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Flores en el buzón

Fotografía tomada de Nonfiction.fr

Por: René Depestre

I

Esta mañana, una mano puso flores en tu buzón:
¿será acaso un sol que te escribe
desde una cárcel de tu país?
¿O es un telegrama —SOS de la luna—
que de repente ve venir
las amenazas del hombre?
¿Será el último árbol romántico
de Nueva Zelandia que quiere
intercambiar sellos contigo?
¿Desde cuándo la lluvia envía
mensajes cifrados a sus amigos?
Puede que sea la carta certificada
de un ruiseñor necesitado de dinero.
¿Y si fuera la carta anónima de un
cocodrilo, alcalde de una aldea tenebrosa?
¿o la carta de algún maldito presidente
vitalicio de la república?
¿o la de un tiburón notario de un país racista?
¿Quizás sean flores explosivas, dotadas
de un maravilloso mecanismo de acción
retardada, flores cultivadas
en los invernaderos del Ku Klux Klan?

II

Las llevo a mi oficina
para descifrar sus olorosos mensajes:
son flores del fondo del mar. Un olor
de marea alta invade mi casa. En la firma
de alga marina. Estas flores son
los besos de una princesa de alta mar,
es el alfabeto de su vida, la morsa
gloriosa de su sangre en flor.
Es el violento misterio de su cuerpo
cuando el orgasmo la proyecta conmigo
a la cima del reino vegetal. Ella,
desde el fondo de las aguas, me envía
las noticias de las hierbas inocentes
del mundo. Me da los buenos días de las
primeras mariposas del año, los buenos días
de los primeros peces y los primeros besos
de adolescentes que reclaman un poco de ternura,
de paz y dignidad, con una luz fresquísima,
para todos los ojos que acaban de llorar.

(La blinda rosada)

Última actualización: 04/03/2019