Hugo Oquendo Torres (Colombia)
Por: Hugo Oquendo Torres
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 90. Febrero de 2012.
Los niños de la luna
Los niños de la luna son inocentes.
Ellos son pobres, andan descalzos y sin camisa.
Ellos están untados de barro blanco hasta las rodillas
y tienen una cadena de mugre en el cuello; sus manos están siempre
sucias de tierra, además su piel está morena por el tío sol.
Los niños de la luna son como los niños de otros planetas.
A los niños les gusta mascar chicle, también les gusta jugar
a la llanta dirigida por un palo.
Su ángel guardián es un perro gris, grande, tonto, valiente, feo y huesudo
al que llaman Capitán.
A los niños de la luna les gusta bañarse en los ríos y en los estanques,
les gusta salir a mojarse cuando llueve, les gusta pescar.
Ellos son sencillos como sus mascotas, los escarabajos y los grillos.
A los niños les gusta desplumar tórtolas con sus caucheras.
Jugar al científico con las lagartijas y las ranas.
Les fascina formar gazaperas.
Los niños de la luna son tan comunes.
Anoche le asaltaron el árbol de mango a doña Anita;
anoche la vaca Amapola
apareció con un tarro de lata en su pata y un trapo en la cola;
El gato blanco de Bertha
amaneció de color rosado junto a su puerta.
Esta mañana la capilla del padre Cruz Elías amaneció sin velas.
El perro de mi casa al cual llamamos Motitas, apareció rapado.
Anoche se desaparecieron los huevos del gallinero del tío Octavio,
y las gallinas no dejaron ni un centavo.
Los niños de la luna tienen una casa en un árbol, y desde esta mañana
no juegan, no van al río ni pescan, porque según parece están durmiendo.
¿Quién les interrumpirá el sueño a estos ángeles de barro
amasado con lágrimas?
Los niños de la luna no son de la luna, ellos son de mi pueblo.
Otros silencios
(Catarsis de la memoria I)
Todo era una algarabía, jolgorio y fiestas, antes que llegaran ellos.
Mi pueblo acostumbraba a vestirse con trajes largos y coloridas comparsas,
los niños jugaban hasta bien entrada la noche y nunca estaban en silencio.
La arena caliente y polvorienta de mi pueblo se divertía junto con el viento,
creando artificios para resolver cómo ensuciarle el vestido de lino blanco
a doña Julia. Cuando nos visitó el silencio.
No se volvieron a escuchar las risas de los niños, ni las carcajadas y palabras
vulgares de los viejos que acostumbraban a jugar dominó bajo la sombra
fresca del almendro, en la esquina de don Hernán.
Cuando llegó el silencio.
El jardín de mi casa se fue tornando de un color dorado sol a un tono pálido
cual ceniza volcánica, hasta quedarse confinado en su profundo mutismo.
Tampoco se oyó más el murmurar de los arroyos ni los bullerengues
callejeros, ni aun en los putiaderos más maliciosos de mi pueblo:
La Ochenta, El Piel Roja y La Pesebrera.
Cuando el silencio se incrustó en nuestro tiempo,
haciéndose peso en nuestra voz.
Apropiándose de nuestro espacio.
Mi familia no elaboró más la natilla y los buñuelos en la calle de mi barrio.
Todo se fue enfriando hasta el punto que muchos abuelos murieron,
porque nunca más se volvieron a levantar de su silla mecedora.
Inclusive a ellos se les fue negado el abrazo del sol.
Cuando llegó el silencio a mi pueblo.
Mi padre se levantó e hizo ruido, pero luego fue silenciado.
Cuando nos visitó el silencio en Urabá.
¡Sssh!
Todo quedó mudo.
Frío
A nuestros muertos
los dejamos allí,
fríos
y desnudos,
bajo la tierra,
solos
y tranquilos,
descansando en la paz eterna,
sin que nada les pase,
sin embargo
ya les pasó algo,
están muertos.
Nació en Chigorodó, Urabá, en 1982. Desde hace 9 años vive en Medellín. Es teólogo y profesor. Ha trabajado con víctimas del conflicto en situación de desplazamiento y vulnerabilidad, en zonas como Tierralta, Córdoba y Ríosucio, Chocó, dentro de una corporación social que brinda apoyo y acompañamiento a las comunidades campesinas. Ha escrito cuatro poemarios, una colección de cuentos y algunos ensayos de teología, todos inéditos. Catarsis de la memoria y otros silencios, recopila experiencias de comunidades violentadas de campesinos, afrodescendientes, indígenas, mestizos, blancos, hombres, mujeres y niños.
Publicado en noviembre de 2012