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Ana Istarú (Costa Rica)

Por: Ana Istarú

Una hija conduce a su madre hasta el sueño

yo hablé con el pedazo de mi madre

  que no quería morir   se resistió

fue el potro que pierde la cordura
y es nervio cercenado ante la muerte

por la esgrima de fuego que sostuvo
tuvimos que enterrarla maniatada

yo pude hablar con esa jarra fría
de sangre que se muere
yo vi un dios reventado vi una estaca
de pólvora en su pecho

y a ese trozo de oído que latía
como una seda sacra
como el último barco
como el pulso final de flama de una astilla

a ese tercio de madre que me resta
y pesa más que el mundo
y es el diamante hirviente
que entierro entre mis ojos

a ese frasco de fe que me cedieron
clementes cirujanos desolados
le pude hablar
decirle
adiós pequeña
duerme
no habrá bestias feroces entre la oscuridad

Vida:

Sella mi pacto contigo.
Hunde tus brazos azules
por el arco de mi boca,
derrámate como un río
por las salobres galerías de mi cuerpo, llega
como un ladrón, como aquel
al que imprimen en la frente de improviso
el impacto quemante de la dicha,
como quien no puede esconder más bajo el abrigo
una noticia magnífica y quiere reírse solo,
y está el amor que se le riega por los codos
y todo se lo mancha,
y no hay quién lo mire que no quiera
besar dos veces las palmas de sus manos.
Vida: asómate a mi carne, al laberinto
marino de mi entraña,
y atiende con arrobo irreprimible
a este niño infinitesimal
urdido por el cruce de fuego de dos sexos.
Por él he de partir en dos mi corazón
para calzar sus plantas diminutas.
Vida: coloca en su cabeza de la altura de un ave
el techo de tu mano. No abandones jamás
a este cachorro de hombre que te mira
desde el sueño plateado de su tarro de luna.
Coloca, con levedad silvestre, tu beso inaugural
en sus costillas de barquito de nuez. No lo abandones,
es tu animal terrestre, el puñado de plumas
donde se raja el viento.
Vida: acoge a esta criatura
que cabe en un durazno.
Yo te nombro en su nombre su madrina.
Alzo por ti mi vientre.
Vida: abre los brazos.

V

Cuando tu amor fecunde pródigamente
el silencioso germen de la tierra y suba
un camino de espigas a mi atento cuerpo
colocando su ámbar en mi pezón de lis,
un follaje de alas a lo azul del omoplato,
el crudo torso del alba a mis ojos como un cerco;
cuando de mi corazón hendido abreven tus raíces
resinas agridulces, las celdas del almizcle;
cuando por tu amor ya nada pueda herirme, ni una honda,
qué hombre no amaré,
qué fugitivo átomo del astro más terreno,
cuál cardo no temblará en la miel bajo mi planta,
se negará a alojarme qué sombra con encono,
en dónde una mujer no le pondrá un encaje a mi cintura,
qué duelo ajeno no partirá mi fémur,
qué hombre no amaré ya para siempre.

 

 


Ana Istarú nació en Costa Rica en 1960. Poeta, actriz teatral y dramaturga. Su obra poética, que abarca seis poemarios, ha sido recogida en numerosas antologías americanas y europeas. Su libro más conocido, La estación de fiebre, -Premio Latinoamericano EDUCA 1982-, ha sido publicado por la colección Visor de Madrid, y vertido al francés y publicado en París por Editions de la différence. Cuenta también con traducciones parciales al inglés, alemán, italiano y holandés. Se le concedió en 1990 la beca de creación artística de la Fundación John Simon Guggenheim, de Nueva York. Otros de sus poemarios: La muerte y otros efímeros agravios (1988) y Verbo madre (1995). Sexos benedictus (2003), es su obra teatral más reciente.

Última actualización: 25/07/2021