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El arte de contar sílabas

Por: Horacio Benavides

                             

 

                                          

 

Hace un tiempo ya largo, queriendo conocer sobre la medida y la rima en la poesía castellana, me compré un voluminoso libro sobre el tema.  Me dispuse a leerlo; era tan árido y mi capacidad de trabajo tan pobre que mis esfuerzos resultaron vanos.  Por esos mismos días, fui invitado a un encuentro de poetas en Popayán; al mismo asistió el poeta Giovanni Quessep. Conocedor de sus acercamientos al verso clásico, le conté sobre mi lectura. No leas eso, me dijo,  si quieres saber del asunto, lee a los poetas que han escrito en tales formas; lee a San Juan, lee a  Quevedo, por ejemplo. Le hice caso, doné el libro a una biblioteca pública, pensando en algún ratón más neurótico que yo, y me acerqué a algunos poetas españoles.

Hay algo que me ha llamado especialmente la atención: la manera cómo personas de varias regiones de Colombia son capaces de improvisar coplas y décimas. Ellos no sacan el metro ni se sientan a contar sílabas. ¿Cómo explicar esto? Ocurre que tales personas han escuchado estas formas desde niños y han ido creando dentro de sí una especie de matriz que les permite luego moldear su objeto. Es algo admirable, pensando sobre todo en la décima, pues ensartar diez líneas como respirando parece cosa de otro mundo. Es posible que el resultado no sea siempre poesía, mejor, que en pocos casos lo sea, sin embargo no deja de ser una gracia este juego de dormidos. Ninguna asimilación de una estructura poética garantiza que lo dicho o escrito sea poesía.

Para seguir ilustrando el tema, hablaré de mi experiencia, aunque sé que traerse a cuento pone de manifiesto un ego hipertrofiado. El destino hizo que naciera en un sendero del Cauca en el que se habían quedado enredadas, entre los matorrales,  viejas coplas; abandonadas por soldados españoles que, amarillos de fiebre, buscaban su dorado en  Almaguer. Siendo muy niño escuché de boca de mi abuelo David Zúñiga:

Gallinazo buen amigo
mi caballo se ha perdido
ayúdamelo a buscar
si es que no te lo has comido

Esta sencilla copla disparó mi imaginación; veía colinas, campos verdes, y al final el caballo derribado, manchado de tierra.

Mi madre, que no había ido más allá del tercero de primaria en una escuela rural, me dijo otras. Recuerdo especialmente dos. La primera era una copla oída a mi bisabuela Juana Iles, quien vivía sola en una casa en el campo, olvidada por su hijo:

Salí perrito salí
salí que no sos de aquí
conforme dicen de vos
así han de decir de mí

¿Habrá algo más solo que un perro abandonado? Fue esta copla, y no otra referencia, la que me hizo sentir la soledad de aquella mujer de mi sangre. Si mi madre me lo hubiera dicho con otras palabras tal vez el hecho no hubiera calado en mí tan hondo.

Y esta otra:
En esta piedra me siento
a darle quejas al viento
si tú fueras entendido
te diría lo que siento

La copla es un poema breve, generalmente una cuarteta rimada. Digo generalmente porque he leído coplas de tres versos, como la muy bella recogida por el poeta Antonio Machado y Álvarez:

Sentadito en la escalera
esperando el porvenir
y el porvenir no llega.

Y el poeta chileno Pedro Lastra, me confunde más con este poema:

COPLA
Dolor de no ver juntos
lo que ves en tus sueños.

Ante la duda, acudo a la fuente más próxima: el diccionario. Copla: del vocablo latino cópula (unión o enlace), es una combinación métrica que consta de una cuarteta de romance…
Ahora entiendo, la extensión de la copla depende de la “cuerda” del poeta.

Montañas de tiempo después, mientras escribía un libro sobre los muertos de nuestra larga violencia, aparecieron unas coplas que, aunque no se parecían  a sus hermanos poemas, las acepté, como un homenaje a los muertos que cantan por copla:

               
               PAJARILLO de agua entre los muertos

               1
               Algo has perdido viento
               pues te oigo y no te siento
               Lo que ayer fue corazón
               hoy es lamento

               2
               De un sueño de amor
               me despertó la muerte
               Y en el reparto de la suerte
               escribo en el agua mi dolor
             
              3
               Mi mano te acariciaba
               mi corazón latía
               Era un sueño el que soñaba
               pues ni manos tenía

               4
               Pueblos de la ribera
                ajenos a nuestra suerte
                Que los despojos de la muerte
               no se deben mirar

               5
               Tres gallinazos en su yantar
                 hacen del agua la mesa
                 Pican lo que han de picar
                 y levantan la cabeza
  
                 6
                 Chulos del otro mundo
                 o lo nuestro es soñar
                 Donde el río es profundo
                 parecen levitar

                 7
               ¿Quién a lo lejos suena
               quién canta su soledad?
               El mar que en su inmensidad
               viene la lavarnos la pena

Debo decir que estas coplas fueron saliendo sin esfuerzo, con la medida y la rima. Es decir, la medida y la rima estaban en mí.  Creo que puedo escribir coplas,  no decirlas; el hacer poesía es otra cosa y por ello no respondo.

Llegado el verso libre, se perdieron las medidas establecidas y las rimas, y el poeta se quedó a la deriva. Podríamos decir que el poeta volvió al principio, debió confiar en su propio oído cada vez que se enfrentaba a la página en blanco. Dije página y ahora debo decir que el cambio no se produjo porque sí: había aparecido la imprenta y por tanto se multiplicaron los libros,  la poesía ya no fue dicha y oída, sino leída; los moldes para una poesía escuchada empezaron a estallar. La página creó el espacio, las palabras fueron distribuidas en ella a la manera de las fichas de un juego; llegando, en un caso extremo, hasta formar dibujos; recuérdese los caligramas de Apollinaire.

Estos modelos no desaparecieron del todo, se quedaron en sectores populares, sobre todo entre los campesinos y, un poco menos, entre los poetas. Grandes poetas en el siglo XX los usaron, y aun hoy se usan. En Colombia, las formas medidas y rimadas fueron barridas entre los que escribían poesía, a mediados del siglo pasado, por los Nadaístas, quienes lucharon por introducir en la poesía colombiana la lengua callejera, la de la conversación urbana. Fue tal el ataque que no se pudo dar una transición, todo aquel que utilizara un lenguaje de la tradición clásica estaba fuera de lugar. Tal vez ocurrió así por el ingreso  tardío de nuestra comarca al verso libre. En Cuba, para citar un caso, la transición hizo posible el surgimiento de la poesía de Raúl Hernández Novás, nacido en 1948, quien le dejó a la lengua española su extraordinario libro Sonetos a Gelsomina.

Acaso, cada idioma tiene su medida. Casi siempre los haiku me han dejado insatisfecho, hay en ellos algo que falta, que no cuadra. Pienso que el haiku corresponde a una lengua como la japonesa, con un ritmo cortado; pequeñas agrupaciones de palabras seguidas de silencios; el español tiene una onda más amplia.

Me dirán ustedes, bueno, pero si la copla tiene sólo cuatro líneas. Es cierto, pero quien las escribe puede recurrir a varias coplas y construir el poema. Un ejemplo de esto es el poema Coplas de la muerte, del poeta Jaime Jaramillo Escobar.

En cierta ocasión, haciendo un taller con jóvenes y maestros, leíamos una serie de poemas, el último en una de las páginas era este poema de José Manuel Arango:

La sombra del soldado
se alarga sobre los adoquines

Leída la última línea, los asistentes pasaron rápido a la siguiente página buscando la continuación; al no encontrarla, se quedaron como en el aire. Lo había seleccionado como modelo de síntesis: con un trazo, Arango, hace la radiografía de nuestro país; sin embargo la reacción de estas personas, me llevó de nuevo a pensar en la medida de ritmo.

José Manuel vino a agregarle pensamiento a la poesía colombiana, a hacerle decir cosas profundas en el menor espacio posible. Sus lectores sabemos que utilizó diversos ritmos. Si extremamos la propuesta del maestro apretando el cuello al cisne podemos llevarlo a lanzar gritos significativos en detrimento de su decir natural. Encontrar una especie de centro, de medida, en la libertad en que se encuentra el poeta que escribe en español hoy, es una de sus búsquedas.

Publicado en abril 1 de 2014.

Última actualización: 25/01/2022