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Nazim Hikmet, poeta de la libertad

Atamán

En el año del Señor de 1762, el mundo asistía, quizá sin saberlo, al nacimiento de un nuevo estilo no sólo literario, sino también de vida. Era lo que más tarde se llamó "romanticismo". El culpable debió ser un escocés de veintiséis años que se llamaba James Maepherson, que pretendía haber recopilado y traducido los poemas del bardo Ossián del antiguo gaélico. Ossián es un legendario vate del siglo II, cuya vida y milagros no están nada claros. Lo que no obstó para que Maepherson llevara a cabo, con éxito, su genial y erudita superchería.

En el también año del Señor de 1855, un hombre de treinta y seis años llamado Walt Whitmann, por cuyas venas corría la vieja sangre galesa de Ossián y Maepherson, iniciaba la evolución del movimiento impulsado por sus mayores. El arma utilizada no produjo, en principio, gran revuelo. Leaves of Grass, escrito en verso libre, era la manifestación de un pueblo recién nacido que enlazaba con una difusa tradición, mantenida a través del tiempo de un modo laborioso. El libro inaugura el predominio de una poesía "realista", cuya plenitud no se daría hasta cien años más tarde, felizmente madurado en la obra de los mejores poetas de nuestro tiempo.

En 1921, año que sospechamos ya no fue del Señor, tras la consecución de la independencia turca, un muchacho de 19 años atravesaba la frontera de Turquía con Rusia, camino de Moscú. Este muchacho se llamaba Nazim Hikmet y, andando el tiempo, llegaría a ser uno de los mas grandes poetas de nuestro siglo, y aquel viaje decisivo para su vida y su obra.

Pero en aquel entonces, Nazim ya era profusamente editado y leído en su país. Los ingleses tuvieron el dudoso honor de ser los primeros perseguidores de Hikmet, y lo hacían no sólo por sus actividades como miembro del partido nacionalista, sino también por sus poemas, impregnados ya de esa vibración y emotividad que le harían mundialmente famoso.

En Rusia, Nazim Hikmet traba conocimiento con los grandes poetas revolucionarios de la época: Maiacovski, Essenin, Bragritski, etc. También entonces, el poeta conoce verdaderamente al pueblo, como él mismo dice:

Nieto de un "pachá" nací en una familia pudiente. Por lo tanto, siento aún pequeño había hecho muchos viajes por Anatolia, pero en soberbias carrozas arrastradas por cuatro o seis caballos, con cocheros y sirvientes... Creía conocer mi tierra natal; pero sólo después, caminando, pude enterarme de cómo vivía realmente m ' i pueblo. Vi a los heridos de guerra tirados a lo largo de los caminos, comprobé el hambre, las enfermedades, las miserias sin fin de mi gente. Y las sufrí yo mismo..."

Hikmet vuelve a su patria en 1924. No sólo había enriquecido su bagaje cultural y humano, sino también el político. Luchador infatigable por su clase (por la clase que él había elegido), sufrió un sin fin de calamidades por ella. Pese a que Atatürk, padre de la independencia turca, se ha convertido en un gran admirador suyo, al año escaso de su regreso debe huir de nuevo a la Unión Soviética. Durante los dos años que permanece allí, su contacto con Maiacovski se hace mucho más íntimo. Del gran poeta ruso hereda el tono familiar que éste empleó en la exaltación de la causa revolucionaria. Pero Hikmet no se detiene ahí. Regresa a su patria en 1928. Entonces ya era otro hombre, superadas las tentativas de todo poeta que busca su verdadero camino. Nos dice:

"Comprendí que el poeta debe responder a todos los sentimientos del lector: Yo digo: si está enamorado, que me lea; y también si se siente abandonado y quiere consolarse, si está enfermo, o lo habita la esperanza... Que me lea cualquiera que sea su estado de ánimo y su situación. Y si quiere alegrarse con mis canciones, que las aprenda y las cante ... " Se inicia un período de fecundo trabajo. No sólo escribe poesía, sino también novelas, piezas de teatro, incluso guiones cinematográficos. Trabaja en los periódicos...

Su poesía sigue depurándose sin cesar, extrayendo de la inspiración popular una gracia propia y ahondando en los recursos que el folklore de su país ofrecía. Adopta ciertas formas de expresión en desuso y las actualiza, llegando a escribir una poesía hecha de calor humano, en la que los llamamientos a la justicia y a la revuelta contra la opresión tienen el sabor de la vida misma. Hikmet es ya el poeta de su pueblo, pues sabe expresar su sufrimiento y su tristeza a través de un lenguaje propio y al mismo tiempo universal.

Con la subida al poder de Ismet Inönü, tras la muerte de Atatürk, la situación se hace difícil, más si cabe, para Hikmet. En 1938 es juzgado por un tribunal militar que le condena a veintiocho años de prisión. Trece años después, uno de los jueces declaró públicamente que el poeta había sido condenado ilegalmente, ya que se le aplicó una ley inexistente en aquella época. Encarcelado, primero en un viejo acorazado anclado en mitad del Bósforo y luego en la cárcel-fortaleza de Brusa, próxima a la costa del mar de Marmara, Hikmet sigue forjando, verso a verso, su obra, recia y auténtica. Hasan Gureh, uno de sus más destacados estudiosos, nos dice:

"Es cierto que el campesino turco es todavía demasiado ignorante para conocer al poeta cuya vida está a su servicio y que no cesa de cantar su miseria y su sed de justicia. Los Memeth, los Yunus, los Yusuf, de quienes él escribe la historia y que viven en una prisión más negra que la suya, todavía no pueden permitirse el lujo de tener un poeta. Falta que la República, nacida de su sudor y su sangre, se decida a enseñarles a leer."

En los trece años que Hikmet permanece encarcelado, su poesía adquiere un tono más tranquilo, más sereno. Pero físicamente, el poeta está quebrantado. Louis Aragon, que ya en 1934 había presentado la obra de Hikmet al público francés, forma con otros intelectuales occidentales el Comíté Pro-Liberación de Nazim Hikmet, presidido por Tristan Tzara. Una campaña de dimensión mundial se pone en movimiento y lograr que las puertas de la cárcel de Brusa se abran el 14 de julio de 1950 para el poeta. Pero su puesta en libertad es una victoria pírrica. ¿Cuántos otros seres, menos afortunados, quedan tras los muros? ¿Es una verdadera libertad la que obtiene Hikmet? Así lo expresa él en este estremecedor poema que abre el presente libro.

En julio de 1951 Nazim Hikmet consigue salir de Turquía y a partir de entonces, hasta la fecha de su muerte, reside en una "dacha", cerca de Moscú. En estos años, lejos de su pueblo, de su patria, de sus seres más queridos, Hikmet escribe los poemas más estremecedores de toda su obra. Innumerables cartas a su mujer y a su hijo, a los que no volvería a ver nunca. A la mujer le pregunta, refiriéndose al hijo:

"¿Le has enseñado a pronunciar papá?"

Y en su poema "Quizá mi última carta a Memet, nos dice:

"No hagas sufrir a tu madre; que tenga de ti la alegría que yo no pude darle" (...) "Cree en la semilla, en la tierra y en el mar; pero sobre todo cree en el hombre. Ama a la nube, a la máquina y al libro, pero sobre todo ama al hombre" (...) "Memet, quizá yo muera lejos de mi lengua, lejos de mis canciones, lejos de mi sal y de mi pan, con la nostalgia de tu madre y tuya, y de mi pueblo, y de mis camaradas."

Yasí fue, en efecto. El 3 de junio de 1963, en su "dacha" de Moscú, Nazim Hikmet moría a consecuencia de una crisis cardíaca, tal como siempre había vivido: de pie.

Éste es, a grandes rasgos, el poeta que, como el precursor Whitmann, no había venido a bordar. La totalidad de sus condenas suman 56 años, de los que pasó 16 en la cárcel y otros 15 en el exilio. Con razón decía Brecht, en 1938, que éstos eran malos tiempos para la poesía. Éste es el poeta que presentamos al público español, vertido al castellano por Alfredo Vareta, que contó con la ayuda del propio Hikmet para realizar su trabajo. Los poemas que componen Duro oficio el exilio fueron escritos entre 1955 y 1957, y publicados originariamente en Francia.

Última actualización: 06/03/2019