Estética y poética en la literatura indígena contemporánea
Por: Jorge Miguel Cocom Pech
(Para Web de Prometeo)
Durante los últimos treinta y tres años, veinticinco del siglo pasado y ocho del presente, se observa en México, -principalmente del Sureste-, el inicio de un proceso de escritura literaria en lenguas indígenas; desde luego, en otras regiones, paralelamente, este esfuerzo se venía trabajando de manera similar. Los géneros en los que se expresará lo serán la poesía, la narrativa, el teatro y, en menor cantidad, el ensayo.
Este proceso de la aparición de textos literarios en lenguas indígenas, pudo ser posible, porque es la continuidad del iniciado en los estados de Oaxaca y Yucatán en las décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado, en el que profesores de enseñanza bilingüe comenzaron a escribir narrativa y poesía en sus lenguas maternas; aunque, tiempo después, se continuó con la escritura de obras en los géneros del ensayo y el teatro.
Pero, mucho antes, las primeras informaciones que nos daban cuenta de que había literatura procedente de las culturas y lenguas indígenas, nos llegó a través de libros que se escribieron, producto de la cruzada alfabetizadora que iniciara José Vasconcelos en los años veinte, década de inicio Las Misiones Culturales que recorrieron las comunidades más apartadas del país con el supremo propósito de enseñar a leer y a escribir así como a difundir aspectos de las manifestaciones artísticas de México, y de aquellas que vinieron de occidente. Del señuelo de aquella época, surgirán en Campeche, textos de Juan de la Cabada, Ramón Berzunza Pinto y Elsie Encarnación Medina; Antonio Mediz Bolio, Ermilo Abreu Gómez, por Yucatán; Andrés Henestrosa, que por cierto acaba de morir, Gabriel López Chiñas, Pancho Nácar, Nazario Chacón Pineda, Víctor de la Cruz, entre otros, por citar a escritores del solar oaxaqueño.
Por otra parte, en lengua náhuatl es digno justipreciar los trabajos emprendidos por el maestro Librado Silva Galeana, Marcos Matías Alonso, Natalio Hernández, por citar algunos.
A través de esta pléyade de escritores se produjeron textos bellísimos.
Entre nosotros los mayas peninsulares, ¿quién no recuerda el relato que da cuenta del enano de Uxmal que erige su propia pirámide después de haber vencido al rey de esa ciudad, epopeya traspuesto del maya al español por Antonio Mediz Bolio? ¿Acaso no resulta fascinante deambular, tomados de la mano de los personajes, de los relatos “Los hombres que dispersó la danza” de Andrés Henestrosa, poeta y narrador zapoteca?
O, ¿acaso no nos lanza a la meditación más profunda y nos aquieta el alma, al oír,
“… Nunca te enorgullezcas de los frutos de tu inteligencia. Sólo eres dueño del esfuerzo que pusiste en su cultivo; de lo que logra, nada más eres un espectador. La inteligencia es como la flecha: una vez que se aleja del arco, ya no la gobierna nadie. Su vuelo depende de tu fuerza, pero también del viento y, ¿por qué no decirlo?, del destino que camina detrás de ella…?”
fragmento del pequeño, pero majestuoso libro “Canek”, que don Ermilo Abreu Gómez supo arrancar a nuestros antepasados que transmitían oralmente la gesta heroica del héroe maya, de generación en generación?
No obstante, esos esfuerzos por preservar desde la grafía de la lengua española los relatos de nuestra tradición oral, -algunos especialista la denominarían literatura costumbrista-, a través de la oralidad se continuó transmitiendo un conjunto de relatos, consejas, sentencias, conjuros y ceremonias que el día de hoy constituyen el venero cristalino en donde poetas, narradores, dramaturgos y ensayistas abrevan de su fuente originaria para luego trasponerlos a la lengua castellana en los géneros literarios.
Pero, cabría preguntarse, ¿persisten en la escritura de los nuevos textos literarios de origen indígena, en nuestro caso maya, su original belleza, entendiéndose por ésta, imágenes inéditas, orquestación interna del verso, apoyadas en el potencial léxico y los giros idiomáticos, tanto en la lengua indígena como en la lengua terminal?
Para responder esa interrogación, nosotros tomamos en cuenta lo siguiente: 1) si quien estudia y analiza un texto literario escrito en, pongamos por ejemplo, poesía y no conoce la lengua indígena, sabiendo únicamente de preceptiva literaria en lengua española, el juicio que pudiera emitir será una visión parcial e incompleta, debido a que sólo lee y justiprecia en una lengua; 2) por otra parte, pero si alguien que conoce las propiedades gramaticales, potencial léxico, giros idiomáticos, habla y escribe en la lengua originaria, pero también conoce lo mismo de la lengua española, es muy posible que nos ofrezca una visión completa acerca del origen, estructura y uso de recursos literarios aplicados en el texto.
De treinta y tres años para acá, y con una vasto acervo de obras publicadas en diversas editoriales, cuya difusión y distribución se da en los estados y en la capital de la república, en pocos de esos libros se puede encontrar, en su versión a la lengua española, el empleo del lenguaje literario y, pongo en duda, que en la lengua indígena pueda estar bien escrito. Claro, en todo esto hay sus honrosas excepciones. Una de ellas, lo constituye la obra de Briceida Cuevas, de quien en, Estética melódica del verso maya contemporáneo, me ocupo de analizar y comentar sus poemas, a partir de las figuras de dicción, elementos que, no en su totalidad, constituyen el corpus de la poética y la retórica occidental, esto es, a falta de una poética en nuestra lenguas mesoamericanas; aunque, a decir verdad, es muy posible que existan otros escritores con las mismas características y perfiles.
Debo advertir que, escribir este ensayo, me mantuvo en un proceso de investigación y consulta a través de diversas fuentes documentales tanto de mi país como en el extranjero.
Una vez electo el tema, lo demás fue repasar textos literarios escritos en lenguas indígenas de México, y de América, que tuvo el propósito de localizar y analizar los elementos mínimos y básicos de su formulación normativa, al mismo tiempo que se consultaban teorías que tuvieran relación con la poética contemporánea, desde luego, muy distinta de los postulados originales establecidos por Aristóteles.
¡Cómo me hubiera satisfecho leer las obras en sus lenguas maternas! Sin embargo, por desconocerlas –con excepción de la lengua maya de la soy hablante-, solamente tuve que atenerme a los textos traducidos en español; por lo que, –advierto- tengo de ellas una lectura y una opinión parcial; no obstante esta limitación, encontré en la lectura y análisis de los textos de poesía y narrativa, ciertos niveles de escritura que, por no decirlo de otro modo, distinguen a unos de otros. Uno de ellos, quizá el más observable es el manejo de recursos expresivos que alientan su formulación y construcción “estética”. Contados poetas, que se citan más adelante, se significan por el conocimiento y dominio de la lengua española que, aplicados en la traducción de sus textos, muestran su oficio literario, sobre todo, en los poemas escritos en verso libre, estructura dominante en la escritura de la mayoría de los textos de poesía en lengua indígena; en otros, es muy notoria su pobreza de léxico y sintaxis; desde luego, no nos es ajeno que, una de las corrientes vanguardistas, señala que al escribir textos de poesía, el poeta queda en libertad de usar o no la puntuación gramatical que, entre otros propósitos, -que no los únicos- es que el texto pueda leerse y entenderse de muchas maneras.
Sin lugar a dudas y a pesar del rechazo que manifiestan algunos escritores en lenguas indígenas de que no vale la pena estudiar y aplicar normas que procuren la creación estética en la escritura de la poesía y la narrativa, opinión que por fortuna no es generalizada. Según ese punto de vista, “uno como poeta o narrador deja de escribir como los mayores y es influido por la cultura occidental, alejándose del influjo portentoso de la tradición oral, su veta originaria”. De ahí que, para evitar ser y escribir como “el otro” que nos ha impuesto su lengua y su cultura, se estima no asirse a los cánones de la preceptiva literaria occidental, sino el de preservar la escritura “como nos lo cuentan o como lo oímos de los mayores, herederos de la oralidad ancestral”.
Y que me quedaba pensando, ¿acaso en los últimos 50 años, proveniente de nuestras lenguas indígenas, hubo poesía oral? Bueno, cuando uno escucha las pláticas y las narraciones de los abuelos y, -que quede claro-, las relaciona con textos de poesía occidental que se ha escuchado en la escuela, pienso que también en nuestra lengua hay formas estéticas que provocan el gozo del espíritu al oírlas, como los poemas con ritmo y métrica tradicional en la lengua española. Sólo que lo nuestro, la literatura indígena contemporánea, aún carece de un conjunto de ¿normas? que, atendiendo a sus sistemas prosódicos, métricos, léxicos y semánticos puedan convertirse en una propuesta para la escritura de textos, si no con estética perfecta, pero que contengan los elementos mínimos que conmuevan a sus destinatarios, sean éstos hablantes o no de lenguas indígenas, pero que, al oírlos desde su traducción a la lengua terminal, perciban la presencia de recursos léxicos, eufónicos, metafóricos, pudiendo justipreciar que, quien los escribió, es un artista de la palabra, sea éste poeta o narrador.
No, no concibo que la literatura indígena contemporánea, que recién se escribe en México y en América, y que empieza a admirarse por lectores del mundo occidental, sólo sea fecundada por la inspiración de las musas y otras tonterías que heredamos de la bohemia del romanticismo. Particularmente, y puede que me equivoque, creo en el estudio de la teoría literaria y otras disciplinas relacionadas con la producción de textos literarios, porque ésta nos permite reencontrar en lo nuestro, la potencialidad y la exuberancia de sus recursos expresivos, léxicos y semánticos que sí existen en nuestras lenguas nativas, pero que hay que hacer un esfuerzo de localizarlas y trabajar con ellas en los momentos de la creación. De ahí que, no pienso que no debamos descartar el estudio de las poéticas ajenas a la producción de nuestra poesía en lenguas indígenas.
Por eso, creo que saber cómo se escribe un poema con recursos estéticos, proveniente del mundo occidental, no estorba, sino que enriquece la propuesta literaria indígena contemporánea, originada ésta desde la simiente de la tradición oral, así como de contados textos que se salvaguardaron durante cinco siglos, a pesar de la imposición de la lengua y cultura europea.
Hoy, los escritores en lenguas indígenas somos el resultado de una poderosa transfiguración de nuestras lenguas que conviven con otras en su proceso de interacción cada vez pluricultural. Sin embargo, el reto estriba en que, escribiendo poesía o narrativa, mantengamos nuestras raíces lingüísticas y culturales, al crear textos literarios en nuestras lenguas, sin perder su riqueza y sus posibilidades estéticas que, a mí parecer son muchas e inéditas.
Por ejemplo, los escritores en lenguas indígenas de Norteamérica, escriben en lengua inglesa sus poemas o narraciones en ese idioma, pero mantienen viva la cosmovisión que heredaron de sus antepasados. En América, por fortuna, todavía gracias a la persistencia de las lenguas que antecedieron la llegada de los europeos, se escribe literatura en lenguas indígenas. Es el caso de los poetas Elikura Chihualilaf, Leonel Lienlaf, mapuches de Chile. Un caso excepcional lo es Rita Metokosho que escribe poemas en su lengua originaria, el inuit que todavía se habla en Canadá. Y, si no es mucha mi ignorancia, es posible que en el Norte de nuestra América, hayan otros poetas que escriban en sus lenguas vernáculas.
Pero, volviendo al tema, sé que algunos de mis compañeros escritores en lenguas indígenas no comparten conmigo el que necesariamente debamos asirnos a las prácticas discursivas de accidente, pero ¿es que podemos escribir poesía o relatos en lenguas indígenas, manteniéndonos aislados de otras propuestas literarias? ¿Acaso el haiku no se emparenta con las breves sentencias poéticas con las que nos hablaron nuestros antepasados? O, ¿acaso el contenido profundo y poético de la Carta del jefe siux dirigida el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, negándose a vender sus tierras a los colonos, no es una sólida defensa ecológica a la Madre Tierra, amenazada ayer y, diría que también hoy, a quienes pretendían y pretenden depredarla? ¿Acaso, la poesía en los textos del rey poeta Nezahualcóyotl, no es también una muestra de la hondura filosófica del representante de una cultura que también se preocupaba por cuestionarse por el dolor de saberse impotente ante la finitud de la existencia? Bueno, esto son solamente algunos ejemplos de la escritura con rasgos estéticos y filosóficos con los que nuestros pueblos prehispánicos traspusieron sus preocupaciones a través de prácticas discursivas que debiéramos sumar a nuestra experiencia de escribir poesía y/o narrativa en lenguas indígenas.
Luego entonces, ¿podremos los escritores en lenguas indígenas de América o del mundo, continuar escribiendo textos estéticos sin la conciencia de la necesidad de crear o establecer una poética, si no general para todas las lenguas, pero si para cada uno de ellas?
Comparto la preocupación y opinión de Juan Gregorio Regino, poeta mazateco que, en una plática informal, me decía que todavía en México los escritores en lenguas indígenas no hemos escrito una obra literaria representativa que reúna los componentes de universalidad, debido a que necesariamente ésta pasa por asirse al pleno dominio de los recursos expresivos y lingüísticos de la lengua materna y de su traducción correspondiente a la lengua terminal. Luego, entonces, ¿por qué la ausencia aún de esta obra? La respuesta, quizá esté en que necesitamos estudiar cuáles son los componentes que se requieren para ello. Me atrevo a pensar que quienes más se han aproximado a esta obra de carácter universal son los poetas Humberto Ak’abal y Elikura Chihuailaf, claro sin menospreciar las propuestas literarias de dos poetisas mexicanas, Briceida Cuevas Cob, poeta maya de México e Irma Pineda, poeta zapoteca; además, en el género narrativo, llaman la atención los textos, entre ellos, “Manifiesta no saber escribir” de Estercilia Simanca, wayúu de Colombia y La última Muerte de Nicolás Huet, escritor en lengua maya tsotsil. Textos en donde se percibe una técnica y un oficio en su escritura, pero que requieren de un mayor esfuerzo estilístico, sin que por ello no reconozcamos que hay en sus voces la cercanía de la palabra antigua con sus naturales giros idiomáticos en los que se entreveran metáforas y otros recursos de la poesía en sus lenguas nativas. Quiero manifestar que estas apreciaciones son parciales, debido a que, como lector, sólo tuve y pude leer su versión en la lengua española. Creo que lo mismo ocurre con aquellos que no conocen la escritura en lenguas indígenas y que recientemente se ocupan de iniciar una incipiente crítica literaria a los textos de poesía y narrativa en lenguas originarias.
Sin apartarme de la temática que nos ocupa nuestra estancia en esta Universidad, comento que a fines del año pasado la Universidad Javeriana de Colombia me encomendó la tarea de dirigir una tesis relacionada con la obra de Humberto Ak’abal, un anteproyecto para la obtención del grado de maestría de Juan Sánchez y que no es hablante de ninguna lengua indígena, pero que la obra de Ak’abal lo ha motivado a reflexionar en torno a sus alcances literarios, a partir de su relación con la intertextualidad oral y la escritura contemporánea.
Por lo que, después de leer y dictaminar la propuesta del sustentante a grado de maestría en literatura “Poesía Indígena contemporánea: Memoria e invención en la poesía de Humberto Ak’abal”, me pregunté, ¿hasta qué punto las poéticas occidentales pueden responder a las características de la poesía contemporánea en lenguas indígenas? ¿Resulta acaso impertinente este ejercicio? ¿Cuál es, entonces, la recepción de la poesía indígena contemporánea entre los propios indígenas y cómo impacta en sus lectores no indígenas? ¿Cómo se inscribe, entonces, dentro de la tradición literaria mesoamericana? ¿Consiguen los escritores indígenas re-actualizar las literaturas del pasado en sus obras actuales?
La respuesta a estas interrogantes nos la da Juan Sánchez en el capítulo introductorio de su tesis cuando afirma que “estuve tentado a realizar esta investigación sin la participación explícita de críticos y teóricos no indígenas. La idea de un trabajo con sólo la voz de los intelectuales indígenas me parecía apropiada, las categorías tradicionales de los estudios literarios me parecían distantes, hegemónicas, excluyentes. Creía, por lo tanto, que sólo a partir de las categorías propias del pensamiento indígena debía leer estos textos. No obstante, pronto me di cuenta sobre la ingenuidad de mi empresa: era imposible negar mi formación y mis lecturas. El diálogo era lo que perseguía, no una exclusión a la inversa. Además, Ak’abal mismo me abrió los ojos, (porque) su poesía estaba inserta en una tradición que no era sólo indígena y, por tanto, esperaba una recepción no sólo indígena. A partir de estos cuestionamientos, a lo largo de la presente investigación vamos a escuchar la voz de críticos occidentales ya canónicos, así como de intelectuales indígenas, tal vez poco conocidos, pero igual de lúcidos. Lo que sigue es un recuento de las fuentes teóricas y las circunstancias históricas que acompañan mis comentarios e interpretaciones”.
Luego entonces, ¿es de utilidad para el escritor en lengua indígena, ocuparse del estudio y conocimiento de las figuras literarias, proveniente del amplio repertorio de la retórica y que pueden aplicarse a las prácticas discursivas con las que pretendemos hacer literatura en nuestras lenguas indígenas?
Por ello, en esta búsqueda y posible formulación de una estética en nuestras lenguas vernáculas, a corto o mediano plazo, considero de vital importancia el que el escritor indígena conozca y aplique, en la creación de sus textos literarios, el alfabeto de la escritura estética. Sólo de esa manera, quizá no su condición única, estaremos en condiciones de ofrecer con el tiempo, la obra universal que tanto preocupa a Juan Gregorio Regino, y a otros escritores en lenguas indígenas que, como un servidor, queremos dejar una impronta en la literatura de México y de América. De ahí que, se hace necesario en la actualidad, vencer el miedo de ser contaminados por el influjo de otras literaturas ajenas a las nuestras que, a más de empobrecernos y dominarnos, enriquecería nuestras propuestas literarias, augurio latente de que la diversidad cultural puede convertirse en el heraldo de nuevos tiempos para la literatura indígena.