La poesía como acceso al mito y la utopía
Por:
Jidi Majia
Traductor:
al inglés, Huang Shao zheng. Al español, Pamela Ospina
Especial para la Revista Prometeo
La poesía siempre ha sido, desde sus inicios, contemporánea de las transformaciones de las fuerzas más resistentes y productivas que dan forma a la sociedad, precisamente porque un poeta siempre ha sido llevado por la cresta de la oleadas de la realidad debido a un reino trascendente confeccionado de dicción poética. Sin embargo, cualquiera que sea el argumento, la poesía de una época tiene visiblemente un punto de referencia espiritual que se esfuerza en alcanzar basándose en la gran cantidad de literatura en verso, un hecho fuera de toda duda y enumeración en el largo período de la historia poética, atestiguada por la confluencia de varias tradiciones poéticas distinguidas como la Homérica, la Española en su Edad de Oro y la Tang en la China medieval.
Por supuesto, hay que añadir que el punto de referencia espiritual de la poesía de cierta época es un ejemplo que viene al caso cuando se generaliza acerca de una visión espiritual más general de la humanidad. Cualquier estudio de la historia de la poesía y la poesía de diferentes épocas se ve agravado por la variedad de fines para los que se utiliza la poesía y las variadas formas prosódicas que haya adoptado. Sin embargo, hay un Geist, peculiar en su forma, inconfundible y conmovedora en un plano superior, que da vida al rico y variado cuerpo de la escritura poética de cada período histórico.
He enfatizado mi punto de que los poetas y sus obras poéticas serán por fuerza portavoces de la sociedad civil de la época en que viven, a pesar de que cada generación produce sus propios poetas, únicos y distintivos. Tal punto de referencia espiritual es la madeja conectiva que se extiende a través de la totalidad de la experiencia estética humana. Por supuesto, ya sea en términos de la dimensión existencial del poeta como seres humanos o de la inventiva poética, los poetas componen como individuos, y es esta individualidad e incluso un conjunto de rasgos idiosincrásicos que otorga y deja como legado un valor que los diferencia de sus pares y predecesores en la prolífica literatura de la poesía, invirtiendo experiencias históricas tristes y deplorables con vibrante dignidad y belleza eterna de la fuente del don estético de la humanidad.
La buena poesía siempre ha estado contemporáneamente ligada a los corazones humanos y nuestra vida cotidiana. Los buenos poetas no pueden eludir la porción definitiva de responsabilidad que tienen en la formación de la era en que vivimos. ¿Qué papel, entonces, tiene la poesía en nuestra época y en la sociedad? Lo último que deseo es intentar una respuesta de corte sociológico. Tampoco tengo la intención de dilucidar las posibilidades infinitas de la poética dentro de los confines de la lingüística moderna. La responsabilidad de un poeta de hoy, como siempre, es estar disponible para la acción a la luz de su conciencia despierta, predicada sobre un conocimiento atento de las transformaciones decisivas de nuestra época y sociedad.
Eugenio Montale, el gran poeta ermitaño italiano del siglo 20, en una de sus poéticas críticas Nel Nostro Tempo, sintiéndose separado de la vida contemporánea, reflexionó sobre "La reunión de los contrarios" del hombre en el sentido de "Yo he sido testigo del logro sobresaliente del pensamiento humano, que es realmente espectacular y torpe a la vez, del cual emerge la única ley de validez universal, a saber, por cada ganancia y progreso humano, de seguro hay una cantidad de desgaste o pérdida en otro lugar, de manera que la suma total de la felicidad humana sigue siendo siempre la misma." Montale concluyó "De esto estoy totalmente seguro, el hombre tiende a saltar de una manera u otra a una utopía. Pues despojado de su tendencia a fantasear, el hombre podría tornarse una especie menos inteligente y apta para la tierra".
Sin embargo, la era que estamos viviendo ahora es asaltado por una serie de amenazas más inquietantes e intimidantes. A pesar de que no se ha repetido una situación de guerra mundial hasta el momento, hay hostilidades regionales encendiéndose en todas partes y la espada de Damocles del holocausto termonuclear pende todavía sobre nuestras cabezas, al acecho. La cuenta regresiva del clima desbocado parece avanzar imparable sobre nosotros y el agotamiento de los recursos naturales a manos del hombre se está acelerando a un nivel sin par, escalando a un paso más veloz que todos los períodos históricos previamente conocidos por el hombre.
El resultado es una catástrofe inexorable interpuesto por incrementos demográficos, la modernización imprudente, la primacía del crecimiento económico apreciado por casi todos los gobiernos, la mentalidad prevalente caracterizada por la producción desenfrenada, el consumo maníaco, el PIB anulando cualquier otra consideración y, por último pero no menos importante, alienaciones humanas que no han sido traspasadas por neurosis moral alguna. Como poetas, por supuesto, dando testimonio de la gran marcha del progreso humano, no somos proveedores de penumbra. Más bien, somos porristas del crecimiento económico que incluye manejar bajas emisiones de carbono, ser ecológico, verde y sostenible. Al igual que todos los segmentos de la comunidad humana, saltamos alegres todos los obstáculos a ser superados en el camino de los grandes avances técnicos. Sin embargo, debemos meditar sobre todos los errores del pasado y si no aprendemos a practicar la humildad ética derivada de un compromiso moral en la búsqueda de un mundo más humano, estamos destinados a arriesgar nuestra propia supervivencia.
De esta manera, la poesía, sin duda, se ha convertido en nuestra herramienta contra la alienación, tratando de lograr que las cosas sucedan, no sólo por deleitar y entretener, sino también para "llevar todo el alma del hombre a la actividad". Aunque su influencia tiende a ser más indirecta, ambivalente, imprevista, fatídico, la poesía, sin embargo, ayudará a la gente en una tarea que los filósofos, los santos y los profetas ven como necesaria, la de insistir y atraer a la humanidad hacia subir el nivel prometido de dulzura y luz. Los poetas, se ha comprobado, tienen los recursos para liderar, porque no sólo de pan vive el hombre. Él también necesita a la poesía. A veces. No, empáticamente en todo momento. El hombre se distingue del resto de las especies en la tierra por su primacía espiritual.
Los libros de historia están llenos de relatos de nuestros dignos antepasados, inventando un conjunto de mitos y buscando una utopía tentadora, pero perennemente fuera de su alcance. Escritura poética contemporánea, más o menos un sustituto para decir el sentido que da la fe, salva el abismo entre el hombre y la naturaleza, y lo lleva a un camino hacia la liberación y la libertad. En una época en que se llama a sí misma por gran narrativa la “era de la digitalización”, la poesía confecciona y erige su propio conjunto de mitos y utopías, encargado de hablar íntimamente de esas cosas que más afectan a los seres humanos, la actividad del amor, de la justicia y del alma.
El mito de la poesía y la utopía de la poesía traerán el fin de la producción material al unísono con la emancipación definitiva del hombre. La acumulación material no resultará a costa de los reducidos recursos naturales y la deserción de la espiritualidad humana. La poesía está aquí para quedarse en los tiempos difíciles de comercialismo rampante. Brillará con mayor fulgor. Mientras la poesía permanezca, los poetas aprovecharán palabras que representan cosas y pensamientos, que vociferarán y hablarán de forma rapsódica, con el fin de inspirar a la gente a luchar por un futuro prometedor en el que la vida, la naturaleza, la igualdad, los derechos humanos, y la fe se valoran por encima de toda otra cosa.