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Santos López (Venezuela)

Fotografía tomada de La Poeteca

Por: Santos López

Profecía de la locura

Fui expulsado al sueño temprano de un desierto
A rondar sin voz un solo lado de la fuerza
No era hambre ni cansancio la súbita mano del escombro
¿Qué tierra pueden andar unos pies si nada tienen ?

No es atavío de los dioses yo vagar en primera muerte
¿Acaso huyo sin forma temiendo el eco del arado ?
Extraviado me adentro en una piel que creció mientras soñaba
La tierra ya no es baldía como hoy tanto es ausente

El pájaro con el estruendo lo alejaron de nosotros.

 

Ladrón de huesos

He desenterrado tu hueso pélvico
Para hacer un amuleto,
Usarlo y llegar adentro,
Donde mi alma es falsa, verdadera,
Arde en deseos,
Y no necesita patria ni Dios;
Porque ella muere en mí y todo desaparece.

(Soy ladrón.
No coleccionista de huesos.

¿Qué le hacen a los ladrones?

Nada. Nadie nos culpa,
Somos mayoría sin rostro en este país)

He colgado tu hueso pélvico como un espejo
En la cabecera de mi cama.
Y me acuesto a observarme:
Pasar a gatas por su través:

¡Mira cuántos lugares aparecen,
Cuántas formas, cuántos vacíos
Cuántas hermanas del tiempo existen!
Ninguna está primero,
Tampoco de última,
Son mías, no son mías.

He pulido tu hueso
Como si fuese de otro mundo,
Es un adorable oro con fragancia.
Aquí yace tu semilla, indefinible;
Está, no está.

“Aprende a morir”, Ellos dijeron.

Y si alguien pregunta por tu miedo,
Si lo contemplas en todo su misterio,
Experimentarás ese terror
Propio del asombro
Hacia la desaparición y la nada.

 

Aroma de piedra

 

Meto cuidadosamente la mano dentro de una piedra
para remover su aroma
y dejar un puñado de oro.

Piedra asoleada que es y no es

¿Y ahora qué?

¿Heredarás otro amor, un poco de esplendor
redondo?
¿acaso el peso oscuro
de mi límite?

La vida afuera es un doble luto, sin morada.

Corazón piedra de oro,
Voy hacia ti sin ver.

Todo brillo adentro es la cicatriz de un cielo.

 

Hacha de ciego

Eres libre de permanecer en un árbol derribado.

“Eres libre allí, donde no te aman”, Ellos dijeron.

¿Cómo decir “no te quiero” sin tanto dolor?

Tus raíces están a merced del tiempo,
Con un relámpago que alumbra tu agonía
Y tu sangre en la tierra.

Sí. Eres libre de amar
En un árbol sin pájaros,
Desolado
De toda arrancadura.

Ahora
Di una oración por esta carne,
Su madera miserable,
Caída, con cigarras y astillas.

Porque el amor escrito en el viento
Lo talla Dios con su hacha de ciego.

 

Seda y cenizas

El amor se oculta
Bajo este pequeño trapo de seda

Y por un instante
Nadie lo ve.

(Nadie puede decir lo que ama)

Lo que cubre tu cuerpo

-tus pechos, tus muslos,
tu lumbre en el ombligo,
tu serpiente de oro
que traga un blanco conejo-

Es apenas una hoja: mi pensamiento.

Acostado en el relámpago,

Te amo.

Así dejas que el viento sople
Y riegue afuera toda mi ceniza.

 

Hechizo de sangre y perfume

Sangre y perfume
Tienen la misma dulzura.

Ya somos dos, ya somos doces.

Uno y ninguno, corteza de yagrumo.

(Si hubiésemos encontrado
Un alfabeto extraño
Que repitiese en otra lengua
Frases, ritmos y verbos
Del deseo y el amor,
Yo no habría expulsado
A Dios de nuestro lecho.)

Así como la sangre y el perfume
Se aman, se juntan,
Así, nuestras almas
Se curen amarradas con curare.

Que así sea.

 

 

El Reino de La Barata

 

La separación es nuestro primer encuentro con La Barata.
Y ahora esta lejana casa sobre los cerros,

Afuera,

Tantas veces,
Nadie sabe dónde,
Vista con anteojos oscuros.

Cada objeto en este cementerio guarda su separación.
Los horizontes se distancian de las mesas;
Las camas se aquietan lejos del fuego;
La herrumbre de las puertas fosforece fuera de la sal;
Y la carne está más allá de la sangre…
El mundo afuera es una tormenta diáfana,
Nos da demasiada sed y confusión.

Si te separas -dijo La Barata-, tendrás más comida,
Más telas y pertenencias.
Tendrás más grandeza,
Tendrás sirvientes y favores, un gran sueño.
Tendrás una jarra elogiosa con agua de la noche.
También dijo, si te separas,
Tendrás el fruto duro y sombrío de las cosas:
Afuera tendrás siempre la mesa servida.


Santos López  (Mesa de Guanipa, Estado Anzoátegui, 1955) es un poeta, editor, gestor cultural y periodista venezolano. Algunos de sus libros publicados: Otras costumbres (1980), Alguna luz. Alguna ausencia (1981), Más doliendo ya y Entre regiones (1984), Soy el animal que creo (1986) y El libro de la tribu (1992), Le Ciel en cendres, edición bilingüe español-francés (2004); Soy el animal que creo. Antología (2004); I cercatore d’acqua, edición bilingüe español-italiano (2008); La Barata (2013); Azar de almendra (2016); Del fluir, Poesía escogida (2016); Canto de luz negra (2018). Dirigió la Casa de la Poesía Pérez Bonalde en Caracas. Reconocimientos: Premio Municipal de Poesía en 1987; Premio Municipal de Poesía 2001. 

Última actualización: 20/11/2021