Luis Ángel Zola (Colombia)
Por: Luis Ángel Zola
Autoretrato
Mis ojos reposan enfermos sobre la piel del horizonte. Podría articular la soledad de los hombres para devolverle la luz a la luna. En la humedad de mis manos se filtra la onda espesura de los sueños. Desearía disolver la tierra inerme para entender el pulso del cielo. “Todo llega muy lento” como una obscuridad sensitiva de ficciones que se proyectan. Hay que sobrevivir al vacío para encontrar el silencio: no se pisan jamás las mismas huellas.
Noche azul
En este telón de fondo se desdibuja el paraíso. Sobre el azul se entreteje una luz flexible, que declina y revela nuestros nombres. La verdad de la belleza y la belleza de la verdad convergen en un mismo punto: esa mística que concentra el infinito. El cotidiano es un libro abierto y la historia se teje en las calles. En el recodo de esta noche anclaría el universo. Todo se disuelve.
Domingo temprano
La respiración implacable del primer pulso envenena el aire.
La vida se interna sutilmente al morir el horizonte.
En el surco de una huella me sostengo.
La luz busca donde resguardarse y los niños juegan a esconderse.
La memoria se cubre de ceniza sobre la piel cansada del pavimento.
Es domingo. Nadie ha despertado todavía.
Compartimento C, coche 293
Aquí está la médula, el cerrojo del vacío.
El aire ya no sopla en las ventanas ni desorienta los fantasmas.
Debemos considerarnos a la deriva
[El trayecto es una rotura que nos sostiene]
Mientras el ocaso retiene en su pupila las lágrimas de la aurora
y la luz declina gradualmente donde los cuerpos pierden su transparencia.
Es tarde.
En el interior de su corazón florece el silencio.
El cabo en la mañana
La burbuja del cristal ha desaparecido y una gota de luz,
deja hundir su nostalgia en la piel de las paredes.
Hay en su mirada una intersección del tiempo que desnuda el alma.
Una ruptura en el centro de la memoria que disipa el fondo.
Nosotros fuimos testigos de esa luz, de esa circulación invisible:
La soledad es una tierra helada poblada de espejismos.
Sol en una habitación vacía
La ventana es el ojo del vacío
Donde el umbral del silencio es sensible al laberinto.
Una mujer al sol
Todo el peso de sus vértebras se quedaría inmóvil.
Podría estacionar sus alas sobre el vértice del cielo sin que se disuelva el aire
y condenar lo improbable para descifrar el vacío de la piel amordazada
y bajo ese cielo lleno de lugares comunes y crónicas de polvo
desarticular el exilio de las sombras
en ese acorde oscuro
donde mengua
la nostalgia.
Podría preguntarte:
¿Cuál fue el último sol de tu infancia?
La piel debe agrietarse para dejar ver la noche.
Luis Ángel Zola nació en Medellín en 1984. Poeta, artista plástico y fotógrafo. Su poesía la escribe bajo el seudónimo de Luis Ángel Zola. Dicta talleres de Creación Literaria desde el arte, enfocado principalmente en niños y jóvenes. Ha participado en varios encuentros de poesía en Colombia, Ecuador y Argentina. Su trabajo literario ha recibido menciones en Chile, España y Argentina.
Un jurado integrado año por los poetas Jairo Guzmán, Juan Diego Tamayo y Ronald Cano, le otorgó este mayo el Premio de Poesía Joven de Medellín y su Área Metropolitana, por su libro Mecánicas del ensamble: el color del silencio en Edward Hopper, lo cual posibilita su participación en el 24º Festival Internacional de Poesía de Medellín.
Según consta en el acta del jurado: “Esta obra se destaca por la claridad para expresar los complejos matices del lenguaje figurado, logra plasmar el universo silente de la soledad humana mediante escenarios pictóricos, donde la luz y el color matizan la experiencia de la voz poética. Como expresa su autor en el prólogo: “Este libro es una visión personal del libro de las pinturas de Edward Hopper” como una aproximación a “esa sensación de ausencia visual que es el silencio”.
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