Ars Poetica
Por:
Anne Vegter
Traductor:
Diego J. Puls
Esta mañana, un crítico escribió en Facebook: «(...) el funcionamiento caótico, comprehensivo y fortuito de la imaginación, a la que vengo llamando el espacio abierto, me lleva a pensar una y otra vez que puedo unir territorios muy apartados entre sí (...)». En su explicación de ese espacio abierto, el crítico remite al filósofo Deleuze: «(...) Deleuze afirma que lo que fluye entre los elementos es el deseo (...)». Como no he leído la disertación de Deleuze, podría pintar alegremente ese texto en una pared de mi casa sin que me lo impidiera ningún conocimiento del contexto. Es algo que hago de preferencia con textos que no son de producción propia. En este caso, es como si ese adagio expresara algo sobre el mundo que yo también ─por pura casualidad─ intento evocar con mis palabras: «Lo que fluye entre los elementos es el deseo».
Sic. Todavía no he dicho nada. Porque vamos a ver: ¿de qué deseo se trata? ¿De esa cosa atávica llamada deseo de fusión (se acabó la soledad), el impulso amoroso (se acabó la castidad), la belleza (se acabó la obscenidad) y ─¿por qué no?─ una pizca de impulso mortal (se acabó la infinidad)? Sigo sin decir nada. Deseo es la palabra clave. Un lugar, un momento, un objeto, un pensamiento, todo puede ser más grande, más abundante y más rico gracias a la imaginación. El deseo es el ansia de enriquecimiento. Y esa ansia está siempre presente. Eso es lo que pretendo de las palabras que fluyen hacia mí como si nada, como agua rica en plancton que desemboca en un estanque.
REPRESENTACIONES
Pregunta cómo pudo pasar que el verano se extraviara en un hombre, no supiera cómo
salir y el hombre se largó como el pan que fermenta, despidió luz roja y chispas, falló.
Pregunta cómo pudo pasar que el poeta dijera el objetivo de la madre es abolir la
seducción, pero su vástago afinaba la espalda del padre cual instrumento manchado.
Pregunta cómo pudo pasar que el vástago rodara por la escalera con el libro, caído yaciera
al pie cual asunto zanjado, quien lo desenrolló quebró, quebró: ahí no decía lo que leía.
Pregunta cómo pudo pasar que el deseo restara amplitud, su regusto recuerdo y
lo no evidente contemplara «un baile del caño para intestino hambriento».
Pregunta cómo pudo pasar que la Tierra fuera cual explosión, cual tintura para el pelo, fractura,
cual emulsión. Cual polímeros. Di: La Tierra como marca. La Tierra como marca.
No hay tema que no se preste para la poesía. Una torre elevada de palabras sueltas me sonríe con descaro. La derribo gustosa. Mi juego consiste en hacer un criptograma que se crea al vincular entre sí palabras elegidas aparentemente al azar. ¿Adquiere importancia de pronto el pensamiento detrás del poema? No. ¿Es importante el léxico? A veces. Pero lo que busco es poner en marcha un flujo rico en emociones, palabras como lengua, lengua como música, y sonido como un mundo distinto que se instala en la esencia del otro. En el fondo, el tema no es tan importante. Esa es en realidad la solución invariable de mi criptograma. Aspiro a encontrar y enseñar valores relacionados en unos mundos desconocidos. Tantearlos. Ejemplo: ¿qué ocurre si en un poema siento a una mesa a dos personas en medio de un restaurante? Tienen algo importante que decirse. Mientras, bajo la mesa serpentea la culebra de la verdad y la traición. En otro poema, una madre llama a capítulo a un padre: ¿qué has hecho con nuestra criatura? Puede generarse un vínculo entre las escenas, insinúo relaciones entre distintos poemas o, cuando el poema se presta, entre estrofas situacionales dentro de un poema. Busco imitar al mundo. Tantear valores. En un poema intento evocar situaciones muy diferentes que se relacionen entre sí a través de la casi simultaneidad de la acción. El móvil es el deseo de un vínculo. Prefiero pensar a lo ancho en vez de en profundidad. ¿Qué sucede en miles de lugares al mismo tiempo aunque no seamos conscientes de la diferencia? ¿Qué aspecto presentan las vidas simultáneas? ¿Cuán descabellado es querer establecer relaciones horizontales en el tiempo? Bastante. No se puede. Por eso lo intento. Para mis personajes elijo arquetipos. Figuras en las que pueda proyectar parte de mi alegría personal, mi tristeza, repulsión o libido.
Mi poesía va siendo cada vez más un campo de pruebas para textos teatrales. Las estrofas se vuelven situaciones que en el escenario podrían convertirse en drama. Pero no voy más allá de las estrofas ampulosas. No tengo tiempo para detenerme demasiado en una situación. En el mundo hay tantas cosas para nombrar. Hay todo. A veces escribo un monólogo. Para que suene una voz sólida. Para mi actor elijo otro arquetipo ─por ejemplo, una hija de Noé─ y así creo una perspectiva que me permite referirme sin más ni más a las relaciones de poder entre personas de la actualidad. Confieso que no sé adónde esto conduce. Cada palabra, cada clase de palabra, puede ser útil a la hora de plasmar material nuevo, por ejemplo lengua de nuevo cuño. El material se convierte en una herramienta con la que opero mis pensamientos. Por eso quisiera agradecer al futuro por regalarme las ambiciones. También quisiera maldecirlo. Por prometer la mortalidad, lo que en realidad no debería estar permitido. También por eso quiero lengua nueva. Para apartar un poco a esa muerte con alas invisibles de palabras vivas. Resistiendo. Revoloteando. Partiendo. En pos del espacio abierto.
DE LAS 12.15 A LAS 13.00
En el día de la fecha ─en la pausa de la pausa del mediodía─ alguien quiso saber cómo trabajo,
de dónde saco las ideas. Bueno le dije, el problema de la idea es
que los problemas empiezan justo allí donde ella nace, para muestra basta esta conversación.
Desde abajo de las hojas se oyó una protesta sofocada o llamémosla jovial,
pero tapándose la boca con las manos. Estallando de risa como una clase de niños de once años
que prefieren no imaginarse (o sí) lo que hace la maestra en el baño y si habría algo para ver.
Puede le dije, que por casualidad algo me pase por delante (una urraca). Por la noche
supe al salir volando por la ventana cómo sonaba la respuesta correcta: estridente y afinada.
© traducción española: Diego J. Puls, 2012 (para el XXIII Festival Internacional de Poesía de Medellín)