. S. Eliot

Hurgo a tientas en busca de papel y lápiz...
Tomo el reloj de la mesita; es medianoche.
La sombra alinea
el último lienzo de su tapia infranqueable.

Presiento la escritura de una frase muy larga.
'Un borbotón de voces
alza su chorro desde un grifo descompuesto.'

Afilo pensamientos como esquirlas...
Me gustaría rasguñar lascivamente la piel de las horas.
-Ahora muere aquella tarde en 'Las Camelias'...
-Y mi mano también, al tiempo que sostiene el foco que iluminaba
el cofre abierto de aquel auto...
-Y mis palabras, resonando al otro lado de la verja de metal.
-Apenas interpuesta, porque nuestras miradas
suavemente se rozaron... ¿Recuerdas su
exhorto para que te marcharas?
DULCE, MI AMOR, TU PADRE DE SEGURO
HA DE ESTAR YA CON EL PENDIENTE.
-Es verdad: algo así
dijo el grasiento Julio,
echándose de bruces otra vez sobre el motor.
-Al otro día,
en la tienda de ultramarinos,
mientras nosotros conversábamos nerviosamente
junto al mostrador...
-Mi prima Mari
hizo saber a la familia en pleno
que nos había convidado
a viajar en su auto por los alrededores,
sonsacándole de paso
a los gruesos labios de mi padre
una aquiescencia rápida, impensada.

-Visitamos Las Vigas la semana siguiente:
-Los altos pinos de montaña
habían tomado un color ocre muy intenso.
-Y de las nevadas zarzas
brotaban, de repente, pájaros frioleros...

-En el asiento de adelante
viajaban mi prima con su novio.
Pero... ¿era él quien conducía?
-Y en el de atrás,
bajo los gajos del edredón,
nuestras manos, ya húmedas,
se enlazaron...

-Tal vez esa fuera
una de las llamadas 'noches blancas'.
-Pese a (u oposición
(sólo franca al principio)
fui deslizando, despaciosamente,
mi mano entre tus muslos...

Paseándose en silencio por Los Berros,
las manos en la gabardina,
o sentado en alguna mesa de El Escorial...
¿Repetiré con reverencia las sílabas de tu nombre?
¿Repasarán mis dedos la suavidad de tu cuerpo acariciando el pétreo
vaciado de la ausencia?
¿Será camino del estadio, teniendo como fondo
las ruinas del crepúsculo;
o por Villa del Mar, un domingo cualquiera,
o dilatando a sorbos, simplemente, un café en La Parroquia,
o bebiendo quizá de prisa una lata de cerveza en algún muelle
desolado,
al mediodía,
cuando de la plazuela parten estrepitosamente las palomas?

Yo iba provisto de esquirlas enconadas.
Yo iba en busca de la piel de las horas...
¿Seguirá a tu partida un nuevo encuentro?
¿En Xalapa o San Cristóbal,
o tal vez en un sitio más rugoso?

Tus manos infantiles recorren todas las noches el teclado...
'¿Qué melodía es esa?'
'Un aria muy simple.'
¿Recliné a la Belleza en mis rodillas?
Sólo sentí que galopaba sobre mi cuerpo
la noche entera,
y que cuando salimos del hotel
en busca de un restorán
(lo tengo presente todavía,
tanto, que me da la impresión
de que apenas ocurre ahora),
sus senos, desasidos de sostén,
empitonaban firmemente el raso de la blusa...

Lóbregos corredores de la ansiedad
bajo el celaje rojo de Poza Rica...

Al fin, la niña eterizada se despierta;
va en busca de mis brazos.
aquejada de vértigos, presa del delirio...
Ya en el autobús, una leve hemorragia.
(Durante toda una semana,
un médico, que era mi amigo, remontó
mañana y tarde
la cuesta que llevaba a nuestro escondite:
una cabana, sucia,
abandonada en la punta de algún cerro.)

Pero, pasado ya el mal tiempo...
NO QUIERO SABER MÁS DE TI;
SÓLO OLVIDAR LA PESADILLA.

¿Compraré jamoncillos en Perote?
¿Habrá petunias en Fortín,
nieve en Las Vigas o en El Cofre?
En Altotonga y Martínez
subimos a los montes,
y allí cortamos peras de oro dulce, manzanas y chayotes ásperos
e hirsutos...


José Luis Rivas nació en Tuxpan, Veracruz, México, 28 de enero de 1950. Es poeta, escritor, investigador, traductor. Estudió Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México. Participó en la fundación de la revista literaria Caos. Entre su obra poética se encuentran los libros: Luz de mar abierto (Editorial vuelta); Raz de marea (Fondo de Cultura Económica); Estuario (Editorial Norma); Pájaros, 2005; Un navío un amor, 2005. Ha recibido los siguientes Premios Literarios: Xavier Villaurrutia (1990), Carlos Pellicer (1982), Nacional de Poesía de Aguascalientes (1986), Ramón Pérez Laverde (1995), Homenaje por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) en 2011.​ Fue director de la Editorial de la Universidad Veracruzana. Traductor de Hölderlin, Pound, Dylan Thomas, Reverdy, entre otros.

Última actualización: 19/11/2021