De lo oral a la escritura en el pueblo Williche
De lo oral a la escritura en el pueblo Williche
La mujer y la palabra
Mujer indígena y la palabra: rol de la mujer en la cultura de los pueblos indígenas.
Por Graciela Huinao (1)
A la intemperie encontré sus secretos
El más escondido estaba a flor de piel:
la rebeldía de sus mujeres ante lo prohibido.
La historia del pueblo mapuche-williche ha sido históricamente escrita por el enemigo, por conjetura se desprende que el pueblo chileno conoce un solo lado de su historia, este visible lado ha sido inteligentemente acomodado a los intereses imperantes, en determinados periodos de la historia oficial chilena. Esta oficialidad la conocemos desde nuestro primer día de escuela, allí nos enseñan a recitar los horrores del encuentro de los españoles con los nativos de estas tierras; sin embargo, dentro de esta educación se produce un fenómeno antinatural: se detiene el tiempo de la historia de los pueblos originarios y una laguna bicentenaria se produce en la historia del pueblo chileno. ¿Qué pasó con la historia mapuche en particular? ¿O en qué capítulo se puede encontrar a los pueblos originarios durante estos doscientos años? La miopía histórica tiene su recompensa: la tierra.
El otro lado oscuro de la historia solo la conocemos los aborígenes, porque en carne propia hemos vivido doscientos años de terrorismo sistemático, abalado por un genocidio religioso. Y qué decir de los derechos humanos de los pueblos originarios, será que en las culturas nativas los huesos de nuestros muertos no tienen precio.
Tampoco hay que irse a los extremos, dentro de esta nulidad hay ciertos atisbos de claridad y es por eso que hoy, la sociedad chilena en general nos conocen como: flojos, borrachos, rebeldes, ignorantes y tantos otros apelativos denigrantes que los niños mapuche no entienden, pero que les hiere en sus almas pequeñas, (vivencia). Y por lo andado en la vida sé que esta epidemia no es local, en toda la América se ha ramificado esta infección histórica literaria. Pero, lo que ocurre en Chile es muy particular, en esta tierra se ha enraizado el virus más letal que trasmite el hombre: racismo, y producto de esta infecciosa enfermedad ahora vivimos en una sociedad afiebrada de discriminación y clasismo que niega ver en su cuerpo las líneas del mestizaje indígena.
No sólo es rol de la mujer, sino un derecho del ser humano, de tener la posibilidad de dar a conocer los acontecimientos históricos culturales de su tierra, con el propio puño de su gente. Y para los chilenos tampoco es saludable asirse a una historia oxigenada que no le corresponde y negar la sangre que le palpita en las venas, partiendo del sentido más coherente, que tratándose de Chile es una población mestiza.
Por casi 500 años el rol histórico que le han asignado a la mujer indígena, es la cocina de una casa pudiente, y un par de mujeres visibles que adornan la historia oficial chilena, fueron importadas de episodios robados de la mitología griega. Sin embargo, en esta historia gubernamental no se encuentra Janekeo (2), por ejemplo y tantas otras que acompañaban a sus maridos a la guerra y que al igual que ella, a la muerte de éste tomaba su puesto en la batalla. Sólo los mapuche sabemos: una mujer era la que aconsejaba a los longko (3) antes de un combate. ¿Será por eso qué a 516 años seguimos resistiendo como Nación?
La permanente guerra hizo que la mujer tomará nuevos roles en la administración, dentro de los patrones establecidos en la cultura mapuche; a conciencia paria hijos que nacían y morían en la defensa de su tierra; de la misma forma, el desarraigo obligado forjó una nueva estampa de la mujer de campo, al vivir en el trastorno de la ciudad, siendo ella, en muchas ocasiones el pilar fundamental del núcleo de su hogar, enseñando a sus hijos a vivir a lo mapuche en la ciudad.
La usurpación, el despojo, exigió a la mujer indígena a desarrollar nuevas tácticas al tomar las armas para defenderse, ante un nuevo enemigo que le impuso el Estado: pobreza. También el hambre nos hace colocarnos en pie de guerra, y para resistir y atacar, algunas debimos de aprender nuevas estrategias al guerrear; como poeta inserta en una sociedad aplastante, he labrado a orillas de la esperanza la palabra, mi sabia mapuche me dice que es una de las armas más poderosas para luchar y es de mi responsabilidad aprenderla a manejar. Debo de apuntar a los sentidos y emociones; a la parte más siniestra del cerebro humano donde está encubado el racismo y la discriminación.
Sé que mi lucha no es distinta a la de miles de mujeres que viven en la marginalidad y reconozco con humildad que la madre naturaleza me honró, al revelarme esta nueva estrategia para luchar: la palabra. Y es mi forma de resistencia diaria a la sobrevivencia, porque hoy mi batalla no es distinta a la que resistieron mis abuelas, siendo mujer, pobre, mapuche y poeta. Y para ganar en esta contienda tan desigual, debo de utilizar todas las armas que están a mi alcance y es por ello que últimamente me he subido a caballo a la Internet para dar vueltas por el mundo, llevando los cantos de mi tierra y porque anhelo en lo más íntimo, que la palabra de mis ancestros sobreviva más allá de esta era digital.
Desde que tengo memoria
pertetenezco a esta tierra
en mi sangre llevo el registro
por ello debe ser el testimonio fiel a mis principios (4).
Aledaña a esta sociedad occidental debo comprometerme con mi historia, a que mi testimonio debe ser lo más ajustado a la realidad vivida por mis antepasados, con todos sus amores y odios, valentías y traiciones, para amar la tierra y vivir en armonía en ella, debe haber un justo equilibrio cultural, reconocer y aceptar lo positivo y lo negativo de una Nación.
No es tarea fácil equiparar la cultura de dos pueblos: uno oprimido el otro opresor y es probable que nuestra generación no vea ese acercamiento cultural-social de dos pueblos caminan por el mismo camino, pero por veredas diferentes.
Siendo una mujer de fe con espíritu williche, confío en la sabiduría de las palabras, en alguna parte debe de estar la voz mediadora; no sólo me refiero a la expresión humana, la tierra también tiene su propia voz. Que el grito de nuestra madre naturaleza engendre esperanza en las futuras generaciones de este suelo y puedan reconocerse el uno frente al otro, aceptando su originalidad.
SALMO 1492
TURPU GNÜNEL NUNCA FUIMOS
TROKIÑCHENOLFEL IÑCHIÑ EL PUEBLO SEÑALADO
WELU LANGÜMNGEKEIÑ PERO NOS MATAN
KÜRUZ ÑI DUAM MEU. EN SEÑAL DE LA CRUZ.
NOTAS
(1) Huinao, Graciela del poema El último enemigo Inédito.
(2) Primera mujer indígena reconocida como guerrera.
(3) Cabeza, Jefe.
(4) Huinoa, Graciela del poema El último enemigo Inédito.