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Pedro Enríquez, España

17º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Pedro Enríquez

Soy el espíritu encarnado de Humprey Bogart,
no lo supe hasta este lunes, en el parque X.
Lo cierto es que él y yo no nos parecemos en nada,
pero ya se sabe, estas cosas del más allá
siempre sorprenden con lo más insólito.
El martes conocí al espíritu de Lauren Bacall,
acabo de mirar la Wikipedia, y era ella seguro,
me refiero a mi última esposa en la otra vida,
pelirroja en vez de rubia, ojos color cerveza negra,
pequeños cambios que no me impidieron reconocerla.
Me acerqué y le hablé, así de sencillo, genial,
claro que ya había entrenado la mirada castigadora.
El caso es que nos gustamos, de golpe de pestañas.
Resulta que ya no puedo vivir si ella, aunque todavía
no le he explicado nuestro verdadero origen.
Creo que antes del antes hemos sido amantes.
C’est fantastique (estoy aprendiendo francés
para impresionarla), merveilleux, magnifique.
Esta tarde de domingo hemos quedado para hacer el amor,
nos contemplaremos, acariciándonos sin tiempo,
sólo la alegría de los sentidos compartidos,
nada más, como en una película de blanco y negro.
Ahora que soy Bogart he descubierto que el cine
y Casablanca descubren la verdad de la mentira.

 

*

Entro en mí y me convierto en hombre y mujer,
árbol donde el deseo contempla su gozo de llama.
En el azar de la lluvia germina el olvido de las hojas,
el amor se oculta levantando sonidos mudos de savia.

Bautizo palabras en mis manos, nombro espacios nuevos,
extiendo caricias donde la vida reconocía la piel amada.

Brocales de labios,
cautivos en la fiebre,
ascua de vientres,
exhausta cicatriz de mejillas,
sándalo sobre la piedra de nube.

Entro en mí y me deshabito para el camino del deseo,
desnudo en la vigilia de otros límites lejanos a la luz.

Lanzo al agua las sílabas de un nombre,
alimento de gemidos para peces húmedos,
esperando nacer en otras alas
                   que murmuren mi nombre reconociéndome.

 

*

 

Busco una amante que me ame.
No todas la amantes te aman
ni todas las que te aman son amantes.
A veces alguien dice te amo
                   pero tampoco es amante.
No hay soledad más hiriente
que cuando ella dice somos amigos
y quedas en el cuarto de los ratones
con las manos atadas sin caricias,
aquellas que un día se enlazaban,
                            vana ilusión.
Entonces de nada sirven los recuerdos
sino para el dolor intenso del silencio
cuando te muerdes los labios del beso
abandonado en los portales de su casa.
Te palpas en la noche del cuerpo
y vas cortando lentamente con cuchillas
cada una de las huellas de tus dedos,
sigue luego la disección de la memoria
y acudes a urgencias con el llanto desangrado.
Parecen asuntos ridículos y triviales
si estas cosas no se sienten propias
en eso que llamamos alma o espíritu
-para el caso es lo mismo-,
claro que puedes darte por aludido
después de muchos intentos sin respuestas
y mullidos labios vacíos en el cogote.
Contemplas entonces más que nunca
las parejas que se toman las manos
y se miran como Romeo y Juliette.
Buscas de nuevo el tiempo vivido,
Las palomas de sus senos,
el tiempo con pasión entregado,
el tiempo sin tiempo,
pero sólo llegan otras cosas
más crueles que arañazos de gato.
Te preguntas porqué tanto entregaste
         y no fuiste chico malo.
Me pregunto incluso ahora para qué sirven
         ahora estas palabras cuando las palabras
                   lo eran todo en el músculo del corazón.
Entonces leo las primeras páginas del libro El Secreto
y repito con convencimiento:
         busco una amante que me ame,
                   que me ame.
Enciendo las velas y contemplo el cielo esperando una señal.
               
Mire usted,
         Señorita,
póngase el sonatone
en la canalilla del escapulario,
no es por el oído,
aunque dicen es lugar de la fe.
Quiero que sienta cada latido
y después se pregunte por el origen
de su corazón en marcha:
onomatopeya tac tac tac en su pecho.
Sienta ahora esta cadencia de mi pulso
cuando la rozo y las manecillas del tiempo
se aceleran tic tac tic tac en la arena
de mis dedos en asueto de relojes,
campanas y campanillas tin tin tan tan,
 cuando entro por su puerta toc toc
con la suavidad de mi deseo y rasgo tras tras
la tela de la distancia para sentirla tan cerca
que no pueda rechazar mis pretensiones,
suave llamada en el camarín de los besos,
ton ton tris tris buscando sus labios de nácar.
Plaf plaf el agua de mis entretelas y cremalleras
en el gozo de sentirla plas plas en mis muslos
acostumbrados al placer del otro ay ay en gemido.
Sepa que la amo cuando camino, a solas, en sueños,
ay, de nuevo, amplificado en el abandono de su sexo.
Así, así, somos uno en el aaahhhh compartido.

 

DOMINÓ

Seis doble
después de las seis p.m.
golpes sobre las mesas
cervezas en corrala
la tarde solitaria

Doble cinco
los dedos en alabastro
surcos de blanco y negro
se esconden en el olvido
las manos del oficio

Cuatro sobre cuatro
cuatro mesas a la deriva
cuatro rostros navegantes
cuatro dardos en la mirada
cuatro destinos en naufragio

Tres más tres
donde el otro se oculta
comienza la palabra
cuenta de símbolos
multitud de historias

Dos y dos
aliento de fichas y silencios
principio de origen y vacío
un alfil de cristal y herida
giran la soledad y la entrega

Uno doble
la noche espera tras una puerta
el escenario de un arco de olvido
las matemáticas de un te quiero
a veces el alcohol se quiebra

La última luz se apaga
sólo queda un camarero
y los restos de un dominó
vencido en la
doble blanca.

 

Dame la mano donde tu nombre riela,
persigo de los dedos el brazo,
dibujo una estrella con mis labios.
Del brazo al abrazo,
cálido coseno, seno verso,
amante converso de tu cintura.
Papel en blanco el pliegue interno
del codo izquierdo,
lengua española en tu cuello.
Muerdo la lista de la compra telúrica
desandando botones sin etiqueta,
abriéndose en alas hasta el suelo.
¿Y ahora…?
Te pregunto si pregunto
una pregunta
o prefieres la seducción de mis palabras,
adivinar el venero de tus muslos
dibujando vocales en tu espalda.
La respuesta en la próxima entrega,
este fiero deseo por incompletos capítulos.

 

*

 

Siente la tersura de una tela ajada,
el inicio de un palabra incompleta,
un trozo de sal en arista desnuda.
Piensa en todas estas tonterías
como si nacieran de tu cuerpo,
ya sabes: el aura sutil,  lo etéreo,
todos los aros que te rodean invisibles.
Busca en tus pantalones de fémina
la parte masculina de los ovarios,
comprende que todos somos uno
según las últimas enseñanzas del milenio,
dosmildoce y un nuevo resurgir a las formas
de la vida, gente mona y en paz con la tierra.
Sienta bien el masaje ayurveda,
las manos que fogetean la sesera,
el despertar y la alineación de los meridianos.
Ahora cierra las esquilas de los ojos,
Todo es luminoso y la paz se adueña del instante,
laaaaaammmmm y la armonía te cubre la sonrisa.
Sólo falta una cosa, un detalle sin importancia:
este volcán del alma que no cesa,
este tigre de fuego donde sólo tu nombre
habita devorándome sin yo quererlo,
          sanar este chakra del pecho que me sangra.

 

*

Se alquila
este local
para
Nochevieja.
Dejad las ofertas
sobre la cubitera de hielo.
El cuerpo del propietario
se acompaña a la propuesta.
Es válido amar y desamar,
pintarle las ojeras,
revender su alegría.
Mañana nada quedará
de esta torpe ilusión.
Deja tu nombre,
teléfono
y unas palabras
para una imposible respuesta.

 

*

Vuelven al origen las palabras,
yacen eternas en esta tarde de flores
         sin destinatario,
trazo líneas paralelas sobre el blanco de la vida
y un pentagrama se incendia con una gota de agua.
si supieras tan sólo del camino de una lágrima en abandono.
Dame una nota equivocada en el recuerdo,
un violín líquido asumiendo la memoria,
un barco equivocado quemando amarras,
un limbo de música sorda,
         inútil la batalla,
palabra contra palabra,
                   desnudo contra desnudo.
Nadie afina la madera de lealtad amante.
Una sola nota desasida,
abierta en el alto de una hora sin rumbo,
esta mente del encuentro sin el otro ni espera,
utensilios para la disección del pensamiento,
orígenes del abismo,
sediento de opuestas alegrías,
buscando nombres posibles para la canción imposible,
buscando una meta para las líneas atrapadas.
Labios de jengibre, palmera donde nace el beso,
aspas las manos, vaivén de baile,
abrazo de agua,
         poesía para desafinados.

 

*

Quedan los muros en abandono de carteles,
un naranjo de murmullos creciendo en las graderías.
Falta aire para los pájaros,
alas quietas y sordas por los aleros.
Piedras redondeadas y sedientas
desordenan el eco en los callejones.
Sólo abril comprende la voz del solitario,
el albero sin labios de la soledad,
la valentía de vivir
en el peligro de los ojos sin lenguaje.
Sólo abril conoce el horizonte oculto
de la cicatriz navegante.

 

*

Ángel de la luz
y de la sombra,
vigilante de los tendidos,
de la tristeza
y del triunfo,
no dejes que la lengua del miedo
lama la piel
de mis pies ofrecidos.
Ángel de las horas nocturnas,
del tiempo de la valentía,
enséñame tus alas
y deja que mis dedos
entiendan la leve materia
de tu presencia.
Luego seremos dos
en duelo de consumación,
hombre y toro
en la misma esencia del nacimiento.
Dime tu nombre
y sálvanos del libro del olvido.

 

DE ESPALDAS A LA FIESTA

He venido con palabras en las manos,
como un niño que se amamanta,
como una muchacha que recibe su primera caricia.

Nadie me llamó,
ni mi nombre aparecía entre la lista de invitados,
un breve recuerdo, un íntimo pensamiento,
un gesto acaso en uno de los asistentes
ha bastado para esta presencia
que es un inconveniente.

Todos hablan en voz baja y me observan,
deseosos de que desaparezca.

Soy extraño entre aquellos que un día reíamos
y bebíamos juntos,
quizá cómplices de la misma aventura
-¡qué palabras tan deleznables!-

Hoy he llegado como un suspiro,
como un soplo,
como la misma sangre siempre presente,
tan dolorosa cuando resbala por la piel abierta de la herida.

Y aquí estoy, indiferente,
igual que un firmamento ocupando todo el espacio de la atención,
dioses pequeños observándome.

No, no es la música, los vasos, las promesas,
las falsas vestimentas, lo que me atrajo.

Sólo un pensamiento:
duele la vida sin esperanza,
sigue la rueda sin cansancio.

Traigo un sueño y alguien me espera,
mirando al cielo,
    de espaldas a la fiesta.

NOCTURNO

La noche encendió su vela sin límites:
Miles de aguijones de cera herían el cielo.
Cabellos de luz evanescentes
engañaban al duende de las tinieblas.

Por las nubes rodaba una lengua de cocodrilo
lamiendo la lluvia con su discurso de agua.
Un reflejo de farolas rompía cristales
en los colmillos de las esquinas.

Era la ciudad dormida,
                        búhos en las ventanas
y murciélagos persiguiendo el sueño de los niños.

Era la hora confusa cuando la pluma de un cuervo
se transforma en paloma,
          cuando los ladrones se detienen
a observar su rostro en el espejismo
de las fuentes en silencio.

Un enigma invisible abrió sus fauces
devorando la madera de los puentes,
          dormían los olvidados y su miseria.
El paisaje de cloroformo se apoderó
del alcanfor de las corbatas
                    y corales verdes en las arenas
escondían amantes en un viaje imposible.

En el atril del vacío
                              el océano recitaba un verso imperfecto,
puro en el olvido de la espuma.

Era nuevo el mundo en los objetos inventados,
libre sobre el blanco de las almohadas,
la raíz antigua de los parques
                                        escondida en los armarios.

Era la prisión del misterio,
                                        destino y locura,
                    secreto y alcohol,
                              alma de la sombra,
abanico de párpados
                                        compartiendo la sal y el tequila.

Las imágenes buscan el destello de una luciérnaga.

Amanecía.
Nuevamente la vida.
Se purifican los dedos en el papel.
Tras una cortina de humo,
                    calles canallas y ruinas de alce,
Dibuja esmeraldas el aire.

 

SE HA CLAVADO LA CIUDAD...

Me sobra corazón.
Miguel Hernández

Se ha clavado la ciudad
en el diafragma de un anuncio triste
          canción indefinida de lágrimas
que el viento mueve
con la paciencia de amantes imposibles.

Por el labio roto del paisaje
suenan las gargantas eléctricas de los claxons.

Nadie por los pasadizos de la ternura
encendida.

Acaricio mariposas que no existen.


Pedro Enríquez nació en Granada, España, en 1956. Poeta, narrador, editor y arquitecto. Colabora asiduamente en la organización de actos culturales, coordinando encuentros de poetas y recitales de música y poesía. Director de la Revista Ficciones Revista de Letras, sus poemas han aparecido en diversas revistas literarias de España, Estados Unidos, México y Portugal. Ha publicado los libros de poemas: Extremo a extremo del silencio, 1987; Historias de arena, 1993; Vigilante de niebla, 1995; Los áridos pasos, 1999; El eco de los pájaros, 2002; Las manos en su vuelo, 2003. Dice Juan J. León, “… Pedro Enríquez escribe una poesía intuitiva, al margen de cualquier técnica preconcebida, ajena a toda planificación ni medida determinante: una poesía marcada por la sensibilidad y ajena a la racionalidad. La acumulación de imágenes sugerentes es la muestra continua de una realidad cambiante que centra la atención del lector. Su expresión poética prefiere sugerir a decir, dar a entender más que dar a conocer, con lo que libera la imaginación del lector, para que aporte su propia interpretación del contenido poético según su sensibilidad, saber y gobierno. Parece como si este escritor fuese anotando las impresiones poéticas según le van surgiendo en su cotidiana experiencia como si de una escritura semiautomática se tratara…”

Última actualización: 11/01/2022