Recientes reediciones de Chirinos
Por: Juan Cameron
Catorce formas y ruiseñores
Poseedor de un contenido y eficaz lirismo, Eduardo Chirinos es uno de los mayores poetas de la promoción peruana de los 80 y un continuador de la mejor tradición generada en las aulas limeñas. Dos de sus últimos libros, Catorce formas de melancolía y No tengo ruiseñores en el dedo, fueron reeditados recientemente y se encuentran a la venta en su país.
Catorce formas de melancolía apareció bajo el sello de Raccoon Press en Missoula, Estados Unidos, el año 2007. Una segunda edición, de 35 ejemplares numerados y firmados por el autor, se entregó en abril de 2008, encontrándose algunos ejemplares a la venta en Lima. Chirinos toma el título del Capítulo XIX, apartado Genera et species, de la Nosología Methodica, publicada por el médico y botánico francés François Boisser de Sauvages, en Amsterdam, en 1763.
El misterio del tiempo y la imagen de un mundo que es pura virtualidad -puesto que eso y no historia pareciera ser la literatura- es una constante en su obra. "La página donde Beatriz muere cada/ noche. Los pechos de Helena en las/ manos de Paris. El pañuelo envenenado// de Desdémona" enumera en Catorce formas para expresarnos que el gran gerundio del mito no es sino justamente su registro, esa inútil escritura del fracaso.
Pero esta escritura en ningún caso verá comprometida tal inutilidad por ausencia del oficio; el fracaso es vital, es filosófico. Y Chirinos, cuidadoso en su trazado, busca la perfección de la forma porque en ella sostiene un contenido de profundo lirismo: "Falta de tono es falta de armonía./ El pie en falso, el movimiento/ esquivo, la rima fácil y engañosa" (14:6)
Sobre el número elegido indica en una nota final, que si bien Boissier registra solamente trece formas de melancolía en su tratado, es catorce el número perfecto para los endecasílabos y, según Borges, "ese adjetivo numeral vale por infinitos".
No tengo ruiseñores en el dedo corresponde, del mismo modo, a una segunda edición. Esta fue publicada el 2007 por el sello Peisa de la capital peruana, apareciendo la primera el año anterior en España. No tengo ruiseñores sigue el principio numerológico del anterior libro y se construye en tres secciones de catorce poemas cada una, junto a una cuarta -ubicada como tercer cuadernillo- conformada a su vez por tres poemas.
La vinculación de la amada con el hecho poético le permite escribir una muy hermosa arte poética, Bajo lluvia insaciable, texto en que los conceptos de la muerte y de la palabra -al expresarse en género femenino en nuestro idioma- dan paso a la imaginería del autor: "he leído mientras tanto muchos libros,/ recorrido ciudades, extraviado mis ojos/ en ojos que jamás fueron los tuyos" y, en palabras de la muerte: "No te preocupes dice, la palabra/ siempre llega. (...) Y nos deja su tarjeta de visita". ¿Pero quién deja esa tarjeta?
El poeta se nutre con naturalidad de los vasos comunicantes que el oficio permite. Citas de Teillier y Gelman dan cuenta de sus apetencias y, al mismo tiempo, una secreta comunicación con otros autores y textos transcurren en varios de sus poemas. Al tiempo que utiliza sistemas de acumulación cargados de connotaciones y, por ende, de esa vibración emotiva que alcanza con facilidad al lector: "Te regalo el silencio. Los vastísimos// silencios que recorre la luna. Te regalo/ la luna, los cinemas, los espejos, los/ acuarios te regalo", etc. (Estas palabras).
Del mismo modo este discurso en torno a la palabra permite el juego a través de homónimos y fecunda el riquísimo campo de equívocos donde crece la poesía. La palabra cita, que utiliza en forma aparente en el sentido de epígrafe, puede bien significar el encuentro entre los amantes; o entre el signo y la iluminación provocada en su receptor; todo es posible. Porque la otra condena del poeta, más allá de la imposibilidad de crear mundos en su tarea de utilizarla, es que ella se niega a que jueguen con ella -o le pongan la bota en el cuello- y le recuerda, siempre, que ya es tarde para el juego. Chirinos sabe de su tarea en la tierra: no hay otra amada puesto que la verdadera amada es aquella escondida en este miserable juego. Condena y derrota pertenecen al mismo género.
Estas elegantes y bien diseñadas producciones acusan el cuidado personal del poeta. Chirinos es un poeta para cultos, un individuo educado y formado en el rigor de la antigua métrica -con algo de Carlos Germán Belli en las sombras- cuya poética resulta, al mismo tiempo, moderna, creacionista y conceptual si de adjetivos se trata. Su lectura es generadora de placer estético y se presenta como heredera de la mejor tradición de su país. En su obra algo hay de Vallejo; pero también Sologuren y Watanabe entre los más cercanos: "Piensa que estoy aquí, que nunca/ viajé a otra parte./ Piensa..." (Catorce formas, 4).
Eduardo Chirinos nació en Lima, en 1960. Ha publicado Cuadernos de Horacio Morell (1981), Crónicas de un ocioso (1983), Archivo de huellas digitales (1985), Sermón sobre la muerte (1986), Rituales del conocimiento y del sueño (1987), El libro de los encuentros (1988), Canciones del herrero del Arca (1989), Recuerda cuerpo (1991), Raritan blues (antología, México, 1997), El equilibrista de Bayard Street (1998), Amores y desamores (1999), Naufragio de los días (Antología, España, 1999), Abecedario del agua (2000), Breve historia de la música (2001, ganador del Premio Casa de América, Madrid), Derrota del otoño (Antología, México, 2003), Escrito en Missoula (2003), Cuadernos de Horacio Morell (2006) y los citados No tengo ruiseñores en el dedo (2006 y 2008) y Catorce formas de melancolía (2007 y 2008). En crónica ha entregado El techo de la ballena (1991) y La morada del silencio (1998) y dos volúmenes de poesía peruana: Loco amor (1991) e Infame turba (1992 y 1997), así como la antología Elogio del refrenamiento de José Watanabe (Sevilla, 2003). Otros libros en distintos géneros son Epístola a los transeúntes, (2001) y El fingidor (2003). Actualmente reside en Missoula y es académico en Literatura Hispanoamericana y Española en la Universidad de Montana.