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EL FUTURO ES MOLDEADO PRIMERO CON PALABRAS

Por: Gémino H. Abad

 


Poetas filipinos invitados a Medellín:
Alice Sun-Cua, Marjorie Evasco, Gemino H Abad and Alfred Yuson

 

En verdad estoy profundamente honrado con la invitación a ser el primer orador en la serie de lecturas en el Adrian Cristóbal de UMPIL. Debiera prontamente añadir, sin embargo, que únicamente con el respaldo del Artista Nacional Virgilio Almario y del Profesor Vim Nadera, director de UMPIL, acepté con mucha reserva y no poca turbación. ¿Por qué así? – simplemente porque, a mi criterio, existen oradores de más valía que harían mayor honor a Adrian Cristobal, director emérito de UMPIL. 

Déjenme primero contarles acerca de mi reciente experiencia en el 20vo  Festival Internacional de Poesía de Medellín en Colombia, Sur América, el pasado mes de julio – una celebración de la poesía del mundo como nada que yo haya presenciado nunca. A ese Festival fueron invitados 100 poetas de 58 países; 93 poetas asistieron. Quedé perplejo con el increíble espectáculo de la ceremonia inaugural el 8 de julio en el Teatro Carlos Vieco del Cerro Nutibara- un espectáculo repetido allí durante la ceremonia de clausura el 17 de julio.

Imaginen un anfiteatro al aire libre entre los bosques; imaginen cerca de 5000 personas asistentes, sentadas sobre las gradas de piedra que descienden hasta el escenario; por cuatro horas esta multitud calladamente, atentamente escucha a los poetas leer o escenificar sus poemas, sin parar, sin intermedio; y entonces llueve, cae un aguacero torrencial,  y se hace bastante helado y nuestro escenario se inunda con pequeños arroyos de agua lluvia, pero nadie se va, la audiencia sólo levanta sus paraguas, o se cala sus impermeables plásticos blancos, o se refugia bajo los árboles, y continúa escuchando ávidamente en silencio y aplaude, algunas veces gritando su beneplácito.

Puesto que éramos 93 poetas en total – todos los gastos pagados excepto el costo de nuestro avión – durante el curso de esos 10 días del  Festival, fuimos divididos en grupos de cinco o seis y enviados por avión o camioneta a 11 ciudades colombianas y 27 municipios antioqueños en Colombia a actos poéticos cotidianos, y en cada lugar – un campus universitario,  una plaza pública, un castillo medieval, un pueblo en la montaña – había una audiencia de 300 a 500 personas que después de cada acto habría de reunirse emocionadamente alrededor de los poetas sobre el escenario por sus autógrafos.

El Festival tenía una reveladora enseña en todos sus afiches y gallardetes: “El destino humano es un solo ritmo celeste” / Humanity’s destiny is the sole rhythm of the heavens. El principal motivo del Festival, aprendí luego, es la convicción de sus fundadores-organizadores, Fernando Rendón y su hijo, Luis Eduardo, de que la poesía aleja la violencia, la sed de sangre, del corazón humano.  Tras veinte años de recorrido con ese Festival, Medellín puede con justicia proclamarse como el centro de poesía del mundo.

¿Dónde en nuestro país – o cualquiera otro país del mundo – existe tal entusiasmo por la encarnación de la palabra? Ello me hace pensar que escribir, que luchar con las palabras de una lengua, ese solitario y desesperado arte, es un primer descenso a la oscuridad antes que una resurrección.

Es una cosa curiosa que en Colombia, cuando ellos agrupaban una cantidad de nosotros como “poetas asiáticos,” los países involucrados, como que estaban representados por los poetas invitados a Medellín, (no) eran – otros sino Filipinas, Camboya, Bangladesh, India, y Sri Lanka – Turkmenistán, Siria, Armenia, Palestina, y Mongolia. Así que entonces, en Medellín al menos, Asia abarca más que nuestro sentido de geografía local. Ello me estremece hasta intuir que, para nosotros, hoy, nuestro mundo es Asia, nuestro futuro es Asia. Y el futuro – como todos los escritores conocen en sus corazones – el futuro es moldeado con palabras primero.

Asia – una vez, una inmensa geografía de colonias de occidente; ahora, un vasto panorama de orgullosas e independientes naciones, consciente de su historia incluso mucho antes de que occidente llegara a ellas, orgullosas de su cultura y herencia, y críticamente conocedoras acerca de occidente y de lo que, o desde lo que, de occidente han asimilado o despreciado o adoptado.  

Asia – mayormente países del “Tercer Mundo”, ¿verdad? ¿Pero quién dice, “tercer mundo”? – hay entonces un “primero”, y un “segundo” de menor categoría? ¿“primero” en el sentido de “superior,” o “amo”? Así, debemos ser cautelosos de cómo las palabras de occidente, sutilmente, imperceptiblemente moldean nuestras mentalidades, nuestras perspectivas, incluso nuestro sentido de realidad. Incluso tomen la palabra “postcolonial”. ¿No encubre ella algunas veces, u oscurece, nuestra historia colonial, las permeadoras influencias, las “teorías” importadas o “formas de enfocar”, los esfuerzos y tensiones de los que están embebidas nuestras lenguas indígenas, nuestros hábitos de pensar, nuestras canciones y películas y videos y revistas y anuncios, nuestra singularidad sexual y sentido estético, incluso tal vez el mismo ritmo de nuestras almas?

Tenemos que ser cautelosos con las teorías importadas, pero nunca desdeñosos, porque ellas nos ayudan a pensar, y a pensar críticamente por nosotros mismos sobre nuestra propia tierra. Como el origen griego de la palabra teoría elucida, theoria significa únicamente una manera de ver. Cautelosos, digo, de esas teorías importadas – sean cuales sean sus etiquetas, Marxistas o Foucaulianas, deconstructivas o feministas -  no sea que por su luz penetrante nos incapacitemos para vernos a nosotros mismos; cautelosos, a causa de que su implicación traiga la angustia espiritual de occidente, su propia crisis espiritual y su forma de ver. El futuro, repito, es moldeado por las palabras primero – por nociones y rasgos de las palabras que hablamos y por medio de las cuales pensamos.

Y ahora aun es tiempo para nosotros, aunque tarde, para conocer más acerca de nuestros escritores en Asia, tiempo ahora para conocer más acerca de las literaturas de Asia. La literatura de un país, en la lengua que sea, ya sea indígena o híbrida adoptada, es memoria de su pueblo: allí yace el principal valor de la literatura, porque un pueblo únicamente es tan fuerte como su memoria. Este ha sido mi principal motor en aquellas antologías históricas que he editado hasta ahora de nuestra poesía y de nuestras historias cortas en inglés – o más bien, desde o a través del inglés.

Consideren, por un momento, ese enredo de preposiciones inglesas, digo, from o through, o by means of, desde una comprensión largamente sostenida de que cualquier lengua es únicamente un medio – como el sonido es el medio de la música, o color y línea, el medio de la pintura y la madera o el mármol, el medio de la escultura. En primera instancia, cualquier escritor escribe  en inglés o en Tagalog, pero mucho más tarde, en su agonismo o lucha con las palabras, al tiempo que gana maestría sobre su gramática, sintaxis y retórica, trabaja desde ellas su historia o poema. Él forja su propia senda a través de los intrincados bosques de una lengua, y realiza su propio claro allí donde su propia gente puede reconocerse a sí misma.      

Sin palabras y palabras, no existe memoria; sin memoria no existe país, ni cultura. Palabras y palabras, no importa su proveniencia, porque lo que provee las palabras de su peso y sustancia, su significación, es su uso por parte de la gente a través de sus propias vidas en su propio mundo cotidiano, a través de sus tristezas y gozos, a través de su propia historia y cultura. Las palabras de cualquier lengua son como un mandato de habeas corpus mediante el cual nuestra humana realidad es traída a la mente  – eso es, el mundo como lo percibimos, toda la naturaleza y el mundo de nuestros asuntos – de modo que se hace claro a nuestra comprensión, y podemos más gustosamente hacernos responsables de él. No poseemos otra realidad sino la humana, y ella siempre está cambiando – como único ritmo del universo de nuestra limitada percepción. La naturaleza humana es universal, pero como un campo de energía, es perpetuamente transformativo; nuestro valle de lágrimas y risas es imperfecto, pero como dice el poeta Wallace Stevens, “Lo imperfecto es nuestro paraíso.”

Presto atención a Ias gawad de UMPIL* ­– Gawad Pambansang Alagad ni Balagtas, Gawad Paz Marquez Benitez, Gawad Pedro Bukaneg. Ellas abarcan varias lenguas filipinas, incluyendo al inglés puesto que lo hemos hecho nuestro. La serie Ubod del NCCA, dedicado a nuestros jóvenes escritores, también engloba nuestras diversas lenguas. Esto afirma lo que largamente hemos sostenido, que para cualquiera, es el sentido del lenguaje el que necesita ser nutrido y cultivado, porque el sentido del lenguaje es el sentido poético básico. Es el sentido poético que tarde en la vida de uno, dice el poeta Yves Bonnefoy, “abre a la intuición eso que toda lengua rechaza.” Uno puede estar ligado al lenguaje, ligado a la cultura, pero es el sentido poético lo que libera. Bajo esa luz, no hay a fin de cuentas inglés, ni filipino, ni cebuano – hay únicamente lenguaje  mismo,  la suprema realización humana, la más refinada tecnología humana. En verdad, el lenguaje es la musa escondida, porque  es la contienda* o lucha con el lenguaje lo que da surgimiento al trabajo literario a la vez como trabajo de imaginación y trabajo de arte. Venido a pensarlo, en todas las artes –música, pintura, escultura, cine – su medio es la musa: solamente con la lucha de la imaginación con ella surge en verdad el Arte.                                                   

No importa, digo, la proveniencia de nuestras palabras, siempre que por lo menos sus lectores e intérpretes sean críticos: ese es el mismísimo crisol de clarividente comprensión, que es el camino hacia el perdón, la paz y la armonía entre las naciones.  Porque la palabra precisa crítica ilumina el corazón de cualquier “teoría” o forma de ver: su origen es griego, krinein, que significa “dividir, o discriminar, y juzgar.” De ese verbo griego se originan ambas palabras inglesas “criticismo” y “crisis”.

Así, un tiempo de crisis es un tiempo de división y juicio, y así, criticar es traer el objeto de criticismo a un punto de crisis. Si, por ejemplo, el objeto es una historia corta, uno necesita discriminar las clases de historia corta sobre el tiempo de su desarrollo histórico; luego uno necesita examinar el criterio de su excelencia y estándares de gusto específico para cada clase sobre el mismo período histórico; y luego, finalmente, uno debe por ello haber ganado el derecho a juzgar el valor de la historia que uno está criticando, teniendo en mente que el proceso creativo se mueve desde el trabajo de imaginación a trabajo de arte.    

Me persuado más y más que nuestra distinción de género – poema,  historia corta, ensayo o “no ficción creativa” – es meramente heurístico, es decir, sirve para explorar y descubrir, nuestras distinciones son solamente de vez en cuando, mayéuticas, es decir, un súbito soporte de idea. Estoy pensando también en varios tipos de escritura, de varias formas de la imaginación, lo que llamamos, “tradicional,” “experimental,” “vanguardia,” “postmoderno,” cualquiera otra etiqueta. Todo cuanto hay es, de hecho, es solamente lenguaje e imaginación como uno solo, de una pieza: eso es, un magistral uso del lenguaje, con profundidad de sentimiento e idea, de tal modo que el lector se conmueve, incluso se encanta.  No existe teoría de ello, finalmente, sólo la solitaria labor y  “el alcance de, la maestría de la cosa,” como Gerard Manley Hopkins lo habría descrito. Y la cosa misma, como en “Kubla Khan  de Coleridge,” es “un milagro de rara factura, / Un soleado domo de placer con cavernas de hielo.”                             

Una vez que la historia o poema u obra de teatro han sido logradas – una proeza de la imaginación a través de la lengua – su interpretación es superflua. Sólo necesitamos contemplar lo que se ha mostrado o representado que nos ha conmovido. De principio a fin fue nuestro sentido del lenguaje, el básico sentido poético, nuestra lámpara de lectura. Porque de hecho, la historia o poema u obra de teatro es ya una interpretación de lo que ha sido imaginado y dotado de forma mediante la lengua; una particular actitud o  postura hacia la cual nuestra humana realidad es inherente en la representación verbal, ya está manifiesta allí : solamente necesitamos examinar con honestidad nuestra respuesta a ella.

Honestamente, digo, porque cualquier trabajo literario se encuentra enteramente en el dominio retórico. Esto quiere decir que siempre buscará persuadir y mover a sus lectores, y por lo tanto, para ese fin, él empleará todos los elementos de nuestro maquillaje síquico: apelará a nuestras formas de pensar, nuestros sentires y sentimientos, los valores que apreciamos, incluso a nuestras inclinaciones y prejuicios – en una palabra, nuestra actual visión del mundo, nuestra civilización. Por lo tanto, necesitamos siempre ser honestos con nosotros mismos, y críticos.

La literatura, a fin de cuentas, siempre implica cambio en nuestro clima síquico. El lenguaje mismo, el medio literario, es un flujo, que refleja a través de la historia de un pueblo, nuestro arsenal mental,  nuestros “jejemonios” del sentir. Además de esa constancia del cambio y transformación, debiéramos estar también conscientes de que la imaginación, especialmente, precisamente, porque lo imperfecto es nuestro paraíso.

Ahora precisamente hablo de clima síquico: aquí, figurativamente, podría haber también un cambio climático global – yo creo que siempre está ocurriendo, tanto más puesto que nuestro mundo es ahora más pequeño. Por el momento podemos difícilmente estar conscientes de cualquier cambio, pero necesitamos solamente reflexionar sobre los trabajos de la imaginación en nuestra vida de lecturas que ha dado a luz nuestro espíritu sobre una corriente de luz y de clamor. Ahora, por supuesto, ya estoy pensando en literatura más allá las restrictivas categorías del pensamiento; estoy pensando en literatura como trabajo de imaginación en cada campo de la tenacidad humana donde la lengua es la cruz – en filosofía y religión, en historia y sicología, en ciencia y tecnología, etc. Sea cual sea la lengua, bien sea aquella de la física o un poema, el escritor o erudito debe iluminar su propia senda por medio de aquella mediante la cual una nueva comprensión de nuestra realidad puede ser lograda.

“Texto” es del Latín texere, textus, “tejer,” como en textil. Así, esa nueva comprensión puede ser la palabra-tejido, el textil-cuento, de nuestro futuro.

                                                          
28 Agosto 2010
Antipolo

*gawad es una comunidad pobre de hasta 100 casas contiguas                                                   
*el autor emplea el término griego agon que significa lid o contienda en el sentido intelectual

Traducción de Rafael Patiño Góez
 

 

Última actualización: 14/08/2023