Una poesía rebelde y reveladora
Por: Basilia Papastamatíu
Cubaliteraria
La más reciente Feria Internacional del Libro de Cuba, de febrero pasado, entre muchas otras ganancias espirituales, propició el mejor conocimiento de la cultura de Galicia, invitada de honor este año.
Yo en particular debo agradecer el descubrimiento de una obra desde todo punto de vista excepcional, Contra Maquilero de Xosé Luis Méndez Ferrín. Publicada por la editorial cubana Arte y Literatura en forma bilingüe, con traducción y notas de Eloísa Otero y Manuel Outeiriño -este último autor también de un ilustrador prólogo-, es el libro más reciente de Méndez Ferrín, quien, con sus ya setenta años de edad, sigue demostrando un vigor creativo admirable que lo mantiene en la vanguardia más renovadora de la poesía en lengua gallega.
Nacido en Ourense en 1938, Méndez Ferrín es además novelista y crítico. Doctor en Filología y miembro de la Academia Galega. Entre sus libros de poesía figuran Antoloxía Popular (1972), Sirvientes pola destrucción de Occitania (1975), Con pólvora e magnólias (1977), O fin dun canto (1982), Erótica (1992), Estirpe (1994) y su más reciente poemario, que ahora nos ocupa, Contra Maquieiro (2005). Ha publicado además relatos y novelas.
Pero este escritor gallego no se ha limitado a escribir: tiene una intensa participación a favor de toda causa política y social en la que cree, por lo que podemos calificarlo de un intelectual legítimamente comprometido. Por su actividad política a favor de las clases populares más oprimidas, y su participación en el Movimiento Nacionalista Gallego, vivió un tiempo en la clandestinidad y encarcelado durante dos años.
Méndez Ferrín, como bien afirma Isaac Lourido, demuestra en Contra Maquilero porqué sigue siendo considerado como un modelo de coherencia política y literaria. Al concebir la literatura como práctica en la que convergen de forma inseparable el espíritu de vanguardia y la insubordinación política, se sumaron a su óptica quienes componen ahora el grupo Redes escarlata, Chus Pato, Xabier Cordal, Darío Xohán Cabana, Anxo Angueira y Oriana Méndez.
En su poesía Méndez Ferrín, podríamos decir rememorando lo tantas veces defendido por Julio Cortázar, no trata solamente de hacer una literatura de la revolución sino de revolucionar la literatura. Pero sabemos perfectamente que revolucionar la literatura no es nada fácil, por eso no son muchos los que lo intentan y muchos menos los que lo intentan a fondo y lo hacen bien, sin caer en la fabricación de mistificaciones o extravagancias en su afán de originalidad.
Su caso es felizmente de los muy pocos que, además de lograrlo, lo hacen con un deslumbrante despliegue de auténtica creatividad. Porque su poesía es sorprendentemente abarcadora de las más diversas zonas del lenguaje, desde las más eruditas y cultas hasta las más populares e incluso las marginales; construye además sus poemas incursionando tanto en territorios reales como utópicos, presentes o del pasado, tomados de la vida o de la literatura, de la historia o la mitología, según sus necesidades expresivas; y relaciona referencias tan disímiles que su cercanía y asociación hubieran parecido impensables.
En Contra Maquilero nos desconcierta de entrada su elemental utilización simbólica, en el mismo título, de un término fabril cargado en nuestro tiempo de un significado muy negativo: la maquila, lugar de superexplotación de los trabajadores, derivado, en el libro, en nombre propio, Maquilero.
Sin embargo, apenas comenzamos su lectura, para nuestra satisfacción nos encontramos con una poesía de altura, sin concesiones a la simplicidad comunicativa, de una laboriosa y compleja construcción que, sin embargo, no frena la fuerza emotiva y la desenfadada libertad de su escritura.
La primera parte del libro, Contra Maquilero que es la que le dio título al libro y es la más extensa-, más allá del obvio simbolismo de la Maquila como representación del poder y la explotación capitalista, traza un sinuoso pero revelador itinerario histórico y geográfico de las pugnas sociales y de las guerras no deseadas, por el interés ajeno, que abarcan desde Europa y América hasta Asia (Capital que algunos habíais considerado sin duda / no estratégico e incapaz de respuesta inteligente / Maquilero arrastró a los inocentes y los uniformó / en la cohorte ciega / quiero llorar sin tregua a esos difuntos), y, como natural punto de salida y de llegada, la Galicia del autor y de un legendario abuelo, republicano, masón y carbonario (Disparaba Antonio Ferrín contra sí mismo Ferrín masón-libre comprendía y maceraba el acíbar ).
Le sigue Cuarteto con Alemania, que aún sin despegarse del mundo real, lo manifiesta a través de fragmentarias vivencias infantiles inmersas en un intrincado entrecruzamiento de anotaciones culturales.
Luego, Senecto corpore, donde expone experiencias de un preso político gallego, asociándolas, como hace habitualmente, a otros ámbitos sociales e históricos. Y Profecía de Taramundi, que utiliza ex profeso un lenguaje críptico trascendentalista, propio de los vaticinios, y con un verdadero despliegue de fantasía (y dejaron los huesos diseminados por las gándaras al calor del sol y al abrigo del sapo que puede exudar Luna, y todo el ejército disciplinado de las estrellas se derrumbó cada moche sobre aquellos huesos y fue haciendo de ellos polvareda ).
Finalmente, en Paralipómenos o de las cosas omitidas -texto añadido un mes después de la primera edición-, rinde homenaje a personas que le son caras.
Por su complejidad podría pensarse que los poemas de Méndez Ferrín son de difícil comprensión; pero como aborda con singular sensibilidad y sincera pasión los problemas que atraviesa el hombre y la sociedad en general, en particular los estratos más pobres, secularmente dominados y vejados por la clase de los poderosos; y como es tan palpable su búsqueda y lucha por un mundo mejor a través de la palabra poética, su aparente falta de transparencia comunicativa o hermeticidad de sus mensajes no impiden que la lectura de Contra Maquilero cautive y emocione al lector y que este alcance, fuera de la lógica del discurso convencional, una profunda comprensión de su escritura.