Y si fundáramos ese país
Por: Álvaro Marín
La tarea de Prometeo, durante estos largos años de muerte en Colombia, ha sido mantener encendida la llama de la dignidad, la persistencia en el sueño ambicioso y titánico de la poesía. Al pulso electromagnético colonizado por la razón, la poesía responde con el pulso solar que alimenta la vida, y ante el humanismo sepulturero que hoy se practica, la respuesta latinoamericana sigue siendo la creación. Crisis es tiempo de creación y la creación en Latinoamérica responde con la biocracia, porque la tierra como ser vivo reclama ante la ciencia por su condena a muerte y también reclama ante el imperio de la ley de las naciones que es realmente la ley del imperio. Es tal vez lo que nos quiere decir Fernando Rendón en una poesía como ofrenda y adoración de los espíritus de las plantas que nos trae al presente el culto de la naturaleza del mundo pagano.
Ante el humanismo esclavista del presente la palabra se rebela, se resiste a ser desprendida de su sentido original que es confluencia e intercambio. Las palabras están en rebelión, desdeñan el acomodamiento en el poema y la pose esteticista del poeta formal. Ante la domesticación del humanismo, la palabra sale del poema hacia la calle para reclamar su dignidad en la acción colectiva: “una poesía hecha por todos” reclama Fernando Rendón en el coro de Duccase. La reconstrucción simbólica está en la calle, no en los libros, ni en el poema; el reconocimiento de la fuerza de la palabra es también el mandamiento de su dignidad…
La descendencia de Prometeo, transgresora del orden antiguo de Occidente, sigue teniendo la misma tarea del titán: robar el fuego para los mortales, aunque los dioses se queden a oscuras, y con el fuego raptado gobernar el mundo por el arte, no por la fuerza. Al arte para la fuerza y para la muerte, Prometeo propone un arte para la celebración de la vida. Los mortales y efímeros seres que somos los hombres, hemos raptado el poder del conocimiento y de la palabra, y a la edad del hierro que es la edad de la guerra y la tecnología, la poesía propone la edad de la belleza y la reinvención del mundo simbólico. “Yo no cesaré de desoír al oráculo, pues aun amaré a los hombres que sufren y a los pueblos que resisten, oiré las dulces voces de las piedras y los árboles que nos llaman al retorno” El poeta Rendón se ha dado a la tarea de recobrar el primer sentido de la palabra, el “alfabeto primordial” del hombre raso.
Bajo otros soles, es otro de los poemarios de Fernando Rendón, para ingresar se pasa primero por un dolmen, se entra y se sale a la vez, pero Bajo otros soles damos en la continuidad de Contrahistoria, continuidad, no causalidad. En el mismo envío de la epifanía llegan las palabras: “todo cuanto nombras se hace cuerpo, pende de tu voz lo que vendrá” el poema como anunciación; todo aquí es de piedra y de tiempo, los espíritus de la vegetación, las presencias del bosque. La comunidad poética es la extensión de un sueño, la propiedad comunal. “El poder de fuego de la poesía, el fuego para romper el cerco de las fieras”.
El mestizaje entre el sueño y la realidad, y la fundación por la poesía, como esos fundadores del gentilismo que ofrendaron en holocausto para obtener la esperanza de los mortales. Dios ha muerto, pero también el hombre ha muerto y es tiempo de volver a “subvertir la condición mortal”. La renovación de los ciclos que deja la entre visión de todo movimiento. “Si Odiseo hubiera puesto oídos sordos a los marinos”, “los mortales engendraríamos hijos con el sueño”, es decir, tendríamos el poder.
Engendrar hijos con el sueño, tener descendencia, junto al conocimiento de las plantas y de las setas. Hesíodo cuidador de plantas trazó una parábola desde la edad de oro hasta la decadencia en la edad del hierro. Hoy es la edad del hierro y es necesario volver al conocimiento por la poesía; hoy la labor de los hijos del poeta Hesíodo consistiría en cuidar el bosque, y en el caso colombiano caracterizado por la muerte y el desplazamiento del hombre de la montaña, el poeta cultor de plantas, ha de estar atento, con los ojos abiertos en el Pacífico y el Amazonas; nuestro “bosque ahistórico” deseado por los taladores que vienen de afuera, otra vez ocultos en la lengua bífida del discurso humanista y etnológico. Pero nuestra selva pide otro ritmo, otro tiempo en el pensamiento ancestral y analógico, el pensamiento abuelo de la metáfora y del conocimiento, ese conocimiento es la Cuestión radiante, que Rendón trabaja como Hesíodo para la enseñanza.