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David Eggleton, Nueva Zelanda

Por: David Eggleton

Traducciones para Prometeo

David Eggleton es originario de la nación de Rotuma, Australia, reside en Dunedin, Nueva Zelanda. Es un escritor, poeta y performer, cuyo trabajo se conoce en su país y más allá del océano. Su primera colección de poemas South Pacific Sunrise (Penguin Books), fue coganador del galardón PEN Best First Book of Poetry Award en 1987. Eggleton fue jurado en 1997 del premio Montana-New Zealand Book Awards y en otros importantes premios en Australia. Ha publicado numerosos libros de poemas y es un popular poeta involucrado con la vibrante cultura joven de su país. Las traducciones que publicamos en la Web del Festival Internacional de Poesía de Medellín fueron realizadas para Prometeo por el poeta y traductor cubano Omar Pérez.

 

Un pacífico isleño reflexiona en la Calle Cuba

El rostro de Che Guevara vive en el torso
de Mike Tyson como una bandera ondulante de tinta negra.
La Habana es la punta de un tabaco que arde roja en la noche.
Cuba se ha convertido en el sabor del ron mezclado
con sudor agrio, donde Norte América hunde
su gordo revólver contra el cráneo de Fidel
y hace girar la maza - click, click, bum.
El óxido define  la hojalata en las roneras,
y esas casbahs de primitivos Napoleones.
Los papuanos desnudan sus corazones ante el fuego;
raros caparazones de tortuga apilados como basura se desvanecen;
el mar llueve desde la mano erguida de un mendigo.
Suva es un techo descascarándose en hollín de velas;
la boca del alba es escupida ceniza de maní tostado.
Honululu es un cementerio de arena blanca como crema solar;
en las plantaciones cultivan postes totémicos para laboratorios genéticos.
Cada apologista de la ayuda deviene antropólogo turista
haciendo sagas televisadas de artes con medalla de oro.
Los clavadistas buscan el éxtasis desde cielos de azul profundo;
un collar de moneditas calientes te marca como a un descastado.
Llenos de plata y deudas, cabalgamos las nubes como dioses,
dejando atrás sábanas tiesas de cheques deshonrados
bajo un arcoiris acreedor de moscas relucientes.

 

Futurista

niños prodigios se convierten en adultos promedio
el control  de calidad se va fuera de control
pasado de tiempo en caída a destiempo
cuándo van a venir— empiezan a llegar
paraderos oh aproximaderos
1984  tocaba a la puerta
1999 fue tiempo de Apocalipsis
muévete en patineta
el día de hoy es letra muerta
bajo la mesa suelta la muñeca
un record mundial bailando de solista
sí soy un futurista  un futurista un  futurista
consíganme un testigo sí soy un futurista
ofrezco lo que quieras
me conecto a tu pantalla
déjame ponerte en la película
te sientas como te sientas
déjame ponerte en talla
acerca de las botas de rugby adidas
críticas visiones explotadas por la masa
de relojes rotos o de tobilleras
tatarabuelo travesti victoriano
lana virgen pureza pacífico oscuridad océano
porque soy un  futurista un  futurista un  futurista
consíganme un testigo sí soy un futurista
de irak a afghanistan
caramba caramba
el tío sam está aún disparando
blam blam blam
pasado de tiempo en caída a destiempo
cuándo van a venir — ya empiezan a llegar
perdidos en la zona de los clones
con boomerang de guerra  y hueso nasal
nubes de hongos por doquier
el extraterrestre nació aquí
el planeta prohibido está ahí mismo
artu detu te está siguiendo
submarino nuclear con nariz disparable
la reina se tomó una sobredosis
muslos flacos en treinta días
uno para el dinero dos para el espectáculo
tres para estar preparado
ve nena  ve sobre el arcoiris
alrededor de la arista
y soy un futurista  un futurista  un futurista
consíganme un testigo sí soy un futurista

 

Rugido de carne roja

Házte masa crítica de vuelta al año cero,
entra en tu marca, el producto es, sí, tú.
El amor rezuma a través de las células, presentando una demanda.
A medio camino del enlace, sin embargo, donde todos los puntos
deberían unirse, nada parece concordar —
toma tu estado esqueletal, tu pelambre, tus dientes,
dicho y hecho, apenas una masa de insectos retorcidos,
llamamos a esto: antes del tiempo de la marca.

Puedes salir de compras hasta que caiga la bomba, sólo que tu
nombre no está aquí, así que lanza tu desafío
en una ventana de apertura, donde el dinero
se ofrece para servir y luego ser rastreado hasta el punto de volatilidad¡:
virus en efectivo en plasma sanguíneo reflejado por calor.
Podrías llegar a vivir en aire enrarecido,
viajar en una burbuja rodeada por guías —
las marcas precisan de suspicacia, sin ella se sienten desposeídas.

Contra-intuitivo, sin embargo preciso,
habla  a los desaparecidos después del tono,
encuentra tu nuevo ground zero, entra en la refriega,
entierra un dedo hasta que se dispare del registro.
Si el distrito suroriental no está en servicio,
salta el perímetro Business Class hacia China,
entra en batalla con la  burka,  congrégate como la lluvia,
atrae a los  opuestos hacia donde se contradicen.

Ármate un falso final, llámalo estrategia de salida,
mientras que el desecho tóxico te come la oreja y
todo lo que se escucha en las sombras es habla estrangulada;
los dignos de elogio se encuentran en  molinos de parranda,
la salvación desapareciendo antes de que llegues —
bolsillos vaciados, gestos desechables,
desplazado, reemplazado, armado con nada,
y sin embargo respiras, bufidos de condensación, realmente boyante.

 

A un diente

Sonriendo a la eternidad
desde empalizadas de esmalte,
mini-altar rajado sobre el cual
a los dioses de la energía y la tracción
tanto alimento ha sido ofrendado,
tú fuiste seleccionado para la extracción.

Trituradora bolsa de hielo
molar en el cuadrante inferior izquierdo,
donde hay ahora una caverna de pulpa
suave como chupada tapa de vino,
fuiste arrancado por alicates
fuera de tu lugar en la retaguardia.

Arrojado de la boca de algodón,
anestesiado incluso, resististe.
Cuando el dentista palanqueaba los quebradizos
fragmentos que debieron ser escupidos,
dejando una burbuja de removido,
sangriento encaje de saliva.

Marfil, polar, pálido como la luz crepuscular,
te coloreo  en años de desaparición,
aunque sueños de ti recorran todavía
mi cráneo en la noche,
y de vez en cuando mi mandíbula
chasquee como el dado de un jugador.

 

Brillantez

Junto al lustre del anaquel costero
flota el gusto de la brisa oceánica,
y un perfume que se derrama
desde trompetas de flores.
Allá arriba el cielo se tizna de azul pastel,
mientras el fuego solar se encorva
para trepar como la llama
de un fósforo solitario.
Todos los bailarines del menisco plateado
están fluyendo y engalanando a través
de verdes, lustrosas transparencias.
Épicas profundidades empujan sus pecosos
dedos en los bajíos.
Dentro de la nube del ser oceánico,
empapadas semillas comienzan a crecer.
Un peine dorado incita a la espuma contra la arena,
y la playa está estupefacta
de ver una súbita claridad que empieza a arder
a través de la sedosa mañana,
dejando al mundo enredado en la luz
que es capturada, que es sostenida,
y entonces tensada.

 

Nombre del huracán

Las olas golpean el espigón,
rompen como carcajadas,
el vidrio de los faroles queda enloquecido
por látigos de nueve colas,
los tablones son arrancados de tirón
de los clavos caseros,
para encapsular cuevas de prisioneros,
en el tintineo de los alambrados,
el susurro de azote arbolado,
el chillido de las velas al viento,
como lanzada arenisca de los ceniceros,
trozos de cabos de tabaco,
se arremolinan sobre el galvanizado
preciado hierro,
y los libres cabrestantes desgarrados,
donde las ramas 
combaten la ingravidez,
el modo en que un cangrejo agarra fango,
abrumado y cavó
hondo en ese momento
cuando el oído escucha
la enunciada desesperanza,
y el ojo nota la bahía,
calma imponente de fomento,
hasta que otra vez la lluvia,
y los matorrales de cañabrava
son trillados hasta convertirse en paja,
como cualquier croar de pena
es despojado hasta el murmullo
con cáscaras que se van por tragantes
de eléctrica agitación,
y en frondas sin tejer
que se arrugan y hienden,
pinchadas por el mar
colgando del cielo -
esas cuentas que se balancean
esparcidas horizontalmente,
para deshilacharse bajo
colchones de nubes
de exagerado trueno,
donde las rocas de las mareas desnudan
afilados dientes al aire,
y el rocío del mar garrapatea
la cubierta más salvaje de la orilla,
deletreándole encima
el nombre del huracán.

 

Nieve a las 2 a.m.

El azar guía el camino, floreciendo en lontananza,
hasta el momento en que la gracia se empina hacia lo sublime
lenta danza de la nieve en escenario nocturno.

Tres estudiantes japoneses salen a correr en
ropa interior blanca de la residencia de viajeros,
brocados de hielo se filtran a través de sus risitas.

Funeral cuántico del cielo, abstracto y brillante
misterio que practica el arte del ocultamiento,
barcos fantasmas de la nieve, amortajados, que se adentran en la oscuridad.

Entonces una vacía, iluminada de verde calle silenciosa,
interiores en cristal de congeladores en las superficies de los carros,
el claro cielo vivo de estrellas que se disparan.

 

Tulipanes

Floreciendo al amanecer,
fila tras fila,
se acumulan en cadenzas,
y se encienden como besos,
bordando neblinas
con sonrojos.
Sus pétalos,
desplegándose
desde la tierra empapada,
asombran los canales.
Flamboyantes carrouseles,
cosméticos en llovizna,
déjales tintinear y arder;
déjales flotar y sisear.
Déjalos que tiemblen resuenen
bajo un cielo insípido;
heraldos del día en turbantes,
déjalos cantar mientras pasamos corriendo.

 

Cono a la deriva

Bajo el cono, en lenta deriva, de Taranaki,
cuando la noche se estira desde la montaña,
las negras trenzas de sus ríos me soplan hacia ti.
Siempre puedo sentir el fuego frío de tu beso,
ese fuego helado que aún escalda mi memoria,
el elixir de tus labios allí donde el amor lo fijó,
para que yo tuviera que probar, como lágrimas en la lluvia,
tu distante indiferencia arder en la ceniza.

Recuerdo el aroma de los helechos que desanudaste,
el cristalino vaho de la neblina resplandecer trémulo de blanco
sobre la hinchazón marina de tu flanco desnudo y salobre,
la crin de la noche sobre tus hombros de nieve,
y los raros minerales de tus ojos que resplandecían -
tu distante indiferencia arder en la ceniza.
 

Catamaran de verano

Tamaki-makau-rau, tierra de mangle,
cuyas aguas gorgotean contra pilotes de muelle,
las líneas de conchas y mareas marcan tus expansiones .
Ciudad salada silbando entre mar y mar,
capturo vislumbres de tus panoramas,
masas de aire chocando como serpientes sedosas,
delgadas membranas grises resbalando con la lluvia.
Subtropical, dejado a tus propios recursos,
instalas un racimo de cadencias de lirios acuáticos
viajando a través del resplandor matinal,
siguiendo las cristalinas curvas de las olas,
sus luminosas, verdes caídas que danzan
al ritmo sombreado de dragonescas naves.
Zarandeando al corazón, el gato de la bahía se da a la fuga.
Extática, la boca declara un interés:
ser anclada en lo hondo del brebaje espumoso.
Las máquinas tamborilean sus puños para alimentarnos
en lo insondable de la rizada corriente.
El bote nos va adentrando a su confianza,
mostrándonos la evidencia, navegándonos,
hacia los cúmulos que surcan el cielo de la bahía. 

Última actualización: 13/04/2023