Bibiana Bernal (Colombia)
Por: Bibiana Bernal
PÁJARO DE PIEDRA
Ser de piedra y creerse pájaro
porque el viento propaga el polvo de las manos
Verse ave en el reflejo
aunque inmóvil sobre el asfalto
abrasado por la luz de las cinco de la tarde
Saberse nido
en un recodo del día que agoniza
sin poder roer el aire
Ser de carne y creerse hoja o pluma
y al final de la jornada ser quien cae
Ser uno y creerse otro y otro y otro
hasta anochecer sobre sí mismo
y volver al origen
donde la arcilla no tenía rostro
y las alas no pesaban tanto
TRAGALUZ
¿Oyes un trino agónico?
Oído sin asombro
el gorjeo de un ave
es la tribulación de tu voz
De canto, ni la memoria
De vuelo, ni el paso del tiempo
Oyes la mudez martillando
Memoria sin canto
Tiempo sin vuelo
La madera abre sus alas
se astilla la mirada
Vista sin asombro
la primera luz del día
te revela que has muerto.
JULIETH Y LA LLUVIA
Bajo el mismo aguacero
fui niño
y seré viejo.
Umberto Senegal
Si algún día vuelvo a morir
procuraré hacerlo bajo la lluvia,
hay tanta compasión en cada gota.
Le diré a mamá que voy a jugar
con el aguacero en la cancha de arena.
Ella pronunciará el mismo no
y yo aprovecharé el rumor del
techo
para encubrir el sonido de la puerta.
La sonrisa cómplice de Julieth
estará al otro lado de la cortina de agua
del alero de su casa.
En la ventana, como siempre, su abuela
con un cigarrillo en la boca y nicotina en la mirada,
convirtiendo el humo en niebla.
Si algún día vuelvo a morir y la muerte me da tiempo,
le diré a Julieth que no la olvido, que al final
todos los saltos nos arrojan al mismo vacío,
que podemos volver a jugar a la oficina
aunque ella no vea ya ni juguetes en los libros.
La llevaré a “los pinos” –donde jugábamos
y nos escondíamos en las noches–
Si algún día vuelvo a morir
y se va la mujer
y regresa la niña,
buscaré a Julieth en la lluvia…
vamos, Julieth,
debajo de la cancha de concreto
están nuestros días y noches de juego,
nuestra memoria de arena.
DESDE EL AUTOBÚS
Mejor no cerrar la ventana
Ha de consumirse este día
que transita sin milagros por la ciudad
No volver a casa
para sentarse otra vez en la mesa
a masticar tiempo o un trozo de pan
que no sabe de la fatiga
Mejor no contarle a nadie que a diario
una pregunta irremediable
deambula por las habitaciones, por las calles
y se come lo poco que hay en la alacena
y en las esquinas por donde paso
que hasta yo creo en mis mentiras
que yo me reciba al llegar
y me abra la puerta sin cansancio
Mejor no cierro la ventana
y no regreso y me quedo y sigo mirando
el mundo desde el autobús
Bibiana Bernal nació en Calarcá, Quindío, Colombia, en 1985. Es poeta, gestora cultural y promotora de lectura. Estudiante de Español y Literatura en la Universidad del Quindío. Directora de la Fundación Pundarika y la editorial Cuadernos Negros. Ganadora del concurso de poesía Comfenalco, 2003. En 2010 recibió la Medalla al mérito literario que otorga el municipio de Calarcá. Ha publicado las antologías Mujeres minicuentistas, 8 Cuentistas Quindianos, 5 Ensayistas Quindianos, Minificción Quindiana, Ellas cuentan menos y el libro de poesía, Silencios de Hadaverde.
En palabras de Bibiana Bernal: “La poesía sucede en varios planos, dejando como último el estético. Antes de ser texto, de adquirir la forma y belleza que busca y consigue la escritura, el poema es el estado del poeta, producto de algo que conmovió su percepción. La vivencia antecede al lenguaje, sin embargo, el lenguaje conduce a la experiencia poética. Es ahí donde el hombre-creador dista de los demás hombres. Una suerte de alquimia sufre cada cosa “vivida”, convirtiéndose en palabras. Por eso su sentido va más allá de lo literario y transmuta múltiples aspectos a la hora de escribir: la cotidianidad, con todos sus matices; la vida, sus riquezas y miserias, arriba y abajo, dentro y fuera de lo humano; miedos, dudas, certezas, pérdidas, hallazgos, estremecimientos de placer y dolor, y así podrían nombrarse los inagotables orígenes del poema”.
Publicado en 2014