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Internarse en el objeto.

3.4. Internarse en el objeto.

Los objetos están impregnados de la vida que les transmitimos. Desde los objetos talismánicos de la infancia y de la prehistoria, hasta los objetos de uso cotidiano, son parte nuestra, naturaleza transformada.

Los objetos son vínculos entre lo humano y la realidad exterior; algunos, son prolongaciones de los sentidos: el telescopio, prolongación de los ojos para percibir al macrouniverso; el microscopio, prolongación de los ojos para percibir al microuniverso; el teléfono, prolongación de la voz y del oído; los libros, como expresara Jorge Luis Borges, son prolongaciones de la memoria.

Cada escenario particular habitado por el hombre (fábrica, casa, templo, calle, bar, parque, etc.) está poblado de objetos que constituyen una red dinámica de comunicación: son mensajes, señales, símbolos, representaciones y fuentes de sentido. Ellos son hijos de la necesidad y la voluntad humanas, son parte de su imaginario.

La experiencia poética hace evidente la relación vital entre los objetos y el hombre. El mundo de los objetos se nos revela así como un cortejo encantatorio, fuente inagotable de imágenes. Un poema escrito es un objeto muy especial: urdimbre de lenguaje donde la acción de las palabras, en danza rítmica, por virtud de la metáfora, hace brotar visiones, evocaciones, sonoridades, paisajes, manifestaciones cromáticas del mundo, estados de ánimo, pensamiento en constante metamorfosis.

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En su ensayo Magia, yoga y poesía, César Dávila Andrade habla de "la voluntad de internación en el objeto, propia de cierto procedimiento de identificación yoguístico".

Cuenta que "Michaux, nos da una muestra -si bien, muy imprecisa y desorientada aún- de una fórmula yogui, en el poema titulado "Magia":

"Antes era yo muy nervioso. Mas heme aquí en una nueva senda. Coloco una manzana sobre mi mesa. Luego, me introduzco en esa manzana. Qué tranquilidad... Los pensamientos de la capa de abajo, rara vez son bellos... Vuelvo a mi manzana... Sufrir es la palabra. Cuando llegué dentro de la manzana estaba yo helado".

En el poema El árbol, de Ezra Pound, vemos ese internarse, ese encarnar otra presencia y viajar a través de ella.

El árbol

Estuve sin moverme, y fuí un árbol en el bosque,
Y supe la verdad de las cosas nunca vistas,
De Dafne y del laurel y de la antigua
Pareja que a los dioses celebraba
Unida, encina-roble, en medio de la campiña.
Sólo cuando los dioses fueron propiciamente
Llamados y atraídos al fuego de su pecho
Pudo obrarse el milagro.
Pues que fuí un árbol del bosque
Y muchas cosas comprendí
Que antes me parecieron inauditas.

Ezra Pound.

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Desde la infancia, nos atraen ciertos objetos y seres.
Hagamos que el poema sea esa puerta de entrada a ellos.

Elijamos un objeto o un ser y entremos en él para describirlo.

Sugerencias: El vino, el río, el bosque, la nieve, etc.

Última actualización: 28/06/2018