El sentido de la poesía
Por: Eugenia Sánchez Nieto
La poesía se nutre de la realidad, pero esta posee un espectro tan amplio en donde también cabe la imaginación, no es necesario que la forma poética sea un calco de la realidad una imitación fotográfica de esta.
El trabajo poético puede tomar de la realidad las infinitas posibilidades temáticas que esta nos brinda, pero esto no significa descartar las posibilidades de la ensoñación, del sueño como otra realidad paralela a la vigilia.. La creación poética dice con sus silencios, con su alquimia verbal, con su expresión tocada por la magia, lo que subyace dentro de la realidad, lo que no es evidente, lo que se oculta dentro de las más cotidianas realidades del hombre con su medio, propiciando el despertar.
Al verdadero poeta hay que pedirle que nos revele lo que ya hemos visto sin detenernos, que nos enseñe igualmente el reverso de las cosas, que nos haga sentir y recapacitar sobre lo ya olvidado en la vida.
Así, el poeta es una antena que recepta lo que ocurre en su entorno, pero también en su mundo interior y es en momentos de acoso de situaciones límites, donde se ha dado buena parte de la mejor poesía, los testimonios de tiempos de penuria física y espiritual, de tiempos de barbarie, ese tiempo que parece ser siempre.
Para el poeta existe un momento culminante en la creación, luego de haber represado sensaciones, intuiciones, ritmos y atmósferas vividos en una forma interior, por diversos caminos llega al poema. En este “su momento”, existe una presencia acumulada por múltiples estímulos, algo que habla al oído del poeta, algo que le transmite como un fluido el deseo de escribir. Entre estos momentos, hay algunos semejantes a un trance, en que la palabra transcurre con facilidad, sin muchos requerimientos de la razón. Estos momentos pueden ser el inicio de un poema, pero sólo una atenta concentración en su “paisaje interior”, en lo que se quiere expresar, permitirá una feliz cristalización. En el momento de escribir un poema, el poeta participa activamente tanto de la forma como del contenido, en un proceso dialéctico. El poema escrito es un resultado, es una unidad de forma y contenido. Existe una interacción dinámica, no se escribe primero el contenido y luego se le da la forma, esto viene ligado en una forma orgánica, totalizante. El poema es unidad, visión única. Para lograr esto el poeta deberá tener una gran riqueza interior, conocer cuál es la manera más transparente de comunicación por la vía verbal, la escritura más simbólica. Por todo esto el poeta está inmerso en el mundo, su trabajo casi siempre se realiza como manifestación de todo aquello que lo toca, todo aquello que lo sacude o le provoca una honda impresión, todo aquello que reunido obliga, exige, propicia al poeta la necesidad de la escritura.
Cuando el lenguaje es la expresión exacta de lo que el poeta escucha, cuando el poeta está atento a sus voces interiores, libre en lo posible del dominio de la razón, estamos casi seguros de encontrarnos frente a un gran poema.
Aquellos poemas que son largamente buscados, en los que no hay un encuentro entre la palabra y el sentimiento, sino que la palabra llega por añadidura, son poemas forzados, por esta razón el poeta deberá esperar a que las palabras surjan y el poema se imponga por una necesidad, un deseo auténtico.
El sentido del ritmo del poema tiene que ver con el ritmo particular del poeta, con sus pulsaciones interiores en el momento de escribir el poema. Las pausas entre estrofas y los silencios en el poema surgen como una necesidad del poema. Es el resultado de la voz interior del poeta, de sus balbuceos y afirmaciones, de su cadencia. No existe de esta manera, ritmos determinados. El poeta, llanamente, da el ritmo como lo siente, sin premeditarlo. Todo gran poema es aquel que logra transmitir el ritmo interior, la música del poema. Un buen poema debe estar constituido por: la música, la arquitectura verbal, el paisaje visual y el auditivo.
Tradicionalmente se ha dicho que el trabajo poético se realiza por la inspiración. Esta inspiración se puede entender de la manera como aquella voz habla al oído del poeta, es su voz de adentro. Esto no quiere decir de ninguna manera que un poema resulte necesariamente de este dictado, pero puede ser el inicio de un buen poema. Sin embargo pienso que el poeta después de leer lo que ha escrito no procede de un modo irreflexivo; es aquí donde la razón juega un papel importante. Un poema que ha surgido de forma muy inconsciente puede ser transformado con el tiempo. Este poema después de nuevas lecturas se vuelve algo más consciente y es modificable de acuerdo a necesidades que el poeta observe. De esta manera el nacimiento de un poema aunque este más alimentado por lo inconsciente participa también del intelecto del poeta.
Sobre el sentido de un poema se puede decir que el poeta se ve en la necesidad de escribir como medio de alivio frente al mundo que goza o que padece. Es decir, escribe un poema aquel que tiene dudas, una pregunta pendiente, el insatisfecho con una realidad que quiere complementar. Aquel que llega a situaciones límite, haciéndose participe de su rabia o de sus alegrías, de sus temores o de su ironía, da cuenta de esos momentos a través de la escritura.
La escritura poética hace parte de un colectivo espiritual de una ciudad, un país o del planeta en su totalidad. A través de los poemas de un colectivo de personas, podemos descifrar cómo es su mundo cultural, sus pasiones, sus odios, su rabia, el grado de violencia, su capacidad de perdón, de transgresión. A través de la palabra podemos auscultar el grado de salud o enfermedad de un país.
Pero todo esto, tan subjetivo, tan personal, debe estar tensado por un lenguaje colectivo universal. Es por esto que el poeta debe exigirse a sí mismo una lectura drástica y alerta de sus propios poemas, en lo que constituye ya la parte artesanal del lenguaje. Por eso, a mi modo de ver, la creación poética, aparece realizada por un hombre total, hecho de razón e intuición, sueño y vigilia, ocio y trabajo, luz y sombra.