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Wáshington Delgado (Perú)

Por: Wáshington Delgado

Ultima Danza

Ven a danzar aunque la hora
sea precisamente inapropiada.
Ven a danzar y que ardan las ventanas
de este dorado imperio.

Que ardan las alcobas, los salones,
los delicados muebles del palacio,
las damas, las doncellas y los pajes
de soñada belleza.

Nuestra pequeña iniquidad
fue más breve que un beso.
De nuestras manos cayó el tiempo
y este instante, o su música,
es toda nuestra música.

 

Toco una mano

Toco una mano y toco
todas las manos de la tierra.

Nada es distinto de este rostro
de esta voz instantánea
y la fuerza del corazón es también
un resplandor en el cielo.
El amor es idéntico
a sí mismo, yo soy
una multitud sobre la tierra.

Todo el amor es nuestro:
toco una mano y toco
toda la hermosura.

 

Espacio del corazón

Nunca tuve en el pecho tanto aire,
toco el extremo del mar y siento
mi corazón en un profundo sitio.

Mi corazón es igual
a todo lo que existe: a la montaña,
al árbol, a las aguas, al tiempo,
a los animales, las cosas y los hombres.

Miro mi camisa y es mi corazón,
y lo mismo sucede con mi casa,
con mi ciudad y con el cielo.
En mi corazón son iguales
mi amigo y mi enemigo.

Nunca tuve en el pecho tanto aire,
mi corazón no tiene límites y soy
un hombre entre los hombres.

 

Los pensamientos puros

Señor rentista, señor funcionario.
señor terrateniente,
señor cornel de artillería,
el hombre es inmortal:
vosotros sois mortales.
Es curioso cómo la podredumbre
se adelanta a veces al cadáver.
Soportad vuestro olor, mostradlo
si queréis, poquito a poco.
Pero no habléis.
Señores enseñad el trasero
pero no lloréis nunca;
cierta decencia es necesaria
aun entre las bestias.
Pensad en el cielo, también,
en las alas blancas
y en la música de las arpas
dulcemente tocadas
por vuestras dulces manos.
Pensad en vustros libros de lectura, en las viudas
tísicas y abandonadas que ayudaréis con una
trompeta de oro...
Pensad en vuestros billetes, en los veranos junto al mar; en la mucama rubia, en el amante moreno, en los pobres que besaréis en la otra vida, en las distancias terrestre, en los cielos de almíbar.
Pensad en todo,
vuestros días sobre la tierra no serán numerosos.

 

Te estoy perdiendo

Te estoy perdiendo
en cada voz que escuchas,
en cada rostro que contemplas,
en cada gesto tuyo,
en cada lugar
que recibe a tu cuerpo.
Ser como la luz
que te envuelve, por la que dejas
un retazo de sombra. Ser
como la noche que te obliga
a un pensamiento, a un deseo,
a un sueño.
Ser una materia leve,
una corriente extensa
que te persigue siempre.
No ser esto que soy
y que te está perdiendo.


              De Formas de la ausencia, 1953

 

Las palabras no dichas

Las palabras no dichas
está aquí, presentes,
lánguidas en su altura
que no quebró el silencio.
Yo les tiendo el oído
-mental, sencillamente-
y me penetren lentas
sin ruido,
dejando en mi memoria
un sabor de sucesos
que nunca sucedieron,
o tal vez sucedieron,
pero sólo en el ansia.
Estas palabras
que ningún labio dijo
son ajenas al tiempo,
a la medida, al número.
Ellas viven por sí.

              De Formas de la ausencia, 1953

 

Allá lejos

Allá lejos, otros ojos
hundidos en los tuyos,
verán maravillados
el mundo que iluminas.
Otros oídos insaciables
entrarán en tu voz.
Y otros labios -posados
en tus labios-
sabrán yan
como el amor existe
cerca de ti,
lejos de ti.

              De Formas de la ausencia, 1953

 

Dioses

Amo a los pequeños dioses
que no tienen nombre ni patria
ni estatura.
Amo a los dioses oscuros
que viven sólo un día.
Amo a los dioses sencillos:
el viento amarillo del verano,
el verde viento de la primavera
y las iluminadas mariposas
que al fuego vuelan
y en el fuego mueren.


               De El extranjero, 1956

 

Conducta razonable

Porque la libertad es un fuego
que pule, afina, organiza
y destruye la vida.
Porque a un lado está el bien
y al otro el mal y yo no sé
cuál es la conducta razonable.
Porque después de todo, nada
importa sino es el amor,
sino es el odio.
Yo estoy aquí para vivir o para morir,
para cantar o para morir,
para respirar, comer y amar.
O para morir.

                 De Para vivir mañana, 1959


Washington Delgado (Cuzco, 26 de octubre de 1927 – Lima, 6 de septiembre de 2003). Fue poeta, escritor y profesor. Ha publicado más de diez libros de poemas, entre ellos: Formas de la Ausencia, Días del Corazón, Para Vivir Mañana, y Un mundo dividido, Historia de Artidoro (Colmillo Blanco. Seglusa Editores), 1987; Cuan impunemente se está uno muerto (La Poesía, señor hidalgo), 2003; La palabra en el tiempo (Lustra Editores), 2007; Obras completas (Fondo Editorial de la Universidad de Lima) Jorge Eslava (editor), 2007; La muerte del doctor Octavio Aguilar (Medalla de oro, Premio COPÊ), 1979; Historia de la literatura republicana: nuevo carácter de la literatura en el Perú independiente (Ediciones Rikchay Perú), 1984; Literatura colonial: De Amarilis a Concolorcorvo (San Marcos), 2002. Recibió los siguientes reconocimientos: Premio Nacional de Cultura en Poesía, 1953; Medalla de Oro de la I Bienal de cuento Premio Copé, 1993; Premio Juan Mejía Baca; octor honoris causa por la Universidad Nacional de Chiclayo y por la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, 1996; fue distinguido como profesor Emérito por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1993. 

Última actualización: 20/11/2021