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Bajo continuo

Por: Markus Hediger
Traductor: Rodolfo Häsler

                            

 

Un día, alguien me hizo esa pregunta, que se hace a menudo, pregunta por otra parte insidiosa y un poco malévola:

—¿Si sólo tuvieras dos o tres meses de vida, qué libros releerías de aquellos que tienes en tu biblioteca?

No tuve que pensarlo mucho, ya que hace año que realicé selección entre las numerosas estanterías repartidas un poco por todas partes en mi apartamento: la prosa en mi dormitorio y en mi despacho y la poesía en el salón.

—Pues bien, respondí, releería a los poetas que dejaron una huella indeleble en mi vida, sí, aquellos que me han proporcionado innombrables momentos de felicidad, aquellos cuya voz, un verso, a menudo un poema entero, me acompañan allá donde fuera, en la ciudad en medio del gentío, o durante un paseo solitario al sol, o bajo los plátanos de noche…

—¿Y puede saberse quiénes son esos elegidos?

­—Ante todo los dos poetas a quienes debo mucho, mejor decir todo, y que han sido amigos muy cercanos: el libanés Georges Schehadé y la suiza Erika Burkart. Uno por la pureza y la frescura, siempre sorprendentes de la lengua francesa, que renovó con las palabras más sencillas, y que al frotarlas unas con otras hizo saltar chispas que continúan brillando en las páginas y en nuestros corazones maravillados. La otra por la agudeza de su dolor que nace de separaciones y privaciones, de la naturaleza saqueada alrededor de su casa materna, único lugar que permaneció intacto, dolor que expresó en mil poemas conformados como baladas o cortos textos lindando con la prosa, en los que aparece la Madre, tan buena y comprensiva (un poco más lejos el Padre, personaje temible, conflictivo, violento), la Luz y sus encarnaciones más puras, que son la Nieve, el Cisne, y también el Jardín con el Árbol y la Flor, y además el Amor y su hermana la Muerte, la Palabra, junto al Espíritu que envuelve y ordena todas las cosas... todo esto expresado en una lengua alemana a la vez condensada, dejándole al lector el suficiente espacio donde encontrar sus propias experiencias, lengua que privilegia la aliteración y la asonancia en el interior de versos por lo general libres, pero que de vez en cuando alternan con versos rimados, rima que ella no abandonó del todo en setenta años de creación literaria... Y en tercer lugar un descubrimiento relativamente reciente, en español esta vez, descubrimiento de sorpresas y maravillas constantes por la modernidad de su poesía toda en forma de sonetos u otras formas establecidas con las que cuenta descarnadamente la vida banalmente cotidiana, y por todo ello tan encarnada, tan concreta y dolorosa de comienzos del siglo XX – el Desencanto amoroso, la Tristeza, la Fealdad de la gran ciudad en su anonimato hostil, la Vanidad de toda empresa humana, de toda cosa destinada a desaparecer y al olvido, la Muerte, siempre presente y amistosa, que llama y reclama, y después el Mar, el mar tan amado, tan cantado en innombrables poemas y en la que, en octubre de 1938, se sumergió definitivamente: hablo de la poeta argentina Alfonsina Storni.

Noto la ceja levantada, el aire de incredulidad  que aparece en la cara de mi interlocutor.

—Pero... entonces, me dice, ¿es que sólo lees a poetas menores? No a Baudelaire, ni a Shakespeare, ni a Leopardi, ni a...

—Tú me hablaste de dos o tres meses, ¿no es así? Sabes, siempre he sido muy fiel en amistad y admiraciones, literarias u otras, y juntos hemos atravesado los decenios... ¿Para qué motivo traicionar al último momento a aquellos que me han dado tantas cosas, para qué decepcionarlos? Esa compañía que ha sido el bajo continuo o el ostinato de toda mi existencia desde hace más de treinta años, una música dulce que da su medida en mí y que está aquí, siempre, cerca la mayor parte del tiempo y sólo unas pocas ocasiones algo más lejana, pero nunca del todo inaudible.

Texto publicado en La poésie pour quoi faire?, Presses Universitaires de Paris Ouest, París 2011, pp. 233-235

 

Markus Hediger nació en Zúrich, Suiza, el 31 de marzo de 1959. Estudió literatura francesa e italiana en la Universidad de Zúrich.  Luego de finalizar sus estudios comenzó a traducir al alemán libros en francés, principalmente novelas, cuentos y algunas veces, poesía.  Al día de hoy, ha traducido 20 libros de escritores suizos de lengua francesa, entre ellos Nicolas Bouvier, Claire Krähenbühl, Jacques Mercanton, Alice Rivaz e Yvette Z’Graggen. 

Por otra parte, ha escrito poesía desde siempre, no en alemán, que es su lengua materna, sino en francés. Publicó su primer libro de poesía en 1996, al que llamó No den vuelta a la Piedra. Su segundo libro de poemas, titulado De este Lado de la Luz, salió en 2009 y el tercer libro, una “plaqueta”, Para que Alguien se Acuerde de Ti, en 2013. En 2009 publicó un ensayo literario sobre el poeta y dramaturgo libanés Georges Schehadé: La Tarde de Georges Schehadé.

Por su trabajo como traductor y poeta ha sido premiado en varias ocasiones desde 1979 hasta hoy.  El último reconocimiento recibido le fue otorgado por el Cantón de Argovia (2012) en reconocimiento por su nuevo proyecto de libro de poesía.

Ha residido a lo largo de su vida no sólo en Suiza, sino también en Francia, Alemania, Italia, España y Argentina, países que considera al igual que a Suiza, su hogar.

Poemas en francés
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Publicado en marzo 5 de 2014.

Última actualización: 25/01/2022