Poesía mítica Guaraní
Publicamos esta vez un extraordinario documento antropológico recogido y traducido por el americanista León Cadogan hace ya algunos años. Se trata de la cosmogonía tradicional de los indios mbyá, una de los clanes de aborígenes nombrados como guaraníes.
Estos son algunos fragmentos.
I
LA CREACION
LAS PRIMITIVAS COSTUMBRES DEL COLIBRI
El Creador, Ñande Ru, se crea a sí mismo en medio de las tinieblas originarias. Surge entre ellas con la vara-insignia de su poder y el reflejo de su corazón que todo lo ilumina. El Colibrí, extraño personaje del poema, parece ser la representación del Creador mismo que se autosustenta. En otros poemas aparece claramente el Colibrí como el propio Ñande Ru. La imagen de la creación retorna cíclicamente sobre la tierra con el curso de las estaciones.
I
Nuestro Primer Padre, el Absoluto,
surgió en medio de las tinieblas primigenias.
II
Las divinas plantas de los pies,
el pequeño asiento redondo,
en medio de las tinieblas primigenias lo creó,
en el curso de su evolución.
III
El reflejo de la divina sabiduría (órgano de la vista),
el divino oye-lo-todo (órgano del oído),
las divinas palmas de la mano con la vara insignia,
las divinas palmas de las manos con las ramas floridas (dedos y uñas),
las creó Ñamandui en el curso de la evolución,
en medio de las tinieblas primigenias.
IV
De la divina coronilla excelsa las flores del adorno de plumas eran gotas de rocío.
Por entre medio de las flores del divino adorno de plumas
el pájaro primigenio, el Colibrí, volaba revoloteando.
V
Mientras nuestro Primer Padre creaba en el curso de su evolución su cuerpo divino,
existía en medio de los vientos primigenios;
antes de haber concebido su futura morada terrenal,
antes de haber concebido su futuro firmamento,
su futura tierra que originariamente surgieron,
el Colibrí le refrescaba la boca;
el que sustentaba a Ñamandu con productos del paraíso era el Colibrí.
VI
Nuestro Padre Ñamandu, el Primero, antes de haber creado su futuro paraíso,
en el curso de su evolución,
El no vio tinieblas:
aunque el Sol aún no existiera,
El existía iluminado por el reflejo de su propio corazón;
hacía que le sirviese de sol la sabiduría contenida dentro de su propia divinidad.
VII
El verdadero Padre Ñamandu, el Primero,
existía en medio de los vientos originarios,
en donde paraba a descansar la Lechuza producía tinieblas;
ya hacía que tuviese presciencia del lecho de las tinieblas (de la noche).
VIII
Antes de haber el verdadero Padre Ñamandu, el Primero,
creado en el curso de su evolución su futuro paraíso;
antes de haber creado la primera tierra,
El existía en medio de los vientos originarios.
El viento originario en que existió nuestro Padre se vuelve a alcanzar
cada vez que se alcanza el tiempo-espacio originario
cada vez que se llega al resurgimiento del tiempo-espacio primitivo.
En cuanto termina la época primitiva, durante el florecimiento del Lapacho,
los vientos se mudan al tiempo-espacio nuevo:
ya surgen los vientos nuevos, el espacio nuevo;
se produce la resurrección del tiempo-espacio.
EL FUNDAMENTO DEL LENGUAJE HUMANO
El Creador, utilizando su vara-insignia, de la que hizo brotar llamas y tenue neblina, creó el lenguaje. Este lenguaje, futura esencia del alma enviada a los hombres, participa de su divinidad. Crea después el amor y los himnos sagrados. Para formar un ser en el cual depositar el lenguaje, la divinidad, el amor y los cantos sagrados, crea a los cuatro dioses que no tienen ombligo y a sus respectivas consortes, que en el futuro enviarán a la tierra el alma de los hombres.
I
El verdadero Padre Ñamandu, el Primero,
de una pequeña porción de su propia divinidad,
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora
hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina.
II
Habiéndose erguido (asumido la forma humana),
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora,
concibió el origen del lenguaje humano.
De la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora
creó nuestro Padre el fundamento del lenguaje humano
e hizo que formara parte de su propia divinidad.
Antes de existir la tierra,
en medio de las tinieblas primigenias,
antes de tenerse conocimiento de las cosas,
creó aquello que sería el fundamento del lenguaje humano
e hizo el verdadero Primer Padre Ñamandu
que formara parte de su propia divinidad.
III
Habiendo concebido el origen del futuro lenguaje humano,
de la sabiduría contenida en su Propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora,
concibió el fundamento del amor.
Antes de existir la tierra,
en medio de las tinieblas primigenias,
antes de tenerse conocimiento de las cosas,
y en virtud de su sabiduría creadora,
concibió el origen del amor.
IV
Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano,
habiendo creado una pequeña porción de amor,
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora
el origen de un solo himno sagrado lo creó en su soledad.
Antes de existir la tierra,
en medio de las tinieblas originarias,
antes de conocerse las cosas,
creó en su soledad (para sí mismo) el origen de un himno sagrado.
V
Habiendo creado, en su soledad, el fundamento del lenguaje humano;
habiendo creado, en su soledad, una pequeña porción de amor;
habiendo creado, en su soledad, un corto himno sagrado,
reflexionó profundamente sobre a quién hacer partícipe del fundamento del lenguaje humano;
sobre a quién hacer partícipe del pequeño amor;
sobre a quién hacer partícipe de las series de palabras que componían el himno sagrado.
Habiendo reflexionado profundamente,
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora,
creó a quienes serían compañeros de su divinidad.
VI
Habiendo reflexionado profundamente,
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora,
creó a los Ñamandu de corazón valeroso.
Los creó simultáneamente con el reflejo de su sabiduría (el Sol).
Antes de existir la tierra,
en medio de las tinieblas originarias,
creó al Ñamandu de corazón grande.
Para padre de sus futuros numerosos hijos,
para verdadero padre de las almas de sus futuros numerosos hijos,
creó al Ñamandu de corazón grande.
VII
A continuación,
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora,
al verdadero padre de los futuros Karaí,
al verdadero padre de los futuros Jakaira,
al verdadero padre de los futuros Tupá
les impartió conciencia de la divinidad.
Para verdaderos padres de sus futuros numerosos hijos,
para verdaderos padres de las palabras-almas de sus futuros numerosos hijos,
les impartió conciencia de la divinidad.
VIII
A continuación,
el verdadero Padre Ñamandu,
para situarse frente a su corazón,
hizo conocedora de la divinidad
a la futura verdadera madre de los Ñamandu.
Karaí Ru Ete hizo conocedora de la divinidad
a quien se situaría frente a su corazón,
a la futura verdadera madre de los Karaí.
Jakaira Ru Ete, de la misma manera,
para situarse frente a su corazón,
hizo conocedora de la divinidad
a la verdadera madre Jakaira.
Tupá Ru Ete, de la misma manera
a la que situaría frente a su corazón,
hizo conocedora de la divinidad
a la verdadera futura madre de los Tupá.
IX
Por haber ellos asimilado la sabiduría divina
de su propio Primer Padre;
después de haber asimilado el lenguaje humano;
después de haberse inspirado en el amor;
después de haber asimilado las series de palabras del himno sagrado;
después de haberse inspirado en los fundamentos de la sabiduría creadora,
a ellos también llamamos excelsos verdaderos padres de las palabras-almas;
excelsas verdaderas madres de las palabras-almas.
LA PRIMERA TIERRA
Ñande Ru crea la primera tierra, sustentándola con cuatro columnas, varas-insignias, que aseguran su estabilidad. A esta primera tierra original envía a los hombres y a la víbora, a la pequeña cigarra roja, el coleóptero girínido y-amaí, a la perdiz grande y al armadillo. Al destruirse la primera tierra, los hombres virtuosos se elevaron al cielo, donde conservaron su figura; los transgresores de la ley divina subieron también, pero transformados en seres irracionales. Los animales que ahora viven sobre la tierra no son sino imágenes de los prototipos celestiales, esto es, de los hombres transformados en animales y de los animales mencionados, que desde su origen tuvieron la forma actual.
El Creador, antes de retirarse nuevamente a las tinieblas, encomendó a los grandes dioses creados y no engendrados el cuidado de la tierra. A Karaí, dios del fuego, encargó el crepitar de llamas, los truenos que se escuchan en el oriente, principalmente en la Primavera, y que inspiran fervor a los hombres. Este dios y su consorte serán los que envíen las almas de hombres y mujeres que llevarán el nombre sagrado de "Señores dueños de las llamas". A Jakaira confirió el mando de la neblina vivificante, para que hombres y mujeres enviados por él y su consorte sean los "Dueños de la neblina", que otorga sabiduría y poder para conjurar maleficios. A Tupá, dios de las aguas, y a su esposa encargó la lluvia y el granizo que darán templanza y moderación a sus hijos.
Después de esto inspiró a los verdaderos padres de las palabras-almas el himno sagrado para que lo enviaran a la tierra. A ellos, para que formaran a los hombres; a ellas, para que dieran vida a las mujeres.
PRIMERA PARTE
I
El verdadero Padre Ñamandu, el Primero,
habiendo concebido su futura morada terrenal,
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora,
hizo que en la extremidad de su vara fuera engendrándose la tierra.
Creó una palmera eterna en el futuro centro de la tierra;
creó otra en la morada de Karaí (Oriente);
creó una palmera eterna en la morada de Tupá (Poniente);
en el origen de los vientos buenos creó una palmera eterna;
en los orígenes del tiempo espacio primigenio (S.) creó una palmera eterna;
cinco palmeras eternas creó;
a las palmeras eternas está asegurada la morada terrenal.
II
Existen siete paraísos;
el firmamento descansa sobre cuatro columnas;
sus columnas son varas insignias.
Al firmamento que se extiende con vientos
lo empujó nuestro Padre, enviándolo a su lugar.
Habiéndole colocado primeramente tres columnas al paraíso,
éste se movía aún;
por este motivo le colocó cuatro columnas de varas-insignias;
sólo después de esto estuvo en su debido lugar,
y ya no se movía más.
III
El primer ser que ensució la morada terrenal fue la víbora originaria;
no es más que su imagen la que existe ahora en nuestra tierra;
la serpiente originaria genuina está en las afueras del paraíso de nuestro Padre.
El primer ser que cantó en la morada terrenal de nuestro Primer Padre,
el que por primera vez entonó su lamentación en ella,
fue la "yrypa", la pequeña cigarra colorada.
La cigarra colorada está en las afueras del paraíso de nuestro Padre:
es solamente la imagen de ella la que queda en la morada terrenal.
Pues bien, el "y-amaí" es el dueño de las aguas,
el hacedor de las aguas.
El que existe en nuestra tierra ya no es el verdadero:
el verdadero está en las afueras del paraíso de nuestro Padre,
ya no es más que su imagen el que actualmente existe en nuestra tierra.
Cuando nuestro Padre hizo la tierra
he aquí que era todo bosques, dicen que campos no había.
Por este motivo, y para que trabajase en la formación de las praderas,
envió al saltamontes verde.
En donde el saltamontes clavó originariamente su extremidad inferior
se engendraron matas de pasto:
solamente entonces aparecieron las praderas.
El saltamontes celebró con sus chirridos la aparición de los campos.
El saltamontes originario está en las afueras del paraíso de nuestro Padre:
el que queda ahora no es más que una imagen suya.
En cuanto aparecieron los campos,
la primera en entonar en ellos su canto,
la primera en celebrar su aparición,
fue la perdiz colorada.
La perdiz colorada que por primera vez entonó sus cantos en las praderas
está ahora en las afueras del paraíso de nuestro Padre:
la que existe en la morada terrenal no es más que su imagen.
El primero en remover la tierra en la morada terrenal de nuestro Padre
fue el armadillo.
Ya no es el verdadero armadillo el que existe hasta el presente en nuestra tierra:
éste ya no es más que su simple imagen.
La dueña de las tinieblas es la Lechuza.
Nuestro Padre el Sol es dueño del amanecer.
SEGUNDA PARTE
Nuestro Primer Padre está por internarse
en las profundidades del paraíso;
en vista de ello así habló;
-Solamente tú, Karaí Ru Ete,
las hileras de llamas inasequibles en que yo me inspiro
las harás vigilar por intermedio de tus hijos,
los Karaí valerosos.
Por consiguiente,
Haz que ellos se llamen "los Señores dueños de las llamas".
Dí: "Ellos vigilarán aquello que ha de producir el ruido
de crepitar de llamas."
Cada Primavera haz que se solivien las hileras de llamas
para que escuchen el ruido de crepitar de llamas
los bien amados que llevan la insignia de la masculinidad,
las bien amadas que llevan el emblema de la feminidad.
Después de estas cosas, dijo a Jakaira Ru Ete:
-Bien, tu vigilarás la fuente de la neblina
que engendra las palabras inspiradas.
Aquello que yo concebí en mi soledad,
haz que lo vigilen tus hijos
los Jakaira de corazón grande.
En virtud de ello que se llamen
"Dueños de la neblina de las palabras inspiradas"
dí a ti mismo.
Después de estas cosas,
a Tupá Ru Ete le habló en esta forma:
-Tú tendrás a tu cargo el extenso mar
y las ramificaciones del extenso mar en su totalidad.
Yo haré que tú te inspires en las leyes
mediante las que se refrescará la divinidad.
Por consiguiente,
tú enviarás repetidamente a la morada terrenal
por intermedio de tus hijos los Tupá de corazón grande,
aquello que refresca,
para nuestros bien amados hijos,
nuestras bien amadas hijas.
El verdadero Padre Ñamandu, el Primero,
estando por hacer descender a la morada terrenal
la ciencia buena para las generaciones
de los que llevan la insignia de la masculinidad,
el emblema de la feminidad,
a Jakaira Ru Ete dijo:
-Bien, en primer lugar,
alojarás en primer lugar en la coronilla
de nuestros hijos y nuestras hijas
la neblina (vivificante).
Cada vez que retorne la primavera
harás circular, por intermedio de tus hijos,
los Jakaira de corazón grande,
la neblina por la morada terrenal.
Unicamente en virtud de ella
podrán nuestros hijos, nuestras hijas prosperar.
-Karaí Ru Ete,
tú también harás que las llamas sagradas se alojen
en nuestros amados hijos, en nuestra amadas hijas.
-Por esto, mi hijo Tupá Ru Ete,
aquello que yo concebí para refrescamiento
haz que se aloje en el centro del corazón
de nuestros hijos.
Únicamente así los numerosos seres
que se erguirán en la morada terrenal,
aunque quieran desviarse del verdadero amor,
vivirán en armonía.
Únicamente mediante aquello que refresca,
las leyes que pronuncié para regir el amor
no producirán excesivo calor
en nuestros futuros amados hijos,
en nuestras futuras amadas hijas.
Habiendo Ñamandu Ru Ete, el Primero,
designado por sus respectivos nombres
a los verdaderos padres de sus futuros hijos,
a los verdaderos padres de las palabras (almas)
de sus futuros hijos,
cada uno de ellos en su respectiva morada (dijo):
-Después de estas cosas,
después de haber hecho que os llaméis por vuestros nombres,
cada uno de vosotros, en vuestras respectivas moradas,
concebiréis las leyes que regirán en la tierra
a los que llevan la insignia de la masculinidad
y el emblema de la feminidad.
Después de estas cosas,
inspiró el canto sagrado del hombre
a los verdaderos primeros padres de sus hijos,
inspiró el canto sagrado de la mujer
a las primeras madres de sus hijas,
para que después de esto, en verdad,
prosperaran quienes se erguirían
en gran número en la tierra.
LAS LLAMAS Y LA NEBLINA DEL PODER CREADOR
Kuaa-ra-ra es una de las palabras sagradas que no son pronunciadas por los mbyás frente a los extraños. Su significado literal es "poder creador de la sabiduría". Junto con las palabras tataendy y tatachina, que quieren decir respectivamente "llamas" o "manifestación visible de la divinidad" y "tenue neblina" o "neblina vivificante que infunde vitalidad a todos los seres", se integra uno de los conceptos más elevados de la religión guaraní; pero a tal punto incomprensible en su cabal significado que es uno de los misterios que los dioses sólo revelarán a los hombres verdaderamente fervorosos.
En virtud de su condición divina dicen (los dioses):
"Las llamas y la neblina del poder creador."
Fue el primer Ñamandu quien hizo que se engendrase
aquello que se convertiría en esta cosa (kuaa-ra-ra) como parte
de su ser.
En la morada terrenal,
ni los mejores entre los que llevan la insignia de la masculinidad,
ni las mejores que llevan el emblema de la feminidad
las llegarán a conocer;
ello es cosa inasequible.
De esta cosa, sin embargo,
a los que se dedican a orar con verdadero fervor,
les divulgarán (los dioses) por qué es que dicen
"las llamas y la neblina del poder creador".
Fue en virtud de ello que nuestro Padre
asentó en el mismísimo centro de su corazón
el origen de la excelsa palabra
que originariamente engendró
(a la que originalmente puso fundamento).
A esta cosa llaman
"las llamas y la neblina del poder creador".
En virtud de ella,
en virtud de haberla puesto en pie simultáneamente
con la fuente de luz de su corazón y el Sol,
para que en toda la extensión de la tierra y el firmamento
no hubiera absolutamente nada que escapase a su vista,
a aquello que creó como parte de sí mismo
y en virtud de su decir (Verbo)
"las llamas y la neblina del poder creador,
el Sol de la Divinidad",
la llamó el verdadero Padre Ñamandu, el Primero.