Maria Barnas, Países Bajos
Por:
Maria Barnas
Traductor:
Diego Puls
Pensar y la niña
Prados y casas recorren el rabillo de mi ojo
mientras yo intento concentrarme en la niña
sentada frente a mí. En un rabillo caben muchas cosas.
Una casa que conozco una acequia una vaca e incluso
la mirada perdida de la res que pasta y estira
el pescuezo tensa por un ruido que no conoce.
¿O se pone firme esperando una señal?
Se multiplican animales en el margen.
Se acomodan en este pantanal que se hunde
con casas repelentes en que una a una
he residido. La niña aprieta un libro en el regazo
que enseña cortes tranversales del cerebro.
Marca con círculos ventrículos y lóbulos
y disecciona el que pueda pensar y pensar en ella.
El doble
Empecé a leer El doble en París
en una habitación que se mecía.
Me resultaba familiar.
En cada calle veo una casa donde podría vivir
porque soy oriundo del bajo pantanal.
Descendiente de buscadores de tierra en el mar
balleneros y piratas tengo debilidad
por Inglaterra un interés por Francia
y predilección por rusos extraviados
en el alemán. En Berlín me encontré
a El doble en una casa que era como la mía.
Lo que había dejado en París
y a lo que podía acercarme desde Berlín
se me impuso en formas cada vez más firmes.
Lo acepté porque suponía un puente
que cegaría hilachas espaciales y carencias en mí.
Pero quién dice que a un puente hay que completarlo
y dónde están las palabras que leí.
Estambul
Los hombres fluentes las mujeres
discurrentes y los niños salpicantes
su hunden como en un sueño.
La lluvia torrencial no cala en los cuerpos
que vadeando se creen expuestos
al sol. Calle abajo persigo el chorro de agua
hasta llegar a un hotel ligeramente titilante
donde mi maleta flota en una habitación fluvial.
Mientras alguien conforma una variación
de una melodía en la boca de alguien
que no entiende de parar
la traición de vidas que he amado se aparta
de mí corriendo como un barco cuya vela
atrapa el viento. Las ventanas se elevan.
Alguien aporrea la pared del cuarto ondeante
donde compilo mi vida completa.
Si fueran tan amables de bajar el volumen.
Madres
Sostiene la bandeja como el borde de un mundo
agonizante y se instala despacio en la luz
donde con un perfil oscuro y fluido se detiene
y sirve té. Su cuerpo enmudece por la corriente.
Miro. Ella me mira. Fijo a un ojo
que de inmediato se retrae. Sombras
huyen por sobre la casa que puede retenerme.
Copas de árboles se mecen en un bosque
vacilante y encima vuelan nubes. Hay calma
que aumenta al tiempo que oscurece y hace frío.
Agito la mano como una madre que parte.
Ella la agita aún más fuerte.
Sí claro el Big Bang
Sí claro el big bang me oigo decir.
¿Cómo es posible que me quepa en la boca?
El origen un terrón en mi lengua.
Silencio. Miedo es una bandada que descansa
en un árbol. ¿O son palabras que se agolpan
en las ramas en tinta negra? Es una forma
de pánico que surge en mí y escapa a mi garganta
cual bandada remontando vuelo. El universo
despliega las alas. Aleteamos y vitoreamos estridentes.
Las agujas de Hiroshima
Ven desde lo alto de la torre
cómo arrastran a un caballo hasta el agua.
¿Dónde sepultar la muerte? Señalan a la bestia
y la sacuden de las puntas de los dedos.
Llevan sesenta años detenidas.
La foto que hizo la explosión lo borró todo
blanco salvo las sombras de quienes siguieron mirando.
Allí hemos ganado una ciudad.
Todo brilla y no hay polvo.
Hemos mirado fijamente las agujas de la torre.
No parpadearon.
Hemos sacudido los relojes.
Le preguntamos al que los sincroniza quién
ha hecho esto. ¿Quién lo ha hecho?
El caballo acarrea historia.
Dicen se encabrita desde que se niega a encoger.
La niña precisa
Bajo la pantalla que en un formato un poco más grande que 1:1
proyecta a una niña tocando el piano hay una niña
que en un formato más chico que 1:1 toca muy precisa el piano.
En la espalda el liso pelo negro cortado
con regla. No sabe tocar y reír al mismo tiempo.
¿Podíran llevar a la minuciosa criatura a casa?
Bajo su vestido asoma una falda plisada
color rojo. Es el dobladillo de una cortina
que ha de separar la música del mundo.
Cuando en el escenario entre témpanos de aglomerado
un poeta deja caer: «Padres. ¿Cómo tocarlos?»
no sé dónde empieza la función.
Acaricio 1: 1 el pelo canoso del hombre sentado en la fila
de delante. No vuelve la cabeza. A lo mejor le acarician
el pelo con frecuencia. ¿O acaso me imagina?
El piano toca una niña una niña.
Cabeza cerrada
para Ingrid Jonker
Tengo que hablar ante unas personas
de las que ignoro qué esconden sus cabezas.
No sé dónde poner los brazos.
¿Tú qué harías con ellos?
Proyecto: una nube en cada cabeza cerrada
para desviarme. Dos nubes por si acaso.
Proyecto: tu bahía. Tus pies descalzos bajo faldas
y renacuajo mercurio resbalan de tus dedos.
Hola niña dice una muñeca que habla.
Hola niña dice una madre que habla.
Hola niña.
Meto la cabeza por la ventana de una cocina
y no escapo a la cabeza llena de Sylvia
en el horno y a la desvaída de Anne en el garaje cerrado
cuando veo que por un postigo pasa un plato humeante.
¿Te haces cargo?
Esta es una casa para arrojar platos.
También si eres alguien que no arroja
platos sino que prefiere lanzar deseo a una cabeza
o dejar caer palabras en un corazón.
Una a una cual monedas en agua pesada.
Tintinean. Chapotean. Se sustraen al tiempo
como tú. Con poemas y pensamientos
e intenciones de ser grandes en otro lado.
En un balde nos reparto renacuajos.
Estiro los brazos. Juntos saltamos el borde.
El sol arde más salvaje
Había un hombre al que ella no podía amar
ya que él nunca mostraba su lado oscuro.
-Debes tener uno, dijo ella.
Ella lo giraba y lo giraba, y lo volteó al revés
pero este hombre brillaba desde adentro.
Ella no reconocía la locura
en la luminosidad de él. Él la miraba con asombro
y ella necesitaba esto para que la recordara:
tal vez había estado equivocada todo el tiempo
y la oscuridad que permanecía dentro de ella
era algo que al crecer ella podría dejar atrás
como graznantes canillas en la noche
cuchillas romas tallan huesos que se alargan
cuando tienes que seguir junto a gente alta
que dicen que estás creciendo
y necesitas dormir. La gente alta,
que se saben las capitales de los países
en diferentes lenguas y las deletrean.
Quienes recuerdan la hora en que naciste
Al segundo - incluso cuando preguntas
¿pero el sol no arde más salvaje
y las nubes no necesitan encontrar
nuevas formaciones? ¿Acaso los ciervos huyen
y persiguen bandadas de aves resistentes?
-negras siluetas eléctricas que apenas se mueven
sobre largas líneas ovillando el cielo entero
con música y discursos crepitantes -
lejos de las colinas entre el agua más
clara, tan poco profunda como para esconderse en ella
¿no se necesita todo este tiempo para nacer?
María Barnas nació en los Países Bajos en 1973. Es poeta, novelista, ensayista y artista visual. Sus escritos sobre arte y poesía han sido incluidos en algunos periódicos. Su primer libro de poemas publicado Dos Soles, 2004, obtuvo el Premio C. Buddingh, 2003 (Uno de los más importantes premios al debut en poesía en Holanda). El jurado del premio consideró su “obra contemplativa, poesía musical, desesperada y humorística, poderosa y frágil, con una transparencia que se torna más compleja al releerla". Otros de sus libros de poesía: Una Ciudad Crece, 2007 y Jaja de oerknal, 2013, nominado al Premio de Poesía VSB, 2014. Entre sus novelas, se encuentran: Ángeles de Hielo, 1997 y El Bañista, 2000.
“En su poesía, su lenguaje es tan afilado como sus observaciones. Su obra se caracteriza también por un sutil sentido del humor: ella encuentra a un 'poeta alto, sobre su brazo/la hermosa novia y, vagamente, el parque'; metáforas sentimentales cuelgan de la rama como cisnes muertos. Y su obra tiene una agradable inmediatez poética: cuando describe el río Amstel y "el frente de la ciudad", de repente continúa enérgicamente, “pero todo lo que digo, existe.”. Ella no tiene miedo de vincular sus poemas a temas actuales, tales como el informe de un periódico o los atentados con bombas en Londres. A pesar de su claridad, sus poemas pueden-tener un efecto desorientador. Asociaciones ocasionalmente alejan al lector de la situación descrita. La perspectiva en sus poemas regularmente se vuelca y cambia. Cada vez que nos caemos, una ciudad se eleva.”