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Louis Aragon: el surrealismo a sus pies

Poeta del amor –inspirado en su esposa Elsa Triolet–, Louis Aragon (1897-1982) participó del Dadaísmo y fue uno de los fundadores del Surrealismo junto a André Breton y Philippe Soupault. Posteriormente, militó en el Partido Comunista Francés, en el que permaneció el resto de su vida. Junto con Robert Desnos, Paul Éluard, Jean Prévost, Jean-Pierre Rosnay y algunos otros, estuvo entre los poetas que tomaron decididamente partido, durante la Segunda Guerra mundial, por la resistencia contra el nazismo.

 

También escribió novelas y ensayos.

No hay ningún amor feliz

El hombre nada adquiere jamás Ni su ternura
Ni su amor ni su fuerza Y cuando abre los brazos
La sombra que proyecta es una cruz oscura
Y si abraza su dicha la destroza en pedazos
Su vida es una extraña y espantable locura
No hay ningún amor feliz
Su vida se parece a un inerme soldado
Que para otra estrategia ha sido preparado
Que madruga y de noche sufre de hambre y de sed
Y que en la tarde tiembla deshecho y desarmado
Decid «mi pobre vida» y el llanto contened
No hay ningún amor feliz

Mi bello amor mi dulce amor mi amor perdido
Dentro de mí te llevo como un pájaro yerto
Y aquellos que de lejos nos vieron no han sabido
Que mis propios poemas tras de mí han repetido
Y que ya por tus ojos varias veces han muerto
No hay ningún amor feliz

El tiempo de aprender a vivir ya ha pasado
Que lloren en la noche nuestros dos corazones
Por el dolor que esconde cada recuerdo amado
Las tragedias que nutren el éxtasis soñado
Los sollozos que impregnan las menores canciones
No hay ningún amor feliz

No hay amor que no aflija al par que desespera
No hay amor que no se halle mezclado a su dolor
No hay amor que no espante no hay amor que no hiera
No hay amor que no viva de lágrimas y espera
Y el amor de la patria lo mismo que tu amor
No hay ningún amor feliz
Pero este es nuestro amor

Palabras de Henri Matisse

Mil manos entreabren todas las cabelleras,
de mis manos recoge sus colores el día;
un suspiro es la brisa de mis barcas veleras;
del sueño que perdura parte mi lejanía.

Toda flor por desnuda parece una cautiva
que hace temblar el tacto con su esplendor celeste;
escucho, miro y pienso, y el cielo a la deriva
es para mí sencillo como quitada veste.

Explico mis palabras al paso de la ronda;
aplico el pie desnudo por el viento borrado;
desvelo para el mundo lo que el instante ahonda,
y el sol que se levanta del hombro deseado.

Explico la silueta que enmarca la ventana;
doy la clave de árboles, pájaros y estaciones,
la del sellado júbilo de la planta lozana,
la del sigilo extraño que habita los rincones.

Explico en infinitos negrura y transparencia;
descifro el destellante roce de las mujeres,
y en la cósmica cifra la individual presencia,
y la razón que aúna las cosas y los seres.

Me entregan su perfume las formas pasajeras,
y la página en blanco su musical acento;
y explico lo que hace las hojas más ligeras,
y de la rama un brazo levemente más lento.

Innoble en la tormenta de la época gris;
avasalla mi norma la lumbre justiciera;
yo pinto la esperanza… Yo soy Henri Matisse
que le anticipa al mundo lo que del tiempo espera.

Cántico a Elisa
(Obertura)

Te toco y veo tu cuerpo y tú respiras,
ya no es el tiempo de vivir separados.
Eres tú; vas y vienes y yo sigo tu imperio
para lo mejor y para lo peor.
Y jamás fuiste tan lejana a mi gusto.
Juntos encontramos en el país de las maravillas
el serio placer color de absoluto.
Pero cuando vuelvo a vosotros al despertarme
si suspiro a tu oído
como palabras de adiós tú no las oyes.
Ella duerme. Profundamente la escucho callar.
Ésta es ella presente en mis brazos, y, sin embargo,
más ausente de estar en ellos y más solitaria
de estar cerca de su misterio,
como un jugador que lee en los dados
el punto que le hace perder.

El día que parecerá arrancarla a la ausencia
me la descubre más conmovedora y más bella que él.
De la sombra guarda ella el perfume y la esencia.
Es como un sueño de los sentidos.
El día que la devuelve es todavía una noche.

Zarzales cotidianos en que nos desgarramos.
La vida habrá pasado como un viento enfadoso.
Jamás saciado de esos ojos que me dan hambre.
Mi cielo, mi desesperación de mujer,
trece años habré espiado tu silencio cantando.

Como las madréporas inscriben el mar,
embriagando mi corazón trece años, trece inviernos,
trece veranos;
habré temblado trece años sobre un suelo de quimeras,
trece años de un miedo dulce amargo,
y conjurado peligros aumentados trece años.

¡Oh niña mía!, el tiempo no está a nuestra medida
que mil y una noche son poco para los amantes.
Trece años son como un día y es fuego de pajas.
El que quema a nuestros pies malla por malla
el mágico tapiz de nuestra soledad.

Todas las habitaciones de mi vida…

Todas las habitaciones de mi vida
Me habrán estrangulado con sus paredes
Aquí los murmullos se ahogan
Los gritos se rompen

Aquellas en las que viví solo
Con grandes pasos vacíos
Aquellas
Que guardaban sus espectros antiguos
Las habitaciones de indiferencia

Las habitaciones de la fiebre y aquella que
Había yo instalado para ahí fríamente morir
El placer alquilado Las noches extranjeras

Hay habitaciones más hermosas que las heridas
Hay habitaciones que os parecerán banales
Hay habitaciones de súplicas
Habitaciones de luz baja
Habitaciones dispuestas a todo excepto a la felicidad
Hay habitaciones para mí de mi sangre para siempre
salpicadas

En todas las habitaciones viene un día en que el hombre
se despelleja vivo
En que cae de rodillas que pide piedad
Que balbucea y se vuelca como un vaso
Y padece el suplicio espantoso del tiempo
Derviche lento es redondo el tiempo que gira sobre sí mismo
Que mira con ojo circular
El descuartizamiento de su destino
Y el pequeño ruido de angustia antes de las
Horas antes de las medias
No sé nunca si eso va a sonar por mi muerte
Todas las habitaciones son habitaciones de justicia
Aquí conozco mi medida y el espejo
No me perdona

Todas las habitaciones cuando por fin me he dormido
Han lanzado sobre mí el castigo de los sueños

Porque no sé de los dos lo peor soñar o vivir.

Del poeta a su “Estrella”

Dirá alguien que un hombre
no debe exponer su amor
en la plaza pública.
Yo responderé que un hombre
no tiene nada mejor,
más puro y más digno
de ser perpetuado, que su amor…

Lo que dice Elsa

Me dices que estos versos son oscuros, y acaso
lo son, sin embargo, menos de lo que he querido.
Cerremos nuestra ventana sobre la felicidad robada,
por miedo a que entre el día,
y vele para siempre la foto que deseaste.

Me dices nuestro amor si es que inaugura un mundo,
es un mundo en el que la gente gusta de hablar
sencillamente.
Deja allá a Lancelot, deja la Tabla Redonda,
Ireo Virnana Esclarnionda,
que por espejo tenía una espada deformadora.

Lee el amor en mis ojos y no en las sombras.
No trastornes tu corazón con sus antiguos filtros.
Las ruinas a mediodía son solamente escombros.
Ésa es la hora en que tenemos dos sombras
para mejor estorbar el arte de los románticos.

Tendría acaso la noche más encanto que el día.
Vergüenza para aquellos que ante el puro cielo no
suspiran.
Vergüenza para aquellos que, un niño de golpe no
desarma.
Vergüenza para aquellos que no tienen lágrimas
para un canto callejero una flor en los prados.

Tú me dices si tú quieres que te ame y te ame.
Es preciso que ese retrato que vas a pintarme
tenga como un verde nido sobre fondo de crisantemo.
Un tema escondido en su tema.
Y une al amor el sol que ha de venir.

Publicado el 17 de diciembre de 2017

Última actualización: 06/03/2019