anotaciones provisorias sobre la poesía moderna
anotaciones provisorias sobre la poesía moderna
POÉTICA(S) DEL POEMA
Por Rómulo Bustos Aguirre
«La poesía asume hoy, en nuestra era industrial, una condición subterránea, que en su replegamiento
encarna la esencia que toma el lugar de la creencia abandonada de Dios como redención de la vida»
Eugenio Montejo
Esta observación de Montejo nos pone en el camino de la relación sustantiva entre poesía y religión en el mundo moderno. Este relevo de la poesía, este tomar el lugar de la creencia apunta a su base religiosa, a su carácter extrañamente religioso. En la nota prologal de Alfabeto del mundo, edición de 1988, del cual fue tomado este epígrafe, Américo Ferrari se pregunta, por cierto, si esta creencia de la que habla Montejo estará del todo abandonada en la obra del mismo.
Más incisivo sobre esta relación es Hugo Freidrich cuando señala que la anormalidad 1 que registra como rasgo central de la poesía moderna tiene un sustrato último religioso. Así, al ocuparse del cristianismo que algunos quieren ver en Baudelaire señala:
Claro que […] no puede ni imaginarse sin una herencia cristiana; pero lo que queda es un cristianismo en ruinas […]. La poesía posterior —con excepción de la de Rimbaud— pierde la noción del origen de su anormalidad en la podredumbre de un cristianismo decadente. Pero la anormalidad queda. Y ni siquiera los poetas cristianamente más rigurosos quieren o pueden resistirse a ella; tal es el caso de T.S. Eliot. (Friedrich, 1974: 63)
Se trata, por supuesto, de una religiosidad anómala, tensa, problemática, marcada por la cicatriz de la conciencia o la sospecha de su imposibilidad. El destechamiento, la orfandad, la ausencia de un centro, ante el agujero negro del sinsentido que se abre con el desplome del orbe cristiano, vendría a ser la raíz de esta poesía. Esa orfandad radical es lo que perfila espléndidamente Ferrari en su “Gato metafísico”:
el gato que se sienta
habitualmente
sobre las piernas
de una persona
si le cortan las piernas
a la persona
de raíz
¿sentirá el gato
que le han cortado esa persona de raíz?
¿sentirá la persona
que le han cortado su gato
de raiz?
¿y quedará todo cortado
para siempre
y sin raíz?
¿y quedará ya solo un dolor en el aire
y tronchada
una raíz?
Extraordinaria imagen de aquello que subyace a la compleja espiritualidad moderna y contemporánea y actual.
Bataille nos trae más pistas sobre el asunto, cuando a propósito de sus reflexiones sobre la poesía de Blake en La literatura y el mal, dibuja el complejo estatuto de la poesía moderna. Señala Bataille que la poesía no autónoma en función ancilar del mito, la magia o la religión va asociada a la plenitud de la capacidad mitopoiética del hombre; es decir, su capacidad para imaginar o inventar universos plenificados, dadores de sentido. El sentido, eso que parece ser la necesidad medular del animal humano. En igual medida, la poesía autónoma va asociada a la crisis o pérdida de esta capacidad mitopoiética. En este orden de ideas, la poesía moderna (constitutivamente autónoma) es así, dicho de modo general, esencialmente, impotencia mitopoiética, y por ello deseo espectral de religación; religión en la medida en que es solo deseo imposible (al menos, conflictivo) de religión. De este modo la poesía moderna viene a ser ese nuevo y oscilante lugar «mistérico» construido sobre las ruinas del impresionante edificio de la salvación que levantara el cristianismo y cuyas coordenadas son la disonancia (Friedrich), la incertidumbre (Paul De Man), el enigmatismo (Adorno). El lugar donde siempre está ocurriendo la muerte de Dios, o donde habiendo ocurrido, siempre está hablando el Dios ausente, el Dios muerto,y donde estará habitando una siempre incumplida, aplazada, (o ¿“definitivamente tachada”?), promesa salvífera.
Potencia mitopoética e impotencia mitopiética diferenciarían de este modo la poesía no moderna de la poesía moderna. Sería justo entonces llamar, en rigor, Poesía a la palabra en la se mantiene en todo su espesor la potencia mitopiética, y, por defecto (en el sentido estricto del término) reservar el nombre de Poema, a aquella palabra que ha sido eviscerada de su potencia mitopiética; es decir aquella palabra de la cual se ha retirado la virtud plenificadora y en la cual ha quedado solo su fantasmalidad. No aquel “artefacto” en que se singulariza, concretiza, o toma cuerpo la Poesía, sino aquello, precisamente, de lo que se ha retirado la Poesía, quedando, sin embargo habitado por su espectro. Poema es, pues, lo que resta de la Poesía en un mundo sin religación, desmitificado, despoiesizado… como si de otro género se tratara, más cercano al universo moderno “caído” de la novela, en su polifonía, heterogeneidad o apertura genérica. Es bajo esta luz como hablo de poética(s) del Poema. Proceloso fue el camino de la modernidad literaria en Colombia hasta arribar hasta el universo de las poéticas del poema. El pánico vital y literario de los dos Caros, Luis María Mora, Gómez Restrepo, Rafael Maya ante el advenimiento de la “catástrofe” de la modernidad al romper lo irrompible: el divino lazo entre Verdad y Belleza, al expulsar a Dios de la república de los poetas. lo ilustra con suficiencia el crítico y poeta David Jiménez en su Poesía y canon. Silva y Luis Carlos López son las piedras fundantes de este proceso, y Aurelio Arturo una espléndida piedra-umbral; pero acaso donde se realiza en toda su potencia esta poética de la impotencia es en Álvaro Mutis, ya en la mitad del siglo XX. En su obra son claramente legibles los trazados que he estado hilvanando: ese angustioso peregrinaje de Maqroll, cuya pulsión de agónico nihilismo y extraña religiosidad se desdoblará finalmente en sus contrafiguras: el Apostol Santiago y Felipe II. Pues, curiosa, paradójicamente… la más fecunda realización de la modernidad poemática en Colombia la realiza precisamente un ferviente antimodermo como es Mutis.
Estas poéticas del poema, en su diversidad de rumbos, son las que encontramos desplegándose en nombres como Jaime Jaramillo Escobar, Giovanni Quessep, Juan Manuel Roca, José Manuel Arango, Harold Alvarado Tenorio, Jaime Manrique Ardila, Darío Jaramillo Agudelo, Piedad Bonnet, Horacio Benavides, Carlos Vásquez T, Fernando Herrera, William Ospina, Jorge Cadavid, Miguel Ángel López (Vito Apushana), Efraim Medina Reyes, Juan Felipe Robledo, Felipe García Quintero o Lucía Estrada…y pare de contar para no incurrir en una de nuestras proclividades cuando de poetas se trata: hacer listados infinitos para que ningún amigo quede fuera y no herir egos (¿poiéticos o poemáticos?).
Diversos son los trazados del poema. Arriesgaré algunos bocetos o líneas de sus posibles rostros:
- Vivencia problemática, agónica de la ausencia de Trascendencia (Héctor Rojas Herazo, Álvaro Mutis).
- Palabra desolada, que apela al misterio y pena alrededor de él. Íntimo o desasosegado y angustioso derrumbamiento der ser, mas no pathos agónico (Lucía Estrada, Felipe García Quintero, Mauricio Contreras, Carlos Vásquez T.)
- Palabra atravesada por una veta de onirismo. Universo verbal metamórfico, asociado a una poética de la magia o el conjuro, que sabe herida, quebrada, fisurada en su origen (Juan Manuel Roca)
- Como manifestación de la crisis de Trascendencia en el orbe occidental, asomo a otras formas de espiritualidades orientalistas, hermetismos o universos de sentido étnicos marginados por el eurocentrismo (Vito Apushana, Jorge Cadavid, Gonzalo Márquez Cristo).
- Asunción radical de la ausencia de Trascendencia. Esta asunción puede adoptar la forma de rebeldía ante los modos icónicos o emblemáticos de la sociedad, y la adhesión a formas de vida marginales. Muchas veces se está ante un inmanentismo de la derrota que más que una revuelta contra Dios, escenifica una especie de revuelta contra el hombre (Efraim Medina Reyes, Rafael del Castillo)
- Asunción de un inmanentismo no problemático; en cierto modo, en plenitud. Una poética de la cotidianidad, de las pequeñas cosas y goces, atravesada o no por sesgos de una nostalgia imprecisa (Omar Ortiz, Gustavo Adolfo Garcés, José Zuleta)
Desde luego, lo más frecuente es la simultaneidad contradictoria de algunos de estos modos en un mismo autor o a lo largo de su trayecto creativo. En gran modo esta tensión contradictoria apunta a esa condición oscilante entre analogía e ironía que apunta Paz como constitutiva de la poesía del mundo moderno.
Referencias:
Adorno, T. (1986). Teoría estética. Madrid: Taurus.
Bataille. G. (2010) La literatura y el mal. Barcelona: Nortesur.
De Man, P. (1990). Alegorías de la lectura. Barcelona: Lumen.
Friedrich, H. (1974). Estructuras de la lírica moderna. Barcelona: Seix Barral.
Jiménez, D (2002). Poesía y canon. Bogotá: Grupo editorial Norma.
Montejo, E. (1988). Alfabeto del mundo. México: FCE.
Paz, O. (1987). Los hijos del limo. Del romanticismo a la vanguardia. Barcelona: Seix Barral.
1. Desde luego el sentido de anormalidad en Friedrich no es una noción valorativa, como él bien lo aclara. El término quiere describir el fenómeno de la poesía moderna en que esta rehúsa al lector la posibilidad de ser comprendida, rompiendo con las expectativas comunicativas convencionales que le son familiares y originando una tensión disonante comunicativa, en la medida en que el texto poemático aspira a ser un ente autosuficiente. Se abre así una brecha con el lector. La «anormalidad» a que punta Friedrich, queda clara apelando a otro Eugenio, Montale (Citado en Friedrich, 1974: 22): «Si el problema de la poesía consistiera en hacerse comprender, nadie escribiría versos».
Publicado en abril 1 de 2014.