David Mckirdy, Escocia-Hong Kong
Por: David Mckirdy
Orar a los ancestros
Tengo la sangre de China en mis venas
no por padre, madre o antecesor lejano
sino trasladada desde la línea antigua de alguien más.
Cuatro litros pasados por el ojo de una aguja
el regalo anónimo de la vida
¡para un hijo bastardo, un espanto blanco!
Me siento diferente
ahora que miro la vida
por ojos más amplios
y menos ictéricos.
Nosotros los chinos valoramos nuestras tradiciones
pero a los ancestros de quién les rezo ahora
¿a los míos o a los suyos?
Quizás simplemente daré las gracias
Le haré un homenaje a una Madre eterna
y al Padre universal.
Nosotros los chinos
En Estrasburgo, tres chinos pedían direcciones—
en francés
Yo respondí en cantonés
Sorprendidos—
intentaron en alemán.
Finalmente
expresamos nuestro placer
al encontrar otros chinos en el exterior—
en inglés.
Mong fu shek, la roca de amah
Por innumerables festivales y mareas
He observado y esperado
el regreso de mi esposo.
Ahora al mirar a través del valle
un cambio le ha sucedido a nuestra tierra
el pueblo y la playa desaparecidos en un revolcón malévolo
agua convertida en tierra.
Formas oscuras se levantan hasta donde ve el ojo
como buques inmensos sembrados en el suelo
cubiertas en cobijas como redes.
La luz del cielo negro habita estas redes
iluminadas como para una pesca nocturna
por un demonio poderoso
que rastrea almas.
Quizás al habernos robado las perlas
de la serpiente gigante de mar
hemos quebrado nuestro pacto con el mar.
Diosa de gracia, Tin Hau
que me convirtió y convirtió a tu hijo
en piedra
por amor y lealtad
nos ha abandonado.
Ruido, humo y lluvias ardientes cruzan aquí
como bárbaros apuestan en las carreras
de los dragones sagrados
sobre los restos del puerto.
Soy testigo de los cambios
y oro que tú mi amor
nunca tengas las redes llenas y un viento suave
y que nunca vuelvas a este sitio.
De partida
Aníbal cruzó los Alpes
en busca de conquista y gloria.
Nosotros, aventureros de otra estirpe
cruzamos el mar
destino a Hong Kong
en el crucero de la P y la O
el S.S. Cartago
construido por escoceses como nosotros,
botado al agua en nuestro propio Río Clyde.
Por la plancha subimos de la mano
gente obrera con aspiraciones de subir en el mundo
a cabinas
de segunda clase
el apartheid de la casta imperial.
No eran para nosotros las cabinas frescas de ida y vuelta
de los que pagaban más,
Ubicados donde fuera
Nosotros salíamos y no íbamos a volver
A diferencia de ese general de la antigüedad
Nunca volveríamos a la decepción y la traición.
Mientras nos despedimos y se aparta el buque
las cintas de nuestras ataduras al pasado se rompen
dejan recuerdos monocromáticos y los cincuenta en nuestra estela
por Puerto Said, Suez, Aden y más allá
una Inglaterra en blanco y negro remplazada, tapada
olvidada por los sentidos ya sacudidos por
impactantes, acres, chirriantes
colores, olores y sonidos
los vamos conociendo a medida que seguimos hacia el Oriente
Cálido y húmedo como un retorno al útero.
Quizá permaneceré aquí un tiempo.
Nació en Escocia en 1956, pero se crió y se educó en Hong Kong, donde hoy día es uno de los más reconocidos poetas y uno de los organizadores del Festival Literario Internacional de Hong Kong. Después de realizar estudios de Artes y Humanidades (Historia y Filosofía) en la Universidad Abierta de Hong Kong, se inició en la escritura creadora.
Como parte del programa Poesía en vivo ha leído su poesía y ha dictado talleres literarios en numerosas escuelas. Ha leído su obra en el 2004 en China, Singapur, Estados Unidos y Egipto. Su último libro, Occidental accidental, que había recibido una beca por parte del Consejo para el Desarrollo de las Artes de Hong Kong, fue premiado por el Club Harvard de Hong Kong.
La mayor parte de Occidental accidental podría tocar lo personal en lugar de lo político, la añoranza de los amigos fallecidos, la obsesión de McKirdy por las motocicletas, pero lo que más destaca es la evaluación crítica del poeta del legado colonial en Hong Kong.