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Juan Bañuelos (México)

Juan Bañuelos en el 11º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Juan Bañuelos

          De la Antología Poesía en Movimiento

 

ESTA NOCHE Y SUS VIEJOS NÓMADAS DE BLANCO

Y todavía, todavía el ciego Tiresias va cojeando mientras recuerda al mar.
El astro de Quetzalcóatl anda buscando sitio entre la noche.
La noche con todas sus estrellas gira como un viejo molino de palomas,
y nosotros, resueltos ya en ruinas, de esta carroña deliciosa
sabremos ser tierra, sabremos ser fuego -sabré ser pájaro
y su vuelo-
y consentiremos en nuestro propio corazón al hombre.
Ahora cerca del espíritu vamos a crear la palabra (un arco iris movido por el aire).
Que el tiempo nos separe como separa los días y las aguas,
que la palabra sea como la mano de Ananías y veamos
por una sola vez,
por una, lo que no podíamos ver.

  Porque ¿qué es el crepúsculo
  sin los ojos del hombre?
  ¿Y qué es la pregunta sin que
  responda el que la sabe?

¡Ay, corazón, alégrate y deja tu palabra en mi boca!
Hagamos nido en las llamas de las imágenes; que un grillo debajo de la lengua vigile el sueño de caracol del mundo
mientras danzando, enloquecido el viento rasga sus ropas en los árboles.
¡Ay, corazón, alégrate, y ante un poco de agua del mar en nuestras manos,
sintamos su grandeza al recordarlo!
Y porque nuestro tiempo no es tiempo para interrogar al Mar
sino para poner su boca en el polvo,
y porque ¡ay! difícil es ver la hora desnuda de su arena,
he aquí que un coro de lágrimas se oye en la noche
y las estrellas tiemblan como párpados blancos en los ojos del agua.
-Mas un día oímos la voz de la humedad del río subir
la sangre hasta la luz, y danzar astillándose en los corazones.
¡Ay, escribo sin medir camino ni palabras: no tropiece mi lengua para fundar el orden y la vida!
Porque la vida es, y como la tierra, se embellece cuando arrojamos las semillas.
Sólo cuando construimos nos despojamos de la ebriedad de la tiniebla.
-Duermen los siglos en las piedras y el silencio se hace tiempo;
en el verano de los muertos, el adolescente es un peñasco estéril.
Sólo hila una tumba la arcilla que no conoce el agua.
Nosotros nos iremos por los viejos caminos transitados,
por las vías donde desovan los reptiles, por donde se quedó
una estrella que olvidó la noche recoger, por el lugar del sueño,
por donde el colibrí canta y su canto es liquen que cae
para formar nido en el ojo de un ciego.
¡Ah, esta noche y sus viejos nómadas de blanco!

 

VIENTO DE DIAMANTES

La eternidad está enamorada de las obras del tiempo.
W. Blake

Lo mismo que Adán sumergido hasta la alondra del silencio,
sucio de humana noche en que he caído, rompo todos los pronombres
para tenderme en el día óseo de la plenitud.
Acudo ebrio de musgo y tulipanes hasta las criptas de las piedras
o de los ríos secos, donde muerden el silencio cárabos crepusculares
y en donde un hombre solitario se hinca.
Pisando soledad entro en el día, porque es dable a las criaturas
ver su hora crecer para hallar luego algo de los mortales
en un grano de arena. Mas también bajo las gradas seculares y
diviso el humo de las chozas de los hombres,
veo los caminos cotidianos, las nubes que anuncian el otoño
y a la mujer grávida de su fruto sentada en su hamaca
viendo pasar las horas.
Y me muevo con las hierbas,
y con el menor movimiento del caballo, y siento que dentro de mí corro
como ese río que estoy viendo que avanza.
¡Y miro alejarse la carreta del último cosechador!

E igual que una palabra lanzada a la mitad del mar
caigo en el seno del prodigio. Y como el minero que se cubre
con las manos la faz cuando de pronto, ciego, reencuentra la luz
así la dulzura levanta su toga y me envuelve temerosa.
¡Ay, el hombre soy y no lo había advertido!
el amparado por dioses tutelares de la iniquidad, el que frecuenta
y ronda tanto rencor taimado del polvo con su cauda de crines blancas.
¡El hombre soy, mas no me basta!
Porque el sol tiene su trigo en llamas y el mar tiene los ojos tocados por la gracia.
El hombre soy
pero toda cosa nacida con la aurora, con ella muere,
y toda criatura que engendra la noche
con ella se aleja porque oscuro es su linaje. Todo pasa.
Y como el agua y el sol, también todo queda. Un silencio
que se sienta a esperar el primer ruido. Nuestra imagen
que se pierde y se encuentra como el humo que no es
más que el eco del fuego.
No otra cosa que la espuma negra
que va haciendo el arado sobre la tierra.
Y lejos de la memoria del viento que dejaron las épocas,
un olor de centeno y anís hace volver los pájaros.

Y porque el horizonte no es más que una hoja larga de perfil,
dejo que mudas tribus de peces muerdan los guijarros,
dejo que brille el hocico del jabalí en la noche
y que bajo el zumbido de las abejas
los bueyes trillen la mies.
¡Ay, reivindicación bañada en el ojo inocente!
¡Oh, exultación del mar sostenida en el resplandor!
¿De qué remoto sueño hemos caído? ¿Por qué somos una
rueda que grita enloquecida? ¡Ah! triste es nuestro
paso, en verdad,
¡No más que olas somos! Nos levantamos brevemente...
para seguir siendo mar.

 

EL MAPA

He mirado la patria largamente.
Se le nota tristeza hasta en el mapa.
Las personas mayores nos explican
que es libre, sin acecho atentísimo de zarpas.
Y a punto estuve de quedarme ciego
porque a la patria la oscurecen llagas,
la pisan botas, se le cierran puertas:
necesaria prisión con calles vigiladas.
Con el sudor de todos levantamos la espera,
pues no hay dolor que dure lo que dura una mancha.
Que sabemos de noches, de sentencias, amigos,
pero también sabemos que llega la mañana.
Despertemos, seamos el metal derretido,
lo que quiera la sed, la tierra trabajada,
lo que quieran las piedras, la sencillez del huerto,
lo que pidan las llamas,
en fin -al fin- la piel abierta en surco.
He visto largamente el mapa.
Pensé en mis hijos. Duele. Y eran todos los niños.
Fui deletreando el nombre de la patria
mientras buscaba dónde, dónde poner los ojos.
Y recordé de pronto algo que sangra:
Mexicano de tierra ensalinada,
desollado haraposo,
comedor de la noche y de las hojas,
catástrofe de costa a costa,
ando buscando a un pueblo,
ando buscando a un pueblo.
Habla.

 

PERVERSIDAD DE LA SEPARACIÓN

Desautorizo
mi ternura /
vuélvanse
mis ojos
turbulencia /
pido castigo ejemplar
a mis palabras.
al alba
quito la escalera
para que ninguna luz
suba a las ventanas /
que sea
irreflexiva
como un perro
mi bondad
que en los charcos
sean glorificados
mis instintos
que la vida tropiece
y su pie herido
sea mutilado.
desautorizo
a mi sangre
y a mi sexo /
y para mis oídos
toda voz /
toda vez
toda sombra
todo siglo
sea mi espalda
una sábana
árida. la ausencia es una unión definitiva.
todo
tengo prohibido:
incluso la amargura.

 

HOJAMARGA

Hija del campo
y de la luz/
vientre de piedra
sollamada/
nunca
se elevó
tan bajo
tu hambre/
tu sombra sin
su cuerpo/
la impostura/
la ceniza
de tus trojes
quemadas/
el látigo/los nadies
de la sed...
-qué sé yo qué!-

Y a punto
de salpicar
está
la sangre estando
fraternal
estaba
y doliente
dolida

La muerte
entona
entonces
zancudona
mente
una canción
de cuna
a donde el sol
camina

Perdida
a lo lejos
no puedo asir tu mano seca
como un río
Sé que vives: ven
- no sé dónde - sé
que vives / van
a acudir /
vendrán
todos tus hijos: las mujeres
y los hombres murciélago /
los cigarra
y los hormigas/
también
los pobladores de las Siete
Cuevas/
son los hombres de
maíz
con su rostro de limo

Dime
qué ves/vuelve
la cara/
gira/ danza
alrededor
de nuestro Árbol
de la Vida

Sordomuda
(no se dice tu nombre
se respira)

Habla
me
aunque es de noche
no tardes en llegar
oh Patria amarga:
Acompaña
me
Acompaña
nos
aunque es de noche

En tierra de acahuales
andamos andando
Bailemos
Bailemos

 

DONDE SÓLO SE HABLA DEL AMOR

A los hombres, a las mujeres
que aguardan vivir sin soledad,
al espeso camaleón callado como el agua,
al aire arisco (es el aire un pájaro atrapado),
a los que duermen mientras sostengo mi vigilia,
a la mujer sentada en la plaza vendiendo su silencio.
En fin, diciendo ciertas cosas reales
en una lengua unánime, amorosa;
a los niños que sueñan en las frutas
y a los que cantan canciones sin palabras en las noches
compartiendo la muerte con la muerte,
los invito a la vida
como un muchacho que ofrece una manzana,
me doy fuego
para que pasen bien estos días de invierno.
Porque una mujer se acuesta a mi lado
y amo al mundo
 


Juan Bañuelos nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México el 6 de octubre de 1932-29 de marzo de 2017)​ fue un poeta, ensayista, editor y catedrático universitario mexicano. Estudió en las Facultades de Derecho, Filosofía y Letras y en la Escuela de Ciencias Políticas, todas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Perteneció al grupo La Espiga Amotinada. Publicado, en poesía: Puertas del Mundo, en La Espiga Amotinada (colectivo), Fondo de Cultura Económica (FCE), Letras Mexicanas, 1960; Escribo en las paredes, en Ocupación de la palabra, (colectivo) FCE, Letras Mexicanas, 1965; Espejo Humeante, Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA)/ Joaquín Mortiz, 1969; No consta en actas, Instituto Politécnico Nacional, México, 1971; No consta en actas (1978); El traje que vestí mañana (antología personal) (1980); Destino arbitrario, ed. Papeles Privados, México, 1982; Espejo humeante y Destino arbitrario, Secretaría de Educación Pública, ed. Lecturas Mexicanas, 1987; Poesía de Juan Bañuelos, (selección y prólogo de Raúl Novás), Cuba, Cuadernos Casa de las Américas, 1988; Donde muere la lluvia, Guadalajara, Luvina, México, 1992; A paso de hierba (2002); Vivo, eso sucede (2012).

Recibió los premios: Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1968); Premio Chiapas en Arte (1984); Premio Nacional Carlos Pellicer (2001); Premio de Poesía José Lezama Lima (2005). Su poesía ha sido difundida por la BBC de Londres y publicada en idiomas como el checo, polaco, búlgaro, húngaro, noruego, sueco, rumano y alemán.

Última actualización: 19/11/2021