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Cristian De Nápoli (Argentina)

Fotografía tomada de Eterna Cadencia

Por: Cristian De Nápoli

 

(Premio Joven Poesía Latinomericana
Festival Internacional de Poesía de Medellín)

 

Volviendo a la fábrica de nuestros juguetes

Fabián, ¿te sobra una base?
Esto es lo que quiero
construir. Pongámosle una nota
pero con números también maltrechos. Pi.
Prestame ésa que tiene como un cáncer
sobresaliente
o la mano de una novia congelada
en el momento de legar
suerte en forma de forraje.
Notable. No te vayas.
Miremos la escuela: no había un alma
que juntara treinta ladrillos sanos.
El excedente
camuflado como falla
salvo ahí donde es ley
que todos tengan: bajo el tórrido corsé
de la pedagogía.
La fábrica
todos los días
arrojaba muestras
de deformidad
que iban a dar en los recreos
más constructivos del mundo.
Mal.
Más constructivos (y punto).
Regular. ¿Te sirve esta base?
Tomá este ladrillo, saquémoslo del contexto
de un helicóptero de guerra. Darwin
hablando del cuello de las jirafas
habló también de este amoldaje
de uno al juego, y por lo tanto se merece
su homenaje, es más nuestro que los Legos.
Mal, pero a propósito
¿te acordás del cierre?
¿Fue porque Lego se enteró
en Copenhague de una marca
que la fraguaba?
¿O se enteró de nosotros
reparando a discreción
fuera de todo circuito
nuestro optimismo alegado?
Yo empezaría mi biografía por eso,
siempre es fenómeno arrancar con materiales desclasificados
y está la gracia de una visión de mundo
distinta a todas las que se preocuparon
sobre la base más bien pavota
de regulados ladrillos.
Fantástico sería
saber del doble danés de aquellos días.
Me intriga pero no tanto
como saber si con vos
la suerte fue con el tiempo
más natural que el espanto.
Insuficiente. Digo que si en la arena
que es dios, revuelo y sintaxis
son algo más que andamiajes
tus armaduras. Fabián, no te vayas.
¿Hiciste una casa?
¿Pudiste hacer una casa?

Alba

Ahí llega el alba, la más alta fiera
que me acechara alguna vez –sin contar la escuela.
Es hora de irse, de poseer
cada uno sus cargosas propiedades
o de ofrecerlas al ángel de los remates
al dormirse, o a las pulgas del domingo.
Con esta luz se hace el atajo
que toman las calles
para encontrar a las casas.
Se hace el cambio: calles que antes ni se veían
ahora pasan a formar
una ciudad, y ese pasaje
es el revés de nuestro viaje –vamos
de compartir a tener pies a medias solos
y a medias vestidos y ventana
individual, atada al nudo
de su edificio cada uno.
Ahí está el sol.
Un nene vocea el diario.
El suplemento infantil ahora se vende aparte.
Al nene le quitaron su abecedario.

Ahora
tu cuerpo es eso que la mente
cuanto más viaja más retiene; las cosas,
las cosas pasan por todo
sin que los ojos den razón.
Ahí enfrente está el curso de las cosas
al alcance de mis ojos: las sillas
en los bares, los bancos en la plaza,
las almohadas en los marcos
de otras ventanas, los palcos de otros dramas.
Y ahí está mi mente, el mismo foco y enfrente
hay divanes en la terminal de ómnibus,
hay una mecedora en la farmacia,
un canapé en la confitería,
en la butaca del insomnio
hay una amazona atascada.

¡Por qué asentar
lo que se ve, si es la hora del sonido,
de esta tos con el tamaño de una bailanta!
Algunos van, compran el diario; los gorriones
con su silbido desaprueban
el suplemento literario. Algunos van
directamente al trabajo; las palomas
tienen un plan: cagarlos de arriba abajo.

Y ésos que van, igual, son inmortales
porque del cielo una frontera con rueditas
repite todo el movimiento de este mundo
paralizándolo. Lo que se llama “día”
por convención –podría llamarse “engaño”–
sólo es para el que mira que se llama
paso del día, paso de los años.

Y acá no hay paso, hay parodia
de un brillo que la luz del día
no tiene en claro.
Fue una noche redonda de pájaros largos
o, bueno, muy señalados, pero qué fugaz
es la ciudad al lado de esas palabras,
qué fijo ese bestiario de sentidos,
qué animalaje para un gato, qué gatería
esa manera de comer
pájaros grandes o, bueno, muy a mano!

Pensar que hablaste con cuevas
y ahora estás hablando con ecos además
sería fingir que el recuerdo suma.

Al mediodía
el nene se va. Una mañana promedio.
El diario vuelve a ser de ayer.
El pasado es el medio.

Un olor se va haciendo persistente
pero aún no tiene importancia.
Una manera de quedarse habrá
que empezaré a ir juzgando como pérdida.

Última actualización: 28/03/2021