English

Sigfredo Ariel (Cuba)

Fotografía tomada de ADN Cuba

Por: Sigfredo Ariel

La luz, bróder, la luz

Mirar caer la nieve en la oficina de registro
cuando uno es la señal con un pañuelo, un sauce
que huele a mar del trópico, un animal aislado.
Pudiera caer ahora mismo la nieve sobre los edificios
en copos graves
pudiera morirme si me viera en una cerrazón
que tumba la cabeza
hasta las manos de los padres
que esperan sentados en un parque
y que no saben nada.

Un hombre quitaría con una vieja pala esta ceniza.
Vagamente regresa a aquel lugar
donde llovía detrás de la cabeza
cuando tuvo otro nombre y una cicatriz en la barbilla
y era hipócrita y humano
como un pobre diablo.
Bebía en los circos de ocasión
y tenía el bolsillo repleto de llaves inservibles
y un temor absoluto de la soledad.
Seré yo mismo acaso si fuera tenedor de libros
o fuera neerlandés y conociera la magia
y si en el extremo de mi vida la nostalgia
me pasmara las manos sobre el hielo.

Job pudo reposar sin violentarse
sobre este caracol marino
y las sabanas pudieran estar llenas de alfalfas
o de termas brillantes o de casas de troncos.
Quiénes seríamos entonces / calle abajo
acaso compraríamos el periódico de la mañana
cayéndonos de sueño
y las mandarinas y el pan dulce.

Estos años románticos los querrán los hijos de los hijos
y buscarán la letra en el registro, nuestros discos
los papeles sucios.
Voy a morir sin ver la nieve
qué hubiéramos adelantado bajo la nieve harinosa
esa pequeña aventura en nuestra luz:
el paso de un astro, la carrera de una estrella.

Estos días van a ser imaginados
por los dioses y los adolescentes que pedirán estos días
para ellos.
Y se borrarán los nombres y las fechas
y nuestros desatinos
y quedará la luz, bróder, la luz
y no otra cosa.

Los peces

A menudo me he dejado llevar por la corriente
agua de la ciudad, agua que filtran
los gajos de la menta.
No era un perseguido pero me perseguían
he servido de abono
caminado
la ruta que entonces alumbraban
los pequeños pescadores clandestinos.

Las perlas de tu boca, las perlas del danzón
eran de agua
y estaban en el agua como yo.

Quizás he visto todo
por el ojo de una res.

Y nuestra carne es roja y bien condimentada.
Y en las púas pondrían a secar nuestras cabezas
cortadas a ras "como la del bautista"
pero sin solemnidad
ni los ojos abiertos como tazas volcadas.

Llévala hielo acuéstala ave fénix
pájaro de aquí ve picoteando su corazón un poco
y busca escarba transfigura
un grano de madera dulce aún
no vulnerado aún por el descuido.

 

Quizás estamos en el globo de sus ojos.
Transcurrimos tal vez por sus antiguos cuerpos.

Gravitamos en el cielo de sus bocas
en la tensión del músculo nadamos
y hemos sido su ejército desde el origen.

Quién sabe no sea útil para mí
caer bajo el filo de su arado tantas veces.

Nuestros dioses fueron dispersados
en una edad incierta
huyen todavía entre las tantas noches
en que nadie vino
/a traer a preguntar
a guarecerse aquí.

Tal vez cueste demasiado sostenerse en pie
no es tierra firme.

 

Yo no soy la conciencia
ni siquiera la inconsciencia
entiendo la mitad de esas noticias de África.

Ningunos ojos sino los míos
ahora beben de esta visión encantadora.
Yo debía estar solo en esta dulce soledad
como Manfredo.

He aprendido a nadar
sobre el tesoro del agua paseé a caballo
me ha tumbado el aguardiente
bajo frutas maduras

he sido el mayoral y el sable
en la maleza que nos desconocía:
gente sin tino en el desorden
me he dejado llevar por la corriente
un cuchillo en la faja del baile popular
en la cervecería
bailarines saludando con delicadeza
luego un hombre y su mujer
desayunando en paz.

He aprendido a nadar
traje un cervato para altos sacrificios
Juan hijo de Juan
nací una noche en que los bares cerraron
por temor de la guerra.

 

   Hice blanco en esturiones de paño
dorados saludables pargos
del espíritu
y roncos jóvenes
y jóvenes serruchos
ni siquiera tenían alma
sino esperma goteada y largos
huesos de harina
Hombres con alas cazadores como yo
fértiles como salidos de la Biblia
bailaban en las márgenes del río
del brazo de sus hija vírgenes
con ojos de carbón
entonces creo
no vi más.

 

Habrá quien de estos versos saque una canoa y
entre al mar pues ya he sentido en mi espalda su
callado impulso y siempre habrá quien de estos
versos edifique una tarde incomprensible para mí
entre sus desconocidos en lugares que no veré
rodeado de palabras que serán extrañas y siempre
habrá quien suponga la nada de estos días y trate
de cortar con un cuchillo esta rueda de humo.

 

Ha vuelto a ser octubre muchas veces
punteros de átomo, navíos
escapes de amoniaco

nos han acorralado como estacas
no he prestado atención.

Tras las canteras
y el rastrojo oliva de los pastos
no se verá la costa
llamada Caibarién por un vaho de indios.

Y me he dejado llevar
o me han traído

y he llegado hasta aquí
remontando
la tierra apisonada
por infinitos bailes.

Video: El artista cubano

 


Sigfredo Ariel nació en Santa Clara en 1962- muere en La Habana, en 2020. Poeta, ilustrador, diseñador gráfico y guionista de cine. Ha obtenido el Premio David de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en 1996; el Premio Caimán Barbudo en 1989; el Premio Julián del Casal de la UNEAC en 1998. Merecedor en el año 2001 del Premio de Poesía Nicolás Guillén. Ha publicado: Algunos pocos conocidos, 1987; El enorme verano, 1995; El cielo imaginario, 1996, Las primeras itálicas, 1997; Hotel Central, 1998; y Los peces y la vida tropical, 1995 y 2000.

Última actualización: 05/11/2021