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El lenguaje poético

Fotografía Nidia Naranjo

Por: Kepa Murua

La poesía si es que existe, Calambur Editorial

El poeta debe ser hijo de su tiempo. Las palabras utilizadas, el gesto poético, la música del poema, su ritmo y fondo, el contenido, responden a una mirada que profundiza en lo que acontece al hombre como poeta. Inmerso en un entorno que podríamos llamar “ciudad”, “país”, “época” o “historia”, el poeta toma una distancia de los objetos y de las personas para reflejar una realidad que sustenta las interrogantes sobre el mundo y la condición humana. El poeta responde a meditaciones y vivencias personales con palabras. La contemporaneidad reside en la mirada. Somos poetas porque miramos con otros ojos lo que acontece alrededor. Somos poetas porque decimos con palabras lo que otros no son capaces de expresar por pudor o ignorancia. Una mirada exterior proyecta al paisaje, una mirada interior remite al hombre. Podríamos hablar del cuerpo y del alma de la poesía. El lenguaje poético es el latido donde estas dos esferas caminan con un paso u otro. Somos poetas porque intentamos descifrar el paso por el mundo. Descubrir el sonido de la existencia. Dotar a las palabras, que estaban antes que nosotros, de una nueva existencia.


La utilidad de la poesía


Como no sirve para nada finalmente parece que sirve. No sirve para alcanzar el poder pero sirve para responder al poder con sentimientos cercanos. No sirve para vivir pero la poesía vive con las palabras. No sirve para enseñar a nadie nada, pero sirve para mostrar lo que acontece por el mundo. No sirve para matar, no sirve para morir, no sirve para rezar ni para jugar con fuego. Pero sirve para emocionar, para vivir en otros cuerpos, para reflexionar y sentir la belleza y hondura de las palabras que nos explican cómo somos. No sirve para amar, no sirve para gritar, no sirve para llorar, pero sirve para sentir el deseo, para alzar la voz en silencio, para que su tristeza te atraviese el pecho.

No sirve para liberar a nadie, no sirve para juzgar a nadie, no sirve para lograr la paz. Pero sirve para hablar con libertad, para proclamar la inocencia de las cosas, para rebelarse contra la locura de la historia. No sirve para bailar, no sirve para emborracharse, no sirve para estarse quieto. Pero sirve para celebrar la vida, sirve para embriagarse de otros sentidos, para moverse por otros lugares. No sirve para la muerte.

Sirve para la vida. Da vida a los muertos y nombra lo que a menudo no tiene nombre.
Como lo que no sirve pero es inevitable.

Publicado en junio 15 de 2012. 

Última actualización: 23/08/2023