El pintor como escultor
Por:
Althea Romeo-Mark
Traductor:
Nicolás Suescún
Y otros pensamientos sobre la escritura de la poesía
Especial para Prometeo
A lo largo de los años he aprendido en los talleres de escritor a los que he asistido que el poeta es un escultor. Entre los mejores maestros que he tenido están Allan Ginsberg, Jerome Judson y Maya Angeloou. Me enseñaron que un poema acabado de escribir es como un bloque de mármol o un gran trozo de madera para ser cincelado y tallado hasta que llegue a tener la forma perfecta que agrade al ojo. En forma parecida, uno pule un poema en borrador eliminando palabras hasta llegar a una forma concisa, concreta que comunique el significado con vívidas frases que despierten una respuesta en el lector.
He asistido a varios talleres de escritor —el Breadloaf Writers’ Conference en el Middlebury Collage de Vermont, el taller de escritores Cuyahoga, Ohio, y la Geneva Writers’ Conference en Ginebra, Suiza. Seguí yendo a talleres y he sido miembro de todos los grupos de escritores donde he vivido, porque siempre hay algo nuevo que aprender y la experiencia de los talleres estimula y agudiza la mente del escritor. El poeta como escultor sigue buscando la perfección y trabaja para convertirse en un Miguel Ángel de la poesía.
Miguel Ángel vivió con un picapedrero y su esposa y familia en el pueblo donde su padre tenía una cantera de mármol y una granja pequeña. Desde los trece años fue aprendiz de un pintor y después aprendió a esculpir.
En toda profesión, empezamos como aprendices. Aprendemos las cosas básicas antes de interpretarlas y aplicarlas a nuestra sensibilidad innata. A veces estas ideas intuitivas se malogran o permanecen inactivas hasta que una persona las despierta, o son ignoradas por espíritus creativos que se niegan a reconocer su existencia. También hay aquellos que permiten que su arrogancia ahogue su talento al negarse a aceptar la guía y la sabiduría de quienes tienen más experiencia.
El artista/poeta, con talento o conocimientos, debe primero estudiar los elementos de la poesía que le permitirán analizar su propia obra y la de los demás. Es necesario que el aprendiz de poeta examine estas herramientas para ver cómo funcionan. Después de esto él o ella pueden decidir qué instrumentos son necesarios para dar forma a las ideas que plasman en el papel y comunican a los demás. Algunos se refieren a estos como el encuentro de la propia voz. Los elementos de la poesía son como el cincel de un escultor o las herramientas de un tallador.
Estos elementos son la aliteración (la repetición de una letra o un grupo de letras en palabras próximas); la asonancia (una rima parcial en la que diferentes palabra tienen los mismos sonidos vocales); la metáfora (una comparación que no emplea la palabra “como”); la onomatopeya (imitación del sonido de algo en las palabras); la repetición (la repetición de una palabra en el poema para poner énfasis en su significado. Si la repetición no tiene un objetivo, sin embargo, desmejora el poema); la rima (la repetición de sonidos consonantes o asonantes en diferentes palabras. Sin embargo rimar por rimar es un obstáculo para el lector); el ritmo (la cadencia de las palabras en cada verso o estrofa); el estilo (la forma en que está escrito el poema. Verso libre, balada, haiku, etc. Incluye la extensión del verso, el metro, el número de estrofas junto con las técnicas de rima y ritmo); el símbolo (algo que representa otra cosa por medio de la asociación, el parecido o la convención); y el tema (el mensaje, punto de vista e idea del poema).
A algunos nos enseñan en la escuela los elementos de la poesía, a otros no. El aspirante a poeta debe proponerse, en su búsqueda de conocimiento, estudiarlos y aplicarlos a la formación de los pensamientos para disponer en forma pulida y refinada las palabras con un significado y un mensaje que conmueva al lector.
El proceso de escritura puede ser rápido. Es posible tener momentos de inspiración y encontrar las palabras exactas para comunicar un sentimiento, una idea, una experiencia. Por otro lado y con más frecuencia, el poeta o la poeta pueden hacer varias revisiones a lo largo del tiempo para encontrar las palabras exactas y así compartir su experiencia con los demás.
Un grupo de escritores es el perfecto campo de prueba para la joya que uno cree ha producido. Es el medio preciso para indicar los defectos que se escapa a la propia mirada. No hay nada como una crítica honesta y constructiva para mostrarle a uno el camino. Puede que el poeta regrese a casa con la cresta abajo pero el deseo de publicar lo guiará. Yo creo que el autor llamado escritor o escritora que no acepta una crítica constructiva está siendo deshonesto consigo mismo y no se desarrollará ni será publicado.
Un escritor serio debe estar dispuesto a aprender, a tener nuevas ideas, a ser disciplinado y paciente, dispuesto a aceptar las decepciones y tal vez entonces el éxito le sonreirá.
La poesía es pintar con palabras
Cuando yo era adolescente, hacía bocetos a lápiz y acuarelas. La clase de pintura en la escuela era una de mis clases opcionales favoritas. Aquello culminó cuando tenía unos quince años y gané un premio, poco antes del Carnaval, por una acuarela de un Moko Jumbi. El Moko Jumbi es nuestro tradicional bailarín en zancos que se origina en el “diablo del campo” de África occidental.
Al entrar a la universidad, me di cuenta de mi vocación de escribir hasta entonces inconciente. Mi maestro de séptimo había elogiado un ensayo que escribí sobre mi perro y me había animado a enviarlo a un concurso. Pero yo era demasiado tímido y no cedí ante sus ruegos. Sin embargo, en la Universidad de las Islas Vírgenes, un profesor de inglés descubrió y cultivó mi don para escribir. Esta vez no me resistí porque me di cuenta de que la poesía es pintar con las palabras. Yo pinto cuadros con palabras y veo mis poemas como pinturas. En ellos predominan las imágenes visuales, pero como soy del Caribe, donde el habla es musical, con ritmo, mis palabras apelan al oído. Así que mis poemas están llenos de palabras que he pintado en el papel, pero también del sonido de las voces de las islas, los sonidos de nuestra vida diaria, el sonido del mar y del viento, que despiertan la esperanza en nuestros sentidos.
He vivido en los Estados Unidos, Liberia, Inglaterra y ahora en Suiza. Pinto mis impresiones de la vida de las gentes comunes y corrientes y de las culturas en que viven. Cada nueva experiencia me hace un mejor intérprete de mis impresiones y un mejor pintor de palabras.
Traducción de Nicolás Suescún