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Obi Nwakanma (Nigeria)

Obi Nwakanma en el 18° Festival Internacional de Poesía de Medellín
Memoria Fotográfica del Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Obi Nwakanma
Traductor: Ricardo Gómez

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 81-82. Julio de 2008.

 

MAÑANA DE SÁBADO

Al mediodía, ya habíamos pintado el cosmos,
Y lavado la pintura seca de nuestros dedos.
Pusimos la mesa para el café,
Y llenamos el jarrón.

Recreamos nuestras destrezas en parte como victorias,
Y en parte como una sucesión de accidentes pospuestos,
Para añorar a las mujeres con quienes nos entreveramos,
Para detener la pesadilla de una vida sin sentido,
Y para balbucear la ebria verdad:
¡No se puede vivir sin amor!

VEINTINUEVE PASOS

Puede ser una señal, cuando forcejeas
Con el cordón umbilical - el poder que te conecta con la tierra,
Con la matriz. Niño, el ciclo de la sangre
Me abruma: hoy, celebramos con el aliento oprimido,
Veintinueve pasos desde la tierra de los espíritus.
Tu acercamiento a través de una noche azotada por los vientos,
A través del corredor primordial,
Es una cronología que me llena de temor.

Es la danza de la tierra que me estremece.
Es Petah Tikvah hoy en día. La cicatriz que aún permanece
En el alma. Una niña ardió en el infierno.
Su grito no puede ser enterrado en una tumba.
Y he soportado sobre mi alma agotada,
Los gritos de quienes yacen en tumbas sin marcar.
La voz de la muerte porta una verdad olvidada hace mucho:
"El futuro son los restos calcinados de otro día".

En Nablus - en el campamento del tedio -
Hay tan sólo horror en los ojos de una madre,
Como el viento, inflada por estos vívidos momentos,
Estalla en un canto.

ORFEO A LAS PUERTAS

¡Oh Niño!

He reunido epifanías como una religión,
Escrutando cada borrador de mi autobiografía,
El dosel de las narraciones,
Las inscripciones del hierofante, como si fueran signos mayas.

He escogido una fecha para tu llegada.
He construido un pesebre con una constelación
De cartas de amor.
Te he dado un nombre.

ii

Hay un período de absorción, y
           Uno de olvido -
Un momento para canturrear con las maracas
          Y para brindar con cerveza escarchada -
Un momento para mostrar el brillo de mis zapatos de charol -
          Para danzar de nuevo con las huríes de Ayilara *

iii

Esta intoxicación, me dije, es como
Acercarse a la muerte de la palabra. Una conmoción
Que desconcierta a la sed. La naturaleza lírica
De la alegría es como la primera sonrisa de un bebé.
Ese arco de neón que da forma al mundo.

* N. del T. En la religión islámica, una hurí es una bellísima doncella virgen de ojos negros, de cuya compañía en el paraíso todo verdadero mahometano gozará tras la muerte. Estas doncellas, que tienen el don de la eterna juventud y están dotadas de toda suerte de encantos, simbolizan para algunos musulmanes la eterna bienaventuranza.

 

AL MEDIODÍA DE NUESTRAS VIDAS

 

Al mediodía de nuestras vidas
Arrastrábamos nuestros talegos de harpillera
Por las autopistas.
Sobrellevábamos la niebla en nuestras almas
Y las nubes en lo alto, sobre nuestras cabezas.
Olisqueábamos la hierba empapada de sol
Y la lluvia en la tarde.
Contemplamos un amanecer, y lo conocimos,
Antes de que se desvaneciera;
Esta sima incierta lo ocultó de la arena movediza.
Demasiados siglos del mundo y sus causas suficientes se interponen entre nosotros.
El sol desciende raudo allende los cerros.
Los rayos líquidos se precipitan por sus laderas,
Atizando a la sempiterna tormenta. El temor se desliza
Como una palabra imprudente en una oración.

 

UNA CONVERSIÓN

 

Esperamos al niño,
como oscuros polluelos de cisne a la noche.
Deslizándonos, las ondulaciones,
La luz mortecina y las hojas de otoño
Flotando sin alas
En la tarde.
Que los dioses enterrados en nosotros
Se liberen, renazcan
Y sean humanos de nuevo,
Pues cada nuevo nacimiento es el llamado del almuédano
Que nos inspira una nueva fe.

 

 

A LA MEMORIA DE LEONARD GAKINYA

 

(Se le encontró colgado el 2 de octubre de 2002, en Springfield, Missouri)

 

Y recuerdo el zancudo
Y la tribu de las hojas canoras.
Y recuerdo la hoja imperial
Inclinada al fin ante el sol.

Oscuro, pensativo –
La cara de un santo caído
Sobre él, disgustado –
Tronco de virilidad gigante
Agitándose impotente a través de la poesía.

Empalaba cada mediodía
Con una malevolencia erguida y oscura, así como
La vivaz serpiente, ataca
Donde la hierba es más verde.

Y recuerdo el fogón ardiendo, la perra en calor –
Las partes pudendas sin escrutar – la heredad sin visitar
Haciéndose eco a sí misma, ventrílocua del viento.
La melanina está bajo mi piel, y eso tampoco es nada nuevo.

Pero déjenme contarlo… déjenme contarlo todo…

Sobre la noche en que naufragó la luna
Bajo mi piel. Y le hice el amor al Prozac,
Al éxtasis, y canté una oda al olvido,
Brindando a la medianoche con Bella Sera junto a mí.

Pero déjenme contarlo… déjenme contarlo todo…

Sobre el cielo azul y sordo,
Sobre el día en que alcé
Mi mano para pedir más vino,
Y alcé mi copa –
Por los pezones de la mañana que se endurecían
                                   Frente a mí.

Por el dios que creó el dolor mientras creaba el vino
Por el azuela que espera para dar forma a la madera
Por las noches variables e inciertas
Por mi sombra en pie, sus manos en jarras,
Extendiéndose por muchos metros
Hasta las terrazas del bello San Luís –

Déjenme decirlo … déjenme decirlo todo…
(pues la melanina está bajo mi piel)

Sobre el mar de rostros gruñendo en Delmar, pálidos,
Rabiosos, temblando ante la luz,
Y la noche que se me ofreció
Para tentarme a saltar y colgarme
De un cielo de diez pisos –
El lazo de telarañas que baja el cuerpo
Hasta la iluminación,
Desde el séptimo éter hasta la novena sinfonía, y luego
El paso final y Beethoven eructando
Desde la solemne endecha.

Deja que lo cuente todo, niño, déjame contar –

Del lugar telúrico, el salón de la fama,
Y cómo hiere. Pues recuerdo el zancudo,
Aferrado al escroto, sacerdotal,
Con un desorden intangible –
Sin diagnosticar –
La mentira obsesiva, impertinente y maravillosa
Que sufre el ser y que clava
En la cruz – todos los deseos –
Ser claro. Ser un niño.
Atravesar el cuerpo y su alma
Y decir: “Amen”.

 


OBI NWAKANMA nació el 18 de diciembre de 1966 en Ibadan, Nigeria. Poeta, periodista y profesor, graduado de la universidad de Jos en Nigeria. Autor de Thirsting for sunlight y The Roped Urn, su primera colección de poesía, ganadora del premio Cadbury de Poesía otorgado por la Asociación de Autores Nigerianos en 1996. Actualmente se encuentra en una etapa avanzada en la escritura de The Stifled Sneeze, una biografía del difunto poeta Christopher Okigbo que murió durante la guerra de Biafra. Sus poemas y artículos han aparecido en varias publicaciones y columnas. Periodista reconocido para revistas como "Vanguard", "Newsweek" internacional, la revista “Independent” de Sudafrica, entre otras. En su primera colección poética publicada en los E.E.U.U., tenemos la voz del viajero, navegando bifurcaciones, y el alma de un místico, arraigada en la cultura vibrante de su gente. (…) Es este un poeta que fabrica mitos en una época de prosa y poesía política. Aquí está el sueño de un pintor de la poesía palpable en color y detalle, si de deidades o de limpiadores; la poesía ferozmente viva con Agwü, eke y Afö. "Escribo, pidiendo prestado el mundo místico rápidamente perdido del Igbo, traduciendo dentro de él una visión contemporánea de la condición de la sociedad: las contradicciones del poder, la tragedia de la violencia, tales cosas. También escribo sobre esa parte de mi vida que es pagana - mi amor por lo sensual, el placer de los sentidos. Después de todo, Agwu es mi avatar creativo, y él ama al vino y a las mujeres."

Última actualización: 24/02/2021