Dana Gilkes (Barbados)
Por: Dana Gilkes
Primera luz
Y entonces el esplendor y la crudeza
De mañana advienen-
El café en el balcón calienta el sobrecogimiento del sol.
Hacia la primera luz de soles resplandecientes,
Para enfriar la respiración antes de que cada
Hombre y mujer vengan
Con ojos dolorosos a encarar
Todos las tonalidades del rojo
Se engastan en el sol
Quién sabe cuándo grandes punzadas
Vendrán
¿El mismo sol que ilumina la monotonía
También abrasa tiernos sueños de niños?
El vapor se encrespa hacia arriba,
Estremeciendo los sueños
Los vecinos levantan pesadamente sus ojos
Suben y abren sus osadas ventanas
Articulando el triunfo
De nuevos cielos, nuevas vidas
Pero la caminata está en marcha
Llanto súbito de lluvia
Y calle abajo
El polvo está helado,
Café en el balcón un sorbo de ron elixir
burlón de la lluvia y el sol de la mañana.
La Metamorfosis
Sin el aroma de la lluvia
no hubiese deducido
que el tenue pensamiento se pudiese tornar desierto.
Hasta aquella primera gota meticulosa
en el sub-tejado del cerebro
cuando mi voz fue atrapada en la incompletud de mi pecho
desde el Iliaco del viento
y luego, en aquella nota de brisa súbita
escuché incubarse un chubasco
la voz del poeta se torna irónica, considera...
Afronta una alfombra explosionada
en el interior
del volar dentro de puertas
batientes
y aun así, en la confusión del tiempo
se sintió detenido
por un curioso puñado de zapatillas
broche de lluvia, un viento frío precede
la simple complejidad de aparecer.
Desafío yo supongo que he sido atrapada
en algún silencioso acto de ser
derramado desde el ordenador central
por la estación de acuarela
la Lluvia colmaba los árboles cercanos a la casa
para poder enclaustrar todo su ruido perdido.
Y ahora, entre la estridente conciencia de esta salvaje madrugada de Mayo,
solitaria dentro de esta casa de piel
puedo escuchar la quietud
como si la airosa alianza entre la lluvia y las casas
hubiese apresurado mi venida
al pequeño lugar
de mi partida.
Campo de Movimiento
Una lluvia delicada como si para el alma
bastasen los placeres frugales...
Mientras la tierra cuidó
las abluciones tempranas
que yo preparé
llenando la casa con pasión de limones
que el sol iluminó dulce y amargo
sobre mi ventana.
Desde el umbral una pulcra sombra voló hacia arriba...
Hoy el viento corre a campo traviesa
la mente es un verdadero capitel.
¿Cuál es la escala de un pájaro de papel?
¿la trágica zambullida, el frenético y rápido giro?
La muerte no es sorprendente,
pero que podamos siquiera
amamantar el viento cortante, sí,
los pulmones se dilatan desde
la trémula altura de la victoria.
En el fregadero de mis dedos errabundos...
¿Qué tanto del alma ha sido tejido en toalla?
Si algo es alguna vez real
es porque la mente lo hace tal
en realidad nada se quiebra
más que el cristal blindado del corazón
cayendo en cascada.
Salida de sol suavemente recordada
colmada con la suave
y terrible posibilidad
de una salida de sol
recuerdo que me caía
silenciosamente
desde cielos azul-grisáceos
a través de un océano
hacia los árboles en donde
las azoteas se reunieron;
recuerdo
el silbante pino
las hojas de las palmas susurrantes
aquellos dedos
ampliamente extendidos
de los árboles del Pan
(aquí está una de las miríadas
que abajo sentí,
tocar su áspera piel
acariciar
su mágica oquedad
bebiendo a sorbos el vacío);
de la escofina
de la espiga
del Khus-Khus
besando
el deseo oscuro de la tierra
con alardes de amante
recuerdo que me caía
caía
sin nada más
que lo que yace
en medio
del suspiro y el grito
Mirlo
A la orilla de cada mañana
Los mirlos arriban y gritan
A la niña tras mi nombre
Huellas frenéticas
Galvanizan el espacio que repta
Bajo el tejado de mi cerebro
Hasta que vuelo afuera
Los brazos abiertos
Para atrapar sus alas extendidas.
Dana Gilkes nació en St. James, Barbados, y asistió al Alexandra High School. Más tarde emigró a Nueva York, donde obtuvo un máster en inglés y Literatura Comparada por la Universidad de Columbia. Fue ganadora del concurso de de cuentos de la Commonwealth en 1997, y recibió el premio Frank Collymore Literary Endowment Award.