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Lawrence Sail, Inglaterra

14º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Lawrence Sail
Traductor: Nicolás Suescún para Prometeo

El teleférico

La caja plateada subió suavemente desde el valle
con la facilidad de un mono colgando de un solo brazo;
en minutos, había reducido el pueblo a un diagrama,
el río rápido a un lento conducto de caolín,
el emplumado bosque a puntas sobre las que pasaba.
Te encerraba en su red de contrapesos,
de círculos que se trocaban en líneas rectas paralelas.

Surcando las manchas largas, te llevaba rápido sobre
las desahuciadas basuras de la morena. Te tenía con el corazón
saliéndose del pecho en cada pilón, donde se combaba,
retrocedía, y luego se impulsaba. Te obligaba a oír
cómo crujía el hielo en el cable. Te forzaba a observar
cómo proyectaba su sombra deforme de doblado acero
sobre los pináculos de hielo. Te hacía pensar en la caída.

Para el momento en que te llevaba en descenso hasta el valle
extendido, hasta las casas de amplios techos decoradas con luces,
sólo podías pensar en cómo debía de ser salir, allá
arriba en la cima, en el puro vertiginoso borde
de campos de hielo aún sin huellas, ese puro resplandor;
que te despojen de tu aliento en el aire delgado, con una ojeada
al fantasma de día de la luna sobre el sólido azul.

 

Pruebas

Eliminar hojas, el zumbido de las tardes largas, luz.
Poner en negrita el agarrón de la escarcha, noches negras.
Recomponer ventarrones del bosque, mares empinados como escaleras.
Poner en bastardilla las punzantes pendientes de la lluvia.
Cancelar corrección mundo asesino, centro de la desesperación.
Sangrar: en el principio, comenzar de nuevo.

Insertar un asterisco en Belén.
Reemplazar caracteres dañados por reyes magos.
Sustituir establo por posada, pesebre por cama.
Trasponer caviar y corteza, pez y anzuelo.
Realinear la esperanza, apreciar al hambriento y al muerto.
Imprimir: pesa en tu mano el libro en capullo de la primavera.

 

Substracciones

Las matemáticas de la familia son sencillas:
de vez en cuando réstele uno.
Una de un juego de cucharas, quedan cinco,
Uno de una familia de cuatro: quedan tres.

El uno restado tiene un nombre diferente
en diferentes momentos: bisabuela que se marcha
con fiebre láctea, o un padre rara vez visto,
o una madre que está allí y desaparece.

Uno solo en una casa con dos mujeres,
una sola en una casa con dos hombres,
uno solo en una cama de hospital,
uno solo, comenzando de nuevo.

 

Maestro expatriado


Te traigo los símbolos de dioses extraños 
De reinos del norte erosionados por el viento
Donde la historia persiste, aunque hace mucho destruida 
Por la palabra y la guerra, por agradables palabras de postguerra.

Les hablo sobre manuscritos iluminados, 
El Foro Romano, las estatuas de Versalles:
Nuestra tendencia a construir formas complejas
Más allá de nuestra sustancia, sobreviviendo al tiempo y al dolor. 

Caminas descalzo a la escuela, por sendas pedregosas;
Junto al espino agudo como el viento ves moverse al chacal
Esperando su oportunidad. Por la noche el ganado 
Se mueve intranquilo bajo la luna taciturna. 

¿Para qué los libros y el mármol, cuando los sentidos 
Se entumecen y dejan de advertirnos el peligro inminente?
Ya en casa te quitas la chaqueta, librándote
Del lema en latín cosido sobre tu corazón.

 

Niños en la nieve


Migajas blancas, 
los setos pegados hasta lo alto 
con goma: y la tierra levantándose 
hacia la oscuridad que arde 
como el gas azul en el borde. 

Nuestros niños entran 
fácilmente en él;
demasiado pequeños para compararlos
van sobre absolutos simplemente,
imprimiéndolos con sus botas rojas. 

Desde lejos 
los vemos sacudirse y resbalar,
engañados por la menor muestra de inclinación:
enanos encantados, acogen satisfechos
cualquier nueva pérdida de equilibrio. 

Cortinas de abalorios
caen entre ellos y nosotros. 
Van a regresar, estamos seguros. 
Si gritamos, entonces van a venir
Con las mejillas rojas y los ojos brillantes. 

Cruzan fronteras 
sin siquiera saberlo:
un día ya no estarán al alcance
para hacerlos volver, toda huella suya 
deshelada en los valles, en verdes colinas. 

 

Jornadas en hamaca

Doblándose hacia adentro,
feto izado, 
contemplas 
todos los mundos posibles
menos la posible 
llamada de la casa,
prefiriendo el tiempo,
como el escepticismo, suspendido.

Tarareando, 
te meces, un trofeo 
empacado y aventado
entre árboles oscuros
que te empujan hasta la casa 
entre hierba elefante;
el verano inglés vibra 
al son de exóticos tambores. 

A la deriva
muy indolente, 
de tu canoa de hilo 
gotean diamantes amarillos,
el remo parasol 
cuelga de la popa;
hundiéndote, vislumbras 
maleza en un alto lago azul. 

Dormitar
es vaga conciencia
de manos que se pliegan, 
de la estrecha almohada 
que sostiene la cabeza, 
de monedas de luz 
que pesan en los ojos;
tierra, rica tierra próxima. 


Lawrence Sail nació en Londres, Inglaterra, en octubre 29 de 1942. Ha publicado muchas colecciones de poemas y otros libros, entre ellos Building into Air (Construyendo en el aire), Bloodaxe Books, 1995, The World Returning (El mundo regresando), 2002; The World Returning, Bloodaxe Books, 2002; Cross-currents (essays) Enitharmon, 2005; Light Unlocked: Christmas Card Poems (edited with Kevin Crossley-Holland; illustrated by John Lawrence) Enitharmon, 2005; Eye-Baby, Bloodaxe Books, 2006; Waking Dreams: New & Selected Poems, Bloodaxe Books, 2010. Ha compilado y editado varias antologías, incluyendo First and Always: Poems for Great Ormond Street Children´s Hospital (Primero y Siempre: Poemas para el Hospital Infantil Great Ormond Street) y con Kevin Crossley de Holanda The New Exeter Book of Riddles (El Nuevo Libro Exeter de Acertijos). Sus poemas han sido emitidos por radio y televisión. También escribió un drama radial. Trabajo cinco años en Kenia como profesor.

Última actualización: 18/01/2022