Rubén Darío Lotero (Colombia)
Por: Rubén Darío Lotero
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 88-89. Julio de 2011.
LA CASA
(a la memoria de mi madre)
Un barco es esta casa
navegando por la ciudad
con su familiar tripulación
y mi madre es su buen capitán
pendiente de cada detalle
y de cada ventana limpia
para continuar adelante
con su proa levantada
hacia las casas vecinas
y la popa del patio
llena de matas
En la cocina
(máquina de vapor)
pita la olla
y en los alambres
la ropa seca
velas desplegadas al viento
Un barco es esta casa
con los camarotes tendidos
las almohadas guardando los secretos
de sus jóvenes marineros
(mis hermanos)
que descienden por una única escalera
después de cada viaje nocturno
hacia la calle
En la tarde
cuando aún el barco no toma
el rumbo de la noche
y después de dejar en la mesa
el libro y el cuaderno
salgo a su balcón
a mirar
Cerca
los pájaros del cielo
se posan sobre las antenas
de los tejados vecinos
o en hombros del álamo de la acera
mueven inquietos sus colas
y saltan hacia las lejanas montañas
que flotan como islas
en el azul
Por eso cuando mi madre muera
con dolor la meteremos
en una pequeña
y estrecha canoa
y la lanzaremos
hacia el cielo
para verla alejarse
como nube blanca
y en la noche vagar
como lucecita de globo.
DOS HERMANOS
Todos los domingos al atardecer
los dos hermanos solteros
apagan la televisión
salen de su pequeño apartamento
y en silencio bajan hasta el patio
Mientras el que trabaja en una lavandería
se sienta en la acera
y calienta sus manos entre las piernas
el otro (que es rector en una escuela pública)
va hasta el arbusto más cercano
y una a una le quita
las hojas secas o dañadas.
EL SOL
Como el ocioso muchacho del campo
que baja al pueblo en semana
el sol
se pasea en vano por la calle:
todas las muchachas están en clase
y las bicicletas
encadenadas en el patio de recreo
SUBURBIO
En la cañada del suburbio
los pequeños levantan chozas
y los grandes juegan a las cartas
mientras en improvisado fogón
cocinan la gallina
hurtada de un solar vecino
EL TROMPO
Vestir el trompo con delgado hilo
y en un envión
desvestirlo
esbelta bailarina de lisas caderas
danzando libre
en un sólo tacón
EL ÚLTIMO COLECTIVO
Aguardamos somnolientos
a que se llene el último colectivo
con hombres que caminan presurosos
y muchachos que se acurrucan
incómodos
(arriba la noche arrastra
su colcha de estrellas)
El carro al fin se llena
y parte por calles desoladas
donde sólo reina la lámpara de neón
Vamos hacia la quietud
de nuestros cuartos
¿Quién podría hacernos perder el camino?
Sin embargo frente a mi puerta
dudo un instante:
la luz de los zaguanes
de las casas vecinas
como mujeres desveladas invitan
a permanecer despierto
LA PUERTA DE ATRÁS
El mendigo en la acera
grita el nombre del chofer del bus
para que abra
la puerta de atrás
Los pasajeros incómodos
no se atreven a mirarlo
¡Hoy me bañé! les grita
y la puerta se abre y de un salto
se sienta en el escalón
con sus tarros ahumados
Está feliz de poder llegar en bus
a su empinado barrio
Pero cuando los escolares
apostados en las esquinas
tratan de colarse
él los golpea
y grita el nombre del chofer del bus
para que cierre
la puerta de atrás.
LAS CENIZAS DE GONZALO
Gonzalo Arango
¿por qué te llevan de acá?
Dejo sobre el lavamanos
la brocha y la máquina de afeitar
para escuchar tu voz
de cura de pueblo
y ver tu foto de hippy de los 70
en la televisión
Aquí nadie te reza es cierto
pero al menos pisamos a diario
tu calle Junín
y cada noche descubrimos en la montaña
la luz de una nueva casa
para este valle de risas y lágrimas
Murió Gonzalo en un accidente de tránsito
me dijo Elkin Restrepo
una mañana
en la cafetería de la universidad
Yo que apenas dejaba mi casa
y mis vecinos de futbolito
para cargar un libro y un cuaderno
en una mochila parecida a la tuya
Y ahora dicen
que te regresan a tu Andes
hoy mismo
que quizás allá sí
alguien te pondrá flores
Como hijo pródigo regresas
ahora que estás más que viejo y achacoso
¿o no?
Milton Erre dice
que te llevará
en una cajita sobre sus piernas
cuidando que en las curvas
no te vayas a salir
y te confundas con el polvo
de la carretera destapada.
NOTICIA DE UN MUERTO
Acostado bocarriba en la acera
(viste tenis, bluyín y camiseta)
está el hombre recién asesinado.
En la mano del pecho
hay un anillo;
en la otra, un cortaúñas.
Sin apartar la mirada
la joven vendedora de tintos dice:
estaba casado.
Y el embolador: no somos nada.
Lenta
por entre las junturas del asfalto
avanza la sangre.
Dos policías extienden una cinta
para que nadie pase.
Se me hace que este actor
terminada la función,
sacará el pañuelo,
se limpiará la sangre del pelo,
y saldrá riendo
para su casa.
Pero no.
¿Los ojos entreabiertos
que almohada de nubes buscaron?
¿Los labios blancos
a qué mujer abandonaron?
BIFLORAS
Madre
sufres allí acostada en la cama
y nosotros
sentados cerca de las puertas
y ventanas
tratamos de sorprender
a la muerte
si entra o sale
pero sólo el viento salta
el muro del patio
y corta tus bifloras.
Rubén Darío Lotero nació en Medellín en 1955. Con el libro: Poemas para leer en el bus obtuvo en 1991 el X Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. También ha publicado los poemarios Camino a casa y Papel de globo. En 1990 publica “Historias de la calle”, una recopilación de crónicas cortas realizadas por sus jóvenes alumnos de barrios marcados por la pobreza, el olvido y la delincuencia. En torno a la relación vida-poesía-tierra el poeta nos dice: “El ritual de la vida supone relacionarnos con los elementos esenciales y sagrados: el agua, el fuego, el aire y la tierra. En la poesía de todas las culturas y de todos los tiempos está reflejada esta relación diaria. La poesía ha cantado, ha gritado o se ha silenciado frente a la acción de dichos elementos. La poesía le ha mostrado al hombre, a través de la artesanía del aire que son las palabras de la tribu, la belleza de nuestra casa que gira y anda en el universo. Siendo la Poesía aire, respiración, aliento, palabra, su esencia hace parte de la Tierra.”