Por amor a los libros
Por: Ismael Diadié Haidara
Crecí entre libros. Muy joven, de noche, mi padre me dormía recitando poemas de románticos franceses como Lamartine, Vigny, Musset o Victor Hugo. Los aprendí de memoria y le escuchaba sin entender gran cosa, aunque dormía mecido por el ritmo de sus versos.
A diario, me mandaba traerle un Montaigne, un Marco Aurelio, un Marx, yo obedecía, uniendo los nombres a formatos y colores de los libros. Eran tiempos de encanto y siempre veo las manos de mi padre prolongadas por un libro. No hay encanto que dur toda la vida y en 1968, con once años, presencié cómo después del golpe de estado que arrebató a su amigo, Modibo Keita, la presidencia de Mali, como militares llegaron y se fueron con cajas de libros en un camión verde. Se llevaron todo, los libros y la máquina de escribir. Sólo quedaron en el salón estanterías vacías y mucho dolor.
Llegada la noche, me despertó y me pidió hacer desaparecer revistas que llegaban semanalmente de Europa. Hice en la cocina un hoyo grande, dentro metí muchas revistas de tan bellas fotos y las quemé. Algo ardía en mí y se hacía cenizas con las revistas que se iban con el humo. Había que hacer desaparecer toda huella de cultura en la casa y se hizo casi porque he recordado siempre aquellos colores y esos nombres añorados de Montaigne y Marco Aurelio que llevo aun dentro de mí.
Bajo el régimen militar, los libros eran algo raro en Tombuctú. El Libro rojo de Mao, las obras completas de Marx y Engels, Lenin, Stalin que se veían en las estanterías de las librerías en tiempo del régimen socialista casi desaparecieron. Volvieron después del viaje del lugarteniente Musa Traoré, caudillo de los golpistas en China y su entrevista con Mao Tse Tung. Un día sería nombrado general.
Fue en ese momento cuando un día, en los años 70 ya, Abay un amigo de la misma, edad entró en la biblioteca del alcalde de la ciudad, Abbas Kader, de origen libanés. Un libro pequeño con una página blanca decorada con flores le llamó la atención. Eran los Rubaiyyat del poeta y matemático persa Umar Khayyam. El libro era pequeño y fácil de robar, lo robó. Llego con ansía de mostrarlo a los otros amigos, a la sombra de la mezquita universitaria de Sankoré.
Después de años de estudios en las escuelas coránicas, tenían todos fértiles memorias. Tardarían más en copiar el libro que en memorizarlo.
En la célebre novela de Roman de Ray Bradbury muchas personas se han visto obligadas a memorizar textos, cada uno aprendía parte antes de recomponer el libro entero. Así también, en la casa de la memoria, Lucien Graves dice que, en 1492, mujeres judías memorizaron capítulos enteros de los libros que tuvieron que dejar a merced del fuego después de la expulsión. Una vez sus vidas a salvo, recomponían capítulo tres capítulos cada uno de sus libros. Esto hicieron los jóvenes de Tombuctú. Lo consiguieron en pocos días y Abay devolvió el libro a su escondite.
Khayyam no era un poeta y filósofo del agrado del Islam. Ningún libro lo será verdaderamente bajo el régimen militar. Así que los que memorizaron el libro del agnóstico persa se pusieron a copiar lo memorizado siguiendo el orden de los cuartetos. Cada uno se hizo una copia del primer cuaderno. Yo terminaba de estudiar Arte Dramático. Sane, uno del círculo secreto de lectura de los cuartetos me preguntó por qué no hablaba de Khayyam en la Radio Nacional dónde con 23 años, presentaba libros de poesía todas las noches de martes. No sabía quién era. Me recitó entonces dos cuartetos y me los copió en una hoja. Me quedé sin soplo. Decía exactamente lo que sentía. No hemos pedido nacer, todos moriremos, lo único seguro en este mundo es el dolor de haber nacido y el placer que podemos procurarnos. Nadie ha vuelto del más allá para decirnos si el paraíso y el infierno de los Libros sagrados serán veraces o simples fábulas.
Una vez de vuelta de mis estudios, ingresé en el Circulo de los Khayyamitas e hice copiar el cuaderno que leíamos de noches en noches, lejos de la mirada atenta de los jefes religiosos y de los mandatarios militares.
Seguí mi vida luchando para reunificar la biblioteca de mi familia. Dí a conocer a José Ángel Valente que pude a finales de los noventa terminar la reunificación de dicha biblioteca conocida hoy como Fondo Kati. El poeta gallego afincado en Almería lanzó conmigo un manifiesto para la defensa de esta biblioteca que cuenta hoy con 12.714 manuscritos que van del año 1198, año de la muerte de Averroés y de la construcción de la Giralda de Sevilla, hasta al siglo XIX. Varios escritores, entre ellos, Goytisolo, Antonio Muñoz Molina, Amin Maalouf o el Nobel Portugués, Saramago firmaron dicho manifiesto y pudimos, todos juntos llevar a cabo la financiación de la Biblioteca Fondo Kati de Tom-buctú.
Cuando en el 2012, llegaron los fundamentalistas que ocuparon la ciudad con los rebeldes Tuareg, tenía en mi mesa de noche, los Cuartetos de Khayyam. Tuve que exiliarme a España después de pasar por Suiza. Residía en Granada cuando en 2013, el ex alcalde de Tombuctú, él también instalado fuera de su ciudad, en Bamako, capital de Mali, invitó a un amigo nuestro Embajador en un pais árabe a comer a su casa. Éste claro está llegó con sus amigos. Allí entre platos y platos, se le reveló al alcalde Abbas Kader, el robo por una noche de su libro de los Cuartetos, su memorización y copia posterior y también como alrededor de este libro se formó un grupo de amigos que sobrevivieron al régimen militar y a la dominación fundamentalista recordando siempre los versos de Khayyam.
Decía:
Hoy el mañana no está a tu alcance
y locura es pensar en el mañana
Del resto de la vida no sabemos el precio
¡Lánzate a amar, no pierdas este instante!
Han pasados los años, muchos de los amigos que memorizaron en tiempos difíciles de dictadura militar este libro de cortos versos y honda filosofía ya no están, pero el libro vive con nosotros. Es la última balsa que nos queda en estos tiempos turbios.
Almería, 27 de Mayo del 2015.
Fuente: http://letras-uruguay.espaciolatino.com/africa/diadie_haidara_ismael/por_amor_a_los_libros.htm
Ismaël Diadié Haïdara nació en Tombuctú, Malí, en 1957. Es poeta, filósofo, ensayista, historiador y narrador. Es presidente del Fondo Kati y director de la Biblioteca Fondo Kati de Tombuctú. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: Territorio del dolor, 1967; El canto equinoccial, 1978; Como una herida reventada en las compuertas del sol, 1979; Poemas 1980-2000; La tumba de Jabès, 2000; Sahel, 2017, y Tebrae para mi madre, 2017. Otras de sus publicaciones: El estado del mundo. Necesidad, posibilidad y contingencia en Ibn Arabi, 1992; La España musulmana y el África subsahariana -Premio de la fundación Roger Garaudy a la investigación histórica en 1991-; Los judíos de Tombuctú, 1999; Los últimos visigodos, 2003; Los otros españoles, 2004; Rihla. Relato de un viaje por la Curva del Níger y los desiertos del Sáhara en pos de un sueño llamado Al Ándalus, 2006; Monólogo de un carnero, 2012; Tombuctú, Andaluces en la ciudad pérdida del Sahara, 2015; Una cabaña junto al agua, 2016; Diario de un bibliotecario en Tombuctú, 2017; De Toledo a Tombuctú, 2019; y De la sobriedad, 2020.
Publicado el 11.06.2021