1993
Por: Fernando Rendón
En febrero, con la ayuda del escritor Oscar González, adquirimos en arriendo una pequeña oficina, en el séptimo piso de la Edificio La Ceiba. Allí continuamos nuestro trabajo de preparación de la tercera edición del Festival. En las actas de la organización se anexó una constancia del revisor fiscal Rodrigo Loayza, que acreditaba la donación de diez mil pesos por parte de los siete socios de Prometeo, y que el patrimonio de la organización ya incluía “algunos muebles: una mesa, una máquina de escribir portátil y dos sillas”.
Sarah Beatriz consiguió en donación dos viejos computadores en DOS, desechados en la Universidad Cooperativa por desuetos. Para nosotros fueron una gran novedad. También conseguimos un escritorio avejentado. La apoteosis fue una mesa de trabajo que fabricó con sus manos Jairo Guzmán, con tablas encontradas en su casa, y que bautizamos la Conejera Presidencial, al que Juan Diego Tamayo dedicó largas sesiones de limpieza.
En la oficina trabajábamos Jairo, Juan Diego, Ángela García y yo. En algunas reuniones, sgeún actas, tomaron parte Rafael Patiño y Jota Arturo Sánchez. En marzo se vinculó Gabriel Jaime Franco, poeta hermano y cofundador de la organización, como “administrador”. Los escasos dineros recibidos por ventas, suscripciones y publicidad de la Revista Prometeo, y por talleres que dictábamos, sostenían nuestro impulso. Nos distribuíamos por igual y con gratitud con la existencia el poco dinero que obteníamos.
Compramos un telefax y por esa vía nos llegaron antes que ningún otro mensaje, los poemas del brasilero Affonso Romano de Sant´Anna, director de la Biblioteca Nacional de Rio de Janeiro, invitado ese año. Iniciábamos el año trabajando con gran entusiasmo, derrochando nuestra energía sin medida, en el presentimiento de los tiempos nuevos.
LA POESÍA TRANSFORMA A MEDELLÍN
EN UNA CIUDAD PARA LA ESPERANZA
La periodista Beatriz Gómez (El Colombiano), en su artículo La palabra urgente nos convocó, exteriorizó el 2 de junio, día de la ceremonia de inauguración del III Festival Internacional de Poesía de Medellín, en el Teatro Metropolitano de la ciudad, su punto de vista sobre esta nueva versión:
“Cada época tiene su poesía, en cada época un pueblo, una raza o una clase es escogida por las condiciones históricas para tomar la antorcha, mientras se crean esas condiciones que solamente podrán ser expresadas por la poesía” (Jean Paul Sartre).
Y tal parece que el turno poético es en esta ocasión para los colombianos, pueblo escogido para elevar la voz y su antorcha, fuego sagrado que simboliza la purificación de los actos y la congregación de nuestros juglares de finales de siglo. Pues sí, a partir de hoy se convierte Medellín en la capital mundial de la poesía... Toda la ciudad está invitada a esta noche de conjuras y relevos energéticos.
Con las palabras también se puede someter a un pueblo o reconstruirlo. Con esta simbiosis mundial de espíritus poéticos se oxigena nuestro gastado discurso y la visión de la comunidad puede emprender otros rumbos mentales y afectivos, que con el tiempo se tornarán en una energía capaz de resistir todos los embates de la razón.
Hoy se desata el poder de una utopía, que se hace realidad gracias a la pasión de dos poetas obstinados en un proyecto de esta naturaleza. Fernando Rendón y Ángela García, directores de la Revista Prometeo, se empeñaron en convencer a toda una ciudad sobre el valor de medicamentos espirituales, como los que hoy comenzarán a internarse en los buenos vientos de la ciudad.
Según Fernando, el objetivo del Festival es desencadenar las energías de la existencia que han sido comprimidas por el miedo, la zozobra y el abatimiento. Hay que tratar el abatimiento. Hay que tratar de soñar, de trascender más allá de los dos bandos en los cuales se ha dividido el hombre a lo largo de la historia: muerte y vida, ricos y pobres, oprimidos y opresores… y generar el bando de la vida, la poesía y el sueño. No para conciliar lo irreconciliable, sino para confluir en un mismo lugar y en un mismo tiempo, donde todos seamos uno con todo lo viviente, por encima de los intereses económicos, políticos e ideológicos. La poesía está en las calles, en los cuerpos, en las palabras que son el umbral del nuevo mundo, un mundo que está esperando lo mejor de cada uno…
El resultado lo vemos hoy: una masiva respuesta a la palabra poética, que se respira en territorios muy ajenos al nuestro, pero cercados por los mismos sueños.
“Tenemos una fe obstinada en actividades humanas que no tienen una funcionalidad ni un resultado inmediato. No venderemos nuestro trabajo ni la intención es lucrarnos. Esto es la confirmación de un conjuro colectivo a través de la palabra, por una transformación de nuestra historia actual; con un ojo de magia que está tratando de ubicarnos a todos en una muy compleja red de relaciones enlazadas en lo irreal. En un momento de la vida nos damos cuenta que lo que gobierna al mundo es lo irreal, aquello que llamamos absurdo, sueño o delirio… esa cosa rara que no podemos medir, pero que se siente en el ambiente”, anota Ángela García.
Sin duda, un protagonista central de la tercera versión fue el inglés Tony Harrison, autor de este poema (traducido por Hatz), con su clara impronta sobre la historia:
CUESTIÓN DE SENTENCIAS
(Nuremberg, 1946)
Lengua suelta de un nazi y de otro lengua atada.
Speer verá sus fluidas Memorias abrasadas.
Uno obtiene veinte años, logra el otro dogal.
De Sauckel sólo queda su Vida fantasmal.
Afirma Speer, en tanto Sauckel tartamudea.
Desafía mirándoles Speer. Su Deutsch es Hoch...
¡Sauckel, cuádrate! El hombre, colgado, tartajea
palabras de una vida que jamás profirió.
La periodista Chefi Borzachini publicó en El Nacional de Caracas (Venezuela), la crónica Por una semana el verso le gana la partida a la muerte, en el que manifiestaba:
En una capital donde el tono de la barbarie relampaguea minuto a minuto, donde la desolación del ser humano ha luchado por ser huésped de honor, la poesía se levanta como una refrescante y extraña utopía a través de la celebración de un Festival Internacional, que descubre a Medellín como un recodo del mundo en el que la fiesta del espíritu se desparrama, como un animal furioso, pero tan vital como la vida misma.
Insólito. Más allá de lo posible y de lo creíble. Tan extraño es la historia de lo que ha venido sucediendo con los Festivales Internacionales de Poesía de Medellín, que a uno se lo narran y se termina creyendo que es un capítulo más de alguna de las novelas de García Márquez. Pero es que parece que en los pueblos colombianos todo es así: historias de muerte y de amor van juntas, una al lado de la otra. Y tan solo la poesía hace síntesis…
Pero qué es lo fantástico de este Festival: la respuesta de la gente. Gente de toda Colombia, de todo Medellín en una sola plaza, gente del campo que baja de las montañas con sus frutos y con su sed de escuchar poesía, se congrega por una semana en más de diez auditorios de la ciudad, en sus espacios abiertos, en las calles de sus barrios, para solo escuchar poemas de amor, de sueños, poemas eróticos, poemas.
A estas alturas- según nos comentaba hace poco la colega Marisol Cano de El Espectador-, “ya nadie quiere dejar de ir a Medellín cuando se abre el Festival Internacional de Poesía”.
Desde la primera edición, cuando a la gente de la Revista Prometeo se le ocurrió desafiar a la violencia de Medellín, retarla con poesía, ni los organizadores del Festival, ni los invitados internacionales, salían de su asombro al ver a tanta gente junta en ese anfiteatro, donde más de siete mil personas esperaban el gran ritual del verso. Verso a verso, en silencio, esperando con atención la voz de los poetas invitados.
Este es el encuentro abierto bajo la granizada blanca, que recuerda la visión no cumplida. Mas una y otra vez ante todos el día se expande como un velamen templado por la brisa.
Hasta la más diminuta hierba festeja en el rocío el retroceso de las sombras, bajo los lentos relámpagos del alba.
¿Qué misterio antiguo de resurrección tribal se manifiesta en esta inadvertida escritura del instante? La voz de un mar formado gota a gota por una lluvia eterna, cuyo secreto torna al cielo en el afán del humo.
AFFONSO ROMANO DE SANT´ANNA, Premio Mário de Andrade Instituto Nacional del Libro (Brasil):
Yo leí poemas en otras sedes del Festival y hoy quería solo escuchar. Más al llegar ya no encuentro lugar dónde sentarme. Me siento en el suelo junto al palco. Después de todo, la lectura de poemas no se inicia, a pesar de estar el auditorio apeñuscado. Es que afuera una multitud insiste en entrar y los organizadores temen por la seguridad del auditorio. Impaciencia y suspenso hasta que sugiero que los poetas escogidos para leer comiencen a leer, primero en el auditorio, y seguidamente se dirijan al público, que está en las escaleras y en la calle. Mas como la impaciencia de los que no pudieron entrar es grande, me piden que vaya afuera y comience a decir poemas, hasta ser alcanzado por los poetas de esta noche.
Llego afuera, encuentro un grande y alegre público, sentado y de pie en las escaleras. Ponen en mi mano un megáfono y, de repente, como un Mayakovski improvisado o un Neruda en las minas de salitre, me veo dentro. Y ya de vuelta al auditorio, oía acá adentro los aplausos de allá afuera. La poesía resonando dentro y fuera de los espacios reservados, dentro y fuera de las personas.
CLARIBEL ALEGRÍA, Orden de las Artes y las Letras de Francia (Nicaragua):
Me parece que en Medellín todos son poetas y que se comunican por medio de la poesía. Nunca he visto un Festival como el de esta ciudad, aquí me he expresado como nunca en mi vida. Es increíble que a uno lo escuchen 1500 personas. Debe haber algo muy particular en el clima de Medellín.
PABLO ARMANDO FERNÁNDEZ, Premio Yunus Emre de Turquía (Cuba):
Recordé en este Festival un sueño misterioso que me visitó hace 10 meses y que de alguna manera se me cumplió por estos días. Soñé que llegaba a una ciudad amenazada (por momentos me parecía que era colombiana), pero un grupo de pintores de todo el mundo la amurallaron con sus cuadros gigantescos para defenderla del agresor. Medellín es una ciudad amurallada por la luz. Una ciudad asombrosa, donde el mundo natural y el mundo urbano se entremezclan, como no lo he visto en ningún sitio. Aquí el árbol defiende su espacio y se ve en pleno centro la frondosidad de los árboles. Es una ciudad amurallada por el reino vegetal.
JORGE BOCCANERA, Premio Casa de las Américas (Argentina):
Alguna vez hicimos una canción con Litto Nebbia con el título La poesía es una mal necesario, aportando desde la ironía a un castigo de frases trilladas que tuve que escuchar desde que entré a este oficio a la edad de ocho años: “La poesía no tiene público”, “las revistas de poesía no pasan del número uno”, “nadie edita poesía”. Sería saludable que en las postrimerías del siglo XX, tiempo en que han caído tantos muros, se abandonen también estas reflexiones ociosas.
El Festival Internacional que se acaba de celebrar en Medellín, rubrica y hace patente una actividad siempre viva. Las cifras del público son elocuentes. En lo personal, me asombra y no me asombra, nunca creí en quienes explican el fenómeno poético (“se vende o no se vende”) como se explica, por ejemplo, el déficit de los ferrocarriles. La poesía siempre estuvo a la mano, en libros, canciones, afiches, graffitis y sobre todo en el habla popular, que es el caldero donde todo encuentra su metáfora. Hay que leer en el ingenio popular, en su refinería, en sus palabras llenas de gestos. Alguna vez un viejo poeta le dijo a un fallido discípulo: “¡Cuando se encuentre con la poesía, usted… se va a llevar un susto!” En Medellín nos encontramos con la poesía y todos, vagamente, apaciblemente, cargamos un poquito de ese susto. ¡Enhorabuena!
JORGE ENRIQUE ADOUM, Premio Xavier Villaurrutia (Ecuador):
Mientras haya gente que escriba o cante poesía y mientras haya un público como el de Medellín que la busca, es porque llena algún vacío que ninguna otra actividad puede colmar. Yo tengo que seguir creyendo en la utilidad de la poesía. Como decía alguien, es la única prueba de la existencia del ser humano. La poesía no está aparte en otro sitio, está en el centro de la Tierra, en el centro de los hombres. Es muy asombroso lo que está ocurriendo en este encuentro, puesto que en general uno tiene la certeza de que vivimos en una sociedad antipoética y burda. Encontrarse con un público como el de Medellín a uno le devuelve la esperanza en el ser humano.
Yo escuché a Neruda y Evtushenko leer sus poemas ante millares de personas, en un coliseo cerrado de Santiago de Chile. Yo participé en uno de los encuentros de Poetry International, en Rotterdam, donde todas las noches, durante una semana, un centenar de jóvenes escuchan poemas en todas las lenguas de la tierra, a veces sin entenderlos, entregados únicamente al goce de su caudal sonoro. Pero sólo en el Festival de Poesía de Medellín me ha sido dado vivir una apetencia colectiva, desbordada, infatigable, que no puedo explicarme sino como una reacción y respuesta a la violencia: la poesía contra la muerte. Ojalá haya siempre poetas y poemas suficientes para la sed de la población de Medellín.
CLAUDE ESTEBAN (Francia):
Fue un descubrimiento el hecho de encontrar en Medellín una comunión entre las lecturas de poemas y los espíritus de los oyentes. Hay una relación mutua entre el poeta y los que escuchan su palabra, y lo noté aquí de una manera muy fuerte. Esto se ve muy poco en Europa.
EDUARDO LLANOS MELUSSA, Premio Altazor (Chile):
Si es verdad que la poesía es el paraíso del lenguaje, entonces esta semana Medellín ha sido el paraíso del paraíso: diálogo verdadero (tanto tiempo anhelado y siempre interferido o bloqueado), vinculación profunda entre los poetas y la comunidad, alegría del encuentro, espontaneidad y lucidez. Como vengo de un país algo insular, encajonado y taciturno, esto ha sido también una lección práctica sobre la comunicación poética y las posibilidades insospechadas de su poder. Vuelvo a Chile con una sensación categórica de haber tenido un privilegio: participar en la anticipación de una nueva utopía de integración, tanto en nuestros países, como entre la poesía y nuestra gente, muy lejos de la retórica burocrática de los poderosos. Estamos en un nuevo comienzo, y eso implica nuevos desafíos.
MARGARET RANDALL (Estados Unidos):
Cuando la musa se mueve en la desesperación. La prueba más palpitante de que la palabra poética tiene una función colectiva la estamos viviendo en Medellín. La gente necesita la palabra poética por la crisis que tenemos en todos los países. Se ve que aquí hay un hambre de poesía. La gente estaba sentada en el piso, bajo el calor extremo y la humedad, escuchando poemas. Nunca he visto que, en mi país, se haya hecho una fiesta tan desbordante y fervorosa como esta cita colectiva con la palabra.
JAVIER SOLOGUREN, Premio Internacional de Poesía J. A. Pérez Bonalde (Perú):
El Festival es el testimonio de una juventud que ha votado con su presencia y participación, por el entendimiento y la belleza.
OSWALDO SAUMA, Premio Nacional de Poesía (Costa Rica):
En mi país dirán que no es verdad. Que debe ser una vieja manía de jugar siempre al iluso. Cierto que es un hecho insólito; que no se da más que en este país. Pero yo lo viví, soy uno más de los poetas testigos, que hablamos del fenómeno como si hubiéramos visto un Ovni y ya nunca pudiéramos regresar a la otra realidad. Sí, yo lo viví: más de cuatro mil personas, día a día, felices de escuchar a los poetas decir la tesitura de sus deslumbramientos. ¿Dónde se ha visto semejante lucidez? Jóvenes, adultos, niños, todos alrededor del fuego, unidos por la palabra en un solo coro como lo quería Mallarmé. Gracias poetas colombianos por devolvernos la fe, gracias Medellín por ser tan mía, por recordarme los cielos de mi infancia.
LEONCIO BUENO (Perú):
Aquí, de vuelta al barrio. Aún me parece un sueño haber estado en ese encantador paraje terrestre llamado Medellín. Muchas gracias por todo lo que están haciendo. Los dioses todos, cualesquiera que sean, los inspiren siempre. Ustedes y el pueblo de Medellín están realizando un milagro, el milagro más grande de fines de milenio: realizar la poesía para salvar al mundo de la gansterización y la violencia universalizada. Como decíamos ayer: “A más violencia mundial, más poesía”. Es el natural mecanismo de defensa a que siempre ha recurrido la especie humana en sus horas de profundo dolor y desconcierto. Recordaremos con dulzura y con nostalgia los días encantados, las noches fulgurantes y los mítines multitudinarios de las lecturas.
Fue muy fuerte de nuevo la huella del Festival en la ciudad, incluso en “las más altas esferas”, no permeadas antes por la poesía. El exgobernador Gilberto Echeverri Mejía, de quien no habíamos podido obtener una cita durante el período de su mandato dos años antes, se acercó a la oficina del Festival, en el hotel donde estaban alojados los poetas visitantes, para pedirnos autorización de compartir unas horas con el poeta inglés Tony Harrison, autor del célebre poema V, que empleaba cuartetos clásicos rimados para expresar su expresión cruda y duramente crítica contra la rígida sociedad inglesa. Pero por supuesto. Echeverri Mejía enseñó a Harrison las bondades del paisaje en el Oriente antioqueño.
Pronto comenzamos a experimentar bajas en nuestras filas. Carlos Enrique Ortiz, uno de los cofundadores de la organización, se quejaba de que el Festival experimentaba un crecimiento faraónico, inusitado que –según su opinión- impedía que la experiencia poética se viviera en soledad. Sarah Beatriz Posada esperaba los mejores réditos por su colaboración, y podíamos percibir su desliz gradual hacia las amargas mieles del poder. Con Jota Arturo Sánchez, los asuntos se agriaron de manera inevitable, por su temperamento irascible, inflexible, y por su incomprensible sentido de la oportunidad. Sin duda, todos lo sabemos, habíamos elegido rutas divergentes.
Nuestro trabajo editorial proseguía. Dimos a conocer la obra de nuevos poetas latinoamericanos y colombianos; traducciones de Carlos Vásquez y una entrevista a Cintio Vitier; un número doble (acompañado de grabados extraordinarios de Fabián Rendón), con textos de los poetas que habían leído sus poemas en el devenir esplendente del III Festival, entre ellos Tony Harrison, Javier Sologuren y Affonso Romano de Sant´Anna; otra edición con una amplia muestra de poetas argentinos, dispuesta por Gabriel Jaime Franco; y una entrevista memorable que realicé a Claribel Alegría, traductora de Cien Poemas de Robert Graves, autor de la memoriosa Diosa Blanca, sobre sus experiencias y su diálogo con el escritor y poeta inglés en Deyá, Mallorca, un lugar mágico según él porque la montaña está cargada de hierro, como Delfos. Graves confesó a Claribel que creía que los Ovnis vienen desde el futuro para tratar de saber por qué los humanos estamos destruyendo la Tierra.
Este año iniciamos la colección de poesía Prometeo, serie Hipnos, con los libros de poemas Entre leño y llama (Ángela García); La Tierra de la Sal (Gabriel Jaime Franco) y Canción en los Campos de Marte (Fernando Rendón), malograda por las fuertes limitaciones en la distribución de libros de poemas en nuestro país. El poeta colombiano Carlos Vásquez recibió ese año el Premio Latinoamericano de Poesía Ciudad de Medellín, otorgado por la Revista Prometeo, por su libro El oscuro alimento, en una convocatoria en la que tomaron parte 260 obras de 12 países.
Replanteamos nuestra misión devenida en fuerte responsabilidad, en tanto que el Festival era respaldado por distintas expresiones sociales del país. Parte indivisible de la construcción de una verdadera sociedad democrática era el derecho y deber de manifestarse abiertamente, expresando con firmeza sus ideas sobre el mundo; las proposiciones de su deseo por una forma superior de la existencia, sin ser matados. Lo que deberíamos hacer en el porvenir, para alimentar y difundir un pensamiento democrático, y una reflexión sobre el destino de todos, no era poco…