La pregunta por la poesía en ritmos diversos
Por: Óscar Castro García
La pregunta “¿Tiene el poeta aún un cometido en nuestra civilización?” de Gadamer, se me presenta al leer esta muestra de poemas pertenecientes a sesenta poetas que han publicado la mayor parte de su obra en Medellín desde 1950 hasta la fecha. Gadamer reflexionó sobre la poesía, la materia del poema, la relación del lector con ella y con el mundo, y la hermenéutica como búsqueda de sentido u otro camino para encontrarse con la poesía. Y sigue preguntando:
¿Hay espacio para el arte en una época en la que se siente por doquier la inquietud social y el malestar producido por la masificación anónima de nuestra vida social y en la que continuamente puede reivindicarse la recuperación o la nueva justificación de la solidaridad?
Y luego advierte: “Cuando la conciencia no está imbuida de otra cosa que de science, es decir, de la idolatría del progreso científico, ¿puede aún existir un modo de unir las palabras que nos resulte completamente familiar?” (Gadamer, 1993: 107-108). Estos problemas planteados en 1990 suenan ahora apropiados para el momento histórico, el estado de nuestra sociedad y la condición actual de la humanidad a la que pertenecemos lectores-poetas y poetas-lectores cuyas voces se dejan oír en este libro.
Que estos poemas respondan o no las inquietudes de Gadamer es labor de los lectores descubrirlo, pero es claro que la época y las circunstancias que se han vivido en la ciudad en los últimos sesenta años, aparecen de alguna forma recreadas, transformadas, metaforizadas o simplemente expresadas en muchos de estos poemas y en las poéticas que proponen los escritores. O, de otra forma, varios de estos poetas han acomodado su poesía a otra mirada que parece inclinarse hacia otro lado de lo obvio, de esa ceniza que cada día amanece sobre nuestras cabezas y que sacudimos con prontitud para salir a la calle con apariencia de renovados, frescos y tranquilos; y han decidido enfrentarse con la poesía en dimensiones retomadas de las vanguardias históricas o de manifiestos poético-políticos.
De cualquier forma, un lector atento encontrará visiones y realidades, que ni los mismos poetas habrían podido sospechar. Entonces, mejor que los lectores se deleiten y se inmiscuyan hasta los vericuetos más sorprendentes en estos poemas. Es aconsejable no darles pautas ni interpretaciones ni direcciones. Es conveniente que cada lector encuentre la dirección, los sentidos posibles de estos poemas.
Aunque en un principio intenté interrogar o dialogar con las poéticas de los poetas aquí convocados, a la luz de los estudios literarios que han tratado de dilucidar lo que es poesía, creación, poema, texto literario, poética, poeta, interpretación, crítica; y aunque en vano volví a textos que dicen y contradicen a otros, que siguen determinadas corrientes del pensamiento o teorías, aun desde Aristóteles hasta nuestros días, el resultado más general en todo este panorama ha sido el encuentro de algunas ideas convincentes y varias posiciones sólidas, pero casi todas son apenas ensayos de teorización, algunos descubrimientos, aciertos también, aunque igualmente contradicciones y resultados desalentadores unos, interesantes algunos y abstrusos otros. En todos los casos, la mayoría de los teóricos se acercan a un significado de poética que se puede resumir en:
Término de origen griego (poietike techne: creación) con el que Aristóteles tituló una obra suya, que es el punto de partida de una disciplina cuyo objeto es la elaboración de un sistema de principios, conceptos generales, modelos y metalenguaje científico para describir, clasificar y analizar las obras de arte verbal o creaciones literarias (Estébanez, 2004: 858).
En el siglo XX Valéry reivindica el término poética como:
Nombre de todo aquello que se relaciona con la creación o con la composición de obras de las cuales el lenguaje es, al mismo tiempo, la sustancia y el medio y no en el sentido restringido de la colección de reglas o de preceptos relativos a la poesía (citado en Estébanez, 2004: 861).
Ángelo Marchese y Joaquín Forradellas sintetizan poética como “toda teoría interna de la literatura”, así como la tradición la ha entendido; igualmente, es “la elección hecha por un autor entre todas las posibilidades (en el orden de la temática, de la composición, del estilo, etc.) literarias” (1989: 324-325). En efecto, muchos poetas han dedicado páginas, artículos, libros o poemas a este asunto, tratando de especificar, definir o caracterizar lo que es poética, poema, poesía, creación, y otros temas afines; pero a lectores, críticos y estudiosos es a quienes ha correspondido identificarla, aislarla y caracterizarla.
Cada poeta sigue una poética, es decir, una idea de la poesía, un concepto del poema, una actitud ante la creación poética, y una especial sensibilidad ante la vida y la realidad que se vierten en su obra. Además, concibe un mundo particular que expresa mediante un lenguaje que lo caracteriza y determina su estilo; acude a ciertos temas o regiones de la existencia; estructura la materia verbal acorde con estas ideas y su sensibilidad; toma de la tradición y transforma o innova a partir de ella, así como de de su experiencia del lenguaje y de la realidad cotidiana, histórica, social, cultural, científica… En fin, cada poeta tiene su poética, incluso a pesar de lo que él diga de ella, o de lo que calla también, pues la traduce en poema a falta de un discurso prosaico.
En las poéticas que presentan los poetas de esta muestra abundan diferentes experiencias o ideas de lo que representa para ellos la poesía y su obra. Es decir, a la hora de reflexionar sobre la creación poética y el poema como su resultado, dan las más diversas interpretaciones que incluyen, entre otras: creencia o confianza en la poesía, maneras y situaciones del acto de escribir, temas de sus poemas, tiempo en el que escriben, causa de la escritura, la escritura en abstracto, futuro de la humanidad sin la poesía, definiciones de poema o poesía: “Es la expresión más sublime y sagrada del ser humano, vínculo y manifestación de una experiencia, una vivencia, transmitida como iluminación y asombro” (María Cecilia Muñoz); espacio de la poesía: “La poesía habita el mundo de manera natural, sin voluntad de hacerlo y sin afecto ni pertenecer a nadie” (Carlos Sánchez); función de ésta en la sociedad y en el lector: “La poesía todo lo vibra y descubre. Y también nos ilumina para siempre” (Jota Arturo Sánchez).
Otros se refieren a la relación de la poesía con el mito: “Adivina, hada, o quizá deidad del universo, la poesía es ecuación, subrepticia fórmula con que se expresa caprichosamente el mundo” (Teresa Sevillano); con la historia: poesía “es enamorarme del hombre, a pesar de la historia” (Édgar Trejos); con el lenguaje: “La poesía, lenguaje universal, es el mensaje que envía el corazón gigante que habita las profundidades de la tierra” (Jesús Gómez); con el universo: “El poema ha sido grata y peligrosa verdad intimista, revelación y rebelión, hermanamiento con el cordón umbilical del mundo, escucha del eco del universo. Porque así la poesía todo lo vibra y descubre” (Jota Arturo Sánchez); con el origen: “Ese relámpago que alumbra la oscuridad de los días y envuelto en una íntima música hace del lenguaje algo nuevo en las antiguas letras que todos heredamos” (Eduardo Peláez); con la finalidad: “Una palabra que sea salvación y refugio, una palabra que al nombrarla me dé otro rostro, una casa y una luz” (Viviana Restrepo); con la vida: “La poesía es la ventana que da al solar de mi casa, al rincón donde la vida vuelve a suceder por vez primera” (José Libardo Porras); y con lo insondable: “La palabra revelada / Poesía como vía de conocimiento ante el misterio / Palabra iniciática que ahora se pronuncia / Ora se musita Ora se silencia” (Tarsicio Valencia).
Otras poéticas se van por caminos sinuosos: lo que no es la poesía: “‘Lo poético’ no es reducible al poema, pues éste no es más que una de las tantas manifestaciones de lo que denominamos ‘el espíritu poético’ que en verdad es la parte que heredamos de lo eterno, de lo divino, de lo trascendental” (Rafael Patiño); lo que podría ser: “Será también lenguaje de soledad o ausencia, de exilio o blasfemia” (Raúl Henao); su utilidad: “La poesía carece de generosidad y va deshaciendo los pasos del intruso disolviendo lo inútil y falaz y conservando solo lo superior y noble” (Luis Galar).
Otras poéticas en este libro se adentran en causas o efectos filosóficos: “La poesía es lo que no está dicho, aquello que no somos” (Darío Ruiz), o también: “Es destino, es visión de totalidad, integración de lo múltiple en la unidad del ser” (Pedro Arturo Estrada); religiosos: “Es este espíritu lo que nos eleva por encima de la superficie de la cotidiana realidad y nos mantiene en vilo sobre el territorio invisible donde fundamos realidades aparte, aquí, donde confluyen todos los universos” (Rafael Patiño), o: “Una religión natural. Una respuesta de la especie a la ausencia de sentido” (Eufrasio Guzmán); místicos: “La poesía como nuestro misterio más permanente” (Marco Antonio Mejía); metafórico-bucólicos: “La poesía es una mañana fresca” (Walther Espinal); y antropológicos: “A la altura de sus imaginarios y ensoñaciones en todo hombre hay poesía, puesto que cada texto es re-escritura de sus visiones” (Everardo Rendón).
Las hay también socio-culturales: “‘Lenguaje de comunión’ y sólo en su defecto, en el contexto enajenado de la llamada cultura moderna, será también lenguaje de soledad o ausencia, de exilio o blasfemia” (Raúl Henao), o: “La poesía es un acto socialmente imaginario” (John Sosa); científicas: “La poesía es la cristalización salina de las secreciones del pensamiento” (Olga Elena Mattei); artístico-enigmáticas: “La poesía es un arte extraño y laberíntico que se posesiona de un lenguaje espejeante” (Carlos Enrique Sierra); o eróticas: la poesía “se ha convertido en una vieja amante, un poco extraña pero necesaria, a la que no queremos renunciar, y a la que, para volverla a amar con sincera pasión una tarde o una noche, debemos reinventarla” (Luis Germán Sierra).
Otros se refieren a diversos elementos que la constituyen: el estilo, las palabras, la dificultad o la impresión del poema, y lo que impulsa al escritor a escribir; o las reacciones sicosomáticas: “La poesía es un misterio que a todos nos hiere y salpica; sólo que unos se limpian con gasa y antisépticos, y otros se la restriegan con la lengua y la miman” (León Gil); espirituales: “Revela los misterios preservando sus arcanos” (Daniel Día); o materiales: “Por la palabra le doy vida hasta a los muertos y los pongo a hablar. Le damos la voz a los rincones, ponemos a hablar los muros” (Eufrasio Guzmán).
Pero otros, quizá menos convencidos de su ideario, prefieren que su misma poesía exprese por ellos la senso-significación: “Mi POÉTICA está allí, en una como reiterada e inextinguible poesía que dice: el cuerpo o la palabra incendiada / es el secreto a voces que busca / toda poesía / así delira y se desnuda / para decir su razón figurada / imagina ciencias e inventa historias / sabe que solo le hacen falta alas” (Luis Iván Bedoya); o “Le ha tomado una vida acercar esas dos palabras / Fue hasta ese lugar, puso entre ramas el silencio y las palabras ardieron” (Carlos Vásquez).
Es una variopinta muestra de múltiples tendencias o conceptos que, al leer los poemas de sus autores, no siempre se cumple; o, simplemente, una es la idea que concibe el poeta y otra la realización en el poema. Porque, a decir verdad, ni siquiera la teoría que lleva tantos siglos indagando la esencia de la poesía, ha logrado dilucidarla en forma definitiva. En general, el poeta está convencido del llamado de la poesía, es consciente de su oficio, ve su inutilidad inmediata, y lucha con y contra las palabras para que sus poemas expresen sus convicciones, experiencias y visiones de la realidad interior y exterior. A la hora de racionalizar la poesía, los poetas prefieren las metáforas, las imágenes, las comparaciones y las referencias tangenciales al oficio, al poema y a la poesía en abstracto. Por eso, cuando se releen los poemas de esta muestra, y se hace abstracción de lo que cada poeta expresó como su poética, se descubren nuevos intentos, a veces más precisos y claros; o, al menos, más cercanos a una poética desprejuiciada y natural.
Al poeta no siempre le corresponde la teorización de su poesía. Empero, muchos poetas y escritores no reconocen la labor de la historia, la crítica, el estudio y la interpretación literarios. Por algún motivo aún no identificado, sobre todo en la actualidad, esta labor desencadena escozor o hasta rechazo abierto en ellos. Quizá no se han dado cuenta de que también los científicos, los historiadores y los filósofos, por referirme sólo a unos cuantos de los muchos pensadores e investigadores de los fenómenos naturales y sociales, reciben críticas, contradicciones, refutaciones y hasta reprobación olímpica de su trabajo. Y la poesía, por ser un lenguaje diferente del lenguaje científico o coloquial, no es superior a los otros. No todo verso es un poema ni todo poema es verdadero ni toda verdad es absoluta. La fuerza interior y el compromiso con la literatura deben ser directamente proporcionales al talento y a la dedicación al oficio: es una vocación que implica permanente compromiso; es un arte que exige total desnudamiento; es un don que más que voluntad requiere dedicación, atención, abandono, sinceridad, exaltación... Y también requiere humildad o, en términos más imprecisos quizá, tolerancia y disponibilidad al diálogo y a las voces diferentes o contrarias. La obra perdurará si por ella misma es realmente perdurable.
Por eso, al volver sobre los poemas se descubren ideas, sensaciones, intuiciones y convicciones que en último término conforman la poética que inspira, orienta, contradice, desvía, acompaña o perturba a los poetas de este libro. Puede decirse, sin temor a dudas, que gran parte de los poetas de esta muestra desconoce, adrede o no, las principales propuestas de poética que se han producido en los últimos cien años. No hay problema en eso, porque ningún poeta anterior al siglo XIX habría necesitado de las poéticas del siglo XX para crear su obra. Es la producción de tantos poetas la que ha llevado a la indagación, la investigación y la determinación de las poéticas, por el especial trastorno de la lengua que se produce en la literatura, en especial en la poesía. Con mucha propiedad y autoridad los lectores, los críticos y los teóricos han intentado distinguir, comprender, interpretar y racionalizar un lenguaje que queda vibrando en el oído, como lo sugiere Gadamer: “En el poema no sólo se consuma la producción de sentido duradero en la palabra que se exhala, sino que en él adquiere duración la presencia sensorial de la palabra” (1993: 145); y precisa diciendo que en el tono está “la fuerza de la poesía lírica” (Ibídem). De ahí que encuentre la esencia del poema, el vínculo entre poema y lector, en el tono que “debe estar ya en el oído de todos, para que quien lo recita pueda, en cierto modo, limitarse a decir en voz alta lo que todos oyen interiormente. Pues eso es un poema: el estribillo del alma. En el estribillo todos cantan en coro” (Ibídem).
Es pertinente recordar que no todo el que compone versos es poeta; en palabras de Gadamer: “Todos sabemos que quien no es poeta puede hacer versos, y que éstos muy bien pueden gustar, pero que carecen de tono propio” (Ibídem). Entonces, que los poetas vuelvan sobre lo mismo, porque todo poeta siempre va hacia el mismo lugar de la escritura y de la búsqueda: la poesía; porque éste es el tema, el medio, el propósito, el ámbito, el inicio y el fin; porque toca a los lectores-poetas escuchar a los poetas-lectores, entendida esta relación en el contexto de Josu Landa (2002), e interrelacionarse con ellos por medio de la poesía; porque es preferible escuchar el desinhibido o libertario lenguaje del poema, en el que se manifiestan no sólo las ideas sino también los arquetipos de éstas, y en él los móviles más arcanos de la poesía en la conciencia y en el lenguaje de los poetas; porque al leer los poemas descubrimos las poéticas no racionales ni convencionales que nos dicen qué piensan-sienten los poetas de entidades o términos o conceptos como poética, poesía, poema, poeta, poetizar, creación, inspiración, esencia poética.
Por ejemplo, el poema “Retazos de mis palabras” de Olga Elena Mattei indaga el ser del poeta y sólo alcanza estas metáforas: “Cactus soy, / greda de carne florecida, / vaso de líquidas ofrendas”. El poema “Madrid es triste” de Darío Ruiz hace preguntas que enturbian la claridad de la existencia, desarman el acomodo permanente en el orden, desestabilizan la seguridad, descreen del progreso irreversible de la humanidad y dudan del desarrollo espontáneo del mundo, como si su poema acompasara con las preguntas de Gadamer al inicio: “¿Seré yo acaso quien mira / a las oscuras ancianas que surgen de las esquinas? / ¿Puedo ser yo quien sube por escaleras vacilantes / y leprosas? ¿Puedo ser yo quien en desvencijados cafés / escucho poetas perdidos, observo la caspa en sus hombros, / desafino mi voz con su retórica? ¿Puedo ser yo / quien lee caricaturas del soneto en poetas / oficiales pulcros y acerados al solicitar ayuda / para su despiadada estética garcilacista? ¿Seré yo / quien en restaurantes miserables encuentro / tempranamente la evidencia de que el desamparo no / es ni siquiera la soledad?”; preguntas que Ruiz intenta solucionar sin rodeos en su otro poema, “El anuncio, recuérdalo”: “Procura entonces mantenerte al margen / recurre al agua pura y a la palabra sin fondo / para que logres diferenciar el anuncio del presagio. / Para que un día logres ver el lejano país / en donde ahora viven tus padres”.
El poema “La letra ciega” de Raúl Henao pretende ir a la esencia del poeta con otra metáfora: “Desacompasado en la tarde/ El corazón del poeta / Es apenas un nido de colibrí”; en cambio, en el poema “Lluvia” de Margarita Cardona se lee un acercamiento erótico-metafórico por medio de una metonimia: “Sobre mi monte púber / La hoja blanca del poema”, mientras que en “Prometeida” de Fernando Rendón se escuchan el origen del poema en el poema metaforizado en una metonimia del poeta, y su finalidad: “La poesía extrae de la manga de su túnica los acontecimientos. El mundo así lo entiende. Y se apresta a purificarse para la exigente actividad de la resurrección”. Entre tanto, el poema “Modulando” de Carlos Carabeto considera que la poesía es familiar, íntima y cercana, en una sinécdoque coloquial: “Buenas noches Palabra. / Buenos días Palabra”, y en “Volverse a ver” de Édgar Trejos, se duda de la familiaridad a la vez que se aspira a la inclusión: “Nos volveremos a ver / extranjeros tal vez en la casa del lenguaje”.
Más osado es el poema “La palabra rota” de Everardo Rendón, cuando intenta definir la palabra como “Inventario de las sombras / Pregunta en emergencia de mordazas / Oquedad ardiendo / En el silencio / De la página”. En el poema “A la moda con la muerte” de León Gil, se percibe una actitud contradictoria, además, por dirigir la poesía hacia la orgía de sangre de nuestra ciudad y nuestro país, como también se puede confirmar a cada instante en nuestro ínfimo planeta: “Tanta orfandad tanta elegía / Tanta sangre y tanto luto en el poema: // Las flores y los cantos solo sirven / Para los desposados con la muerte”. En cambio, en “Otra casa” de Pedro Arturo Estrada sus versos se dirigen más bien a ese otro lugar entrañable, en el que la poesía y la palabra están metaforizadas, ámbito de todo poeta: “Habito, después de todo, la casa construida en sueños, la casa / levantada en la región translúcida, / en el deseo inmensurable”.
Entre tanto, se llega a dudar de las certezas sobre la poesía que defienden tantos poetas, cuando se lee en “Limaduras del sol” de Omar Castillo: “Se puede horadar el verso. Obstaculizar la imagen. Dislocarla. Aflojar la cuerda de sus palabras. Y aúnasí no llegar al poema”. Quizá por esto, y sin que tal vez haya leído los versos anteriores, en el literal f del poema “Hombre que da una vuelta al oficio” Robinson Quintero escribe: “la poesía está en lo otro, en lo impensado, en lo que huye. En ese misterioso tanteo de hallar en lo oculto, de precisar en lo impreciso, trazo mi oficio”, y de ahí que repita el estribillo “La poesía no tiene horario”; aunque en el número 9 de “Poemas” de Wilson Frank, “el poema no tiene fin”, es decir está hecho, se hace, se seguirá haciendo, como lo anunciara desde el número 7: “La sombra de la luz / desnuda el poema / que viaja en los labios / de la noche”. Creadores, espacios, tiempos, circunstancias, atmósferas y situaciones que posibilitan el poema, y que en “Final de verano” de Carlos Enrique Sierra se transforman en materia densa y fugaz: “Afuera comenzó la lluvia / Y esta página danza una sombra / El poema es un viento que se hace delgado de palabras / Sobre la tierra, sobre las hojas, en el cuerpo / Llueve la lluvia del poema”.
De una u otra forma, los poemas y las poéticas de esta muestra intentan responder las múltiples inquietudes que la realidad del mundo, esta ciudad y sus habitantes proponen a los escritores. Resulta interesante ver cómo los poetas se esfuerzan por pensar sobre su oficio, sobre lo que la poesía y el poema representan para ellos, sobre aquello que es la esencia de su creación, y lo que a muchos da sentido a su existencia. Es como si hubieran detenido un momento su creación para mirar en retrospectiva su oficio; y algunos, quizá, hayan descubierto que ni siquiera habían pensado en ella, en la que los alimenta, los perturba, los deleita y los saca de casillas a la hora de escribir el título de su poema o de equilibrar el ritmo o de distorsionar las palabras o de rebelarse contra las ideas y contra las normas gramaticales; o de desviarse de las líneas trazadas para la poesía desde su inicio, o de trasponer el mundo, o de sustituirlo, o de negar la luz de la poesía y hacer de ella una opaca o ciega heredera de la estupidez humana, de la histeria colectiva, de los ritmos secretos y terribles que mantienen viva la realidad del mundo y la de esta ciudad.
Notas:
Estébanez Calderón, Demetrio. Diccionario de términos literarios. Madrid: Alianza, 2004.
Gadamer, Hans-George. Poema y diálogo. Ensayos sobre los poetas alemanes más significativos del siglo xx. Trad. Daniel Najmías y Juan Navarro. Barcelona: Gedisa, 1993.
Landa, Josu. Poética. México: Fondo de Cultura Económica, 2002.
Marchese, Angelo y Forradellas, Joaquín. Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria. Barcelona: Ariel, 1989.
Medellín, 8 de marzo del 2011.
Junio 8, 2011