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VALLEJO Y ESPAÑA

VALLEJO Y ESPAÑA

Por Soledad Fariña


“Tenías 44 años, amabas a España, creías en la revolución sobre
todas las cosas, y por tu voz de América,
triunfando de la Muerte, se expresaba América”
Juan Larrea

Introducción

Qué vínculo excepcional unió al poeta peruano con el aspecto más profundo de la guerra civil española. Por qué no contó a nadie -ni siquiera a su esposa o a Juan Larrea, tan cercano y casi emblemático personaje en su vínculo con España- que junto con sentir la mayor impotencia por no poder estar en el frente iba arraigando su lucidez en la escritura del que sería su libro España, aparta de mí este cáliz [1] , comparado más tarde a los libros proféticos, a un especial Apocalipsis o al sacrificio de un ser que asimila su espíritu al de un pueblo y no vacila en ofrendar su vida desde la palabra, así como el verdadero héroe, el miliciano, da la suya para el advenimiento de un nuevo orden universal.

Desde la analogía –tomaré especialmente la de Juan Larrea- de Vallejo como figura crística, al sentido de “transfiguración” propuesta por Guillermo Sucre, pasando por algunos aspectos señalados por Julio Ortega, y la visión mestiza de Jorge Guzmán, intentaré abordar diferentes aspectos de este vínculo existencial y poético.

Pero antes de iniciar el acercamiento a la obra de Vallejo desde esta perspectiva no quiero dejar de citar, aunque sea someramente, la visión de una parte de la crítica actual. Tomaré las palabras de la crítica inglesa Jean Franco en su ensayo “La temática: de Los Heraldos Negros a los poemas póstumos”. [2]

Es imposible estudiar la temática de la poesía de Vallejo sin tomar en consideración el lenguaje poético. El lenguaje constituye el núcleo de todos los temas, puesto que la crisis del pensamiento metafísico pone en cuestión no solamente el sentido sino la concatenación de las palabras, la sintaxis, la coherencia y sobre todo la posibilidad de la enunciación. De allí resulta la fragmentación radical de la poesía de Vallejo, la deconstrucción de los términos de la literatura, la filosofía y la ciencia, la parodia del amor ideal, de la identidad, del progreso y del genio como categoría suprema, etc. Esta situación al límite del lenguaje tampoco es captada como una reflexión iniciada por un yo consciente. Más bien se trata de un poema/drama en el cual el hablante poético ensaya una y otra vez de dar coherencia al universo que no responde ni corresponde al sujeto. Es importante hacer hincapié en estas preocupaciones cuya importancia sólo se ha empezado a apreciar en las últimas décadas para contrarrestar la tendencia de leer a Vallejo no solamente referencialmente sino como si se tratara de un personaje patético... En realidad Vallejo es un poeta sumamente cerebral que en sus poemas demostraba la manera en que se había construido una metafísica basada en oposiciones tales como alma/cuerpo, razón/sentimiento, interior/exterior. Por esta razón, tampoco se debe considerar las “desviaciones” de normas lingüísticas como “experimentos” vanguardistas cuando en realidad evidencian las aporías del pensamiento moderno, atrapado en un lenguaje metafísico que no se articula con la existencia. Un problema similar se transparenta al tratar de recuperar a Vallejo como ícono o símbolo de la militancia política, de la crisis de identidad latinoamericana o del mestizaje. De ahí resultan lecturas impuestas que raras veces pueden responder a la ambigüedad y a las contradicciones... El desafío a la tradición que puede haberse iniciado como una boutade de “un corazón gitano” pronto se convierte en algo más serio. El darwinismo no es una filosofía más; reemplaza la ética basada en el sacrificio y la culpabilidad por la lucha individual y transforma al sujeto en instrumento de la especie. Tampoco el discurso puede originarse en el sujeto aunque el pronombre “yo” puede hacer al individuo pensarse dueño del sentido. Tales preocupaciones que hoy día ya parecen casi banales, que han inspirado la revolución de pensamiento del estructuralismo y el posestructuralismo, son enfrentadas por Vallejo con los escasos recursos del “bohemio de Trujillo” (una antología de la “Nueva poesía francesa”...) y una poética modernista que valorizaba el ritmo, la armonía y la belleza.

A esta visión agregaré la de los poetas y ensayistas argentinos Daniel Freidemberg y Edgardo Russo. [3]

El concepto de “desconstrucción”, tal como lo plantea Jacques Derrida, implica el socavamiento de un sistema de pensamiento a partir de las grietas que se encuentran en él. En ese sentido, la poesía de César Vallejo puede considerarse una descomunal operación de descontrucción de la lengua castellana y de su tradición poética. No se trataría de situarse afuera del sistema –lo que en el caso de la lengua, llevaría a la incomunicación absoluta- sino de rechazar la comodidad de quien permanece acríticamente adentro, de instalarse en el conflicto que plantean las zonas de fisura denunciando la falsa completud del sistema. Hacer rendir al idioma con el cuestionamiento del idioma ha sido un propósito de una parte sustancial de las vanguardias poéticas de principios del siglo XX, pero paradójicamente fue en el caso de Vallejo, un poeta radicalmente renuente a toda inscripción en grupos o tendencias, donde esa intención alcanzó una de sus concreciones más acabadas.

Como la preocupación principal de esta reflexión será la naturaleza del vínculo entre el poeta César Vallejo, su poesía y la guerra civil española, sin desatender algunos aspectos del lenguaje presentes en su obra España, aparta de mí este cáliz, intentaré profundizar en aspectos como el dolor, el sacrificio, la plenitud de sentido de la existencia, conceptos ligados en nuestra cultura al cristianismo y que, de acuerdo a la historia de la filosofía occidental, corresponden a aspectos de la metafísica.

Para estudiar España... no nos es posible establecer sobre la obra de Vallejo una mirada diferenciadora entre lo que son concepciones metafísicas y los intentos del autor –desde el lenguaje y sus carencias- por sobreponerse a estas ataduras, antes que el término desconstrucción se inventara.

Hay claramente en España... una postura ideológica, aun más, esta obra adhiere a una utopía: el advenimiento de un mundo más justo, pero todo esto desde el poema, construido con palabras, materializado en lenguaje.

En nuestra América, el pensamiento de los pueblos precolombinos no estaba constituido a la manera de binomios de opuestos, en el que siempre un término es inferior al otro. En la mayoría de los sistemas de pensamientos no occidentales, los opuestos no son contradictorios, sino complementarios; aun más, la paradoja es la única forma de aceptar algunos fenómenos. Es por eso que la escritura de Vallejo tiene, especialmente en España, la completud de estar inserta en el acontecimiento político, social y cultural, –la guerra civil española, que alteraría la autoconciencia de esta “moderna y civilizada sociedad occidental” evidenciando sus hipocresías y falencias- y a la vez demostrando, desde sus limitaciones y fisuras, el poder del lenguaje. Me parece que en el caso de Vallejo, sí podemos hablar de una cultura mestiza, en el aspecto a la vez más material y esencial que este concepto posee: el lenguaje. Mestiza es una forma de llamar a esta mezcla enriquecedora que en lugar de menoscabar amplía las miradas. Personalmente rescato esta acepción usada desde los primeros momentos de nuestra culturización, si así podemos llamar al instante en que el Inca Gracilaso de la Vega acuñó este término “a mucha honra”, pasando por Martí, Mistral, Arguedas. Pero también Juan Larrea, español, pudo universalizar, sin nombrar la palabra, el mestizaje de Vallejo: su “espíritu aventurero” estaba abierto para captar la riqueza de otras culturas y otras formas de pensamiento. Finalmente, creo que el trasfondo cristiano -inevitable o casi inevitable, en nuestras culturas latinoamericanas- siempre está presente en algunos momentos de reflexión y aflora, muchas veces en forma inconsciente, como un arquetipo que va mucho más allá y más atrás que la cultura cristiana.

En resumen, no hay contradicción entre el salto intuitivo que Vallejo proporcionó al pensamiento, -desde su poesía, su lenguaje vehemente- y el arraigo de la misma en una tradición “idealista”, presente especialmente en España, aparta de mí este cáliz. Utilizo este término extraído desde la historia de la filosofía, es decir, desde el pensamiento occidental, para referirme a un concepto que, en el caso de la obra de Vallejo, escapa a él. Sin embargo, por más consciente que esté de ello, no tengo otra forma de nombrarlo, pues en parte, y tal como Vallejo, pertenezco a él y a sus redes.

Uno

De los Andes a París

Cómo aparece tan intempestivamente César Vallejo en París, es la pregunta obligada de quienes se acercan primero a la obra y luego a los detalles de la vida de este personaje que para muchos, aun hoy, representa el dolor descarnado de una época.

Intentaré un primer –y largo- acercamiento a través de la visión de Juan Larrea, escritor español y amigo cercano de César Vallejo en París. He escogido esta voz porque su vínculo además de intelectual, es profundamente afectivo e intuitivo, tal como pienso que pudo ser el vínculo de Vallejo con la causa de la República.

La pasión involucrada en la escritura de España, aparta de mí este cáliz, es tan intensa como para hacernos sentir su exacerbado dolor por no poder hacer más por esa causa que el autor consideraba no sólo justa, sino que “salvadora”, en el contexto universal.

Es muy difícil leer España sin vincular la pasión de Vallejo a la pasión crística, no sólo por la alusión explícita de su título: la agonía de Cristo en el Monte de los Olivos, sino también porque en nuestro imaginario, Cristo es la figura más vívida de un ser –superior- que se sacrifica hasta dar la vida para la superación (en la doctrina cristiana, la divinización, inmortalidad) de otros. Sin embargo la idea de la inmolación o autoinmolación de un dios o de un ser humano tomando el lugar de la divinidad, la podemos rastrear muy atrás en las mitologías que preceden y de alguna manera están relacionadas con la greco-latina y la judeo-cristiana: el sacrificio sangriento como condición de toda creación –tanto cosmogónica como antropogónica-. Esta noción reemplazó a la idea, más antigua aún, de la creación ex nihilo, e introdujo la idea de que la vida sólo puede engendrarse partiendo de otra vida que se inmola, siendo siempre éste un sacrificio ejemplar: siempre es un Dios el sacrificado, un Dios representado por un hombre. Para crear al hombre Marduk se inmola a sí mismo: "Solidificaré mi sangre y de ella haré hueso. Pondré al hombre de pie, en verdad el hombre será... Construiré al hombre, habitante de la tierra” [4]

Así como tampoco es difícil comparar la resistencia de los republicanos y la ofrenda de los voluntarios con una “pasión”, o sacrificio por los demás, por el nuevo hombre, por el hombre universal que advenía.

Este aspecto de la pasión, el sacrificio, la ofrenda, tiene un especial énfasis en las aproximaciones críticas, recuerdos biográficos y conmemoraciones que en honor de Vallejo escribió Juan Larrea. En todos sus escritos, especialmente en su libro “Al Amor de Vallejo” [5], Larrea acompaña, o cree acompañar a Vallejo en su “pasión y muerte” por España, su revolución y los valores que se juegan en ella. A los ojos de Larrea, Vallejo es el héroe y mártir, pero no cualquier mártir, sino el mártir indo-hispano y lo esencial de este “héroe Indo-Hispano” representa “lo esencial del Universo”.

En 1929 Larrea viajó al Perú encontrándose allí con la grandeza y profundidad del Tahuantinsuyu. Allí es atraído por lo universal del mundo incaico, al tiempo que en Europa el poeta “indo-hispano” se interesaba “doblemente” por la defensa y triunfo de la República Española -“porque, a mi parecer, de ella también depende, en cierto modo, el triunfo de tu ideal de las antigüedades, como fuerza propulsora del destino de la raza”-, le escribe a Larrea [6].

Extraña lucidez y complemento de estos “aventureros del espíritu”. Pero tomaré nuevamente la voz de Larrea para hacer un recorrido por las circunstancias que llevaron a Vallejo desde su entorno andino y costeño a situarse en una Europa convulsionada.

¿Por qué esta voz tan naturalmente despojada, esta voz de cadáver en embrión en la que tienen ya cadencia y ritmo las descomposiciones andinas del silencio, habrá dejado su patria donde se encuentra su natural y proporcionado escenario? ¿Por qué César Vallejo con su frente cortada a pico sobre los precipicios de un mundo adverso, con sus ojos tan sobrios, tan puntuales, tan exactos, su pingüe nariz de orquídea en bruto contrastando con la cuadratura radical y descarnada de su mandíbula, busca en Europa las vicisitudes de una vida gobernada visiblemente por una razón exótica...

...venido a más en estas latitudes de esperanza, es un emisario de América, cuya misión ha consistido en dar, en lenguaje de Nuevo Mundo, testimonio de Nuevo Mundo, calificando con su presencia la significación de los acontecimientos que se desarrollan en España......fue tomando cuerpo en su conciencia una esperanza tan antigua como el hombre, aunque conformada a las especies históricas actuales; la esperanza en un más allá humano, en un mundo mejor, dentro de cuyo organismo no pudieran darse ni los individuos ni los pueblos víctimas. Preocupaciones de carácter político-social absorben automáticamente sus días y sus noches. Siendo en parte el agente expresivo de un pueblo estancado, explotado socialmente, tenido al margen de la civilización, ¿cómo podría no volverse Vallejo hacia la esperanza que hoy se ofrece a cuantos son capaces de concebir el acceso a una existencia menos gravemente injusta... abraza Vallejo la causa de la revolución y, luego de un detenido estudio de sus teorías, ingresa en el partido que a ella conduce por el camino a su juicio más corto. Este paso vendrá a acarrearle un suplemento de persecuciones y nuevas desdichas. Va a España y allí presenciará el año 31... la proclamación de la República y supeditará su tranquilidad personal a las exigencias de una actividad política específicamente revolucionaria. Su persona ingresa entonces de un modo concreto dentro del campo gravitatorio del destino hispánico, con cuyos hondos designios puede decirse que hace para siempre causa común. [7]

Santiago de Chuco, Trujillo, Lima

Pero ¿cuáles son los antecedentes andinos, de montaña y piedra que evoca Larrea?

César Vallejo nació en 1892 en Santiago de Chuco, al norte del Perú. Creció en un ambiente modesto, con las privaciones del medio andino y un fuerte sentimiento religioso y del hogar, dicen sus biógrafos. En 1910 se matriculó en la Facultad de Letras de la Universidad de la Libertad, en Trujillo, y en 1913 ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras trabajando también como preceptor escolar. En 1914 cursa primer año en Derecho y es profesor de primaria en el Colegio Nacional de San Juan.

Esta fue su época de bohemia con el grupo de Trujillo. Como Bachiller en Letras (1915) se relacionó con destacados artistas e intelectuales: Víctor Raúl Haya de la Torre, José Eulogio Garrido, Alcídes Spelucín, Macedonio de la Torre, entre otros, integrantes de "Norte", grupo liderado por Antenor Orrego; leyó a Withman, Verlaine, Maeterlinch y presentó su tesis El romanticismo en la poesía castellana, con la que obtiene grade de bachiller. También publicó, leyó poemas y su fama se extiende hasta España. En 1918, se inscribió en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos en Lima conociendo allí a González Prada, Euguren y Valdelomar. Trabajó como profesor en un colegio particular, y es en ese tiempo que entrega a la imprenta Los Heraldos Negros.

En 1919 se publicó Los Heraldos Negros, que recibe comentarios elogiosos. En 1920 durante un viaje para visitar a su familia en Santiago de Chuco, se vio involucrado en actos de desorden público; allí fue detenido y enviado a la cárcel de Trujillo, donde escribió Trilce. En 1921 sale de la cárcel con libertad provisional y siguió escribiendo Trilce, que se publica en 1922, pero sin la acogida que tuvo Los Heraldos. En 1923 publica Escalas melografiadas, cuentos, y la novela corta Fabla salvaje. Queda cesante y llegan rumores de que su proceso judicial puede volver a abrirse.

París

“Mi querido doctor: Mañana me embarco con rumbo a París... Me permito rogarle, si ello no lo distrajera mayormente, tenga la bondad de dar un vistazo por el expediente sobre el juicio de Agosto, el que, según me notician, ha vuelto al tapete negro del tribunal de Trujillo...

Escribe al doctor Carlos Godoy el día antes de su partida, 16 de junio de 1923. Llega a París el 13 de julio.

...su traslado a Europa en 1923, se realizó sin preparación de ningún género, sin haberse arbitrado medio alguno de defensa, sin apoyos previstos. Llegó César a París impulsado, en gran parte, por el temor de que lo encarcelaran otra vez, ya que los damnificados de su pueblo habían interpuesto en su caso recurso de nulidad y, por apasionamientos locales, vivían empeñados en volver a prenderlo. No había tomado Vallejo las precauciones más elementales, como aprender francés, contar con alguna corresponsalía en Lima que le proveyera de una modesta entrada regular con qué sobrevivir en una de esas grandes urbes…

Al filo de su propia experiencia, no tardó Vallejo en enfrentarse con los problemas humanos en forma mucho más descarnada a como lo había hecho en el Perú. Su situación personal fue definiéndose de allí en adelante cada vez más como idéntica a la del infinito número de los desheredados. Perdido en París y sin asideros, era en el fondo un proletario más, estado del que aspiraba a redimirse mediante el ejercicio de la pluma... Se ayudó durante un par de años con el producto de una beca de estudios que le concedió el estado español para proseguir en Madrid sus interrumpidos estudios de jurisprudencia. Mas no juzgó oportuno establecerse en España ni continuar sus estudios, sino que permaneció en París, viajando cada dos meses a la península para recibir sus haberes. A fines de 1930 Vallejo es expulsado de Francia por comunista. Residente en Madrid, donde le toca presencia la proclamación de la República se afilia César al Partido Comunista y publica El Tungsteno y Rusia, en 1931. Viaja por tercera vez a la Unión Soviética. La vida en Madrid se le hace dura de soportar, regresa subrepticiamente a Paris, donde se le autoriza a residir con la condición de que no intervenga en actividades políticas. Hasta 1936 vive retirado, no escribe para la prensa, la vivacidad de sus impulsos se atenúa. Vegeta a la sombra de su compañera... estaba llamado a padecer en persona las miserias de la civilización occidental, a sufrir de asfixia lenta, a identificarse cada vez más honda y hasta disparatadamente con cuantos sufren... entre julio de 1936 y 1937 quiere realizar grandes cosas en beneficio de la causa popular y no lo consigue. Sólo 8 meses después del estallido logra escribir unos tres artículos para la prensa, de difusión muy reducida. Conversa, discute entre camaradas y amigos, se enardece o desespera con las noticias que llegan de los frentes; asiste a reuniones, a mítines; participa en la fundación de un Comité Hispanoamericano para la defensa de la República... Viaja a Barcelona y Valencia en los últimos días de 1936 y a Bélgica en 1937, más no le es dado pasar de ahí. Sus fervores, si interiormente inauditos, no encuentran modo de influir con eficacia en el desarrollo de los sucesos cada vez más espantosa, más intolerablemente indignantes. [8]

En su carta escrita a Larrea, dice Vallejo: “Nunca medí tanto mi pequeñez humana, como ahora. Nunca me di cuenta de lo poco que puede un hombre individualmente. ¡Esto me aplasta!

... por otra parte, se le cerraron ciertas posibilidades de trabajo que a mi juicio hubieran debido asignársele, y que en la organización del Congreso Internacional de Escritores que iba a reunirse en España, los hispanoamericanos desconocieron su rango natural y lo apearon a segundo término. A ello se sumó que a mediados de mayo recibió la definitiva noticia, esta vez por su Legación, de la imposibilidad de su viaje al Perú sin desistir de sus convencimientos. En 1936 seguía Vallejo totalmente adepto a la causa comunista, aunque quizá en lo que se refiere a Moscú no con el mismo ardor doctrinario de épocas anteriores.

“París, 28 de octubre 1936. Querido Juan. Perdóname el silencio, después de recibir tu carta del sur de Francia. ¡Nos tienes tan absorbidos en España que toda el alma no nos basta! Tu carta telegráfica no nos cuenta tus proyectos, tu estado de espíritu, tus puntos de vista, en fin, sobre el drama en que nos debatimos tú, yo y todo el mundo. Aquí trabajamos mucho y no todo lo que quisiéramos a causa de nuestra condición de extranjeros. Y nada de esto nos satisface y querríamos volar al mismo frente de batalla, Nunca medí tanto mi pequeñez humana, como ahora. Nunca me di más cuenta de lo poco que puede un hombre individualmente. Esto me aplasta. Escríbeme más largo. ¡Ya ves cómo se alarga la agonía de los nuestros! Pero la causa del pueblo es sagrada y triunfará, hoy, mañana o pasado mañana. ¡Viva España! ¡Viva el Frente Popular!...”

“La epopeya popular española es única en la historia. Ella revela de cuanto es capaz un pueblo, lanzado, por la exclusiva propulsión de sus propios miedos en inspiraciones cívicas, en la defensa de sus derechos: debela, en pocos meses, una vasta insurrección militar, detiene dos poderosas invasiones extranjeras coaligadas, crea un severo orden público revolucionario, estructura, sobre nuevas bases su economía, funda de pies a cabeza un gran ejército popular y, en suma, se coloca a la vanguardia de la civilización, defendiendo con sangre jamás igualada en pureza y ardor generoso, la democracia universal en peligro. Y todo este milagro –hay que insistir- lo consuma por obra propia suya de masa soberana, que se basta a sí mismas y a su incontrastable porvenir”, había escrito Vallejo en “Los enunciados populares de la guerra española”, un documento no conocido hasta 1958. En él quería destacar las hazañas del pueblo español que por voluntad espontánea, sin dirección de jefe alguno, se lanzó como un solo hombre a la defensa de sus derechos populares contra la insurrección de las clases opresoras y los invasores extranjeros. Pero este artículo no se publicó durante la guerra. Vallejo lo entregó a una oficina encargada de transmitir materiales hacia Hispano América, pero la misma no le dio curso.

Congreso Internacional de Escritores

A mediados de 1937, casi al año de iniciada la guerra española, se organizaba en París el Congreso Internacional de Escritores, cuya sesión inicial debía celebrarse en España, y al que iban a concurrir numerosos escritores de Hispanoamérica.

Acababa de ocurrir el bombardeo incalificable de la ciudad abierta de Guernica, y Picasso pintaba el mural famosísimo que traduce ese estado anímico de explosión. Vallejo intervenía en la organización del Congreso, aunque sin que se le diese a desempeñar un papel de primer rango como parecía corresponderle. Fue aquél un acontecimiento no exento de intrigas y combinaciones. Lo relativo a los países de habla española cayó en manos de un grupo que no compartía las convicciones severas y absolutamente abnegadas de Vallejo.

Ese Congreso no fue lo que el espíritu sacrificado de nuestro poeta pertenecía, algo así como unos ejercicios espirituales en la esfera de lo social. Mucha ruidosa extraversión; bastante desorden; despliegue de vanidades y egoísmos y subordinación de todo a los niveles de la propaganda. César se sintió un tanto decepcionado y marginado... Sin desahogos hacia fuera, su cerebro se convirtió en un vaso de presión con sus altas temperaturas, no contando con otra válvula de escape que la de la actividad mental, poética. Hoy puede saberse que, finalizado el Congreso y bajo las emociones de su viaje a Valencia y Madrid, Vallejo concibió el propósito de componer un poemario a favor de España, aprovechando unos pocos versos que había escrito en vísperas y con miras a ese Congreso. Trataba así de ayudar a la causa popular y de oponer, a la que juzgaba superficialidad de sus colegas, su modo humano de reaccionar ante los horribles acontecimientos. Era agosto, y llegó así a reunir unas cuantas composiciones. Pero como su conjunto no tenía forma satisfactoria, abandonó por el momento su propósito... En cambio, las elocuciones del verbo poético empezaron a brotarle en todas las direcciones de su quebranto con desusada fluidez. Para entonces tiene ya conciencia de que sus deseos metafísicos de partir, expuestos en su poema Paris, Octubre 1936, llevan consigo una correspondencia material, la de su propio cuerpo, su muerte.

Podría decirse que ante la conciencia de nuestro mundo, en César Vallejo se está madurando algo así como nuestra salvación. Se santifica progresivamente, se depura y perfecciona en su fuero interno, haciéndose digno del supremo holocausto... ese vacío infinito colmado sin embargo de tristeza, que había suscitado su abnegación total en Sabiduría, reclamaban como por imantación su sacrificio último. Es indispensable que su voluntad lo acepte, que decida en conciencia que su “yo-no yo”, la sustancia volátil de su César Vallejo, se entregue, como el cordero del holocausto, a la aniquilación. Lo odia por momentos a causa de su ser corpóreo, sinónimo de la muerte. Mas su Amor, siempre alerta, no le permite odiarlo sino con ternura. [9]

Larrea atribuye al psiquismo de Vallejos, a sus precarias condiciones de subsistencia o sencillamente al destino, las razones de la ofrenda de este mártir por una causa...

Esas hondas e intensas emociones, ese su afán de entrega y negación totales, vienen acompañadas para él con un cambio profundo en su psiquismo... a partir del 3 de septiembre empieza a fechar los poemas que escribe casi a diario... los poemas se le desbordan en todos los ángulos de su sensibilidad que actúa como de prisma... la muerte, tan familiar par a él desde el comienzo... se pasea por sus escombros mentales sin que nada ni nada se lo impida... Hay algo en él que se ubicado más allá de sus conceptos estrictamente sociales e inclusive de la muerte que de algún modo ha de ser vencida por el Verbo de la Imaginación. Al hablar en su poema con Alfonso Silva, su amigo recién desaparecido, es como si hablase como tantas otras veces consigo mismo, pero esta desde esta orilla, presintiéndose en la otra. Dice:

“Hoy sufro dulce, amargamente
bebo tu sangre en cuanto a Cristo el Duro,
como tu hueso en cuanto a Cristo el suave...

Aunque su voluntad tiene ya aceptada la desaparición, a su sentimiento metafísico le es no sólo repugnante sino inconcebible la muerte total... A la vez que afirma “En suma, no poseo para expresar mi vida sino mi muerte”, clamará: “¿Para sólo morir tenemos que morir a cada instante?” [10]

En su poema La Rueda de Hambriento, Vallejo había escrito en 1936:

Dadme,
Por favor, un pedazo de pan en que sentarme
Pero dadme,
En España,
Algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse
Y después me iré...

Y unos meses después, en su Pequeño responso a un héroe de la República:

Un libro quedó al borde de su cintura muerta
Un libro retoñaba de su cadáver muerto.

...

y un libro, yo lo vi sentidamente,
un libro, atrás un libro, arriba un libro
retoñó de cadáver ex abrupto

...

poesía del pómulo morado entre el decirlo
y el callarlo,
poesía en la carta moral que acompañara
a su corazón; leves membranas de la piedra humana,
la cristiandad, las obras, el gran tema.
Quedóse el libro y nada más.

Poesía ambigua que dice y calla, que descubre a la vez que esconde, herméticamente, como es obligado en cierto género de escritura revelatoria...

Aquí hay una clara alusión de Larrea a las escrituras proféticas y también a la esotérica, que es descifrada sólo por quienes tienen la clave, no nos encontramos en el plano bidimensional de la poesía profana, sino en otra dimensión... nos hallamos en presencia de alguien en quien se hizo silencio infinito la voluntad de morir por lo que se pensaba en él que era y significaba España; de morir no sólo como héroe, frente a la nada de sí mismo, sino como mártir, dando testimonio de una voluntad mesiánica se presenta desdoblado. Fulge al frente, la figura ideal, mayestática, del Voluntario de España, “miliciano de huesos fidedignos” cuyo corazón marcha a morir, a matar a la muerte con su “agonía mundial”.

Y en analogía con ese personaje representativo, muéstrase el sujeto o Yo particular del poeta que se desasosiega inconteniblemente y que, queriendo a su vez “desgraciarse”, le pide a su pecho de “cuadrumano” antropoide que acabe por fin su cometido, mientras se descubre “la frente impersonal hasta tocar /el vaso de la sangre” o corazón, y la alegría se perfila ante la lápida “en blanco” –otra vez sin nombre- de su tumba.

He aquí lo importante, la voluntad de morir amorosamente como “voluntario de la vida”, identificado con el “obrero salvador, redentor nuestro” y sufriendo con el pueblo español “dolor de pueblo con esperanzas de hombres latitudes a “morir de universo”.

Tras el segundo poema, Batallas, donde se cantan las gestas milicianas empezando por la del “Hombre de Extremadura”, luego a Pedro Rojas a quien “en su cuerpo sorprendiéronle un gran cuerpo para el alma del mundo”, o sea, para el triunfo del Amor. El “padre polvo” que sube de España en el Redoble fúnebre a los escombros de Durango, o poema XIII, se proyecta más allá de la muerte:

Padre polvo, sudario del pueblo,
Dios te salve del mal para siempre,
Padre polvo español, padre nuestro.
Padre polvo que vas al futuro,
Dios te salve, te guíe y te dé alas,
Padre polvo que vas al futuro

Para Larrea el pueblo español fue sacrificado algo más que metafóricamente. Su posición correspondía, pues, en imagen simbólica, claramente a la del cuerpo del Crucificado.

Aquí, frente a esta hecatombe apocalíptica, a esta orgía catastrófica originada en el Finisterre ibérico que de inmediato produjo la destrucción de Europa en cuanto a cabeza del mundo, con todos sus horrores, es donde se desprende el sentido de la experiencia del héroe y mártir indo-hispano Cesar Vallejo. Entrañado a la tragedia del pueblo español por el que en la soledad de su Getsemaní ofrendó voluntariamente su propia vida, sustenta su figura, en conformidad con las circunstancias de nuestro siglo, los significados reales del testigo victimado por el monstruo surgido del abismo europeo con la colaboración de la Iglesia de Roma, por corresponder al Nuevo Mundo de su más allá. En Vallejo se reúnen los valores sociales relativos al obrero.

En el laberinto de ese drama mitopoético, Vallejo se ha comportado como un extraordinario personaje o animada figura de dicción. Ha sido el sujeto representativo de la gente americana, que se expresaba líricamente por entre las tortuosas angosturas de la tragedia, aquel sobre quien gravitaba la acción del Verbo en cuya razón estética se formalizaba el significado de la gesta creadora [11].

Su muerte

En realidad fue la suya una muerte como ceremonial... dice Larrea.:

Sus amigos acudían a la clínica mientras la guerra española, en situación sumamente crítica, servía e caja de resonancia a las ya de por sí graves angustias opresoras... Por intuición... yo imaginaba que su suerte pudiera estar ligada a la de la República española y un tanto en conexión con el arquetipo cristiano.

El día 7 de abril fui con especial aprensión a la clínica, por ser esta la fecha que suele atribuirse a la muerte de Cristo. Se hallaba gravísimo, parecía al borde del colapso. Sin embargo, salvó el escollo y hasta mejoró ligeramente... Eran los días de los bombardeos absolutamente criminales de Barcelona que a León Felipe le habían incidido a escribir su incomparable poema oferta (“España-Cristo”).

Y ese día 9, a fin de tranquilizar a la población, el Gobierno pudo poner en el aire doscientos aviones recién armados.... la ofensiva de Aragón, realizada en gran parte por manos, fuerzas y armas italianas, amenazaba romper la resistencia popular...

...su misteriosa enfermedad... me atormentaba doblemente por cuanto no sólo se jugaba en ella la vida de un entrañable amigo, sino que, establecido un paralelismo simbólico, estimaba yo que su resultado pudiera coincidir, en tiempo o en modalidad, con el fin de nuestra lucha. ...

En mi sentir, la vida de Vallejo y el destino de la República estaban inexplicablemente entrañados y de ahí que mi angustia se multiplicara al infinito...

Nadie sabía entonces que Vallejo había escrito verso alguno sobre España y menos bajo ese imprevisible título, a todas luces cristiano, España, aparta de mí este Cáliz. Pero las cosas, inclusive las contingentes, ocurrieron como si ya alguien supiera, cuando en realidad sólo más tarde empezó a ser posible atar cabos...

Vallejo era el Perú, pertenecía al Perú...

Vallejo era nieto de dos sacerdotes españoles y de dos indias peruanas, vástago legítimo, por consiguiente, del espiritualismo occidental injertado, como el renuevo de la vid, en cepa americana...

Una vez más Juan Larrea es deslumbrado por una palabra nueva y límite, cuya intensidad él no duda que proviene de un castellano de los Andes impregnado de emoción:

...su andanzas serranas y costeñas... en aquel Montparnasse desesperado y anárquico de 1926, figurábamos a la vanguardia de la milicia que había entablado resueltamente el combate con el ángel y que cultivaba con delirante delectación, frente a un mundo insignificante, la muerte en el alma que cada cual paseaba consigo...

...Cuando conocí sus versos sentí por ellos admiración sin reservas. ¡Cuán lejos se hallaban de nuestro ciclo retórico! Su temperamento andino había sabido al desintegrar el castellano, sacar de él asombrosos efectos poéticos, calorías verbales extraordinarias. En mi sentir, nadie había alcanzado nunca tan abrasadora intensidad. Se daban en ellos acordes y desacordes al margen de toda tradición retórica, pero ajustados a una estructura interna del lenguaje más compleja y eficiente, prorrumpiendo en inauditas imágenes vaciadas en un molde de emoción al rojo vivo.

En sus poemas, humanamente revolucionarios, pululaban las balas perdidas rebotando aquí y allá y contra las que, abierto el libro, no había manera de defenderse. La preocupación –naturalmente religiosa- de su apetencia era la unidad, unidad concretamente humana, a la que perseguía por caminos y trochas. A veces llamándola por su nombre:

¡oh, unidad excelsa! ¡Oh, lo que es uno
por todos!
¡Amor contra el espacio y contra el tiempo!

Pero también la lucidez de Larrea logra percibir la fuerza de un pensamiento poético no lineal, no cartesiano, en el continum de paradojas o contradicciones, imposibles de concebir pensamiento en el mundo occidental:

Más lo frecuente en él era tratar de contradecirse por todos los medios imaginables, enfrentar los dos términos de la dualidad en múltiples formas de oposición dramática, haciéndolos chocar furiosamente para abolir con sus explosiones la realidad cuya noche encumbre lo imposible.

Absurdo, tú solo eres puro. Por eso escribía trastocando todas las nociones e intentando cerrar el círculo absoluto: El traje que vestí mañana... Ese no puede ser, sido... Ahora me he sentado a caminar... Lo objetivo y lo subjetivo se contradecían otras veces con ardimiento:

Esta casa me da entero bien, entero
Lugar para este no saber dónde estar

En ocasiones el afán contradictor llegaba en su alta tensión a resultados delirantes. No bastándole la oposición de conceptos se acudía para completarla a invertir literalmente la frase

O estruendo mudo
¡odumodneurtse!

Podía decirse que su mundo poético se estacionaba en la región comprendida entre las dos muelas de la contradicción, de la dualidad esencial de la vida, allí donde se articula el grito.

Tan inflamada actitud era en realidad fruto espontáneo de la tendencia efectiva hacia un más allá humano, hacia una superación en imagen, por solución de sus antinomias, del mundo de la dualidad, al modo como se manifiesta por otras razones en algunas obras de los grandes artistas plásticos de nuestro tiempo, Picasso, Bracque, Lipchitz.

Todo un mundo nuevo estaba allí en potencia, afirma nuevamente Larrea:

Vallejo y Larrea: extraña dualidad complementaria la nuestra.

...Volvimos a confluir, por diferentes caminos, a la cabecera del pueblo español al desencadenarse su tragedia. El ostentando su congénita representación americana. Yo, en parte, también, puesto que aquella colección maravillosa de antigüedades incaicas, místico presente del Perú, sirviéndose de mí como de instrumento, fue a dar testimonio poético de Indoamérica ante el pueblo abandonado de España.

...más tu pueblo amordazado, César, traicionado por todos, se expresa de una manera mística y más perfecta por tu muerte, así como tácita, desinteresadamente, hablaba por los venerables restos de su antigüedad que se me habían confiado y que entraban por fin en posesión de su objeto.

Por eso morías solo, mas estando yo allí, el día de Viernes Santo, dejando tu voluntad escrita en tu España, aparta de mí este cáliz!, al día siguiente del aniversario de la República española y el mismo día en que ésta fue definitivamente herida de muerte por las legiones hispano-romanas que cortaron en dos, llegando por el Ebro al Mediterráneo, el cuerpo popular de nuestra España...[12]

España sigue siendo y lo seguirá siendo hasta su último suspiro, su preocupación capital. De aquí que en esos días en que trata de ordenar sus pertenencias poéticas, le dedique atención especialísima. Retoma su proyecto del mes de agosto. Entresaca del conjunto de sus demás composiciones las relativas a España... Intentará diversas ordenaciones hasta que, al fin, y seguramente en vísperas de caer enfermo, dio por terminado su poemario España, aparta de mí este Cáliz como un todo poético en el que ha condensado las mejores esencias de sí mismo...

Dos

La palabra

A pesar de ser tan cercana a aspectos biográficos del poeta, en cuanto a su total adhesión por una causa, la palabra vallejiana y la magnífica aceptación –desde la misma- de sus límites, siguen presentes en España, aparta de mí este cáliz, pues, siguiendo al crítico Guillermo Sucre, “lo realmente humano en Vallejo no está sólo en sus sentimientos, aunque éstos hayan sido muy intensos; está en su lenguaje: es ahí donde se percibe el riesgo extremo y el desamparo no menos extremo de su destino poético... lo más singular de su poesía es la sensibilidad... ante el lenguaje. La aridez del mundo contemporáneo (“la seca actualidad”) o su plenitud, recobrada del pasado o simplemente vislumbrada, están no dichas sino presentes en el lenguaje, de cuya pobreza Vallejo hace un don al tiempo que éste se convierte en una ética de la penuria. Por otra parte, la sensibilidad misma, en cuanto tal, va siempre más allá de la pura experiencia real y le comunica a ésta un sentido más vasto... el mundo se pierde o se redime por el lenguaje.”. [13]

Lenguaje, que en Vallejo se presenta –al decir de Julio Ortega- como “espacio del desamparo, erosión de una plenitud, discurso de la carencia” [14]. Para este crítico la palabra, en Los Heraldos Negros, presentaba una dicotomía, “un desasosiego, una ambivalencia entre los valores estéticos del modernismo hispanoamericano y los nuevos valores subvertores del discurso de la crisis de la tradición idealista, de la estética modernista, pero también de la cultura hispánica tradicional. Hay en el lenguaje de Los Heraldos un tributo a la tradición, pero además introduce la inestabilidad y comprueba la insuficiencia del decir, poniendo en crisis la autoridad de los códigos y el poder de los saberes, el habla sin referente obvio desplazará al habla de referente estable. En cambio en España todos los valores del nombrar parecen ser requeridos: designaciones y connotaciones se suman, multiplicándose entre ellas, la palabra encarna, subvierte y perpetúa. Es la cosa misma y es también su pérdida, su presencia como herida en el habla. Esa dramaticidad del decir desgarra lo dicho. Al final, la pérdida de España (“si cae –digo, es un decir-“) dejará a los niños sin nombre y sin lenguaje (“cómo vais a dejar de crecer”) porque el extravío del sentido histórico equivale a la regresión, al páramo sin habla.” [15]

En España este lenguaje se precipita, duplicándose (“le vi sobrevivir; hubo en su boca la edad entrecortada de dos bocas”) suturando las heridas del sentido (el desgarramiento surgido por la muerte de los justos sin justicia y, por eso, necesitados de unos nuevos evangelios capaces de transformar este mundo)”. [16]

Afirma Ortega que especialmente en España... la enunciación está armada sobre una interdiscursividad plena: los poemas vienen del habla de la poesía popular de la guerra, de las misivas y partes del frente, de los lemas, testimonios y proclamas, que son el horizonte oral donde la guerra civil española fue en primer lugar, una ferviente ampliación de las funciones del habla. [17]

Transfiguración de la palabra

El crítico Guillermo Sucre piensa que los poemas de España, aparta de mí este cáliz son poemas sobre una guerra muy concreta, no es un libro de circunstancias, como otros sobre el mismo tema de la guerra civil española. Allí está la imprecación –no el simple odio tremendista- o el horror bélico, o una definida concepción política, más cercana a la tesis trotskista de la revolución permanente. [18].

Sin embargo, Sucre va más lejos en su percepción y afirma que a este libro lo recorre la “clarividencia de que algo infinitamente más dramático y definitivo se está dirimiendo en la contienda”. El don de Vallejo, dice, es el de haber sabido captar las potencias que encerraba el drama de España: ese drama concernía a todos, era un reto a la conciencia universal (“el mundo está español hasta la muerte”); no se trataba tampoco de una guerra, sino sobre todo de la posibilidad de la verdadera revolución –una revolución cósmica, según él la propone-. Vallejo siente que ha llegado el ocaso de la civilización occidental y sus sistemas de valores... percibe la nueva fuerza que empezaba a gestarse. “Vallejo es un gran poeta escatológico, con un sentido profundo del fin y, además, de los nuevos comienzos”, dice la cita de Thomas Merton y este rasgo adquiere mayores implicaciones en este libro, afirma Sucre.

Para este autor en España, aparta de mí este cáliz culmina toda experiencia poética de Vallejo y su propia visión del mundo: “No es el libro de ningún cambio personal sino el de una transfiguración y el de una revelación”.

Es por lo que esos signos implican –regeneración y reconocimiento-, por lo cual Vallejo lo escribe, afirma Sucre, citando al propio Vallejo: “Nada vale tanto/ como una gran raíz en trance de otra”.

¿Y qué se transfigura?

Se transfigura la persona misma ante la conmoción de la guerra, el poeta siente su insignificancia e insuficiencia de su ser individual: ¿qué vale él ante el drama... qué puede hacer él contra el enemigo y a favor de la nueva humanidad que se sacrifica? “No sé verdaderamente...” Aquí habla la impotencia del individuo (tal como lo vimos desde su aspecto biográfico ya citado por Larrea) con sus viejos valores, contradicciones y vanidad, pero también la impotencia del poeta que sabe que no hay otro sacrificio que el de los que combaten... ellos son los auténticos “de hueso fidedigno”, él sólo escribe “desde modestísimo papel”, pide ser dejado atrás como un lastre.

Contradicción, paradoja (como tantas otras que percibiera Larrea) que encierra una lucidez: ninguna fabulación poética lo llevará a presentarse como héroe o víctima de un drama que los tuvo de veras: su persona desaparece para dar paso al único gran protagonista, pero no deja de estar presente. Testigo distante, pero esencialmente comprometido,

Estremeño, ¡oh, no ser aún ese hombre
por el que te mató la vida y te parió la muerte
y quedarse tan solo a verte así, desde este lobo,
cómo sigues arando en nuestros pechos!

Al contrario de Larrea, el verdadero protagonista del drama es, para Sucre, el miliciano que marcha a morir y a combatir, encarnando también al hombre elemental que por su pureza y marginalidad misma, está más cerca de una dimensión cósmica de la vida y de la muerte... así, el miliciano se va convirtiendo en el ser popular y anónimo: la madre Rosenda, el viejo Adán, sumándose los mendigos del mundo, los marginales, (“los mendigos pelean por España”) los indeseables y los infectados, quienes comunican a esta épica una dimensión real, pero también alegórica.

La poesía de Vallejo, no podía ser portavoz de un partido pero su mirada es la más profunda de todas: es la del sufrimiento último y más corpóre de donde habrá de nacer el orden justo del mundo. En ese orden todos serán redimidos

Obrero, salvador, redentor nuestro,
perdónanos, hermano, nuestras deudas
.

Desde esta perspectiva, la guerra también se transfigura. No se trata de simples batallas sino de una participación absoluta donde cada cual lucha “con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos”. No se trata de destruir o vencer, sino la lucha por crear: por crear una última, “frenética armonía” en el mundo:

Muerte y pasión de paz, las populares
Muerte y pasión guerrera entre olivos, entendámonos

En otras palabras, la guerra es un sacrificio y la búsqueda de un nuevo destino; aun del sufrimiento más extremo o del exterminio mismo surge una fuerza purificada e invencible, como ocurre con los defensores de Guernica.

¡oh débiles! ¡oh suaves ofendidos,
que os eleváis, crecéis,
y llenáis de poderosos débiles el mundo!

Si bien en la guerra hay un fin de mundo, un Apocalipsis, también está el comienzo de otro mundo: una transfiguración, es decir, la resurrección física: después de una batalla, un muerto resucita asistido por la solidaridad de quienes le rodean y le piden que no muera

Les vio el cadáver triste, emocionado...

Hay transfiguraciones aún más inesperadas, dice Sucre:

Un libro en la batalla de Toledo,
un libro, atrás un libro, arriba un libro, retoñaba
del cadáver de un combatiente

... es el verbo que ahora renace; es, en verdad, todo el lenguaje que ahora recobra su antiguo poder... la muerte se presenta como la reconciliación última con la totalidad: es la “unidad sencilla, justa, colectiva, eterna” y contradiciendo la condenación bíblica, Vallejo exalta el polvo, donde se invoca a Dios: paradoja de que a través de la imagen del polvo se afirma no la fugacidad de la vida, sino su eternidad, en “Redoble fúnebre a los escombros de Durango”… El recurso de la letanía es para consagrar una esperanza hecha de ruinas: Padre polvo...

Pero sobre todo está la transfiguración del universo mismo: la renovación de la vida y de la historia con el advenimiento de una edad de oro para la humanidad, expresado a través de un lenguaje bíblico: fusión de religión e historia, de revolución y revelación. Vallejo, dice Sucre, no propone trascendencia, sino una inmanencia: no consagrar a Dios sino al hombre, a través de los seres postergados “Hombre, en verdad te digo que eres el Hijo Eterno” (había anunciado en poemas en prosa)... aquí se trata de hacer que el hombre cobre conciencia de esa verdad secreta y le dé un sentido en el mundo. No insiste en la negación de Dios, sino que, para superar la idea o el problema de Dios, propone perfeccionar la historia. De este modo está presente la visión del nuevo reino que rige todo el desarrollo del libro.

Constructores de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito que vosotros harías la luz, entornando con la muerte vuestros ojos ¡se amarán todos los hombres... y beberán en nombre de vuestras gargantas infaustas!

Estas transfiguraciones dan lugar a la revelación última: el reconocimiento de que el destino del hombre está ligado a la posibilidad de la utopía social. Vallejo dice que “Estaba escrita y son los seres marginales los que la harán posible”: de aquí la analogía vallejiana con los libros proféticos, en especial a Isaías [19].

Aunque no se puede negar el carácter marxista de la obra de Vallejo, él le da un sentido más amplio (nueva fe). Pero al contrario de los libros proféticos, Vallejo no prevé un futuro que esté desligado del tiempo original del hombre; el hombre nuevo y el hombre de los comienzos se alían siempre. Por ello la utopía que propone corresponde a su fe marxista y a la vez se enraíza en los textos de los profetas bíblicos... en el marxismo como en todo movimiento revolucionario, subyace la estructura de ciertos mitos escatológicos: el anuncio del fin de un mundo dominado por la injusticia, la precariedad y el mal, así como el advenimiento de otro que será el reino de la plenitud humana. Toda revolución es reanudación de lo original: retorno a un tiempo primordial y puro. El tiempo de España no es solamente histórico, para Vallejo, sino también el tiempo de una epopeya cósmica: un tiempo del alba “Un día diurno, claro, atento, fértil”.

Más que un doctrinario, en Vallejo operan las implicaciones míticas de las ideologías. La madre pasa a ser la Madre -España (la madre unánime)

si la madre
España cae –digo, es un decir-
salid niños del mundo; id a buscarla

La guerra suscita en Vallejo un estado de iluminación... de ahí que el tono de este libro nunca caiga en la pesadumbre ni en la resurrección. Es el fervor y la inocencia lo que da verdadera intensidad al libro. Además, la clarividencia es el final despojamiento del yo mismo... el yo se disuelve, por una parte, en la experiencia visionaria del futuro; por la otra, en un lenguaje no sólo de resonancia bíblica sino también, y sobre todo, de profunda estirpe castellana. [20]

Tres

Pertenencia de César Vallejo a la historia
mundial, desde una lectura “mestiza”

Analizando los poemas de España, aparta de mí este cáliz, la crítica, dice el ensayista Jorge Guzmán, no ha sido pareja con los 15 textos que componen el libro. [21] Piensa que puede ser por la mirada política y el declararse hermano con la lucha y el dolor de la pérdida de la República. Y haciendo una genealogía, afirma que los poemas de España... fueron cuidadosamente elaborados, releídos y reescritos. Empezó a escribirlos para presentarlos en el Congreso Internacional de Escritores, celebrado en Valencia y Madrid en julio de 1937. A su regreso a París, completó un primer poemario de ocho textos, con el nombre de Batallas de España. Fueron los últimos poemas que compuso y trabajó antes de morir, en 1938.

El intento del análisis de Guzmán es leer en los textos de España... la universalidad occidental, pero destacando especialmente su vínculo permanente al español del Perú serrano, es decir, al mestizaje. Establece claramente su mirada tomando como antojadizas las lecturas que quieren hacer de España... la obra de un comunista ortodoxo o aquellas que ven en ella trascendencias poéticas, metafísicas o esotéricas (tal vez refiriéndose, entre otros, a Sucre y Larrea).

Sin embargo, y esto es inevitable, al analizar el “Himno a los voluntarios de la República”, Guzmán identifica al hablante –ya no al autor- con la figura de Cristo.

...dejemos dicho que todo el poemario ha de leerse por relación al texto de la Pasión de Cristo y también al del Apocalipsis, cuyos componentes son enteramente imprescindibles para cumplir una lectura semiótica de ESP; en ella, además, los 13 primeros poemas parecen generar al mismo tiempo dos textos, uno ausente (el de la Pasión de Cristo, pero cambiado de marca) y uno presente (el de la pasión de los milicianos). Aun leído así, es manifiesto que el `poema es un texto sincrético, en que palabras del código religioso católico y del código político comunista entrecruzan y alteran mutuamente sus sistemas descriptivos. Lo cual ya sería una forma de mestizaje cultural, especialmente si se piensa en la ideología prevalerte, en los años en que CV escribió, que hacía radicalmente incompatibles los términos “catolicismo” y “comunismo”. Pero, como veremos, en los últimos dos poemas entran plenamente elementos del código mestizo peruano que alteran en profundidad el poemario y que, sin hacerle perder validez universal, lo afincan directamente en la cultura latinoamericana con un nuevo sincretismo. [22]

Guzmán ve este poema construido en oposiciones, porque por una parte se duele y por otra se alegra por el compromiso de los milicianos. Esta intensidad, dice, va más allá de las palabras valor y temor:

El quiere desgraciarse: ir al sacrificio, como Cristo y tocar el vaso de la sangre, el cáliz del dolor y luego las caídas, aludiendo a las caídas del alma, la visión del Cristo de los olivos ante el sacrificio que quiere y no quiere. [23] Pero aquí los sacrificados no son sus huesos, su piel es la de otros, aquí él canta desde su pequeñez, pero en traje de grandeza.

Observa la metonimia que atribuye al cuerpo un valor que los cristianos atribuyen al alma. Es él a veces los milicianos, por identificación con el dolor, pero él teme, pide por el “bien” la defensa, el triunfo de la República.

La lectura mestiza que hace Jorge Guzmán involucra dos pasiones: pasión de Cristo y pasión de milicianos, afirmándose en la diada valor/temor. La segunda oposición sería pueblo/déspotas.

En los vv. 32.39

¿Batallas? ¡No! Pasiones! Y pasiones precedidas
de dolores con rejas de esperanzas,
de dolores de pueblo con esperanzas de hombres!
¡Muerte y pasión de paz, las populares!
¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendámonos!
Tal en tu aliento cambien de agujas atmosféricas los vientos
Y de llave las tumbas en tu pecho,
Tu frontal elevándose a primera potencia de martirio.

Que el hipograma es el texto de la Crucifixión de Cristo, es indudable, dice Guzmán... “entendámonos” es explicitación de lo que viene apareciendo, pero solamente a la lectura semiótica, desde el principio del poema: que la guerra española está reescrita aquí por relación a la utopía occidental entera, y su modelo es la Pasión de Cristo.

La matriz de todo el texto, dice Guzmán, es la nueva redención, que teniendo como hipertexto la redención cristiana, presupone como origen de ella la acción humana y no individual... el miliciano adquiere un nuevo componente, “creador”; pero se trata de un sujeto múltiple, un sinónimo de pueblo. La palabra miliciano ha adquirido una carga no sólo positiva, sino de divinidad, pero sin dejar de ser pueblo. En esta nueva redención, la muerte de los combatientes ocasionará la eternidad:

...redención terrestre, de pobre, de no blanco es lo que profetiza este evangelista de la guerra de España. La muerte de Cristo estaba destinada a traer a los redimidos bienes celestiales. La del miliciano, a colmar los deseos que engendra el diario sufrimiento terrestre.

Cuatro

“Estaba escrito que vosotros haríais la luz,
entornando con la muerte vuestros ojos”

Con estas palabras Vallejo parece continuar el rito sagrado inscrito en los antiguos mitos de creación pre-occidental: una divinidad (los proletarios elevados a dioses, o Dios a proletario), o su representante humano, (el mismo Vallejo-hablante identificado con él), va al sacrificio, otorga su vida.

Es esta “nueva redención” -utopía necesaria para dar vida, “salvar” a la humanidad- la que está en juego en la guerra civil española, y es la visión de este hecho la pasión que está en juego en España, aparta de mí este cáliz.

Una vez más el verbo (el castellano mestizo de Vallejo) se ha valido de sus propias limitaciones para significar -mediante paradojas, oposiciones que no son tales- las visiones utópicas que heredaríamos y que nos mantendría vivos, al acecho, especialmente en Latinoamérica, las tres cuartas partes del siglo XX.

El deseo de que el bien-estar alcance a los recodos de la humanidad (los pobres, desvalidos, proletarios) es inherente, aparentemente, a la naturaleza humana, pero crece en algunos seres que son o representan a algún ser o idea... contradictoria:

“Abrazos. Todos traen rifle, machete, revólver. Vinieron a la gran loma. Los enfermos resucitaron. Cargamos... A monte puro vamos acercándonos, ya en las garras de Guantánamo, hostil en la primera guerra, hasta Arroyo Hondo. Perdíamos el rumbo. Las espinas, nos tajaban. Los bejucos nos ahorcaban y azotaban... A las once, redondo tiroteo. Tiro graneado, que retumba; contra tiros velados y sexos... ¿cómo no me inspira horror, la mancha de sangre que vi en el camino?” (Martí)... [24]

“Cuando salí hacia la cima de la loma, los disparos desde todo el firme anunciaron que los nuestros habían caído en una emboscada. Organicé la defensa en el pobladito, para esperar a los sobrevivientes di como salida un camino que sale a Río Grande. A los pocos momentos llegaba Benigno herido y luego Aniceto y Pablito, con un pie en malas condicione; Miguel, Coco y Julio habían caído...”

(Guevara) [25]

“¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendámonos! tal en tu aliento cambien de agujas atmosféricas los vientos. Y de llave las tumbas en tu pecho, tu frontal elevándose a primera potencia de martirio” (Vallejo). [26]

NOTAS

[1] César Vallejo, Obra Poética, Edición Crítica, Américo Ferrari, Coordinador, Colección Archivos, México, 1989.

[2] Jean Franco: La temática: de los Heraldos Negros a los Poemas Póstumos. En César Vallejo Obra poética, edición crítica, Américo Ferrari, Coordinador. Colección Archivo, México, 1988.

[3] Daniel Freidemberg y Edgardo Russo, “César Vallejo, un timbre humano, un latido vital y sincero” en Cómo se escribe un poema, El Ateneo, Buenos Aires, 1994.

[4] Mircea Eliade, op. cit, pág. 32. Mircea Eliade, Herreros y Alquimistas, Alianza Editorial, Madrid, 1974, pág. 32.

[6] Juan Larrea, César Vallejo, héroe y mártir indo-hispano, Biblioteca Nacional, Montevideo, 1973, contratapa.

[7] Juan Larrea, Juan Larrea, Al Amor de Vallejo, Pre-textos, Valencia, España, 1980. Pág. 24

[8] Juan Larrea, op. Cit., pag. 89

[9] Mircea Eliade, op. cit, pág. pág. 12.

[11] Juan Larrea, op. Cit. pág. 66

[12] Juan Larrea, op. Cit. Pág. 39.

[13] Guillermo Sucre, Vallejo: Inocencia y Utopía en La Máscara, la transparencia, ensayos sobre poesía hispanoamericana. Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica, México, pág. 39.

[14] Julio Ortega, La hermenéutica vallejiana y el hablar materno, en Cesar Vallejo, obra poética ed. Critica Américo Ferrari, Colección Archivos, Buenos Aires, 1984, pág. 607.

[15] Ortega, op. Cit., pag. 108.

[16] Ortega, op. Cit. Pág. 109

[17] Ortega, op. Cit. Pág. 112

[18] Guillermo Sucre, La máscara, la transparencia: ensayos sobre poesía Hispanoamericana. Tierra Firme, Fondo de Cultura Ec. México 1985. pág. 134.

[19] Guillermo Sucre, op. Cit. Pág. 128.

[20] Guillermo Sucre, op. Cit. Pág. 130

[21] Jorge Guzmán, Contra el secreto profesional, lectura mestiza de César Vallejo. Ed. Universitaria, 1990.

[22] Jorge Guzmán, op. Cit. Pág. 130

[23] Jorge Guzmán, op. Cit. Pág.

[24] José Martí, Páginas escogidas II. Ed. de Ciencias Sociales La Habana, 1985

[25] Ernesto Che Guevara, Diario en Bolivia. Lom Ediciones.

[26] César Vallejo, Obra Poética, Edición Crítica, Américo Ferrari, Coordinador, Colección Archivos, México, 1989.

Última actualización: 06/07/2018