Angela Garcí (Colombia)
Por: Angela García
Que mi lengua no sea lacayo
De la bárbara memoria
la muelle percepción
Que pueda elegir el trote suave
De la sangre
No el galope alucinado
Quemando venas y arterias
Que mis palabras sean esencia
Sudor puliendo el semblante
El más bello sueño recobrándome
En el último infierno
Guerra
Simiente que el invierno cruza
Cuida aliento
Acuna la esperanza
Suave persistencia
Yergue la mirada
Más allá del azul linde
Que la brisa ponga en nuestro afán
El tierno vuelo de la espiga
Y el sol
En la almenada torre
Que por un mismo filo
Vida y muerte
nos disputan
Tres minutos de música
hacia el lado oculto de la luna
Ráfagas de luz
engañan los ojos
Un país yace
en el fondo de un océano de sangre
Bulle
Como el color del polen
haciendo un huerto
del viento
Como el canto de la vida
En la espiga
Entre leño y llama
De súbito
el deseo emerge
cuando agoniza el mediodía :
¡Colmarse
como la franja añil
de vacío
entre leño y llama!
Lo que calla y lo que murmura
El aire toca sin ruido, pero no el viento
que tiene su cámara sinfónica en el bosque.
Semejante al agua en sus percusiones
pero que aligerada como nieve o rocío es muda.
Murmuran las ondinas en el lago,
las orillas de los ríos cosquillean al oído.
El filo del cuchillo silba
como la serpiente ante la víctima.
Son silenciosos la sombra y el guijarro,
pero todavía más la roca.
El fuego crepita, la llamita de la vela calla.
Lo propio y lo ajeno
El idioma me rebota. La lengua quiere pensarme.
No tengo la palabra vernácula para vacío.
El diccionario a la mano como un llavero,
como un diario, como una lapicera,
como la comida, como el abrigo.
La vida me envuelve como el día.
Allá y acá me acompañan y me asedian
el íntimo y el forastero.
En este alfabeto las palabras
experimentan su cuarto oscuro.
Tanteando me apropio, permito
a una lengua encarnar mi aparato.
-Que el sonido de un país
se oiga en el sonido propio,
la Voz en la propia voz:
El fluido cava su lecho,
cierta realidad se sirve de mí
obligándome a usarla.
-Que poseyéndola se eliminen las asepsias,
ninguna falsa prudencia.
Para ser paso nos hacemos carne
El cuerpo adquiere gusto y pulso de devenir.
Conduzco mi cuerpo como un jinete
lo llevo a pastar y lo limpio
le dejo mordisquear la hierba diversa,
y hablar con los gestos
y danzar con ademanes o inflexiones
de voz, con tiempos de silencio.
Para construir el círculo de poder
mi cuerpo es el territorio.
Después de la oscuridad absoluta
emerge en cierta lengua el mundo.
Primero su espectro sugestivo,
rasgos en técnica de aguarrás.
Mis oídos reconocen en un revelado lento
significados, golpes expresivos en el tímpano.
Sombras y atmósferas de una lengua
que usa mis cuerdas vocales lentamente,
en una degustación alucinatoria.
Agradecida de no ir a una maratón,
aprender ruso, o ganar una campaña
para ser presidente, proclamo:
Los seres amados son campos
donde transcurre toda la experiencia:
Lo duro y lo frágil, lo suave y lo terco
lo joven y viejo.
Persona del singular
No tenía lengua en esta tierra,
no tenía hijos,
ni seno familiar.
No tenía recursos,
ni llaves, ni cama propia.
Recibió la comida que le dieron.
Nada tenía para perder.
Pero nunca fue un apéndice, o un bastón,
no fue humilde,
habitó un campo de batalla.
Personas del plural
No por devorar libros y otras
escrituras dirigidas a la inteligencia,
nos facultamos para leer otros signos.
Así, la instrucción tiene poca aplicación
en el cuerpo.
Vamos muriendo sin saberlo.
Nos sonreímos, lo cual hace soportable
la rudeza del mutismo.
Con sonrisa abanicamos el esplín.
Tarde
“¿Cómo miraré yo el río que me parece que fluye de mí?
Dulce María Loynaz
El mar limita con las rocas.
Las lenguas infatigables lamen la
impasible superficie negro verdosa de las piedras.
El olor penetra.
El sonido apacigua el silencio apretado.
A las tres de la tarde, en el malva azuloso,
se inventan los barcos.
Como una ola me invade la felicidad:
alguien que llega súbitamente
para luego marcharse,
haciendo la historia que dura.
Poética del caminar
Mientras tanteo la distancia espero.
Siento mi abdomen como una lámpara.
Los pasos son pequeños y cortos
mientras degustan la distancia.
Busco un ritmo,
llevo la atención a los pies,
al que permanece por segundos en el aire
sólo precisamente mientras se levanta y
es el del aire,
mientras el otro pié por segundos en tierra…
Segundos aéreos en cada pié,
segundos terrestres en cada pié.
Intercalamiento, sucesión, turnos.
Y mientras espero, la lámpara es un sol
mis manos se han calentado,
la distancia en vez de agotarse crece.
donde termina empieza de nuevo.
El cuerpo está aquí en la
hora matutina del concierto de aves.
Todo basta, porque todo brota.
Las puntas de los árboles grandes y chicos
están brotando.
El precioso plegado minucioso se despliega,
se tensa en pos de alumbramiento.
Lo sellado se abre, desaparece
el silencio de muerte en tonos verdes
como vivas de niños en fiesta.
El corazón es una fruta madura,
una cosecha.
Pongo mi atención en la vibración
del cuerpo vestido de sí.
Su espera es la distancia misma
una curva en la espiral de sí.
Amarillo y marrón
tapizan el sendero.
Camino con el aire frío
En la punta de la nariz.
Camino sobre la fermentación
de las hojas llovidas
Respiro, es decir abro
hago un camino que entra:
Pasando el aire dibuja vacío:
modela un tacto.
Escultura
Habilita el sol en la capilla propia:
El rostro surge:
labios frescos aparecen en los corrientes,
ojos forman los ojos.
La belleza suplanta las arrugas,
y la falta de gracia
por el semblante del que ve:
Lozanía de una frente pulida
por las yemas del sueño.
Desambiguación
Lo que se da por legítimo
y habla del orden,
es en efecto, medida de algo
impropio.
Así, con la potencia original
reducida en tres partes,
la humanidad trastabilla
o usa muletas ficticias.
Lo que se da por dominio
es en efecto indigencia aupada
en el fasto de la seducción.
La opulencia es el disfraz del
menesteroso.
De los poderes
El músico se arropa,
se guarda en su arte.
La intemperie no lo alcanza.
Cuando se abraza a su guitarra,
ella lo acorda.
Otra vez de la nada surges, huella de oscuridad,
en la materialización de luz.
nombre que pronuncio, antes de desvanecerse
el sueño.
Antes de saber qué haces, quién eres,
sales de la oscuridad para
comprobar cuán ciega soy.
Sólo recuerdo en mi corazón
una gruta de riquezas.
La lumbre de manos unidas.
Angela García nació en Medellín, en 1957. Poeta, traductora y gestora cultural. Estudios de Ciencias de la Comunicación. Ha sido miembro del Consejo de Redacción de la revista de poesía Prometeo de Medellín. Co-fundadora del Festival Internacional de Poesía en Medellín y miembro del grupo organizador hasta 1999. Actualmente se desempeña como productora de eventos poéticos de las Jornadas Internacionales de Poesía en Malmö (Suecia) donde reside actualmente. Poemas suyos han sido traducidos al alemán, sueco, francés, gallego, portugués, italiano, macedonio, serbio y croata. Obra poética: Entre leño y llama, 1993; Rostro de Agua, 1997; Farallón Constelado/ Sternige Klippe.Bilingüe, traducción y cuidado de Jona y Tobías Burghardt, 2003; De la fugacidad/Om flygtigheten, bilingüe, traducción Lasse Söderberg, 2005; Veinte grados de latitud en tres horas, bilingüe, traducción al serbio de Zlatko Krazni, 2006; Doce poemas sobre el silencio, 2009.