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María Antonieta Flores (Venezuela)

Por: María Antonieta Flores

 

De El señor de la muralla

J) De cómo una dama consciente
entrega sus riquezas y joyas a quien
recorre los campos de guerra
empuñando la aniquilación.

Señor de la Muralla
portadora
alta sobre toda cabeza
imploro un poco de tu fértil riego
Mira este rostro de ágata
promesa de sabias noches
la tolerancia de mis suaves pies
Recíbeme
dame la fuerza
la metamorfosis y la destrucción
Alójame
Hazme engendro de toda noche
Cuervo o ciervo de laderas
Soy cántico de antepasados
un nuevo hechizo
fragmento del cuarzo de los relojes
la de los signos y vientos favorables
el astrolabio
Fela fela
es tu orden
simple promesa del tiempo

 

O) Se cuenta cómo después de bodas
y celebraciones, la cumplida esposa,
nunca olvidada por el Señor, da el
paso de rigor.

Aguardo
lúcida
el amanecer
Si uno cree en cada palabra
Si se ansió y gozó la tenue caricia de un tirano
Si se debe dejar que el aire escape
vuelta ceniza hasta que la hoguera se detenga
hasta la purificación
si así y sólo de ese modo
uno mira al espejo
agota un traje de lino puro
brazaletes y cadenas en los tobillos
todo suspendido
quieto
rico en sombras
las miradas de mis muertos
aplico una última gota de nardo
sueltos los cabellos
Al fin
dislumbro la claridad
frasco mínimo de veneno
Me ve sucumbir
mi frialdad convulsa
las palabras no dichas ni pensadas
el desorden
mi mano arrastrando las sedas
Su pronta furia
Su desnudez brillante no logra detenerme
Sólo diviso el terror de sus manos

                De Canto de Cacería

 

Cazador
este reposo que tanto necesitas
este rigor
la carne almibarada
el olor del deseo descansa sobre este aire florecido
Cazador
este encuentro no habla ni da cuenta de la pasión que conmina
da cuenta de tantas debilidades y desazones
este sentarse cimbreando los deseos
las rodillas que se juntan y se frotan por tu nombre
Cazador
entiendo el desespero
entiendo la sorpresa
los nuevos linderos
la amenaza

a cuántos metros del bosque
de las aceras y formas de estrella
el sueño ha llevado su arco
la tapia y sus colores
la red del transcurrir
el diminuto acero del recuerdo

De Presente que no en ausencias (1995)

 

un instante en la palma de mi mano
cada punta de mis dedos ungida por tu deseo
el collar de esclava cae
tiembla esa nube roja
el desierto se detiene

De Agar (1996)

 

Amanecía


la vigilia me atestiguaba
los cuerpos se devastaban con toda seguridad
bajo las garras
bajo los cielos
cuántas cuencas vaciadas
cómo el olor enardecía
a esto lo llaman trinchera
mala sobrevivencia

 

QUE NO LAS tierras donde el hielo se quiebra
que no una mano abriendo el tiempo
tumba que no vacío
dispar es el encuentro
las voces que nos ocultamos
las estrategias
calibre
presente que no en ausencias

               del libro Agar (1996)

 

una mujer no entierra las uñas en el cuello amado
apenas lo surca
deja el recuerdo
asusta que sabe
y muerde con delicia los ejes del cuerpo
y santigua los extremos más acontecidos
y su uña ara lento
para ser pródiga en el amor
con el cuerpo abre ventanas al tiempo
ése que nunca la visitará
y traza leve una dirección
nada dejan los surcos del desierto

ha sido hábil
seca el sudor de su cuerpo
y llora

intenso ha sido el mordisco que me has dejado en la piel

 

un color no se define sobre las órdenes del conocimiento
sólo se le espera porque es de tonos infinitos
un relato se urde con las más puras fibras
y sólo se le llama y se le habita
(si se deja)
sólo se le llama y se le observa
(si se deja)
sólo se le llama y se le ama
(si se deja)

 

             del libro Los trabajos interminables (1998).

Hierro negro


Y es el humo
los desalojados no regresan
en el crujido de los huesos astillados
la pasión
y ¿cuál lugar me oculta?
hierro negro
y el poema
¿sobre cuál cama fue leído?
¿qué turgencias me hincaron?
afuera y ajena
la espalda se me pierde
la boca en los ahogos
me adentro en el instante
las curvas se distienden
hierro negro
los pies se apoyan
van en contra, la pared
el frío del granito, la piedra
los cementerios
y próximos
se encuentran

afilado hierro
lejos del nombre


María Antonieta Flores Caracas, 22 de junio de 1960. Ha publicado los poemarios El señor de la muralla (Caracas, 1991), Canto de Cacería (Maracay, 1995. Premio de Poesía de la I Bienal de Literatura Municipal «Augusto Padrón» 1994), Presente que no en ausencias (Caracas,1995), Agar (Valencia, 1996), Criba de abril (1998), Los trabajos interminables (1998, Mención Premio Municipal de Literatura, 1999), La desalojada luz de la tarde (poema largo, plaquette, 1999). Obtuvo el Premio Municipal de Literatura «Rafael Angel Insausti» mención Ensayo 1996 (Barinas) con Sophia y Mythos de la pasión amorosa editado en 1997. Aparece incluida en Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI. El turno y la transición de Julio Ortega (México: SigloVeintiuno Editores, 1997. pp. 343-344) y Antología de la poesía venezolana II de Rafael Arráiz Lucca. (Caracas: Edit. Panapo, 1997. pp.1019-1022).

Última actualización: 20/11/2021