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Carlos Framb (Colombia)

Fotografía tomada de La Revista Semana

Por: Carlos Framb

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 91-92. Junio de 2012.

 

Víspera

 


Quién será el que conmemore el big bang creador, del cual es hoy mi voz lejano eco; quién, la contráctil gravedad que llevara al hidrógeno a danzar sobre sí, hacerse luz, y condensarse bellamente en orbes. Quién habrá de celebrar cada encuentro afortunado de molécula en los mares germinales de la temprana Tierra, y a qué hora del día que ya empieza evocaremos el instante en que la arcilla primordial tornó a ser carne, íntimo
fuego, y el mundo una policromía en el tenue cristal de un par de ojos.

Quién, sino el adán que en mí recién despierta, habrá de proclamar las buenas nuevas que hay para todos en este amanecer: también hoy la mañana prevalece, y rueda aún la Tierra, exuberante azul, con la temperatura precisa para la piel desnuda. Redobla todavía en nuestro pecho la ola de la sangre, guarda la rosa fragancia bastante para la embriaguez, destila en cada fuente el agua que abrevará la sed de las gargantas. Y qué más quisiera el agua que hubiera hacia ella una sed grande...

Aún hoy la vida vivirá. Y seguirá en los seres abriéndose caminos a la luz.

 

Epifanía


Levitan en el aire del planeta esta mañana moléculas de flor, murmurios de ave y polvillo vestigial de mariposa; partículas fugaces de rosada claridad atraviesan mis pupilas, impregnadas todavía de abismal tiniebla, y, por vez primera hoy en el decurso de los días, he llorado de saberme el increíble habitante de una estrella, de saber que bogo aún en su atmósfera gloriosa, y que habré de residir un nuevo día en su esplendor. He llorado
al descubrir que sigo siendo el ápice del tiempo y su conciencia, que en mi cuerpo desembocan y se yerguen todos los seres que alguna vez han existido. Hoy, he llorado la perseverancia del aliento, y esta piel donde perdura y sigue viva la célula primera que, hace miles de millones de mañanas, empezó a esculpir un hombre partiendo del primario lodo. He llorado al hombre, frágil cosa, y a la vez mirada y voz del Universo.
He llorado el corazón del hombre, capaz de tanta dicha. He llorado la extraña dicha de estas lágrimas.

 

Hermano del noble silencio


Bendita sea la simiente inmemorial que engendrara el primer árbol: dónde gravitaría el ave sin su selva rumorosa; dónde reposaría el caminante sin su umbrátil llamarada; dónde —sin su levitación acogedora— habría yo morado en las antiguas intemperies y en los fríos, en los días pavorosos de mi noche

Todo en mi fisonomía conmemora un ayer entre sus brazos: en sus flores aprendieron mis ojos de curioso lémur a advertir los relieves y matices; en la grata algarabía de sus aves maduraba la garganta de mi voz y de mi verbo; la textura de sus frutos decantó la garra en mano y caricia creadora; la osatura ascensional de su ramaje unos músculos que hoy propenden al abrazo. Es tantas cosas un árbol: sin la ofrenda y la premura de su savia no correría mi sangre; sin su alquimia de agua y luz en clorofila faltaría mi apremiante bocanada y mi alimento de ser vivo; sin su dócil y envolvente celulosa no sería la página en que hoy vengo a celebrarlo, noble hermano en cuya fronda alguna vez tuviera hogar y compañía de pájaros.

 

Omnis moriar


No soy el primer adán que sueña vanamente no morirse todo, y salvar algún instante de paraíso al censo irrevocable del olvido.

Pero la fuerza de la vida me ha enseñado que nada hay acumulado en letra que no sea ceniza de quemadas naves, que las huellas sólo quedan en las plantas del viandante, que he de pasar llevándome la esencia: el fulgor del sol, mil veces milenario y sin embargo cada día nuevo, los momentos aquellos en que me fue dado aquilatar el regalo y misterio de existir, la leve hora en el cálido contacto de otra piel, la conciencia de ser una forma irrepetible: dócil barro en la mano del tiempo, el vertimiento vivo del agua en la garganta de mi sed o en la almohada de mi llanto...

Moriré del todo, como este solitario instante, que ya no es.

 


El rosa


Del vino, que un dios comparó a su sangre
Del versátil teflón de los delfines
Del laurel, que no sabe que hoy es verso
De un geranio en jardines orientales
De un vitral olvidado de la infancia
De una nube en el ángelus de Amalfi
De la luna entre gasas boreales
De la tibia franela que me abriga
De la veta en el mármol de un Apolo
De las franjas nevadas en el Etna
De las islas de Grecia y de la Acrópolis
De las tersas arenas del desierto...
Es el mismo rosado que hoy he visto
Temblando sobre un labio de muchacho.

 


Tres haiku


¡Un meteoro!
Feliz que ha visto a un tiempo
el día y la noche
Llega esta brisa
de sembradíos de piña...
Ahhh...
En el Ganges
la luna milenaria
sueña abluciones

 

 


Fotografía Nidia NaranjoCarlos Framb  Nació en Sonsón, Antioquia, en 1964. Poeta, ensayista, novelista, coordinador de talleres literarios. Obra poética: Antinoo, 1994; Un día en el paraíso, 1997; Una noche en la vía láctea, 2010.
De su experiencia poética dice: “¡Ahora pertenecemos a un universo asombroso con un perímetro de cien mil millones de años. Un universo en el cual nacen mil soles por segundo. Un universo que en sí, es un hecho profundamente poético -basta mirar alrededor: tanto cielo azul nitrógeno, tanta llanura de infinito verde, tanto mar abierto, tanta música, tanto diverso color y tanta forma. Un universo en fin, en el que cada uno de nosotros, cada ser humano, es hasta ahora el mayor de todos los acontecimientos: un poema perfecto de cien billones de células congregadas para el conocimiento y la ternura.
...Ahora sabemos que en rigor, la rosa y la mano que la sostiene están hechas de la misma sustancia: ceniza de estrellas. Nunca antes se habían visto rosas más bellas en la Tierra. Ciencia y poesía acaso sean dos formas de un mismo éxtasis
".

Última actualización: 05/11/2021